Marta (02: En Valencia)
Qué angustioso es no poder combatir el insoportable calor del verano valenciano
Este segundo relato cuenta algo que pasó hace ya algunos veranos, estando de vacaciones en Valencia con unas amigas. Teníamos entonces 21 años y nos habíamos escapado unos días a ponernos morenas y hartarnos de ver tíos macizos en bañador. Vamos con el relato, espero que disfrutéis de la lectura.
Llegamos al hotel después de pasar todo el día en la playa, mis amigas Patri, Sara, Elena y yo. La verdad es que no habíamos dado palo al agua pero estábamos cansadísimas y deseosas de darnos una buena ducha para quitarnos toda la sal y la arena que teníamos pegada al cuerpo. Dormíamos en dos habitaciones contiguas, Patri con Sara y Elena conmigo. En cuanto entramos en la nuestra, Elena salió disparada al baño y yo me quité la camiseta y el short y quedando en bikini me tiré bocabajo en la cama a esperar mi turno. Después de un momento, y dado el calor que allí hacía, me puse en pie y salí al balcón a tomar el aire de la tarde que, aunque cálido, era mucho más fresco que el del hotel. Apoyada en la barandilla viendo pasar la gente por la calle me puse a recordar algunos momentos del día, como cuando Sara se echó un buen trago de agua marina o aquel tío bueno que nos dejó calladas y con la boca abierta a todas mientras pasaba delante nuestra. La verdad es que si nos lo hubieran dejado, le habríamos hecho de todo entre las cuatro, pero hubiéramos hundido nuestro orgullo, así que, tendrían que ser los tíos buenos los que babearan por nosotras y no al contrario. Después de todo, nosotras estábamos de muy buen ver, modestia aparte.
Una ráfaga de viento algo más fuerte me despertó de mis pensamientos y me produjo un escalofrío que desembocó en un rápido endurecimiento de mis pezones, bien marcados bajo el bikini. No pude evitar tocármelos un momento sobre la tela y sentir otro escalofrío, esta vez de placer. Como suele ocurrir, eso provocó que mi sexo empezara a humedecerse y mi mente se fuera a pensamientos más traviesos y excitantes. Podría masturbarme allí mismo en el balcón, viendo la gente pasar, mientras Elena salía del baño, pero corría el riesgo de que me pillara con las manos en la masa. Aunque si solamente metía mi mano bajo el bikini y seguía de espaldas a la habitación, ella no tenía por qué enterarse de nada, así que sin más dilación mi mano izquierda se introdujo bajo el bañador y empezó a frotar mi clítoris de manera muy suave. Un leve gemido salió de entre mis labios y cerré los ojos dejándome llevar por el placer que nadie como yo misma sabía darme.
En esas estaba, frota que frota, cuando de pronto oí una voz que decía mi nombre. Sobresaltada por la impresión retiré rápidamente la mano de mi sexo y miré a todas partes buscando la fuente de dicha voz. A mi derecha estaba asomada Sara desde su balcón, se había subido en una silla para poder verme y hablarme: "Dice Patri que os pongáis bien putas esta noche, que salimos de caza, jajá" La verdad es que Patri estaba un poco más desesperada que las demás, pero no por ello le íbamos a llevar la contraria, así que le dije que "Vale, saldremos de caza como leonas" y la cabeza de Sara volvió a desaparecer de mi vista. Menudo susto me había dado, casi me dio un infarto de la impresión. Volví a meter mi mano bajo la braguita del bikini en busca de mi querido clítoris para continuar con lo que había dejado a medias. Era una gozada sentir mis dedos frotando mi sexo mientras el viento costero bailaba con mi melena ahí mismo, al aire libre. Estaba ya acercándome al clímax cuando oí un ruido, era la puerta del baño, así que dejé de tocarme y me volví para ver que Elena ya había salido de la ducha. Al final tendría que terminar en el baño, muy poco original, pero placentero al fin y al cabo.
Le comenté a Elena lo que me había dicho Sara y me metí al baño. Nada más cerrar la puerta me deshice de la parte de abajo del bikini y apoyada en el lavabo, viendo mi reflejo en el espejo del baño me froté el sexo con decisión, casi con rabia. Podía ver el gesto de placer en mi cara reflejada y eso me calentaba aún más. Paré un momento para coger aire, quitarme el sujetador del bikini y meterme en la bañera para ducharme. Ahí es donde pretendía terminar de masturbarme, pero al poco oí a Elena pedirme si podía pasar a secarse el pelo y no pude decirle que no, ya que era algo muy normal entre nosotras. Así que, aunque intenté tocarme más lentamente mientras solo la cortina de la ducha me separaba de ella, no pude conseguir un orgasmo y desistí de mi intento, saliendo de la ducha más caliente de lo que había entrado.
Después de una sesión de peluquería, maquillaje y pase de modelos, al fin nos reunimos las cuatro fuera de las habitaciones para empezar con nuestra noche de "cacería". Estábamos increíbles, Sara iba con el pelo recogido sujeto con una pinza que dejaba a la vista toda su cara, con un pintalabios rojo pasión, una camiseta de tirantes muy ceñida que le hacía un escote y unos pechos muy apetecibles, una mini vaquera y sandalias de tacón. Patri se había dejado la melena suelta y vestía un top blanco que dejaba al aire el piercing de su ombligo y sus hombros, una minifalda de vuelo blanca y unas medias de rejilla que le llegaban a medio muslo: estaba impresionante. Elena había optado por un short negro y una camiseta también negra, con un generoso escote y dos coletas estilo colegiala. Por mi parte, yo me decanté por una camiseta negra corta que dejaba también mi ombligo a la vista, minifalda oscura y sandalias. Debajo, lo completaba con un sujetador sin tirantes y un tanga negros. Imposible no conseguir alguna presa esa noche.
Yo tenía un pequeño problema, y es que ya desde antes de salir iba con el tanga mojado de la excitación que mantenía por los tocamientos del balcón y el baño. No dejaba de pensar en las ganas que tenía de masturbarme hasta el orgasmo y eso me hacía estar un poco ausente del resto, que reían a carcajadas y yo no sabía por qué. Decidimos ir a cenar a un bar del centro, cerca de la estación de tren, y nos sentamos en la terraza que había montada en la calle. Después de algunas cervezas, algo de comer y mucho tonteo con todos los chicos que se nos acercaban por allí, yo ya estaba que reventaba de aguantarme las ganas de tocarme, así que decidí ir al baño a calmarme, pero cuando dije que iba al servicio Patri se me unió y fue conmigo hasta los lavabos. De esa manera no podría hacerlo, así que sentada en el retrete, mientras maldecía mi mala suerte me frotaba como podía, pero sin posibilidad real de terminar en un buen orgasmo. Oía a Patri hablarme desde el lavabo, decía algo de follarse al camarero y algunas guarradas más. Yo, en mi mundo gobernado por la excitación más absoluta, opté en un momento por hacer una locura. Cuando terminé de orinar y habiéndome limpiado bien mi sexo, en lugar de subirme el tanga, lo dejé caer al suelo y lo guardé en el bolso. Mi mente traviesa había decidido apostar fuerte y si ya era insostenible el nivel de excitación que mantenía con el tanga en su sitio, en ese momento se multiplicó por cien. "Vamos Marta" dijo Patri, por lo que me levanté del inodoro y salí al baño tapando mi sexo únicamente con la minifalda. La sensación de libertad era inmensa, como también lo era el pensamiento de que al final todo el mundo se daría cuenta. Mientras me miraba al espejo para ver si el maquillaje seguía en su sitio pude comprobar que los pezones se me notaban muchísimo por encima de la ropa, algo que pondría en evidencia mi insufrible excitación.
De esa manera volvimos a la terraza del bar, teniendo un cuidado máximo a la hora de sentarme para no delatar mi situación. El contacto de mi sexo con la fría silla de metal me produjo un pequeño escalofrío y una sensación muy placentera, me estaba gustando la idea de ir nada ahí abajo. He de decir que aquella no era la primera vez que estaba sin ropa interior en un sitio público, pero es algo que siempre resulta tan morboso y excitante como si así lo fuera.
Después de la cena, y con el número de teléfono de Patri en el bolsillo del camarero, nos fuimos en busca de un pub donde tomar unas copas y bailar un rato. El paseo fue genial, la fresca brisa marina se introducía bajo mi falda y me producía una sensación increíble, era como andar desnuda sin que nadie se diese cuenta de ello. Además, esa brisa secaba un poco mi sexo, pues tenía miedo de que de tanta humedad terminara por chorrearme piernas abajo. Al final, entramos en un local que le gustó a Sara, yo ibas tras ella, pero de pronto me encontré con que una vez traspasada la puerta de entrada, había un tramo de escaleras para subir hasta la sala de baile. Me paré en seco y vi como subía Sara, podía claramente verle la ropa interior bajo su minifalda vaquera, por lo que no podía dejar que Patri y Elena descubrieran que yo iba sin nada debajo. Solo se me ocurrió hacer como que me sonaba el móvil para dejarlas pasar y subir yo tras ellas. El show fue para las personas que venían después de nosotras, pues a buen seguro que vieron más de lo esperado.
Ya en la sala, con algunas copas en el cuerpo y después de mucho bailar, Sara se fue a un rincón con un chico que conocimos esa misma noche a darse el lote y Patri nos abandonó cuando el camarero llamó a su teléfono móvil. Elena y yo bailábamos juntas, calentando un poco a los chicos del local, que babeaban por nosotras sin ningún disimulo. Nos cogíamos de la cintura acercando nuestras manos peligrosamente a nuestros traseros, juntábamos nuestras caras de modo que los labios de una quedaran a escasos centímetros de los de la otra y yo jugaba con las coletas de Elena, sabedora de que aquello despertaba pasiones entre el personal. Con el baile, al mover mis caderas tenía la impresión constante de que todo mi sexo quedaba a la vista del público, pero realmente era muy complicado que pudieran darse cuenta. En cualquier caso, la excitación que me provocaba me hacía ser mucho más valiente de lo habitual y no le daba mayor importancia. Uno de los chicos que nos miraba continuamente no estaba nada mal, y yo necesitaba de sus favores aquella noche, así que le lancé algunas miradas lo más sensuales y directas posibles para darle a entender mis intenciones. Al poco rato ya lo tenía a mi lado. La verdad es que tenía muy buen cuerpo, y en mi estado de excitación realmente deseaba un magreo y un buen polvo más que nada en el mundo. Le guiñé un ojo a Elena y ella entendió, me devolvió el guiño y se retiró al servicio. El chico, animado por la situación, me pidió bailar y yo asentí con la cabeza. Más que bailar parecía que estuviéramos teniendo sexo, me sobaba cuanto podía y me hacía notar su erección apretándose contra mi trasero. Me pasaba sus manos por mis nalgas, por encima de la mini y las subía por mis caderas y cintura hasta rodearme con sus brazos, yo inclinaba levemente mi cuerpo hacia delante para que notase mi culo más fuerte en su paquete. Cara a cara, no dejaba de lanzar miradas furtivas a mi escote y finalmente dijo: “No me digas que tienes frío” refiriéndose a mi gran erección de pezones, que aún con la camiseta y el sujetador saltaban a la vista. “¿No te gustan?” le dije con voz de niña buena colocando mis manos bajo mis pechos como si los estuviera sujetando. “Me encantan” contestó con una sonrisa en sus labios. “Si te portas bien te dejo jugar un rato con ellas” dije instantes antes de besarle con pasión, dejando claro que quería llegar hasta el final. “¿Salimos de aquí?” me dijo al oído. No hizo falta decir más, bajamos a la calle y fuimos magreándonos unos metros hasta llegar a un parque cercano. Allí me apoyó en la parte trasera del asiento de un banco y mientras me besaba subía sus manos por mis piernas. Yo tenía algo de miedo de enseñar mi sexo en plena calle con tanto descaro, pero no podría esperar a ir al hotel, así que como vi que no había nadie cerca de nosotros, me dejé hacer. Él aprovechó que yo iba con un palabra de honor para bajarlo y ver mi sujetador, que no debió gustarle mucho porque rápidamente se dispuso a desabrocharlo. Yo le había bajado la cremallera del pantalón y agarraba con fuerza su pene, ya libre de su prisión, a la luz de la luna. Le masturbaba con velocidad y él, incapaz de quitarme el sostén, condujo sus manos a mis nalgas, me apretó, sobó y cacheó con fuerza cuanto quiso hasta darse cuenta de que yo no llevaba ropa interior. "No jodas que vas sin..." no le dio tiempo a decir nada más cuando de pronto soltó un chorro de esperma que fue a estrellarse contra mi ombligo y otros más que pude esquivar fueron a caer en el banco y un poco en mi falda.
"¡Si esperas un momento empezamos de nuevo!" Eso era lo que oía mientras me iba de allí con un enfado de mil demonios y un calentón de mil grados, subiéndome la camiseta y con una mancha de semen en mi vientre. Volví al local anterior y allí rescaté a Elena y Sara. Nos fuimos para el hotel, Elena finalmente no cazó aquella noche pero Sara si consiguió un poco de sexo rápido en los baños del pub y yo cacé un príncipe que me salió rana. Al día siguiente Patri nos contaría su noche de sexo desenfrenado con el camarero para ponernos los dientes largos. Pero antes, cuando llegamos al hotel, Elena y yo nos despedimos de Sara que se fue a su habitación y nosotras entramos a la nuestra. "Me voy a la cama del tirón, estoy destrozada de tanto bailar" me dijo Elena. "Yo voy un rato a tomar el fresco al balcón" le contesté.
Y allí estaba de nuevo, en el balcón que tan caliente me había dejado horas antes. Ese era el momento de ajustar cuentas. Me subí la minifalda hasta la cintura, separé las piernas y de nuevo apoyada en la barandilla, viendo la gente pasar, me froté el clítoris con mis dedos y toda la decisión del mundo. Recordaba los momentos vividos cuando caminaba con la brisa acariciando mi sexo o lo caliente que me puso aquel chico en el pub. Me bajé el top y me quité el sujetador para poder jugar también con mis pezones, tiraba de ellos y los retorcía con cariño. Unos metros más abajo algunas parejas y grupos de jóvenes caminaban sin imaginar lo que yo estaba haciendo ahí arriba. Llevaba tanto tiempo deseando hacer aquello que en solo unos minutos había llegado al clímax, las contracciones se sucedían sin parar, una tras otra, proporcionándome oleadas de inmenso placer que se extendían por todo mi cuerpo hasta provocarme un ligero desmayo por el que di gracias a estar agarrada a la barandilla para evitar terminar tirada en el suelo. Los gemidos de placer a buen seguro habían sido oídos por mis amigas, pero eso ya me daba igual, por haber tenido que esperar tantas horas para alcanzar el orgasmo había conseguido la mayor de las recompensas y me sentía extremadamente feliz, tanto que me fui a la cama con lágrimas en los ojos.