Mariposa y yo; placer en el Metro
Accidentalmente, Imbécil descubre que su ama es alguien más cercano de lo que él supone, y ella lo somete a un delicioso placer en público, con la promesa de algo aún mejor.
"Ten un buen día en el banco" Había dicho… "Ten un buen día en el banco…" Y yo no podía dejar de darle vueltas a la cabeza… Repasé mentalmente nuestras conversaciones, pero era absurdo, sabía de sobra que NO habíamos hablado de nada referido a nuestra vida privada, yo no le había dicho dónde trabajaba, ni siquiera mi nombre… sin embargo, ella lo sabía. Mariposa me conocía. Probablemente yo la conociera también, pero no sabía quién era, y eso me dejaba en una situación de desventaja… y vulnerabilidad, que no me estaba gustando nada. ¿Y si quién quiera que fuese, pretendía reírse de mí, o chantajearme? Lo primero, mal estaba, pero podía soportarlo… a las malas, podía incluso cambiar de trabajo… pero lo segundo era mucho más serio, y lo cierto es que me estaba empezando a asustar. Una parte de mí no quería tomar aquello en cuenta, quería simplemente seguir disfrutando de la recién empezada relación, pero otra ponía muchísimos peros… y me temía que con razón.
La cuestión era ¿cómo podía yo enterarme de quién era mi ama…? En un principio, y debo admitir que con cierta ilusión, mis sospechas recayeron sobre mi princesita. Me parecía muy poco probable que una chica como ella, de apariencia tan formal, tan sensata, tan educada… tan princesa, fuese capaz de establecer una relación de dominación con un desconocido e incluso mostrarle su sexo y cómo se masturbaba por la cámara (ver relato anterior), pero tenía que asegurarme…
-Una cosa quería preguntarte… - le dije aquélla mañana de martes, frente a la máquina del café - ¿Te…gustan especialmente las mariposas….? – No se me ocurrió otro modo de intentar sonsacarla con un poco de disimulo. Ella se me quedó mirando y sonrió.
-¿Piensas llevarme a alguna exposición de mariposas…? Eres muy amable… después de lo mal que me he portado contigo… Me alegra que tú también quieras que sigamos siendo amigos, ¿cuándo sería?
-Eeeh… no, no me refería a… bueno, si te gustan, puedo buscar alguna, pero no quería decir que… déjalo, déjalo. – Y me marché a mi puesto, notando cómo el rubor me subía por momentos ante el patinazo. Mi princesa se me quedó mirando con una mezcla de extrañeza y fastidio y también se marchó. Durante la jornada, desde mi puesto, pude ver que ella, con los auriculares puestos, hablaba con alguien, y parecía estarse desahogando… Yo soy el encargado de puestos y como tal, si lo considero preciso, puedo auditar a una persona, es decir, escuchar todo lo que habla por la centralita sin que ella se dé cuenta, salvo que tuviera instalado un programita antiespías… tal cosa nunca se hace, porque las centralitas hace mucho que quedaron relegadas por el ordenador y la web y se usan muy poco; su uso es más privado que otra cosa, pero como poder… estaría muy feo, desde luego, pero… en fin, se trataba de un caso en el que podría estar en juego mi propio bienestar… yendo al grano, me pinché en su extensión y me puse los auriculares disimuladamente, hundiéndome en la silla un poco más, para que nadie me viera con los cascos puestos. Sin que ella lo notara, pude oír la conversación que mantenía con otra compañera:
- ¡Te aseguro que no entiendo a ése tío, no le entiendo! – decía indignada. - ¡Se supone que está loco por mí, que me adora, y a la primera de cambio, resulta que se va de pingones por ahí!
-¿Pero tú estás segura de que…? – la voz de su amiga era chillona y de ratita, pero ella la cortó
-¡Pues claro! ¿Tú no has visto la cara que trajo ayer…? ¿Cuándo has visto a tú a ése tan contento? Sólo sonreía cuando yo le hacía algo de caso, nada más… qué asco de hombres, de verdad que me tienen harta… cómo sabía yo esto, ¡cómo lo sabía! Me lo dije a mí misma, me lo dije… "dale tiempo, que éste viene buscando un polvo, como todos…" Y parecía distinto, la verdad… tú sabes que el pobre es tonto del higo… bueno, o parece tonto del higo, porque para mí que es demasiado listo… éste venía haciéndose el tontito, en plan "voy a ver si yendo de osito de peluche me llevo a ésta infeliz al huerto", ¿sabes?
-Sí… ¡hah! – la voz de ratita ahogó un grito.
-¿Qué? – dijo mi princesa, sin mucho interés.
-No es nada, me… me he pinchado con el portaminas… sí, es cierto, tienes razón que parece tontito… de hecho… yo siempre le he visto cara de imbécil.
¡Casi se me salió el café por la nariz! Me atraganté y tosí ruidosamente, ¡era ella! ¡Quien quiera que fuese la interlocutora de mi princesa, ERA Mariposa! ¡Su tono de voz había cambiado drásticamente en ésa última frase, y su modo de llamarme imbécil era algo que yo podía reconocer hasta en medio de un concierto de heavy metal a todo volumen…! Me puse blanco del susto y mis tripas se retorcieron… Casi al instante, me saltó un mensaje en mi correo, y lo abrí. Era de Mariposa, no tenía remitente del trabajo, sólo decía "dirección desconocida", y el cuerpo del mensaje era bastante escueto:
"Cotilla"
Quise que se me tragara la tierra… ¿y si se lo decía a ella…? Aún así, seguí escuchando, ¡tenía que saber qué se decían, tenía que estar preparado por si me delataba…!
-Y tanto que es un imbécil… -decía mi princesa – Tenerme tan cerca, y no saber que lo que estoy haciendo, es ponerle un poco a prueba… ahora desde luego, no me liaba con él ni por dinero… ¡vaya amor el suyo! Y vete a saber con qué pendona se habría enrollado… con alguna de ésas que no tienen autoestima, porque para hacérselo con ése gordo…
Fue como si me hubieran dado un puñetazo en la boca del estómago. La voz de ratita se rió.
-Pero, ¿no estuviste saliendo con él casi medio año en plan amigos…? Después de ese tiempo, ¿no querías aún algo con él…?
-Oh, vamos… tú sabes que mientras salía con él, estaba todavía con Ernesto, ¡tuve que hacer malabarismos para que no se enterase ninguno de los dos…! Apenas acababa de cortar con él definitivamente, cuando éste tonto de baba me pide ir en serio, ¡yo necesitaba más tiempo! Pero no podía decirle que había estado entendiéndome con otro, después de cortar con Antonio, mientras estaba con él… lo de Ernesto sucedió solo, no lo planeé… vino a por mí, me dijo que quería lío, y tú sabes que Ernesto no está para despreciarlo…
-Sí… - era increíble cómo cambiaba la voz de Mariposa… SABÍA que era ella, ella misma me lo había hecho saber, y sin embargo, esa aguda voz de ratita no era en absoluto la voz que me hablaba por el programa de mensajería en nuestras sesiones de dominación, ¿cómo lo hacía? – Y si éste te hubiera pedido cama de buenas a primeras, si hubiera ido por las claras, a lo mejor tú hubieras cedido…
-¿Con ÉSE de buenas a primeras….? Por favor, ¡no tengo tan mal gusto! A Ernesto, pase, porque está bien hecho, pero éste, si quiere sexo conmigo, ya se lo podía ir ganando… por favor, con esa pinta de perdedor, ¡si me pongo tacones, se tendría que poner de puntillas para besarme! Y ahora, desde luego, que se despida. Hoy me viene como si quisiera invitarme, y luego se raja, no sé a qué juega… ¡y me revienta esa cara de golfo satisfecho que trae últimamente! ¿Eso es todo lo que me quería? ¡Cualquiera diría que estaba deseando librarse de mí! ¡Se supone que debería estar sufriendo y deshecho!
-Tienes razón… los hombres, no saben luchar por lo que quieren… seguro que si le interesases de verdad, no se habría dado por vencido al primer "no", aunque fuese después de seis meses de espera y negativas…
- ¡Claro, eso es lo que digo yo….! ¡Como esa estúpida manera de hacer barricadas que tienen los tíos! Ricardo, su amigo, por ejemplo…. Le digo que estoy desesperada, que éste no se lanza, que necesito algo… y me suelta que por amistad, no se puede enrollar conmigo. ¡Por amistad hacia él! ¿Y yo, acaso no soy también su amiga….? ¡No, claro, él es un hombre, y es más amigo que yo…! Ay… ¿cuándo voy a encontrar a un hombre que me quiera de verdad, que no le importe esperar, y que si le digo que no, sepa que le estoy probando a ver si me quiere de verdad o no….?
Yo creía volverme idiota… ¿¿¿Quién la entendía??? Resulta que yo le daba poco menos que asco, pero hubiera estado dispuesta a tener algo conmigo si yo poco menos que la adoraba como un sirviente; me había estado diciendo que no quería relaciones serias, y se había estado tirando a otro a mis espaldas mientras yo estaba a sopitas, y después de darme calabazas, yo intentaba rehacerme un poco, y resulta que eso, estaba mal… pero que ella se andase zumbando a media oficina, era normal… No pude evitar, eso sí, sentir gratitud hacia Ricardo… por algo era mi mejor amigo, al menos él, no se la había tirado por respeto a mí, aunque ella se le hubiese insinuado… me llegó otro correo, también de Mariposa.
"¿Has tomado buena nota de lo que le importas a tu princesita….? No se te ocurra intentar averiguar quién soy, lo sabrás a su debido momento. Los niños curiosos deberían llevarse su castigo, pero has averiguado esto de modo involuntario, y supongo que lo que estás oyendo te servirá de lección. Esta tarde, cuando vuelvas a casa en el Metro, no te sientes. Quédate de pie en una esquina, en el último vagón, en el lado opuesto de las puertas".
Mientras leía, seguía oyendo… seguí escuchando toda la conversación, de hecho. Mariposa no dejaba de tirar de la lengua a mi princesa, para que ella soltase no sólo lo que pensaba de mí, sino todas las aventuras y líos que había tenido mientras supuestamente, necesitaba tiempo para pensar en sí misma y en la posibilidad de una relación seria conmigo… me puso verde, me trató de infiel y de inconstante, de no saber valorar lo bueno y no entender el alma femenina… Yo cada vez sentía más lástima y vergüenza de mí mismo; vergüenza por ser tan pardillo, por no haber sabido ver qué tipo de persona era ella, por haberme dejado engañar por conveniencia, por haberla idealizado estúpidamente… casi sentía ganas de llorar de autocompasión… me había llamado "gordo"… yo estaba algo llenito, tenía un poco de tripa, pero no se puede decir que fuera realmente gordo, y el apelativo me hería muchísimo porque de niño sí que había sido gordo y había sufrido rechazo suficiente como para tres vidas por aquello… Siempre he ido de bueno y siempre me han dicho que en la vida, ir de bueno, es ir de gilipollas, pero nunca me había importado, siempre me había sentido bien siendo como era… pero por primera vez, por primera vez en mi vida, deseé haber nacido con otro carácter. Ojalá hubiera sido yo el canalla que ella se merecía, un tipo como Ernesto o como Antonio, que se habían divertido con ella y adiós muy buenas, que la habían usado para un par de polvos y hasta luego…
Pasé todo un día de tortura recriminándome mi falta de personalidad. Poco antes de salir, me acerqué a Ricardo, y le di las gracias. Lógicamente, no entendió por qué:
-Por ser un buen amigo, tío. – contesté.
-Captado, mañana te pago yo el café – sonrió y me dieron ganas de decirle que sabía que se había cortado de liarse con mi princesa por mí, que eso, en un tío como él, más dado a pensar con la cabeza de abajo, era todo un detallazo y una prueba de amistad de primera, pero me contuve. Me daba corte, y supuse que también se lo daría a él. A punto de salir ya por la puerta, amargado y de mal humor, la vi… Nélida. Así se llamaba mi ex princesa. Ella no podía saber que yo había estado escuchando cómo me ponía verde, y me sonrió con dulzura, como si en realidad yo no le diese asco… por primera vez, me di cuenta que no era gentileza, era hipocresía, simplemente… le devolví la sonrisa como pude, y salí de allí. Sólo de camino al Metro me di cuenta que había varias de sus amigas con ella, y que quizá una de ellas fuese Mariposa, pero ya era tarde para intentar tomar nota de las caras. No pude evitar recordar lo que mi ama me dijo la primera vez… "si no estuvieras tan centrado con ella, seguro que ya habrías encontrado a alguna chica dispuesta a darle alegrías a tu cosita…", y recordando aquello, me vino a la cabeza su orden de quedarme en un rincón del último vagón, ¡casi lo olvido…! Una vez más, Nélida hubiera tenido la culpa si eso me salía mal o me quedaba a dos velas… y sinceramente, Mariposa había demostrado ser mucho más limpia y sincera que ella… al menos ella, había ido con la verdad por delante y no le había importado mi aspecto físico, sino sólo que yo fuera un buen sumiso y obediente… Me coloqué en la esquina del vagón, en el lado opuesto de la puerta. Había bastante gente, pero en la siguiente parada, el vagón se ponía totalmente imposible; todos los de las oficinas salíamos a la misma hora y lo copábamos. No tenía idea de qué pretendería mi ama, que ni siquiera parecía estar allí, pero mi misión era obedecer, de modo que esperé tranquilamente el trayecto de la primera parada…
Efectivamente, el andén reventaba de gente, como todas las tardes, y tuve que embutirme en mi esquinita para poder dejar paso a la riada que se apretujaba por ocupar un lugar… Varias personas me empujaron involuntariamente para hacerse un hueco, pero entonces noté algo que distaba mucho de ser un empujón involuntario… alguien se frotó descaradamente contra mi espalda, me hizo pegarme más aún a la esquina y unos brazos me rodearon por el pecho… "Es ella…" me dije de inmediato, y mi pene se irguió al instante, menos mal que estaba de espaldas a todo el mundo "Es Mariposa… está aquí, conmigo, me está… me está abrazando…". Automáticamente me quise volver, girar la cabeza para verla por fin, pero hizo fuerza y me impidió moverme… intenté girar la cabeza todo lo que pude en un intento de atisbar, pero mi compañera agachó la cabeza, y sólo pude entrever unos cabellos de color castaño muy claro, como el de las avellanas, con reflejos pálidos… una lucecita me llegó desde delante de mí y miré de nuevo al frente. Mariposa sostenía un teléfono móvil en su mano izquierda:
"No intentes espiar, mira al frente, no hagas ruido y nadie sospechará nada". Supuse que debía llevarlo escrito de antes, pero aún así… era indudable que me conocía bien, sabía que yo intentaría mirarla. ¿Qué querría hacerme…? Porque estaba claro que no se había puesto casi a punto de que la descubriera sólo por darme un abrazo… pensaba en aquello cuando sus manos empezaron a moverse. Ágilmente, pero sin movimientos bruscos, me sacó la camisa del pantalón y metió los brazos bajo ella. Tuve que contener un escalofrío, ¡qué manos tan cálidas…! ¡Qué suaves eran…! Acarició mi pecho y se dirigió a mis pezones, empezó a acariciarlos y a pellizcarlos con suavidad… Intentaba no mirar más que al frente como si no pasase nada, pero no dejaba de mirar de reojo por si alguien nos miraba… Todo parecía tranquilo, salvo yo mismo, que estaba como un flan. Si agachaba la cabeza, podía ver la silueta de sus brazos reptando bajo mi camisa, haciendo su antojo sobre mi piel, poniéndome la carne de gallina cada vez que se deslizaban arriba o abajo… buscando mi garganta, mi cuello… enredando sus dedos en los rizos de mi pecho… en una ocasión, agarró un par de pelos, enrolló sus dedos en ellos y dio un tirón para arrancarlo de cuajo.
-¡Mpf! – ahogué un gritito de dolor, cómo picaba… pero de inmediato sus dedos acariciaron la zona de piel torturada por el tirón y mis piernas temblaron como si fueran de gelatina, tuve que apoyar las manos en la pared del vagón, convencido de que si no lo hacía, me desplomaría. Me pareció notar una risita ahogada a mis espaldas y sonreí de oreja a oreja… qué bien me sentía entre sus brazos, ojalá pudiera seguir así para siempre… en medio de aquélla dulzura, su mano izquierda inició una suave, pero más que decidida bajada hacia mi bajo vientre… estuve a punto de brincar y me asusté cuando noté que esa misma mano, sin ningún reparo, desabotonaba mi pantalón, me bajaba la cremallera y se introducía entre mis ropas. Casi desesperado, bajé una de las manos con las que me apoyaba al vagón a mi cintura para evitar que mis pantalones pudieran caer al suelo y empecé a negar con la cabeza.
-No, no… - dije en un susurro prácticamente inaudible, intentando de nuevo mirar por encima de mi hombro. – e-eso no… aquí no…
Un nuevo destello de luz atrajo mi atención: Mariposa volvía a tener el móvil en la mano derecha, en cuya pantalla sólo se leía: "ssssssh….". Tocó un par de botones y salió un mensaje similar al primero: "no digas nada, y nadie se dará cuenta". Después de eso, metió el móvil en el bolsillo de mi gabardina, y su mano volvió a perderse bajo mi camisa, retomando sus caricias, ahora en mi vientre, mientras que la derecha ya estaba dentro de mis calzoncillos, haciendo cosquillas en la base de mi miembro, jugueteando con mi vello y acercándose peligrosamente a mis testículos… Aquello me daba una vergüenza espantosa, temía que en cualquier momento alguien se daría cuenta de nuestro juego y gritaría; alguien nos miraría y se daría cuenta y yo me moriría de vergüenza… pero por otro lado, he de reconocer que también me daba un morbazo tremendo la situación: poco menos que medio desnudo en el transporte público, atestado de gente, siendo masturbado dulcemente sin poder hacer nada y sin que nadie lo notase… todo el mundo deseando llegar a su parada cuanto antes, y yo rogando porque el viaje durase lo más posible…
Mariposa, sin ninguna prisa, bajó su mano izquierda a mis testículos y empezó a masajearlos, pero casi enseguida cambió de mano, y mientras con la derecha me acariciaba las bolitas, con la izquierda empezó a hacer largas y lentas pasadas por mi miembro… Me di cuenta que tenía la cabeza agachada, intentando mirar todo el rato el movimiento de vaivén que se adivinaba bajo mi pantalón flojo, cuando, de un hábil tirón, Mariposa sacó mi miembro de entre las ropas. El contraste de la temperatura ambiente me hizo dar un pequeño respingo, pero el ver mi propia polla, totalmente erecta y deseosa, me produjo un susto considerable, ¡mi ama estaba loca…! ¡Nos podían pescar! Pero, curiosamente, aquél pensamiento, sólo me producía mayor excitación, y tenía que luchar por mantener cerrada la boca, en todos los aspectos, porque igualmente hubiera querido babear ante el cúmulo de sensaciones que se agolpaban en mi cerebro, mi sexo y mi piel, que hubiera querido gritar que me moría de deseo por mi ama, que por favor me usara, que me hiciera su juguete, que me estaba volviendo loco… la adoraba.
Aguantando la tortura de tener que callar todo lo que sentía, disfrutaba de la visión de las manos de Mariposa, pequeñas y delgadas, acariciando mi miembro… Oh, madre de mi alma… ¿cuánto hacía que nadie más que yo mismo me tocaba…? Dos años, o quizá más aún… qué calorcito… qué dulce… su mano izquierda apretó fuertemente mi polla, hasta lograr que un par de gotas de líquido preseminal saliesen por la punta… mi ama las recogió entre sus dedos y untó con ellas mi miembro, ¡qué suave se deslizaba…! Apenas me daba cuenta que mis caderas habían empezado a moverse solas… Mi ama me dio un pellizco en la tripa y me quedé quieto de golpe. Una vez más, sacó su móvil de mi abrigo y me hizo leer otro mensaje: "Quieto". Decía solamente.
No era tarea fácil permanecer inmóvil ante el maravilloso placer que me inundaba, pero me mordí los labios y aguanté como pude… sólo entonces me di cuenta que estábamos en una estación y la gente entraba y salía del vagón. Mi ama dejó su brazo derecho inmóvil, detrás de mí, mientras con la izquierda seguía torturándome… muy, muy despacio, para que no se notase… la gente que entraba volvió a apretujarnos, el tren reanudó su marcha, y Mariposa su juego. Ahora más rápidamente. Estaba bombeando con ganas, con energía… y sin embargo, apenas movía el brazo, sólo lo hacía con la muñeca, era increíblemente hábil… y yo estaba a punto de inundar el vagón, no sabía si iba a ser capaz de correrme quieto y en silencio, el placer era demasiado intenso… su mano subía y bajaba, apretando mi virilidad, deteniéndose astutamente en la punta… finalmente, se centró sólo en ella y comenzó a acelerar, mientras con la mano derecha bajó hacia los testículos de nuevo.
Apreté el puño libre, cerré los ojos con fuerza y mis rodillas temblaron intensamente… me iba a correr, me iba a correr, no podría aguantar mucho más… ¡OH, DIOS! ¡Su mano derecha había bajado más intensamente, estaba acariciando muy cerca de mi ano! Se me escapó el aire del pecho, y sólo a duras penas contuve un gemido, mientras notaba que mis nalgas se contraían para soltar la descarga…. ¡SÍ! Mmmmmmmmmmmh…. Mariposa cerró la mano sobre mi glande en el momento justo para evitar que el esperma se derramara sobre el suelo y mis ropas, mientras yo hacía ímprobos esfuerzos por no gemir mientras el delicioso placer me inundaba, me recorría el cuerpo en oleadas cálidas, tan dulces… noté mis sobacos empapados en sudor, mi cabeza echándose hacia atrás, una sonrisa boba abriéndose en mi cara, mis ojos en blanco… "qué pasadaaa…" sólo fui capaz de pensar. No me salió nada más inteligente…
Noté algo suavecito en mi glande, y miré. Las manos de Mariposa empuñaban un kleenex, en el que recogieron la descarga, aunque tuvo que usar dos más para dejarlo totalmente limpio. Quise auparme bien el pantalón, pero mi ama, dulcemente, me retiró la mano. Noté que mis pantalones se escurrían peligrosamente, pero apenas fueron un par de centímetros. Mariposa me subió bien la ropa, me colocó el pene dentro de la ropa interior y lo acomodó dándole un par de palmaditas, como quien acaricia a un perrito que se ha portado bien… me colocó bien la camisa dentro del pantalón, y lo cerró. Una vez más quise volverme, hubiera dado media vida por verle el rostro, arrodillarme frente a ella y que me apretara contra su pecho, que me besara… o simplemente, que me permitiera besarle los pies, lamerle las rodillas… pero de nuevo hizo fuerza contra mi espalda y me impidió volverme. Sacó su móvil del bolsillo de mi gabardina y la oí teclear algo. Me lo mostró: "Me bajo en ésta estación. Sé buen chico y sigue con la nariz pegada al rincón hasta que arranque el tren. Te estaré mirando, y si levantas la cabeza, no te castigaré… directamente no me volverás a ver. Aguanta la curiosidad y luego mira en tus bolsillos. Hasta luego, Imbécil".
Sólo yo sé lo que me costó obedecer. Pensé que si ponía el brazo por delante, no se notaría mucho si atisbaba por debajo… o tal vez podría echar una mirada mientras ella bajaba del tren, que tendría a la fuerza que darme la espalda… o a lo mejor mientras el tren se alejase… o tal vez podría perderla para siempre si hacía el idiota. Nunca los segundos de la parada se me han hecho tan largos, ni una separación tan dolorosa… cuando noté sus brazos deslizarse sobre mis costados, el tacto de sus pechos en mis espalda, que hasta el momento no había notado como tal, apartándose de mí, su calor abandonándome…, tuve que echar mano de toda mi fuerza de voluntad para no agarrarla de las muñecas e intentar retenerla conmigo, aunque sólo fuese por un segundo más… sin ninguna dificultad, pude oír el sonido de sus zapatos alejándose, pude distinguirlo entre todas las decenas de pies que se bajaron en aquélla estación, y me perdí en oírlo hasta que se desvaneció. Cerré los ojos con fuerza al oír el pitido del tren indicando el cierre de puertas y apreté los puños cuando noté que empezaba a moverse, reprimiendo en todo momento el impulso de lanzarme por las puertas gritando su nombre como un desesperado… me había dado un placer inenarrable, pero la tristeza por la separación era demasiado fuerte.
Con un gran pesar, ya bajo la oscuridad del túnel, me volví. Ahora el vagón estaba ciertamente mucho menos ocupado, incluso había algunos asientos libres, de modo que aproveché y me senté. Aún me faltaban seis o siete paradas para llegar a la mía, el trayecto era largo… aproveché también para mirar en los bolsillos de mi gabardina. En el izquierdo, noté un papel. Lo saqué, era un folio con el membrete del banco, muy bien doblado. Lo desplegué y pude leer:
"Hola, Imbécil.
Si estás leyendo esto, es que has sido un buen esclavo y te has portado muy bien. Enhorabuena. Ahora, sigue siendo un buen chico y aguántate la curiosidad durante dos días y tendrás el premio gordo. Dime, ¿te gustaría pasar conmigo un fin de semana, y verme por fin la cara y tocarme…? Si eres bueno, como lo has sido hasta ahora, este viernes me verás la cara. Hasta entonces, te prohíbo terminantemente que te masturbes; te quiero rebosante de ganas y con toda tu pasión y energía para el viernes por la tarde. Igualmente, no quiero que hagas ningún intento de saber quién soy, ¿lo has entendido, Imbécil? No te preocupes por los detalles, me iré poniendo en contacto contigo para dártelos".
Había una posdata, escrita en otra tinta diferente, que parecía haber sido agregada con rapidez, muy probablemente mientras estábamos en el propio vagón:
"P.S. Te pones precioso cuando te corres".
Aquello no era nada especial, me dije sin poder reprimir una sonrisa… no era ningún tipo de talento único el que se me quedase cara de bobito al gozar… pero lo cierto es que me sentí orgulloso, me hacía feliz saber que mi ama me consideraba algo bonito para mirar… no había nada que yo más deseara que hacerla dichosa, servirla, ser su fiel sirviente… su abnegado esclavo… sin poder evitarlo, me llevé la carta a la nariz, y un olor dulce me inundó: Mariposa usaba colonia que olía a violetas… y probablemente, había comido mandarinas. El estómago me giraba y el corazón me golpeaba en el pecho… sin poder dejar de sonreír, crucé las piernas para disimular la incipiente erección que quería tener lugar y me llevé la carta al bolsillo del lado izquierdo del pecho. Sólo entonces me di cuenta que un par de chicas que iban sentadas frente a mí se me habían quedado mirando con una sonrisa de ternura, hablándose entre ellas y señalándome. Me sentí graciosamente avergonzado y se me escapó la risa, y aún creo que me ruboricé. Llegamos a la siguiente parada, las chicas se bajaron, y pude oírlas claramente:
-De verdad, qué tierno, ¡qué terrón de azúcar…!
-Qué suerte tienen algunas…
Quise reír a carcajadas al oír aquello.