Marta (14: Placer en la arboleda)
Después de muchísimo tiempo, vuelvo a escribir sobre una de mis excitantes sesiones sexuales. Esta vez a solas pero con grandes dosis de morbo y placer.
Deben ser ya más de las diez de la mañana cuando me despierto. Estoy sola en la cama, totalmente desnuda y arropada por una sábana blanca. Javi no está, recuerdo entonces que tenía que ir a trabajar temprano. Se me asoma una sonrisa a los labios al recordar la sesión de sexo que nos regalamos anoche. Acerco mi mano a mi zona íntima comprobando que tengo el ano aún algo dolorido. Pero estoy muy excitada, necesito más sexo. Así que me destapo y me saco una foto en la que se me ve toda desnuda y se la envío por Whatsapp: "Sigo muy cachonda, ¿vas a tardar?"
Empiezo a frotar mi clítoris pero la necesidad imperiosa de orinar me lleva a levantarme y acudir al baño de la habitación del hotel.
Tras hacer mis necesidades me apoyo en el lavabo y, mirándome a los ojos reflejados en el espejo, me vuelvo a masturbar muy suavemente, sin introducir mis dedos, solamente frotándome el clítoris y los labios vaginales. Pienso en acabar en la ducha, ya que estoy toda sudada de anoche y, además, quiero volver a sentir un buen orgasmo, pero justo en ese momento oigo una notificación del móvil.
Lo recojo de la cama y leo: "No llegaré hasta la comida, pero puedes ir jugando sin mí"
Le respondo con una foto de mi vulva toda mojada: "Ya estoy en ello"
"Qué rico. ¿Qué tal tu culito?" responde.
"Aún me duele, anoche le diste de lo lindo" le escribo y voy instintivamente a buscar el plug que dejamos anoche sobre la mesilla. Lo paso por mis labios vaginales para humedecerlo y me lo inserto sin mucha dificultad en el ano.
"Ahí lo tienes" le mando acompañado de la foto del plug.
"Qué bien sabes calentarme, Martita"
La excitación ya la tengo por las nubes, empiezo a no pensar con frialdad las cosas. Decido acercarme a la ventana y asomarme a ver el día que hace. Me gusta que alguien pueda verme desde la calle, pero está nublado y apenas se ve gente pasar. Hay un río justo al lado y tras él, una zona arbolada. Estamos a las afueras de la ciudad.
"¿Y qué más vas a hacer?" me pregunta.
"Sabes que puedes pedirme lo que quieras" le animo a jugar.
"¿Ah, sí? ¿Qué tal si te pones el vestido negro y sales a jugar afuera?"
Me conoce como si me hubiera parido, el cabronazo. Sonrío pícara y sigo leyendo.
"Pero sin nada debajo. Y déjate el juguetito puesto"
"Quieres que explote de excitación, ¿no?" le respondo con unas ganas enormes de seguirle el juego.
Busco el vestido negro en la maleta y me lo pongo. Me llega hasta medio muslo, así que tapa lo justo. Vuelvo a mandarle foto de mi estado y me responde: "¿No tienes algo más grande para tu otro agujerito?"
Intento pensar rápido, echo un vistazo por la habitación pero no veo nada. Voy al baño y decido que el desodorante puede valer. Lo paso un momento por mi sexo y le envío una nueva foto a Javi.
"Perfecto, ya puedes salir" me dice.
"La pena es que no voy a poder responder en un rato, pero ve enviando fotos" añade.
Cojo el bolso sin olvidar la llave de la habitación y el desodorante, el teléfono móvil y salgo al exterior, no sin antes calzarme las sandalias.
Ha sido todo un acierto acompañarle en su viaje de trabajo, pienso mientras llamo al ascensor.
Cuando salgo por fin a la calle descubro que la nubosidad ha hecho caer bastante las temperaturas y que no hace ni mucho menos el calor del día anterior. De manera instintiva llevo mi mano a mis pezones y ya empiezo a notarlos algo más duros de lo habitual. Me encanta esa sensación, pero quiero más. Camino un poco por la acera y cambio al otro lado por el paso de cebra. Sobre el río hay un puente que lo cruza a unos metros, así que decido andar hasta allí. Quizá ni siquiera sea un río, más bien parece un arroyo por su poca anchura. Una vez en el puente, echo un vistazo a ambos lados y al no ver a nadie, saco el desodorante del bolso y, apoyada en la barandilla, lo acerco a mi vagina por debajo del vestido.
Juego un momento a la entrada antes de apretarlo con más fuerza e introducir el primer par de centímetros, lo que me hace soltar un gemido. No lo reprimo, pero no veo que nadie haya podido escucharlo.
Sigo empujando hasta introducirlo casi por completo y comienzo a meterlo y sacarlo lentamente. El placer es sensacional, es cien veces más fuerte que lo que pueda sentir, digamos, en privado.
Quiero sacarme una foto para Javi, pero si sujeto el bote, se tapa por el vestido y si sujeto el vestido, se me escapa el bote, así que guardo el desodorante en el bolso y me hago la foto con el vestido subido, mostrando mi vagina bien mojada.
Tan caliente estoy que no puede evitar masturbarme con los dedos muy rápido, casi con rabia. Siento el orgasmo muy cercano, me apoyo en la barandilla y en un breve momento de lucidez retiro la mano y evito llegar al clímax. Quiero prolongar el juego por más tiempo.
Ni siquiera me he fijado, pero en este rato algún coche sí que ha pasado por la calle del hotel, así que no descarto haber sido vista disfrutando de mi propio cuerpo.
Termino de cruzar el puente y llego a la zona arbolada. Desde allí puedo ver claramente la fachada del hotel y los edificios cercanos, pero habría que fijarse mucho para verme a mí.
Me siento en una gran roca que encuentro entre dos árboles y, con el vestido por la cintura, abro las piernas y comienzo a masturbarme con el desodorante de nuevo. Esta vez sí que puedo hacerme la foto que rápidamente le envío a Javi.
Lo utilizo como si de un pene se tratara con toda la velocidad que puedo, dejando escapar varios gemidos en el proceso. Cuando de nuevo estoy a punto de correrme, lo saco y respiro un segundo. Me quito el vestido, me pongo en pie y saco el plug de mi ano. Lo pongo en el bolso, que dejo en el suelo y apoyando el desodorante en la roca, me voy sentando sobre él, apretándolo contra mi culo hasta que consigo que este ceda y le deje paso. Es una sensación bestial, me encanta sentirme llena. Aprovecho el peso de mi cuerpo para introducirlo por completo, a excepción de la parte superior, por donde sale el desodorante. Una vez encajado en mi cuerpo, me pongo en pie y, sujetándolo con una mano, me voy moviendo por la zona frotándome sin compasión el clítoris con la otra. Me acerco al río y busco con la mirada alguna persona al otro lado que pudiera verme, pero no hace día de paseo. De hecho, está comenzando a chispear. La mano que sujetaba el bote ahora se dedica a meterlo y sacarlo, follarme el culo en toda regla. Después de la sesión anal de anoche, volver a penetrarlo con aquella fuerza me produce un ardor en el interior que no hace sino excitarme más y más. Quiero correrme por el culo, follármelo de tal manera, tan dura, tan fuerte, que me produzca un orgasmo anal. Y aunque sé que eso no pasará, que será mi vagina la que me lo proporcione, me centro en mi culo y dejo de frotarme. Apenas puedo mantenerme en pie, así que me pongo a cuatro patas y sigo con la brutal inserción. No quiero parar, quiero estar así horas, pero sé que no podré soportarlo mucho más, que mi mano no me obedecerá y se lanzará a destrozar mi clítoris tarde o temprano.
La respiración es muy fuerte, el pulso está por las nubes. Y las nubes empiezan a descargar. No es una gran lluvia, pero en unos segundos ya me siento empapada. Me fallan las rodillas, me tumbo bocabajo en la hierba sin dejar en ningún momento de jugar con el bote. Algunas lágrimas salen de mis ojos, las manos me tiemblan muchísimo, mi sexo me pide clemencia: "¡Un orgasmo ya, por favor!"
Pero yo no quiero un orgasmo, que a buen seguro será genial. Quiero disfrutar del proceso, sentirme muy sucia. Me giro, quedando bocarriba, cojo el móvil y me saco una foto como buenamente puedo por culpa del temblor de manos y le doy a enviar.
No había sido consciente hasta este momento de que me estaba poniendo perdida del barrillo creado por la lluvia.
Dejo caer el teléfono en la hierba y llevo la mano a mi clítoris. Ha llegado su turno, aun a mí pesar. Pero mis dedos tienen vida propia y me masturban sin piedad, se cuelan en mi interior, juegan con mis labios, pellizcan mi botón del amor.
Y por fin me inunda el placer que llevaba esquivando un buen rato. Aprieto fuerte el bote de desodorante todo lo dentro que puedo y termino de acariciar mi sexo con los últimos espasmos de tan sensacional orgasmo. No puedo evitar un grito resultado de tanto placer acumulado y, finalmente, el bote se escapa por si solo de su escondite. La mano que lo sujetaba me la llevo a la cara, tapándome no sé muy bien porqué. Veo las ramas de los árboles y la lluvia caer sobre mí. Ya estoy tan mojada como si me hubiera metido en el río, y con manchas de barro por todo el cuerpo. Respiro hondo para recuperarme y lanzo una risa nerviosa al viento. No imagino una mujer más feliz que yo en este momento. El ano me palpita de dolor, la vagina está hinchada por el frote que ha recibido y todo mi cuerpo aún tiembla de la excitación y el nerviosismo. Ha sido espectacular y solo pienso en volver al hotel para darme una ducha y prepararme para la próxima sesión de sexo con Javi. No sin antes morirme de vergüenza cuando entre al hotel con el vestido totalmente mojado y el cuerpo embarrado.