Mario y Pepe siguen jugando con mi mujer
Mario y Pepe nos tienen preparada una buena sorpresa a mi mujer y a mí. Una fiesta muy especial en la que mi mujer será la principal protagonista y yo veré aumentado el tamaño de mis cuernos.
En mi relato anterior, recordaréis como Pepe y Mario, mis dos compañeros de trabajo, se empezaron a follar a mi mujer, Amparo.
Nos habíamos quedado que un día que fui a buscar a Amparo a una playa nudista, me la encontré con que estaba tomando el sol con Mario y ella apestaba a semen. Le pedí que me explicara qué había pasado, la verdad es que más por curiosidad que por enfado y ella me respondió que llevaban unos días quedando y follando, normalmente en casa de Mario, pero aquel día habían decidido ir juntos a la playa y que no se había podido resistir y le había comido el rabo entre unos matorrales que había a unos metros de distancia. Pero que estaba como una perra de caliente y que estaba loca por follar.
Aquella historia me había puesto muy cachondo y le dije que nos fuéramos a casa, pero para mi sorpresa, me dijo que no, que se iba a follar con Mario, pero que quería que yo mirase. Con lo cual, Mario se levantó, la tomó por la mano y se fueron a los matorrales. Y yo, apresuradamente, me desnudé y me fui detrás de ellos.
Mario se estiró sobre la arena, con las piernas abiertas y Amparo le empezó a comer la polla, hasta que esta volvió a aparecer el mástil de un velero. Una vez dura, fue Amparo la que se estiró y Mario, se colocó sobre ella, empezándola a penetrar. Mi mujer intentaba ahogar sus gritos de placer, pero apenas lo conseguía. Mi polla estaba tan dura que me dolía, así que me puse a meneármela. Sin duda, sería el que terminaría más rápido de los tres. De pronto, oí un ruido a mi lado. Llegaba alguien. No sabía qué hacer, pero estaba demasiado cachondo como para dejar de meneármela.
De entre los matorrales, apareció una señora de unos cincuenta y algo de años. Era bastante alta, rubia (teñida) con el pelo corto y unos impresionantes ojos azules. Obviamente iba desnuda, estábamos en una playa nudista. Sus tetas eran como dos cántaros, monumentales, caídos, y llevaba el coño rasurado. Al ver la escena, lejos de escandalizarse, me sonrió y se quedó mirando. Aquello nos calentó mucho más, tanto a mi mujer como a mí. Mario, que había colocado a mi mujer a cuatro patas no sé si se dio cuenta, estaba concentrado en reventarle el coño a mi mujer, que cada vez disimulaba menos los gritos. Nuestra espectadora se acercó donde yo estaba, me sonrió y me empezó a acariciar. Primero la espalda, luego el culo y, sin decir nada, me agarró la polla. La dejé hacer, claro está. Mi mujer al verlo, sonrió y volvió a centrarse en la polla de Mario, que la debía estar taladrando a la altura del estómago. Nuestra espectadora me dijo en inglés que tenía una buena polla, muy dura, y con su mano libre se empezó a masturbar. Con mi inglés rudimentario, la invité a sentarnos sobre la arena y nos masturbamos mutuamente, mientras le empezaba a comer aquellas tetas gigantes que sabían a mar. No tardé en correrme como un tonto. La visión de mi mujer siendo follada por Mario y las tetas de aquella dama eran demasiado para mí. Me ofrecí a comerle el coño, lo que la señora aceptó, abriéndose de piernas ante mí. Cuando se corrió, Mario y Amparo ya habían terminado y eran ellos los que nos observaban a nosotros. De hecho, el insaciable Mario se acercó a la señora y permitió que esta le sobara los huevos y la polla, que no dejaba de chorrear su leche. Seguía hinchada, pero sin estar erecta. La señora hizo el ademán de metérsela en la boca, a lo que Mario accedió con su acostumbrada generosidad para con las damas, dejándola limpísima. La misteriosa señora, le alabó el rabo de Mario y regresó hacia donde la esperaba su marido. Ella le dijo algo y él nos saludó con la mano. Ahí veo mi futuro, pensé con una mezcla de tristeza y excitación.
- Podríamos quedar todos juntos- interrumpió Mario mis pensamientos.
Amparo me miró, como esperando mi aprobación, y yo acepté la invitación. Quedaríamos el viernes siguiente. Genial, exclamaron Amparo y Mario, que, recogiendo su toalla, se despidió de mi mujer con un beso y le dijo:
- Hasta mañana- me quedé helado. Pero ya asumía a lo que me tenía que atener.
Y llegó el viernes. Llegamos puntualmente a las nueve a casa de Pepe. Ya tenían la música a tope y habían empezado a cenar pizzas sin nosotros. La verdad es que me molestó, a pesar de que se excusaron que el repartidor había llegado antes de tiempo y que no se las querían comer frías.
- Yo todo me lo como caliente- añadió Pepe, agarrando de la cintura a mi mujer, a la que besó en la boca y, después, le ofreció un trozo de pizza.
Encima me pidieron que fuera a comprar bebidas a una gasolinera cercana (¡ya me podrían haber avisado antes!), pero mi queja no sirvió de nada. Amparo me besó (¡en la mejilla!) y me dijo dulcemente:
- No seas refunfuñón, encima que nos invitan…
- Vale, voy, pero guardadme un poco de pizza.
Cuando llegué, los tres ya estaban bailando en el comedor. Solo me habían guardado los bordes de las pizzas, pero mis quejas se las tomaron a risas. Amparo volvió a criticar que fuera tan gruñón y me dio un gintonic con una pastilla. Me la tomé sin rechistar y me terminé los bordes de las pizzas, mientras los tres bailarines se empezaron a quitar las camisetas. A Pepe le faltó tiempo para desabrocharle los sujetadores a Amparo, que dejó que sus enormes tetas se movieran al ritmo de la música. Los tres tíos nos quedamos embobados mirándolas. La verdad es que mis amigos no parecían tener prisa en follarse a Amparo y, de hecho, hasta llegué a pensar que esa noche no pasaría nada. Ellos bailaban y bebían y yo bebía y miraba. Eso, si, se estaban poniendo las botas sobando a mi mujer y llenando su cuerpo de besos y lametones, lo que sé que a ella la pone muy muy muy cachonda.
La fiesta dio un giró cuando, a eso de las diez y media, alguien llamó a la puerta. Pepe abandonó en comedor y se fue abrir. Regresó acompañado de tres hombres. Mi mujer, azorada, se puso la camiseta rápidamente. Yo me puse en pie y me coloqué a su lado. Se presentaron, pero la música estaba alta y apenas los oí. Les llamaré por los motes que pensé para ellos. El primero de ellos, alto y (como comprobé más tarde) muy peludo, lo llamaremos Chewi (por Chewbacca); el segundo, no tan alto y muy delgado, lo llamaré C3 (por C3-PO); y el último de ellos, sorprendentemente bajito (mediría 1,50 como máximo), obviamente solo lo podía llamar R2 (por R2-D2, Arturito en Latam).
Su llegada fue una sorpresa para Amparo y para mí, ya que no nos habían dicho nada. Entendí por que no se habían querido follar a mi mujer, si esperaban visita. Ayudé a Mario a preparar una ronda de gintonics, que nos bebimos de inmediato. A la tercera ronda, a mi me empezó a hacer efecto la pastilla, que, como siempre, con la mezcla del alcohol me apalancó, quedando en sofá sin poder moverme. En la pista de baile, Amparo siguió bailando, con C3 y con R2, mientras que los otros estaban trasteando música, preparando o, simplemente, charlando. Eso sí, invariablemente, todos ignoraban mi presencia.
Un poco más tarde, cambiaron los bailarines en la pista de baile. C3 y R2 dejaron paso a Chewi y a Pepe, que se puso a bailar pegado a mi mujer cuando empezaron a sonar los ritmos latinos. Chewi estaba delante frente a ellos y, a pesar de ser muy patoso, se movía con cierta gracia ante ellos. De pronto, apareció R2 con una bandeja que llevaba chupitos con licores de diferentes sabores y que fue repartiendo entre todos los asistentes. A Amparo le dio un vasito con un licor anaranjado y a mi uno con un licor azul. Nos pusimos todos juntos en la pista de baile, brindamos y nos bebimos el chupito. Tres rondas más cayeron antes de que me dejase caer en el sofá. La cabeza me daba vueltas y estaba muy mareado. Tenía ganas de vomitar, pero era incapaz de moverme.
En la pista de baile, se pusieron a bailar C3 y Mario con mi mujer, que se abrazaron muy acarameladamente y se empezaron a morrear, mientras Mario empezó a agarrarle el culo a Amparo. El resto de hombres del comedor reían y, los nuevos invitados, me lanzaban miradas furtivas, que mi cerebro no era capaz de interpretar.
En uno de los cambios de canción, Mario gritó:
- ¡Camisetas fuera!
De hecho, él y Pepe ya no la llevaban, pero los invitados se la quitaron, mientras que Mario fue el que se la sacó a mi mujer. El comedor se llenó de gritos y vítores al ver las tetazas de mi mujer bailando al ritmo de la música. R2 se lanzó a la pista de baile. Mario agarró a mi mujer por la cintura, desde detrás, restregándole su monstruosa polla, mientras que le empezó a acariciar las tetas. C3 y R2 se empezaron a calentar y a acariciar a mi mujer. En un chispazo de lucidez, me di cuenta de lo que llegaba. Cinco tíos para mi mujer ya me parecía exagerado. Pero seguía sin poder moverme del sofá.
A la que me di cuenta, R2 y C3 le estaban lamiendo los pezones a Amparo, comiéndole vorazmente sus tetas. Mario, el había bajado los pantaloncitos cortos que llevaba y, claro, las braguitas, mientras que, desde detrás, veía como le ponía sus largos dedos en el coño. Amparo empezaba a temblar y los hombres que estaban a su alrededor, a reír.
- ¡Joder, qué rápido va esta maka!- exclamó Chewi.
- No es la maka, es ella que es así de guarra- terció Pepe.
¡Maka! Joder, le habían estado dando chupitos de maca, un potente afrodisiaco andino. En ese momento, Chewi y Pepe se acercaron a mi mujer. El primero era muy peludo y fue el primero que se sacó la polla. Su pubis estaba exageradamente poblado, pero de él salía una polla casi tan grande como la de Mario, aunque aún no la tenía empinada. R2 y C3 imitaron el movimiento de su colega y también se quitaron los pantalones. R2 la tenía de tamaño mediano, de unos 15 cm, aunque seguía siendo más grande que la mía; mientras que la de C3, prácticamente llegaba a los 20cm, es decir, casi como la de Pepe, pero mi la de mi compañero de trabajo era mucho más gruesa.
Vi la cara de asombro de Amparo al verse rodeada de pollas. Me miró. No sé si asustada o pidiéndome permiso o, simplemente, feliz por lo que se le venía encima. El caso es que se arrodilló ante los tres visitantes y, por ordenados turnos, les empezó a chupar sus pollas hasta que estuvieron muy duras. La que más le costó fue la de Chewi, que para levantar aquella torre de carne hacía falta arte y paciencia, de lo que Amparo estaba tan bien dotada como de tetas. Mario y Pepe también se sacaron los pantalones y dejaron sus aparatos al alcance de mi mujer, que se los engulló con voracidad, especialmente el de Mario, que tenía aquella increíble capacidad de tener su polla siempre dura como una barra de hierro.
En aquel momento, Amparo decidió tomar la iniciativa. En primer lugar, se estiró en el suelo y pidió que todos la penetraran por el orden que ella les ordenaba. Empezó por R2, que es quien la tenía más pequeña. El casi enano se lanzó sobre ella torpemente e inició un bombeo frenético que a Amparo no le gustó y llamó a C3, que sustituyó gustosamente a su amigo. C3 estaba muy caliente y estaba concentrado en follarse a mi mujer, que me buscaba mi complicidad con la mirada. Yo no podía hacer otra cosa que sonreír mientras me pajeaba. Después le tocó el turno a Pepe, empezando la serie de pollones. Con la entrada de la polla de mi compañero de trabajo, Amparo se empezó a retorcer de placer. El siguiente fue el peludo Chewi. Su polla era de categoría extra y, a diferencia de Pepe, se la metió muy despacio, aumentando la velocidad de bombeo y consiguiendo que Amparo se corriera entre estruendosos gemidos, para satisfacción de todos los presentes.
- ¡Y yo qué!- se quejó Mario.
Cuando Amparo hubo recobrado el aliento, ordenó a Mario que se sentara en una butaca, delante de mi y se clavó su enorme pollón, dándole la espalda a su amante y mirándome. Disfrutando del pollón de Mario y de mi cara de satisfacción al verla follada por otro hombre.
- ¡Dios mío, Mario, pero qué polla más roca tienes!- gritaba mi mujer, mientras se clavaba esa estaca hasta el fondo.
Todos estábamos absortos mirando a mi mujer, como le bailaban las tetas a cada embestida. No tardé en correrme como un tonto. C3 y Chewi fueron listos y se colocaron a su lado, manoseándoles aquellas jugosas tetas, mientras ella les pajeaba. El espectáculo me provocó una nueva erección de inmediato.
Instantes después, Amparo le ordenó a Pepe que se la follara de nuevo. Esta vez, mi mujer se puso a cuatro patas y Pepe le penetró el coño por detrás, mientras ella iba chupando a las pollas que se le iban poniendo por delante. Conozco a mi mujer y sé que esa posición le encanta. Y con una polla como la de Pepe no le costaría volverse a correr. Efectivamente, así sucedió. Sus temblores y gemidos auguraban una nueva corrida, que tuvo lugar a los pocos segundos.
Amparo se quedó tendida en el suelo jadeando y sonriente. Pero lo mejor estaba a punto de llegar. Se puso de pie, se bebió un gintonic de un trago y le ordenó a Chewi que se estirara en el suelo. El gigante, obediente, no tardó en estirarse y ella se colocó sobre él y lo empezó a cabalgar. Chewi aullaba como un loco. La visión de mi mujer saltando sobre él iba a provocar que se corriera. Chewi lo advirtió y mi mujer y bajó el ritmo de follada, hasta que decidió cambiar de amante. Fue sustituido por Pepe. R2 y C3 estaban ansiosos para que llegara su turno, pero lo que llegó fue la monstruosa polla de Mario, que se colocó detrás de mi mujer y apuntó con su descomunal glande al culo de mi esposa.
Amparo nunca había practicado la doble penetración y menos con dos pollas de aquel calibre, por un instante, pareció pedirle a Mario que esperase su turno y que no se la follara por detrás, pero Mario no es alguien dispuesto a obedecer todo el rato, así que le dio un morreo a Amparo y empezó a meterle la polla por el culo. Amparo, convencida, dejó de follarse a Pepe pero mantuvo la polla dentro del coño, mientras Mario hundía la suya en el interior de mi mujer.
- ¡Oh, sí, sí, me gusta, me gusta, dame más, más adentro!- Amparo empezó a gritar.
Las dos pollas la tenían inmovilizada y eran Pepe y Mario los que se movían. Mario primero despacio, pero luego fue aumentando el ritmo, cuando hubo conseguido que el culo de mi mujer se ajustara a su descomunal rabo. Pepe mientras se la follaba, le comía las tetas. El resto de espectadores estábamos hipnotizados viendo aquella escena. Pepe aumentó la velocidad, Mario empezó con embestidas violentas pero pausadas. También estaba a punto correrse. Amparo volvió a gritar de placer. Esta vez, temblaba tanto que sus brazos no aguantaron y se desplomó sobre Pepe, que se quedó quieto, Amparo solo pudo acertar a pedirle que mantuviera la polla en su interior mientras se seguía corriendo. Mario la sacó, ya no se aguantaba más.
Amparo estaba exhausta. Pidió agua y R2, servilmente, le acercó una botella que mi mujer se bebió con fruición. No tardó en ponerse de rodillas. Viéndose rodeada de pollas, salvo por una abertura que dejó entre R2 y Chewi para que yo no me perdiera ningún detalle del espectáculo, las empezó a chupar y pajear a todas. Sus amantes reían satisfechos. Uno a uno se fueron corriendo en su cara. Primero fue C3, le siguió R2, no tardó en correrse Pepe que le dejó la frente de color blanco. Amparo tenía metida casi toda la polla de Chewi en la boca cuando este, sin avisar, se empezó a correr, dejándole la cara perdida de leche que, junto con las de sus colegas, le caía a chorreones hasta sus tetas, mientras de su boca le chorreaban los lechazos de Chewi. Para el final dejó la de Mario, que se la engulló con una inesperada voracidad mientras le acariciaba los huevos. Entonces, me miró y vio, satisfecha como yo me corría por segunda vez. Mario también se corrió, pero esta vez Amparo no se sacó la polla de la boca mientras mi colega se vaciaba dentro de ella. Para satisfacción de todos, abrió la boca para demostrar que se había tragado el tsunami de leche que le había lanzado Mario.
Todos se rieron y chocaron sus manos, como si hubiera terminado una competición deportiva. Amparo solo pudo llegar a la butaca donde se había follado a Mario y se dejó caer agotada, donde se bebió otro botellín de agua. Yo me puse en pie para chocar las manos con los amantes de mi mujer, pero me ignoraron. Se fueron al mueble bar a preparar otra ronda de cubatas. Pepe me alcanzó un vodka con cola. Sabía perfectamente que odio el vodka, pero aún y así me lo bebí. Estaba muerto de sed.
Tras un rato de charla, Amparo le dijo algo a Mario y éste cogió a mi mujer en brazos y subieron al piso de arriba donde se ducharon y pasaron juntos la noche en la cama de invitados de Pepe.
Chewi, C3 y R2 se vistieron y, minutos después, se despidieron de Pepe y se fueron a sus respectivas casas. El anfitrión y yo nos quedamos solos en el comedor:
- No había conocido a una zorra como Ampara en la vida. Vaya tía.- me felicitó.
No supe que responderle. Yo seguía en pelotas y con el resto de mis corridas resbalándome por las piernas.
- Joder, macho, vete a lavar, que das asco- me recriminó cuando se dio cuenta de mi estado.
Aquella noche dormí en el sofá. Bueno, dormir no dormí. Los gritos y jadeos de Amparo no me dejaron pegar ojo: Mario se la estuvo follando toda la noche.
A día siguiente, Mario y Amparo bajaron casi a la hora de comer. Como nos teníamos que volver a casa (mis suegros estaban a punto de llegar a Málaga para pasar unos días de vacaciones), Mario y Amparo se despidieron con un largo beso y con la promesa que tendríamos que repetir otra fiesta como esa. Y sucedió.