Marisa (7 Final)

Final, o al menos eso espero.

Eso espero, por lo menos, que este sea el final del caso Marisa.

El verano de 2009 estaba llegando a su fin y no me podía quejar en absoluto. En el trabajo habíamos conseguido una situación extraordinaria para los tiempos que corren, y en lo sexual tampoco podía quejarme, había "toreado" exitosamente en varias "plazas" y me sentía muy satisfecho de mi mismo. Recientemente hice público mi correo electrónico, el del sobrenombre y he recibido varios relatos con el ruego de novelarlos para poder ser publicados en www.todorelatos.com y así lo haremos más adelante.

Como os iba diciendo, la situación con Marisa parecía estabilizarse, mientras que Carrie, mi mujer, no hacía más que pedirme sexo a todas horas. Por mi encantado, pero a Marisa se le ponía cara de pocos amigos cuando subíamos a follar a nuestra habitación y nos estábamos varias horas. Era un tema que debería arreglar pronto y bien. Samira, la criada marroquí de Marisa, con la que compartí almohada en una ocasión, no podía evitar sonreír discretamente al ver como su patrona se frustraba.

Finalizó el fin de semana y regresamos a Barcelona, Carrie, sus padres y los niños aún disfrutarían un poco más del verano.

La semana empezó con la petición de un cliente alemán y hasta Mannheim tuvo que desplazarse mi querido amigo Emilio. "Es mejor que vaya yo, además no tengo nada que me ate salvo los niños".

  • Emilio, deberías solucionar esta situación con Marisa ¿Estás siguiendo el tratamiento del médico?
  • Siiiiiiiiiiiii, joder, pero Marisa ahora no quiere tener relaciones y estoy por mandarla a la mierda.

Escuchar estas cosas en boca de Emilio resultaba tan insospechado, como ver a dos políticos decir la verdad.

El lunes también nos trajo a Marta, la sustituta de Maribel, mi antigua secretaria y una de mis más apasionadas amantes. Marta está casada y aunque su marido parece un muermo, creo que parece bien servida en cuestión de sexo.

Pero el martes se trocó la situación al presentarse en el despacho Marisa, vestida con más atrevimiento del que podía esperarse en ella y entrando prácticamente sin llamar a mi despacho, interrumpí mi trabajo y de sopetón le solté:

  • Antes de entrar, se pide permiso.
  • No estoy para estas exquisiteces ahora. Ven conmigo, por favor, es urgente.
  • ¿Qué ocurre? –le pregunté aún molesto.
  • Ven, necesito que me lleves a un sitio.

Bajamos hasta el aparcamiento juntos, aunque era ella la que marcaba el ritmo y los tiempos, al llegar a mi Audi la tomé con fuerza por la muñeca y fui yo quien tiró de ella, empujándola boca abajo sobre el capó y subiéndole la breve falda que apenas tapaba sus piernas, ni me molesté en quitarle el tanga, pero en cambio le arranqué de golpe las bolas chinas que llevaba en su interior. Tras ella, mi polla ya estaba fuera del pantalón y se la introduje de un solo golpe y sin avisar.

Se meó de gusto. Encharcó el suelo con sus flujos y me manchó los pantalones, pero ni por esas paré.

  • Ah텅. ¡Aaaaaaaaaaaaaah! Ahí … quería que……….. ¡Ahhhhhhhhhhhhhh! Me llevaras….. al paraíso. ¡No dejes de follarme!

Lo mínimo que le dije fue "Zorra" y "puta", cuando más la insultaba, más se excitaba, más se corría y más gritaba. Le di un palmetazo en el culo y empezó a saltar como una posesa consumida en un orgasmo indescriptible que logró dejarla semiinconsciente. Saqué mi polla de su coño y cogiéndola por la muñeca la senté de nuevo en el coche, salimos al exterior y llamé a mi secretaria para que me bajara un traje completo del armario. Cuando me lo puso en el maletero, arranqué en dirección a su casa. En el ascensor, algo reanimada ya, le introduje dos dedos en el interior de su ano, jugando a ritmo pausado con su recto entre los espasmos de Marisa y sus ininteligibles ruegos de que parara.

Cuando Samira nos abrió la puerta, la saludé con todo respeto, pero diciéndole con rotundidad:

  • Samira, la señora y yo nos vamos a su dormitorio a follar, por favor hágase cargo de todo.
  • Sí, señor – fue la escueta respuesta.

Cerré la puerta de la alcoba con el pasador y le arranqué la blusa, sin piedad. Mi pene estaba a punto de explotar por la tensión y por el calentón del parking, pero aguantaría todo el tiempo que fuera necesario. Me desnudé ante su mirada perdida y le dije:

  • Chúpame la polla, so zorra.
  • Claro que sí, mi vida – y se la introdujo con gran placer.

Había adquirido gran maestría en chupar pollas, la antaño modosa niña pija con aspiraciones a niña rica. Tragaba todo el bálano que le cabía en su boca, para ir saliendo lentamente mientras trabajaba con su lengua toda la longitud de mi polla, deteniéndose en el prepucio y sorbiendo, mordiendo, chupando y lamiendo ser capaz de llevarme a las puertas de una eyaculación que yo controlaba.

  • Eres más que un dios para mí, amor mío, no sabes cómo te necesitaba.

Y chupaba, mientras yo le asía con fuera la cabeza y su pelo. Hice que se tumbara en la cama, arrancándole violentamente la falda y dejándole puesto ese tanga que tan cachondo conseguía ponerme. La penetré con fuerza, casi con violencia, pero era lo que ella necesitaba. Su vagina estaba chorreando y rezumando jugos de manera imparable. Lo que yo pretendía que fuera una lección, se estaba viniendo abajo, porque mi estado de excitación me estaba llevando a otra forma de hacer las cosas. Extraje mi polla y me bajé a chuparle el coñito, les puedo asegurar que al morderle el clítoris se vació de tal manera que sus jugos pasaron de un líquido lubricador a un líquido espeso y blanquecino que parecía leche.

Harto de esperar y cansado de la situación volví a metérsela violentamente y en cada embestida ella gemía y me decía palabras amorosas, tiernas, cachondas o realmente puercas, lo que no hacía otra cosa que complicar la situación. Cuando estaba a punto de eyacular me rodeó con sus piernas y me vacié dentro. Los dos gritamos de placer, sin importarnos que Samira estuviera escuchando nuestros actos. Caí rendido sobre ella, que no dejaba de abrazarme y besarme.

Algo así como media hora más tarde, se quedó dormida y me fui a duchar. Salí con una toalla alrededor de la cintura y la dejé descansar, lo necesitaba. Inconscientemente y de esta guisa fui hasta la cocina, para tomar algo. Samira estaba allí sentada en una silla, con bolsas en los ojos y me pareció raro no ver a los niños, así se lo hice saber.

  • Hoy he preferido que se queden en la guardería, señor.
  • ¿La guardería de verano tiene comedor?
  • Sí, señor.
  • ¿Se encuentra usted mal, Samira?
  • Verá señor… no he podido evitar oírle a usted y a la señora… y he tenido que… - se ruborizó de tal manera que el sonrojo aparecía extremadamente claro en sus pómulos.
  • ¿Ha tenido usted que… digamos calmarse a solas?
  • Algo así, señor. Ya sé que no está bien, pero he escuchado todo lo que ustedes hacían y no he podido remediarlo.
  • No tiene importancia, pero no se lo diga usted a Marisa.
  • No, señor. Eso nunca.
  • ¿Quiere usted que… le haga pasar la ansiedad?

No dijo nada, solo asintió y me arrodillé entre sus piernas para besarla en los labios. Tímidamente al principio, pero con pasión, nos besábamos mientras exploraba su cuerpo sobre el uniforme negro que llevaba. Exploré su cuerpo con ardor y pasión, sin detenerme en demasiados romanticismos. La chica tenía una necesidad física y no de amor. Descendí hasta su pubis y me comí su chochito con auténtico placer, notaba como se mojaba y como ella dejaba atrás los convencionalismos para apretar mi cabeza contra su intimidad. Farfullaba frases en árabe, que no entendía, pero que supe el momento en el que se corrió, lo que aproveché para levantarla, sentarla sobre la mesa de cocina y penetrarla con ardor. Como puede, extraje sus pechos mientras la besaba y mi cuerpo se pegaba al suyo con movimientos suaves de mete y saca. Notaba otro orgasmo en ciernes y como no quería alargarlo mucho, cuando ella se corrió, extraje mi polla para derramar una lluvia de semen sobre su bien cuidado monte de Venus.

Permanecimos abrazados un buen rato y dándonos besos de agradecimiento y cariño.

  • Gracias Samira, es delicioso hacer el amor contigo.
  • No, no. Gracias a ti, me encanta que me poseas.

Se excusó con un beso, también quería ducharse y arreglar el vestido. Volví al dormitorio de Marisa y Emilio (esto lo estaba olvidando con demasiada frecuencia), donde ella aún dormía y la desperté, teníamos que irnos a comer algo, algo que no fuera sexo. Me estaba volviendo un cabeza loca y debía poner fin a todas estas chaladuras.

Marisa se arregló como era habitual en ella, con falda y unas braguitas negras que me ponían a mil por hora. Compramos comida en un Burguer King y nos fuimos a un bonito emplazamiento de la sierra barcelonesa, los dos solos y hablando de nuestras cosas.

  • Emilio se está esforzando mucho por solucionar vuestros problemas. Y tú debes dejar tus egoísmos para ayudarle a él, a la vez que te ayudas a ti y estabilizáis vuestra situación. Yo estoy casado con Carrie y la quiero. A ti también te quiero, pero no es lo mismo. No podemos seguir así.
  • Pero yo te necesito, tampoco quiero perder a Emilio, pero me hace falta sentir tu polla en mi coño y tu semen dentro de mi cuerpo.
  • Mientras dure el tratamiento de Emilio, follaremos con todo el morbo que quieras siempre que nos sea posible ¿Vale? Pero respetarás a Emilio y nuestra situación matrimonial. Carrie quiere quedarse embarazada otra vez y quiero que te tenga a su lado, últimamente has pasado mucho de ella y está dolida contigo.
  • Lo siento Luis, pero no puedo evitar los celos.
  • Pues debes hacerlo y tocar con los pies en el suelo, Marisa, esto no puede continuar con este descontrol. Me gusta muchísimo follar contigo, pero Emilio es mi amigo y no quiero que esto siga así.

No cruzamos más palabras hasta nuestro regreso a la ciudad. Al dejarla en la puerta de su casa me dijo:

  • ¿Me ayudarás?
  • Por supuesto – le respondí.

Y nos despedimos como dos personas de buena educación, con dos castos besos en las mejillas, aunque a mi volvía a atacarme la calentura y me preguntaba a la vez como era posible que me metiera yo solo en tantos problemas.

El trabajo de toda la semana me permitió que apenas dedicara atención a mis problemas. Hablaba cada día con Carrie y mis hijos mediante video conferencia, todo iba bien y esperaban el fin de semana para verme. Con Marisa hablaba cada día antes de irme a dormir y parecía que nuestra charla había servido de algo. El jueves a eso de las diez de la noche sonó el timbre de casa, abrí y apareció una preciosa Samira ante mi puerta, vestida con su uniforme laboral, pero arreglada y discretamente maquillada.

  • Es mi día de fiesta y me preguntaba si podía pasar la noche aquí.

No me hice rogar y le cedí la entrada. A las once menos cuarto llamó Marisa y le respondí con casi total normalidad, mientras penetraba el hasta entonces virgen culo de Samira.

Al día siguiente de nuestro primer polvo público en su casa, señora y criada mantuvieron una conversación sobre la situación vivida, rogando la primera que fuera discreta y restándole importancia la segunda, rogándole que confiara en su prudencia y discreción.

Sentado en el sofá, Samira puso su ano sobre mi bálano, introduciéndolo por tercera vez en la noche y plegando sus piernas encima de mis rodillas para hacer más profunda la penetración, mientras mi mano izquierda acariciaba su pezón y la mano derecha realizaba una frenética, pero suave masturbación sobre su clítoris. Aún siendo un adúltero, no "mancillé" la cama matrimonial, pero Samira durmió esa noche conmigo en el sofá y además de dos polvos anales, penetré su coño repetidamente, corriéndome hasta en dos ocasiones más. ¡Noche de locura y pasión! ¡Y de ternura!

El viernes regresó Emilio en un aerotaxi y fui yo mismo a buscarlo al aeropuerto. Por el camino charlamos de trabajo y ya en la oficina de temas personales, mientras dábamos cuenta de un desayuno más o menos abundante. Mientras charlábamos entró mi nueva secretaria, Marta, para archivar unos documentos reservados en nuestro armario de seguridad, arrodillada en el suelo se estiró un par de veces para ordenar el contenido de la caja y no pude evitar una alegría al verle en dos ocasiones un estupendo culo y la cuerda de un tanga cachondísimo que se perdía entre sus dos estupendas nalgas. Ella, al sentirse observada miró algo sobresaltada y sus ojos encontraron a los míos, sonrientes. También sus labios sonrieron agradablemente y continuó su labor, permitiéndome ver un par de veces más, el tanga y el estupendo bulto de sus labios vaginales y un culo de película. Emilio, para variar, no se enteró de nada.

Ese fin de semana de nuevo volvió a ser "normal" y las amigas salieron a pasear, y Emilio bajó con una sonrisa en los labios y todo parecía volver a su estatus anterior. Todos teníamos por delante cosas que hacer para mejorar. Aunque lo mío era un caso perdido, pero con una postura cínica pensé: el polvo que hemos pegado en la caseta de bombas de la piscina con Marisa, ha servido para estabilizar su matrimonio y la comida de coño que le di a Samira en el cuarto de baño, es un remedio para combatir su soledad.

Por cierto, Carrie está embarazada nuevamente.

Y hoy, miércoles, Marta me ha vuelto a enseñar su culo y el hilillo del tanga. A ver si esta semana busco la ocasión para hacer el amor con ella.