Mariposa y yo: Mariposa y Micaela
Imbécil, por orden de Mariposa, sale con ella vestido de mujer, y tendrá que excitar a otros hombres, e incluso a su propia ama.
-Me siento incómodo… incómoda… Todo el mundo me está mirando…
-Relájate, "Micaela". Te miran porque eres guapa, yérguete y presume de ello.
-No es cierto, no soy guapa, sólo me miran porque voy provocando con esta falda tan corta… y me da miedo andar con estos tacones, acabaré cayéndome.
-No te vas a caer, agárrate a mi brazo y da pasos cortos, ya te vas acostumbrando, enseguida cogerás soltura. Mira cómo destacas… entre los hombres, eres algo bajito, entre las chicas eres alta, aunque seas llenita, tus piernas son interminables, tienes tipo de mujerona, y atraes. Mira cómo te miran todos… y lo mejor, es que eres mía.
Me daba vergüenza, muchísima vergüenza, apenas podía alzar la cara de lo mal que lo estaba pasando, notaba mis mejillas arder como brasas bajo la peluca rubia que me llegaba hasta casi la mitad de la espalda. Mi ama Mariposa me había hecho salir vestido de mujer. Le gustaba hacerme pasar esa vergüenza, ella decía que estaba guapa como chica, pero yo no estaba tan seguro… me había afeitado las piernas por completo, puesto maquillaje en la cara para disimular la barba, perfilado las cejas y pintado con brillo los labios. Me había vestido con un sostén con relleno y una faja para disimular la tripa y dibujar una cintura que no estaba allí, y después una blusita blanca y una falda a cuadros tan cortita que tenía miedo de agacharme, medias blancas hasta casi las rodillas y zapatos de tacón alto. El típico uniforme de colegiala, pero yo no tenía salero para llevarlo, me parecía que mi tripa se notaba pese a la faja, que mi silueta era recta como un cilindro, que mis pies se descabalaban y me dolían los tobillos, que la peluca se me resbalaba y que la falda se me subía… y aún cuando todo me quedase bien, la situación era humillante simplemente de por sí.
-¿Y si nos encontramos a alguien conocido, ama…? – susurré. - ¿Qué hacemos entonces…?
-Ocaso, Micaela. – corrigió Mariposa – Vamos a salir a alternar, hablaremos con la gente… llámame Ocaso, no ama, aquí estás autorizada a hacerlo. Y deja de preocuparte, no nos encontraremos con nadie, y aunque lo hagamos, ¿qué crees que va a pasar? Nadie va a reconocerte con esas ropas y pelo rubio, simplemente somos dos amigas que salimos juntas a bailar un rato y a pasarlo bien.
Mi ama había retocado mi nombre, Miguel, para hacerlo femenino. La verdad que Micaela no me gustaba nada, pero tampoco tenía ganas de llamarme de ninguna manera femenina, así que bien valía ese. Y me había dejado llamarla por su nombre real, Ocaso. Estaba tan acostumbrado a tratarla de vos y llamarla simplemente "ama", que no me salía y tenía que pensar antes de hablar, y no era precisamente fácil concentrarse en algo, teniendo que concentrarse ya en andar a pasos cortos, erguido, moviendo las caderas, sin tocarme la ropa ni estirarme la falda cada dos segundos, y encima de todo eso, intentando ser natural… cada vez que un tío me miraba, me hacía sentir desnudo y pasaba una vergüenza horrible "si es así como he hecho sentir a las chicas en alguna ocasión al mirarlas, juro que no vuelvo a mirar a ninguna nunca más", me dije, y llegamos al pub que había elegido Mariposa.
-¿Qué os sirvo, chicas? – preguntó el camarero cuando nos sentamos en una mesa, y mi ama pidió dos refrescos.
-No sé cómo te sienta el alcohol, no quiero que vayas a desbocarte… ah, Micaela… mantén las piernas juntas al sentarte.
-¡Oh, Dios! – dije, juntando rápidamente las rodillas y encogiéndome sobre mí mismo.
-Tranquila, no se te ha visto nada – sonrió mi ama – sólo ten cuidado. Y no estés tan tensa, relájate… la timidez, es un imán para los tíos, a todos les da morbo una chica que tiene miedo porque va guapa.
-Ocaso, esto no es ir guapa, es ir de provocona… - gimoteé – Se están riendo de mí…
-No digas tonterías, nadie se ríe de ti. Te sonríen, porque les gustas.
-Por favor… pero si soy una gorda desgarbada y enorme…
-En primera, no estás tan gorda como tú crees, y en segunda, estás bien arreglada. Vas enseñando carne, y eso ya te hace atractiva para ellos. No importa si no eres una top model si ellos piensan que tienen posibilidades de tener sexo… para los tíos, es más que suficiente. Ya basta de tener la cabeza escondida entre los hombros como una tortuga. Yérguete, Micaela, quiero que devuelvas las miradas y las sonrisas… quiero que pongas cachondo al personal. Quiero ver que todos te desean. – Mariposa metió la mano bajo la mesa y me pellizcó en el muslo – Vamos… levanta la cara. Aquél de la barra te está mirando, mírale.
No quería hacerlo. Era humillante, pero si la alternativa era perder a mi ama, estaba dispuesto a lo que fuera, de modo que levanté la cara y busqué con la mirada al tipo que me decía Mariposa. Ahí estaba. Un tipo rubio, con cara de creerse muy guapo y muy listo, que me saludó levantando su cerveza. Sólo por cómo me miraba ya me resultó desagradable, pero me forcé y le sonreí. Mi ama se rió por lo bajo.
-Estás guapísima con éstas ropas, Micaela… -me susurró- Deberías arreglarte más a menudo. – Su mano se paseaba libremente entre mis muslos, y a pesar de que el horrible apuro impedía que mi cuerpo reaccionase, tuve miedo de que sucediese. Si tocaba un poco más arriba, yo sólo llevaba esos calzoncillos tan sueltos que mi ama ya conocía y me había hecho ponerme a propósito, precisamente por eso… si tenía un calentón involuntario, no habría quien lo disimulase con eso y la falda, y yo era muy sensible a las caricias de mi ama… y el sentirme tan vulnerable para ella, sólo empeoraba la situación. Rogaba por ser capaz de pensar en frío, pero por si acaso, localicé el lavabo, mixto para más inri, por si se terciaba tener que huir y encerrarme en un baño. – Estás tan bonita cuando te sonrojas… oh, mira, parece que has hecho una conquista.
Miré de nuevo hacia donde el tipo, y vi con horror que se acercaba a nuestra mesa con una estúpida sonrisa en su estúpida boca. Sin esperar que le invitaran, se sentó en una silla con nosotras, y preguntó:
-Hola, guapas, ¿solitas? – mi ama asintió, apoyando la cabeza en sus manos enguantadas (ahora sabía por qué solía usar guantes, o ropas de mangas largas, o muñequeras, para tapar las cicatrices), y sonriendo.
-Sí, hola. – Mariposa volvía a hablar con su voz chillona de ratoncita, nada parecida a la voz sensual que usaba cuando estaba conmigo y que podía fundir el hierro… entendí que no quería destacar, quería que la atención de aquél tipo, recayese sobre mí – Yo soy Ocasito, y ésta es mi amiga Micaela, pero puedes llamarla Michelle. Es un poco tímida y no suele salir, hoy la he convencido para que lo hiciera.
-¡No…! ¿Cómo es que una chica tan guapa no sale todos los días…? – me preguntó, recorriéndome con la mirada, deteniéndose en mis falsos pechos y mis piernas temblorosas.
-Pues… - hablé bajito y en falsete – es que… me cuesta socializarme. Y… tenía un novio, pero me dejó hace poco, y creo que aún no estoy preparada para tener otro. – Pura improvisación, y Mariposa se tapó la boca con la mano, le había hecho gracia, y eso me dio algo de seguridad. A fin de cuentas, esto lo hacía por ella, era su diversión y mi castigo por haber visto lo que no debía.
-Bah, lo mejor para olvidar una mala relación, es tener otra… aunque sea corta, pero hay que divertirse. – como accidentalmente, se inclinó sobre la mesa, y llevó su mano a mi rodilla, e instintivamente le sacudí en ella con todas las ganas - ¡Auh!
-Perdona… creo que vas un poco deprisa para mí. – intenté sonreír, mientras Mariposa nos miraba, divertida.
-Vamos, Michelle, dale una oportunidad a éste chico tan simpático… ¿porqué no bailas con él?
El tipo ya asentía, encantado, pero ni loco iba a bailar con ese montón de hormonas.
-Oh… no, no, Ocaso, no te puedo dejar sola, sería muy grosero, después que tú me traes aquí para animarme, y yo te dejo en la estacada, no puedo, no…
-¡Eso se arregla fácil, voy a buscar algún amigo mío para tu amiga, enseguida vuelvo! ¿No os marchéis, eh…?
El tipo se levantó a recorrer el pub como un desesperado, yo creía alucinar en colores, pero Mariposa rompió en carcajadas:
-¡Le has conquistado! – dijo entre risas - ¡Le gustas de verdad, está dispuesto a lo que sea…!
-Pero… pero… ¿Qué me ha visto? – No me gustaba aquél tipo, no me gustaba gustarle.
-Ya te lo he dicho, "Michelle", vas muy guapa… cuando venga con su amigo ahora, finge que quien te gusta es su amigo, no él. Sé muy simpática… déjate tocar incluso si su amigo quiere, y sal con él a bailar.
¿Dejarme tocar….? Me sentía fatal, tenía la impresión de ser ganado, pero de nuevo la mano de mi ama bajo la mesa, acariciando mis rodillas desnudas dio un puntapié a mi razón. Quería hacer su capricho por encima de todo, yo era su esclavo, su juguete, su diversión… pasaría con gusto cualquier apuro con tal de complacerla. Recordé cómo con ella jugaba a que yo era sexy, deseable… quizá pudiera hacerlo también siendo chica… a fin de cuentas, sólo se trataba de fingir, de hacer un poco el payaso, eso podía hacerlo. Me daba un apuro horroroso, no quería pensar en mí mismo vestido de chica intentando seducir a un tío, pero si eso iba a gustar a Mariposa, estaba dispuesto.
-Hola, chicas, éste es David. Ah, y yo soy Bernardo, que no os había dicho mi nombre… David, ésta es Ocasito.
-Hola. – dijo mi ama, y yo directamente me levanté de la mesa y di dos besos al recién llegado.
-Hola, David… Yo soy Michelle, ¿cómo estás?
El tal David se quedó un poco sorprendido, pero enseguida se recobró, me miró, y no pareció disgustarle lo que vio… en tanto que Bernardo sí parecía molesto, sobre todo cuando intentó inclinarse para recibir también él dos besos y yo, como quien no quiere la cosa, le ignoré y me senté.
-Bien, gracias… ¿Qué tal vosotras?
-Bueno, ahora mejor, la verdad… - le miraba fijamente a los ojos y le sonreía, crucé las piernas y me eché un poco hacia atrás en la silla, sacando pecho y jugando con los mechones rubios, como había visto hacer a las chicas cuando miraban a los demás (porque a mí, no solían hacerme ese tipo de señales), mientras Mariposa sonreía abiertamente, disfrutando del espectáculo.
-Michelle, ¿no quieres bailar? – atacó Bernardo, intentando recuperar la atención, pero no me digné a mirarle cuando contesté:
-Sí, pero… no ahora, dentro de un rato, quizás… Ahora, me apetece más quedarme aquí y conversar… Yo trabajo en un banco, ¿David, a qué te dedicas tú?
-¿Ya trabajas? – se sorprendió el citado – Yo estoy sacándome el doctorado en Filosofía, sólo trabajo los veranos.
¿Era menor que yo? Me fijé bien, parecía tener… unos veinticinco o veintisiete, pero lo más alarmante era que él pensaba que era yo quien era menor que él. Yo siempre he aparentado menos edad de la que tengo, pero siendo chica, me tomaban por mucho más joven. Mariposa intervino:
-Michelle lleva poco trabajando, acabó la carrera el año pasado, yo estudié un módulo de formación profesional, las dos nos conocimos ya trabajando en el banco. Ella fue mi mentora profesional, y yo aspiro a ser la suya sentimental, porque necesita un compañero, su ex fue tan idiota que la dejó, ¿no te parece que hay que ser un idiota para dejar a una chica como ella, David….?
-Un soberano idiota – convino, mientras Bernardo nos miraba alternativamente, sin dar crédito a lo que pasaba – una chica tan joven, guapa, tan alta y con trabajo en un banco, y ¿te dejó? Estaba loco o es tonto, ¿dónde piensa encontrar algo mejor?
-Me vais a hacer sonrojar… - sonreí y me incliné para apoyarme en la mesa, acercándome más a David – eres muy amable, la verdad, me hacía falta oír algo así, porque me he sentido tan mal después de la ruptura…
Como distraídamente, David dejó caer su mano sobre la mía y yo me dejé hacer y aún le sonreí. Me daba asco, tenía la mano sudada, pero aquello me estaba empezando a resultar cómico hasta a mí, "si supieras del cimbel que me cuelga entre las piernas, GILIPOLLAS, íbamos a ver a qué velocidad retirabas esa mano", pensaba.
-Bernardo… si no te importa, a mí sí que me gustaría bailar, ¿no irás a destrozarme el corazón despreciándome, verdad? – preguntó mi ama con su chillidito de ratón, y Bernardo, por más que le fastidiase, no podía negarse sin quedar como un absoluto grosero, así que sonrió falsamente y sacó a bailar a Mariposa, contingencia que aprovechó rápidamente David para sacarme a bailar a mí. No me hacía ninguna gracia, no sé bailar, me da vergüenza… pero menos aún sé bailar llevando tacones y falda y haciéndome pasar por chica, pero ya no podía negarme, hice de tripas corazón y salí a la pista, dejando que David me tomara de la mano.
Me fijé en cómo se movía Mariposa, agarrada a los hombros de Bernardo y contoneándose, girando ágilmente, dejándose llevar por la música. Sabía que no sería capaz, pero intenté hacer lo mismo. David apenas me sobrepasaba, y eso era más violento de lo que yo pensaba, porque mi cara quedaba más cerca de la suya de lo que sería deseable. Me agarró de la cintura con una mano, y con la otra me abrazó por la espalda, intentando que me acercase más a él, mientras yo luchaba precisamente por lo contrario, pero mientras girábamos por la pista, mi cuerpo se acercaba al suyo sin que pudiera evitarlo. Dejé que él me llevase y apoyé mi peso en él, para no correr el riesgo de caer, y le pisé sin querer, pero aguantó estoicamente.
Estaba respirando precipitadamente, aquélla situación era desagradable, tenía la impresión de estar jugando con los sentimientos de una persona, no ya sólo con mi orgullo, pero Mariposa me miró y me guiñó un ojo, y mis remordimientos desaparecieron, pero entonces llegó lo peor: sonó una canción lenta. De inmediato y sin cortarse un pelo, mi ama se incrustó en el pecho de Bernardo, que parecía algo menos incómodo y la abrazó con fuerza mientras cambiaban el baile a apenas un suave mecimiento y se acariciaban la espalda mutuamente. Aquello me puso celoso, como el tal Bernardo se animase más… pero tenía otras cosas de las que preocuparme, y es que David me atenazó contra él y yo no supe ni qué cara poner. De nuevo la cara me ardía, intenté separarme un poco, pero mi pareja sonrió y no me lo permitió.
-Vamos, no seas así… suéltate, déjate llevar, no pienses… - me susurró al oído mientras me abrazaba por la espalda. Mariposa me miraba sobre el brazo de Bernardo y me hizo señas para que abrazara a David. Venciendo el asco y la vergüenza, obedecí y le rodeé con los brazos. Le oí sonreír y sus manos se pasearon por mi espalda, mientras yo no dejaba de mirar las de Bernardo, que bajaban más y más, en dirección a las nalgas de Mariposa, y ésta no sólo no le frenaba, sino que parecía dispuesta a devolverle la misma cortesía, "si no paran a ése sobón, es muy capaz de hacerle el amor a mi ama en mitad de la pista", pensé, furioso. Sabía que aquél no era un pensamiento propio de un buen esclavo, pero me estaba poniendo frenético. Tanto, que no notaba que eran mis propias nalgas las que estaban en peligro, porque las manos de David estaban bajando más y más, y finalmente, ahogué un grito cuando su mano derecha llegó a mi falda y apretó mi trasero.
-¡No! – dije, intentando apartarme de él, pero David sonrió y se lanzó a mi boca, ¡me besó! Automáticamente, le solté un bofetón que casi le hizo dar una vuelta completa - ¡¿Qué clase de chica te has figurado que soy?! ¡So cerdo!
Mariposa estaba junto a mí, y todo el mundo nos miraba. Tenía incluso ganas de llorar, ¿porqué había tenido que ser tan desagradable, acaso yo le había dado permiso para besarme, para sobarme así? Me di cuenta que estaba pensando como una chica… y me resultó interesante.
-¿Y tú de qué vas? – protestó David - ¿me pones burro y ahora te rajas?
-No hables a mi amiga en ese tono. – La voz de Mariposa ya no era un chillido de ratón. – Ella tiene derecho a poner el "stop" en el punto de la carretera que desee, tanto si ya estáis dentro de la cama y ella decide que no, es que NO. – sentí una maravillosa sensación de alivio al ver que mi ama me respaldaba, no la había defraudado por parar – Debería darte vergüenza, sabiendo que acaba de salir de una mala relación, y en lugar de darle un poco de cariño, sólo eres capaz de pedir sexo… Ven, Michelle, que se hagan una paja estos dos, te llevo a tu casa. – Me tomó de la mano y me sacó de la pista de baile. Bernardo intentó seguir a Mariposa, diciendo que él no había tenido culpa de nada, pero mi ama lo despidió igualmente y yo mismo le aparté con la mano, sonriéndole con suficiencia, disfrutando de su cara de intensa frustración. Verdaderamente, como siempre había estado en el otro lado, el rechazo me sentaba mal, pero cuando estabas en el lado bueno, era muy satisfactoria la sensación de poder. Me estaba empezando a gustar el papel de calientaburros…
Mariposa, tirando de mi mano, se metió en los lavabos, y yo casi ni me había dado cuenta de aquello, sólo fui consciente cuando ella me empujó contra un lavabo y me besó, metiendo su lengua en mi boca, apretando mis mejillas entre sus manos. Me soltó y me lamió los labios, la nariz, mirándome con deseo.
-Ama… pero aquí… nos pueden ver, ¿porqué no nos metemos en un baño…? – sugerí, pero Mariposa sonrió.
-No… aquí, fuera, quien entre, que nos vea, ¿te parece que será la primera vez que alguien da el espectáculo en un lavabo de discoteca? Y además, quien entre, sólo verá a dos lesbianas. – Me lamió la cara, pero puso gesto de disgusto – Ecs, sabes a maquillaje… dime, Michelle, ¿llegó ese tío a meterte la lengua en la boca, o no le dio tiempo?
-Apenas… - musité, mientras mi ama lamía mi cuello y bajó una mano decididamente a mi entrepierna, metiéndola bajo mi falda – sólo un poquito… me dio asco…
-Mmmh… ¿tienes idea de lo que me excitó verte vestido de chica, besando a otro tío? Me gustaría ver qué cara hubiera puesto de haber sabido que tú también tienes cosita… - Mariposa acariciaba suavemente el hueco entre mis muslos, y yo me sentía expuesto y vulnerable, era increíble lo traidora que podía ser una falda, no ofrecía ninguna protección. Ni frente al viento, ni frente al simple movimiento de andar, ni mucho menos frente a un ataque amoroso… era terriblemente excitante sentirme tan a su merced, saber que mi ropa no era en absoluto una barrera, sino más bien un juguete. La suave tela de cuadritos rojos y verdes acariciaba mis muslos depilados, sentía la piel rara, sin vello por primera vez desde los once años, pero tan suave, tan sensible… a pesar de la vergüenza, del miedo porque nos pescaran y de estar en un lavabo con olor a lejía y meados, mi cuerpo reaccionó. Pude sentir cómo mi miembro se alzaba pidiendo sitio en mis calzoncillos, y éstos no apretaban en absoluto, sino que sólo se adaptaban al ariete que había bajo ellos, haciendo mi erección mucho más evidente. Mariposa sonrió. – Mírate, así pareces un travesti, o un hermafrodita…
Miré el bulto que hacía la ropa, algo que en una falda estaba totalmente fuera de lugar, y sentí a la vez apuro y excitación, me resultaba extrañamente perverso verme con esas ropas, y pensé que sería divertido masturbarme con la tela de la falda, sería como follar conmigo mismo si yo fuese a la vez hombre y mujer… Pensé si no estaría volviéndome loco, pero no era el único que tenía ese pensamiento.
-Quiero ver cómo te masturbas vestido de chica… - jadeó Mariposa, su voz destilaba deseo, se acercó más a mí, hasta quedar pegada a mi pecho, podía notar su calor aún a través del relleno - quiero ponerte frente a un espejo de cuerpo entero, de rodillas, tal como estás ahora, y hacerte mirar cómo te tiras de tu cosita, así, sin sacarla, tapada por la falda, ver las caras de gusto que vas poniendo, ver cómo te sonrojas al mirarte a ti mismo gozar vestido de mujer… hasta que no puedas más y te corras y empapes la falda… mmmh… quiero ver tu semen resbalar entre tus muslos depilados de chica… Tócame, Imbécil…
Creí que se me fundían los oídos hasta el cerebro al oírla, aquélla voz grave y sensual que usaba sólo para el pecado, es como si aquélla voz fuese sólo para mí. No podía creerlo, pero lo cierto es que estaba deseando que aquello que había descrito, sucediese cuanto antes, sólo pensar en la mirada lujuriosa con la que me devoraría mi ama cuando presenciase aquélla escena, me hacía tener ganas de correrme. Obedecí, y metí la mano derecha bajo su corto vestido negro, bajo sus tanga húmedo y empecé a acariciar, mientras Mariposa hacia lo propio conmigo, colocada frente a mí, tapándome con su cuerpo, para que, si entrase alguien, efectivamente viese sólo a dos lesbianas.
-Aaah… así… lo haces muy bien… - musitó mi ama. Su respiración humedecía mi cara. Acercó su boca a la mía, e intenté besarla, pero me contuvo. Con la mano libre me apretó las mejillas para que abriera un poco la boca, y obedecí, y empezó a gemir sobre ella, en mis labios… el placer me hizo sentir que me fundía, me parecía que no me tenía en pie, mis rodillas temblaban. Podía sentir el calor de su aliento perfumado a apenas unos centímetros de mi piel, pero no podía tocar sus labios. Lo deseaba, lo deseaba por encima de todo, quería un beso… pero Mariposa no tuvo piedad. Sonrió y continuó gimiendo muy cerca, muy cerca de mí, pero a la vez, tan lejos…
-Ooh… Ocaso… Ama… - mi cerebro estaba demasiado embotado de sensaciones para atinar a llamarla de una manera concreta, Mariposa sonrió y acarició mi pene, sin sacarlo de los calzoncillos. La tela suave se deslizaba sobre mi piel, y el calor de su mano apretando, frotándome, me hacían ver las estrellas de gusto. Mis dedos acariciaban su intimidad, húmeda y resbaladiza, ardiente… quise meterle los dedos, pero mi ama se separó un paso, negando con la cabeza, sonriente, y acaricié sólo su clítoris, mientras ella había dejado de apretar mis carrillos y bajó esa mano a dirigir la mía. - ¿No… no lo hago bien, ama? – pregunté, preocupado, pero Mariposa sonrió.
-Ya te he dicho que lo haces muy bien, Imbécil… ¿qué quieres, que te regalen los oídos? – contestó, muy cerca de mi rostro – quiero controlar el momento exacto, tú sigue… mmmh, sigue… - Mis dedos se deslizaban sobre su perlita, en círculos, arriba y abajo, Mariposa me tenía cogido de la mano, pero no me guiaba, me dejaba acariciar a mi antojo, y eso me hizo sentirme importante, sabía darle placer… pero tenía que estar concentrado, y no era fácil, porque las caricias de ella sobre mi miembro, eran cada vez más fuertes, el placer era más intenso a cada segundo, iba a empapar la ropa interior, pero lo cierto es que no me importaba, era demasiado bueno. – Aaah… Imbécil, qué bien me lo estoy pasando contigo… Dime, ¿de verdad, no te gustó ni un poquito que ese tío te besara?
-¡No…! – dije enseguida, estremeciéndome de placer, me estaba apretando muy dulcemente, me encantaba – Me… me dio asco…
-Pero el besarte así, por sorpresa, casi nada más conocerte… - jadeó – nunca te lo ha hecho ninguna chica, ¿verdad? ¿Qué te pareció?
-Me pareció… un abuso. Y-yo no quería que me besara…
-Es horrible, ¿verdad? Que alguien te obligue a hacer algo que tú no deseas… - Mariposa había cambiado el tono ligeramente, pero antes de poder contestar, me apretó más aún y aceleró el ritmo de su mano sobre mi miembro, y eso me impidió pensar, en mi cerebro estallaron fuegos artificiales, no iba a aguantar mucho más, el delicioso picor que anunciaba mi orgasmo se cebó en la punta de mi polla y me doblé de placer, no pude evitar agarrar a mi ama por el hombro y entonces ella movió la mano con la que la masturbaba para que mis dedos la penetrasen de golpe. El sentir mis dedos en aquélla cavidad tórrida, estrecha y húmeda, palpitante de placer, aceleró las sensaciones, y un potente escalofrío de gusto recorrió todo mi cuerpo, mientras explotaba sin poder contenerme, mis nalgas se acalambraron y mis caderas se movieron solas, y mi pene se derramó en mis calzoncillos, mientras gemía sin ningún reparo, estremeciéndome entre sus brazos, y mi propia ama gemía sobre mi pecho, moviendo mis dedos a su placer, y yo sentía en ellos las contracciones de su vagina, los temblores de sus muslos… aún calmada, sus caderas daban movimientos espasmódicos y se le escapaban gemidos. A mí me picaban los labios de lo mucho que deseaba un beso suyo.
Tal como mi ama había dicho, el esperma se escurría de mi ropa húmeda y pringosa y goteaba quedamente por mis muslos. En la piel afeitada escocía un poco, pero yo sólo era capaz de pensar que había agarrado a Mariposa de un hombro, la había medio abrazado… y ella no me lo había prohibido. Mi corazón me golpeaba con fuerza y yo me mordía los labios, intentando retener el feroz deseo que sentía de abrazarla por completo, de estrecharla contra mi pecho. Mi ama recuperó la respiración y se separó de mí. Un gemido se escapó de mi garganta cuando sentí mis dedos deslizarse y salir de su interior y a ella retirarse de mi brazo. No parecía haberse dado cuenta de mi estado de ánimo hasta que me miró a los ojos, que yo mismo notaba escocidos y húmedos. Mariposa me miró con superioridad.
-¿Qué pasa? – dijo, en tono de burla - ¿Nos hemos puestos sentimentales? ¿Quiere mimitos el Imbécil…?
Estuve a punto de rehacerme, pero mi boca soltó lo que pensaba antes de que yo pudiera contenerla.
-Sí. – Mi ama me miró con gesto de sorpresa, como si no se esperase aquello. Antes de darme cuenta, estaba de rodillas, sobre el suelo húmedo y áspero del baño y me abracé a sus rodillas, hablando con voz rasgada – Por favor, ama. Por lo que más queráis en el mundo, que sin duda no seré yo… pero por favor, por favor, necesito cariño.
Hubiera querido haberlo dicho con una voz menos rota, menos cargada de mocos, hubiera querido decirlo sin que una estúpida lágrima se escapase de mis ojos, hubiera querido decirlo de pie y no de rodillas, simplemente decirlo y no suplicarlo… pero así es como me había salido, y no había ya modo de cambiarlo. Mariposa me miró, y la oí reír. Por un momento, temí que se estuviera riendo de mí, pero su sonrisa no era ya de superioridad, ni maliciosa. Era una sonrisa extrañamente triste, dulce, casi maternal… pero triste. Una vez más, parecía que yo hubiera dicho que quería la Luna, pero me acarició las mejillas con las manos y me abrazó la cabeza, apretándome dulcemente contra su vientre. Se me escapó del pecho un suspiro interminable y la abracé con todas mis fuerzas, frotando mi cara contra ella, a la vez para disfrutar del abrazo y secarme las molestas lágrimas que me cegaban.
-Mi pobrecito Imbécil… - susurró, inclinándose un poco sobre mí para acariciarme también la espalda. – cuánto tienes que aprender todavía… Eres un esclavo encantador, el mejor que he tenido nunca, pero tienes que aprender tanto… Pero eres tan tiernote, tan infeliz, que a veces, hasta me haces soñar. – Me ofreció las manos para ayudarme a levantar, y lo hice. – Bueno, cierra ya el grifo, Imbécil, que te vas a deshidratar – sonrió, secándome las lágrimas con las manos y me reí por la frase. Me sentía tan bien ahora… - Vámonos a casa. Te dejaré dormir apoyado en mis pechos, ¿verdad que te gustaría, Imbécil?
Y después de oír aquello, me sentí infinitamente mejor todavía.