Mariposa y yo, 2

Un buen castigo para un buen esclavo.

( http://www.todorelatos.com/relato/61694/ Recordamos: después de un desengaño amoroso, me metí en un chat, donde conocí a Mariposa, que buscaba un esclavo, y accedí a serlo. Me gané con ella mi primer castigo, que se relata a continuación)

-Tengo el limón, ama. – dije, volviendo con la fruta cortada en dos mitades y mostrándola a la cámara del pc.

-Trae también un cuenco con agua bien fría… - obedecí de inmediato, lo dejé en la mesa y me senté de nuevo. – Coge una de las mitades de limón, y chúpala. – lamí la fruta y mi cara se contrajo por la acidez. Oí una risita de mi ama, y eso me gustó… - ¿está muy ácido, verdad…? – Asentí. - ¿Está también frío…?

-Sí, ama, estaba en la nevera. – contesté.

-Estupendo… cierra los ojos y acércalo a tu boca… hazlo resbalar por tu barbilla – iba obedeciendo mientras me hablaba – por tu cuello… echa hacia atrás la cabeza… detente en la nuez… aprieta un poco ahí… un poco más… nota el ahogo… - mi boca se abría buscando más aire, pero era increíblemente excitante, el frío me hacía estremecer, pero no era lo único que producía mis estremecimientos… la voz de Mariposa, grave y sensual, acariciaba mis oídos como una deliciosa tortura… ¿esto, era un castigo….? Si así iban a ser sus castigos, ya me podía ir encadenando a la pared si le daba la gana… - ahora, sigue bajando… lentamente… dirígelo a tu pezón, al derecho primero… - mi espalda se curvó de placer y un siseo se escapó de mis labios… ¡qué frío…! Mi ama volvió a reír por lo bajo, y abrí los ojos para mirar a la cámara.

-Oh… oh, ama…

-Qué carita haces, Imbécil… totalmente a la merced de medio limón… estás precioso – ironizó – exprímelo contra tu pezón, y deja que el jugo se escurra por tu cuerpo… - mi polla reclamaba por atención, pero ella aún no la había mencionado, de modo que no podía tocarla… desahogué mi deseo de tocarme apretando fuerte el limón… el jugo ácido y helado se deslizó por mi cuerpo, acariciándome… un suspiro me vació de aire el pecho, parecía que se me salía el alma, y puse los ojos en blanco sin darme ni cuenta… el zumo hacía cosquillas al resbalar por mi piel… - ahora, el pezón izquierdo… haz círculos sobre él, mójalo bien… y luego exprime el limón sobre él, como en el otro. – obedecí de nuevo, notando los hilos de zumo hacer torturantes cosquillas, y yo no podía dejar de sonreír, era muy agradable… - Mira cómo se ha puesto tu cosita… está casi pegada a tu tripa… Creo que quiere jugar… ¿qué te parece a ti, Imbécil, crees que quiere jugar tu cosita…?

-¡…Sí! Sí, ama… ¿Puedo… puedo tocarla, por favor….? – supliqué tartamudeando. Tenía que agarrar con todas mis fuerzas el reposabrazos de la silla con la mano libre, porque inconsciente, no dejaba de acercarla a mi miembro.

-Eres un pervertido – me regañó con su adorable tono autoritario y gemí al oírla… Santo Cielo, una voz así no tendría ni que estar permitida… - Sólo piensas en darte placer, en bombearte como un asqueroso mono… pero esto, es un castigo, Imbécil… voy a hacer que desees parar… - su risita sarcástica resonó en mis oídos, y no sé porqué, la relacioné con algún animal venenoso, carnívoro… - Exprime en el agua el otro limón. Bien fuerte, déjalo completamente seco.

A mi pesar, dejé de acariciarme e hice lo que me ordenaba: con las dos manos, apreté bien el limón sobre el cuenco del agua fría, y el zumo manó en chorro. Un par de gotas me salpicaron la cara, y me lamí los labios mientras cambiaba de posición el limón entre mis manos para exprimirlo bien por todas partes, ¡estaba tan ácido que me hacía lagrimear los ojos…! Finalmente, la fruta quedó totalmente seca y el agua del cuenco se había vuelto de color amarillento enfermizo, con algunas pepitas flotando en el interior. Me sequé las manos en la camiseta de tirantes que llevaba arremangada hacia arriba… oí a mi ama ahogar un grito al ver aquello, pero en fin… no venía de una mancha.

-Ya está, ama.

-Bien… ahora, coge el otro limón, ¿a ese, aún le queda algo, verdad…?

El primero limón estaba aplastado y pachucho, pero sí… apretando bien, aún se le podía sacar algo. Asentí con la cabeza.

-Perfecto. Empieza a masturbarte con la mano izquierda… lentamente. – Soy diestro, pero aquello no me suponía un problema grave… no era tan hábil como con la mano buena, pero durante la adolescencia, supongo que como todo hijo de vecino, había probado a hacerme pajas con la mano izquierda, por probar. Siguiendo sus deseos, empecé a acariciarme arriba y abajo con toda calma… el cuerpo me pedía mucho más, de ser por mí, me habría pegado un buen lametón a la mano y hubiera tirado a toda velocidad para acabar en un minuto, pero era mi ama la que dirigía, y yo su juguete… pensar aquello, me daba mucho morbo…

-¿Así, ama…? ¿Lo hago bien….? – pregunté, medio ahogando los gemidos.

-Sí, lo haces muy bien, Imbécil… se ve que tienes mucha experiencia en hacer esto… apuesto a que ya lo hacías de pequeño, ¿verdad…? ¿A qué edad empezaste…?

-Ooh… no… no me acuerdo, ama…

-Sí te acuerdas. La primera paja no se olvida jamás, ¿qué edad tenías?

-De…debía tener… ocho, nueve años…

-¿Y cómo fue…? ¿Viste algo que hizo que se despertase tu soldadito…? ¿O ya habías tenido erecciones antes y ésa fue la que no aguantaste más…?

-Fue… fue… antes… días… días antes había… había visto un poco… de un strip-tease… en la televisión… mis padres cambiaron de canal a toda velocidad… pero yo ya lo había visto…

-¿Qué viste exactamente?

-Sus tetas… bailaba, y… de pronto, no tenía sujetador… me parecieron enormes… y… cuando me fui a la cama, el calor del colchón… me hizo cosas raras… ahí abajo… - sin darme cuenta, estaba recordando la experiencia vívidamente, podía ver con toda claridad aquéllas enormes tetas, de pezones rosados, bamboleándose en la pantalla… mis padres mandándome a la cama, y yo sintiendo un remusguillo interesantísimo en mi bajo vientre… - días después… me quedé sólo en casa… y cuando fui a hacer un pis… al sacudírmela… no sé porqué, pero pensé de nuevo en ésas tetas… y de pronto, no quise soltármela… cada vez que la sacudía, daba como cosquillas… pensé que me gustaría… tocar esas tetas… y me acaricié… y cada vez me daba más gusto… hasta que sentí mucho gustirrinín de golpe… entonces, no eyaculé aún… pero del gustito, volví a hacerme pis de nuevo…

-Lo cuentas muy bien, Imbécil… - la voz de Mariposa sonaba ligeramente jadeante, y eso me puso todavía más cachondo… el saber que le había provocado deseo, me estaba volviendo loco… - ¿nunca te pilló mamá mientras estabas…?

-S….sí… -admití, avergonzado. – Un… un par de veces… abrió la puerta del lavabo cuando yo… - Noté que mi cara ardía, aún resultaba embarazoso recordar aquél momento, mi madre preguntándome "¿¡qué haces?!" a pesar de que lo sabía de sobra, y yo intentando disimular, aún sabiendo que era inútil.

-¿Te sentiste culpable entonces, Imbécil…? ¿Te sentiste malo, y sucio…? ¿Qué te dijo mamá cuando te pescó?

-Sí…. Me sentí mal… mamá se enfadó conmigo… dijo que… dijo que me haría sangre… que me quedaría ciego…

-¿Y si ahora te viera, se enfadaría…?

-Sí… diría que… que me buscase una novia formal… una chica decente… que ya estoy mayorcito para estas cosas…

-Y tiene razón, Imbécil… si no estuvieras colgado por tu princesita, quizá hubieras encontrado ya alguna chica que quisiera darle alegrías a tu cosita… vamos a castigarte por ser un pervertido y un vicioso… te mereces un castigo ejemplar, has sido desobediente conmigo y eres un guarro que sólo piensa en zumbársela a todas horas… mójate bien la mano en el agua de limón.

Aterrado, me di cuenta de lo que pretendía… pero… pero… ¡estaba muy ácido… me dolería!

-Vamos, Imbécil, no me hagas que te lo repita… - Me di cuenta que me daba muchísimo más miedo hacerla enfadar. Automáticamente, hundí la mano izquierda en el cuenco con agua. – Así me gusta, Imbécil. Ahora, saca la mano, y deja que gotee en tu glande. – Obedecí y cerré los ojos de escozor, ¡picaba como un demonio! Me mordí los labios y mis piernas se crisparon, mientras me parecía que me quemaba vivo. Oí la risa de mi ama – Qué exagerado eres… ¿escuece?

-¡Síiiiii! – me quejé.

-Te aguantas. – sonaba divertida – ahora, empieza a darte. Fuerte.

Obedecí. Mi mano estaba empapada en agua de limón helada. Mi polla quiso descender por el frío y el escozor, pero el ritmo de mi mano y la voz de mariposa, aunados a la excitación general, no se lo permitieron. La sensación de ardor aumentaba a cada movimiento de mi mano, los ojos me lloraban, pero podía notar que el orgasmo me estaba llegando… en mi cuerpo se peleaban el deseo de parar para interrumpir el picor horrible, y el ansia de seguir para disfrutar del placer orgiástico… mis caderas no paraban quietas, tenía la impresión de que me iba a caer de la silla, pero el escozor y el placer eran demasiado para mí…

-Así, eso es… - oí a mi ama – date más fuerte, más rápido… venga, chico malo… te escuece mucho, pero no puedes parar, ¿verdad que no? Da demasiado gustito para parar ahora… Si tu mamá te viera, pensaría que éste es el castigo adecuado para ti… hacerlo hasta que quedes escocido… después, no podrás tocarte en varios días… te quemará toda la piel… hasta el roce de la ropa interior será una tortura… pero ahora mismo, sólo puedes pensar en el calorcito tan rico que sientes, en el placer que te agarra desde las rodillas a la nuca, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, porque no podía hablar… tenía la garganta atascada de gemidos de placer y dolor, no podía articular palabra…

-Deja salir los gemidos, Imbécil. Chilla si quieres. Me da igual que te oigan tus vecinos, quiero poder oírte yo. – para qué dijo nada… empecé a gemir mientras me estremecía de dolor y placer. Mi cara se curvaba por igual en gestos de dolor que en sonrisitas de gusto, la silla chocaba contra el suelo con mis movimientos frenéticos… me corría, no podía evitarlo….

-¡Ama…. Me… me viene…. No aguanto más…!

-¡Ahora, exprime el otro limón sobre tu glande! ¡Hazlo! – ordenó imperiosamente, y de forma maquinal, alargué la mano derecha y apreté la fruta tal como me ordenó.

-¡Aaah… aaaaaaaaaay…. Aaaaaaayyyyyyyyyyy….! – Un inmenso placer me atacó desde los riñones y la presión en la base de mi polla cedió, dando paso a una abundante corrida… que se mezcló con las gotas de limón que resbalaban sobre mi polla, quemándola, provocando un escozor ardiente e insoportable… ¡pero tan delicioso! Las piernas me temblaban y mi mano, sin fuerzas, dejó caer el limón al suelo. Apenas fue un segundo de descanso. El escozor ganó la partida y mi polla comenzó a arder como si hubiera colocado sobre ella un carbón en lugar de un trozo de limón. Brinqué sobre la silla y me abaniqué el miembro con las dos manos al tiempo que soplaba sobre él, en un vano intento de calmar el ardor. Mariposa se reía de nuevo.

-¡Así no lograrás nada, Imbécil…! – me decía entre risitas dulces – lo mejor es que te des una buena ducha. Lávate bien el miembro, echa bien hacia atrás la piel del glande y lava bien el capullo y los testículos, y también el ojete. Utiliza jabón neutro. Cuando salgas de la ducha, ponte un poco de crema hidratante, no mucha. Después, tienes las siguientes órdenes: coge ropa limpia, y si no la tienes, pon la lavadora y plancha la ropa. Ponte limpio de pies a cabeza. Después, coge sábanas limpias, haz bien la cama. Quiero que quede tan tiesa, que si tires una moneda, rebote de nuevo a tu mano. Y luego, bien limpito, te vas a dormir. ¿Lo has entendido, Imbécil?

Lo cierto es que esas órdenes de hacer la cama y estirarla bien, no me acababan de gustar demasiado, pero en fin…

-Sí, ama.

  • Así me gusta. Mañana y pasado no creo que hablemos, porque "eso" te va a escocer un poco… pero dentro de tres días, te conectarás exactamente a las ocho y media, y para entonces, te quiero recién duchado y limpio como una patena para volver a divertirnos, ¿te queda claro?

-Sí, ama.

-Muy bien… has sido un buen esclavo, Imbécil. Sigue así, y te llevarás tus recompensas. La primera, la tendrás el próximo día…

Estuve a punto de preguntar qué era, pero ya había cortado la comunicación y abandonado el programa de charla. Mientras me duchaba y me enchufaba la pera de la ducha en mi escocido miembro, no podía evitar pensar que era una idea de servidumbre bien extraña la de que me ordenase que cuidase de mí mismo… pero qué más me daba si a cambio tenía a una chica para subirme el ánimo. Bueno, el ánimo, y otras cosas, porque sólo con pensar en ella y en esa recompensa, se me volvía a poner en pie de guerra, y… aaay… De nuevo, Mariposa tenía razón: estaba tan escocido, que una mera caricia era algo impensable en los próximos días.