Marina y yo
Una conversación telefónica entre su madre y una tía, hace que desee acostarse con la primera.
Esta es una historia que le puede suceder a cualquiera, pero que me ha ocurrido a mí por lo que seré el que la haga saber a los lectores que quieran conocerla. Nunca me he caracterizado por tener facilidad de palabra, por lo que este relato puede adolecer en algunos momentos de ambigüedades o falta de sincronización, pero debo manifestar que los hechos son tal como se detallan. Tal vez no resulte la narración todo lo erótica que algunos querrían, pero la cuestión es que no se le puede pedir peras al olmo, y mis conocimientos lingüísticos para hacer una buena narración tal vez dejen mucho que desear. Nada más pido a los lectores que no duden en verter sus críticas, si las hay, tanto positivas como negativas, en mi E mail: JOTACEEME1@YAHOO.ES. Empiezo.
Era un martes del mes de Junio actual, sobre las 11 de la mañana. Tomé el teléfono para llamar a mis padres y hacerles saber que el próximo fin de semana no iría a casa, que me quedaría en la mía, pues tenía que resolver unos asuntos de la oficina, y me llevaría trabajo a casa.
Tenía el auricular sobre la oreja, y comencé a marcar el número en la base, y antes de que se oyese el primer tono de llamada, escuché, al otro lado de la línea, una voz de mujer que reconocí de inmediato como la de mi tía Guadalupe, hermana pequeña de mi madre. Era una interferencia; iba a decírselo a mi tía, pero antes quise enterarme con quien estaba hablando y de que se trataba la conversación, pues me di cuenta que la interferencia lógicamente se tenía que haber producido con la línea de mis padres, por tanto el otro interlocutor sólo podría ser mi madre Marina o mi padre Juan, pero éste debería estar en el trabajo; así que me dispuse a escuchar lo que se decían las dos hermanas:
No puedes hacerme esto a mí, soy tu hermana. Ya sé que tú me has aconsejado siempre que lo he necesitado y que mutuamente nos hemos apoyado la una en la otra, pero Marina, esto es una putada, no puedes decirme que yo te aconseje en este caso, aunque sea psicóloga, pero es una cosa que debes solucionar tu sola.
Guada, ya sé que esto es algo fuerte, pero no me encuentro con ánimos para pensar fríamente y tomar una decisión, y siempre tú has tenido mejor percepción y sentido de la realidad. Al fin y al cabo es una conversación entre hermanas y no tiene más importancia que la que le queramos dar. Mi marido, Juan, ya me ha notado como estoy desde hace varias semanas y hemos hablado del tema tanto en la cama como fuera de ella y me dice y me repite que me busque un maromo que me dé lo que necesito, ya que él no puede dármelo por su edad y por su inapetencia sexual; que no le importa, que sólo quiere que yo sea feliz y si para ello necesita ser cornudo consentido, pues que lo será, siempre y cuando lo haga de un modo discreto.
Marina, tu eres una mujer todavía joven, a tus 45 años estás estupenda, o por lo menos a mi me lo parece en las fotos que me mandaste del verano pasado, y por ellas me rijo, pues ya hace 8 años que no te veo en persona. Tienes un tipazo que ya quisiera yo para mí cuando tenga tu edad, y si tu propio marido te dice que "le pongas los cuernos" , no tienes razón alguna para preocuparte; no le des más vueltas al asunto y busca quien te llene ¿A que esperas? Eso está a la orden del día en la sociedad actual en que vivimos.
Tal vez tengas razón hermanita , yo sé que aún puedo encandilar a cualquier hombre, que muchos se vuelven al cruzarse conmigo, tengo una buena silueta y sobre todo mi busto llama la atención, ya que está bien formado y por el ejercicio que hago, mis tetas se mantienen firmes y diría que turgentes, aunque no lleve sujetador, cosa que últimamente hago con frecuencia cuando no salgo con mi marido, porque me excita sobremanera el roce de mis pezones en la blusa o en el jersey que lleve puesto; me halaga que me miren lascivamente y que los tíos me digan obscenidades que me ponen caliente y es más, ahora salgo a menudo a las horas punta del metro o autobús y me pongo muy cachonda cuando algún tío se me arrima y noto que está calentorro por el roce de su entrepierna en mi trasero, estoy como salida, sé que necesito polla urgentemente, pero ¿Dónde encuentro a uno en el que pueda confiar y que no se vaya de la lengua?.
Marina, eres más tonta que no se qué; no tienes que buscar a nadie, vendrá el sólo si sabes mover los hilos, es decir si incitas al macho con ropa provocativa, con vestidos y blusas transparentes que dejen adivinar lo que esconden, y en ocasiones enseñar un poquito ese divino "tetamen" que tienes; insinúate con movimientos sensuales, dile con tus miradas que lo quieres dentro de ti; emplea palabras y gestos que inciten al macho a poseerte; que te desee más que el comer, que no pueda estar sin ti.
¿Qué me estás diciendo Guadalupe? ¿Que salga a la calle pidiendo guerra y con un letrero que diga que necesito un macho para follar? Tú estás loca y no sabes lo que me pides.
Yo no he dicho eso ni te pido que salgas a la calle como si fueras una fulana, lo que te quiero decir es que cerca tienes un buen semental y solamente tienes que conquistarlo, darle a entender sutilmente, pero meridianamente claro, que lo deseas, que estás pidiéndole que te haga gozar como una perra, que sus caricias serán correspondidas y que si su rabo entra en ti, tu le harás sentirse en la gloria.
No sé a quien te refieres Guada, cerca de mi no hay ningún hombre que me atraiga sexualmente, y tampoco me voy a liar con el vecino o el portero de la casa, ya que si alguna vez lo intento, será con alguien que para mi gusto esté bueno.
Marina, parece que hoy está un poco atrofiada tu mente y tu capacidad de entender las insinuaciones. Pues está bien, te lo diré a las claras, sin recovecos ni medias tintas: Ese macho soberbio, joven, guapo, bien dotado, que seguro que colmaría plenamente tus necesidades sexuales, si eres capaz de llevártelo al huerto, lo tienes muy pero que muy cerca, lo tratas frecuentemente, pero lo tienes que conquistar y convencerlo sibilinamente y no dar el paso definitivo en tanto en cuanto no estés segura de que él te desea tanto o más que tú a él. Si así lo haces seguro que Carlos te lo agradecerá infinitamente .
¿Qué estás diciendo, cacho guarra? ¿No te referirás a Carlos, a mi hijo Carlos? Ni por asomo se me ocurriría intentar algo con él. Eso no estaría bien. Además no sé por qué me dices que está bien dotado. No creo que te haya acostado con él para saberlo.
Mira Marina, de lo que me he dado cuenta de que de las cualidades que te he enumerado de mi sobrino Carlos, solamente me has preguntado por mis conocimientos sobre su "anatomía" y "su dotación". He de recordarte que hace 8 años cuando lo operaron de fimosis y él tenía 14 ó 15 años, me tocó hacerle las curas, por estar ahí de vacaciones mi marido y yo, y entonces comprobé que tenía un aparato enorme para su edad, tan grande como el de mi esposo y supongo que se habrá fortalecido con el paso de los años. La verdad Marina es que no me lo tiré por ser un niño, aunque no he renunciado a ello, pero cuando su pene estaba entre mis manos, unos suaves masajes si que se los di y se le ponía bien tiesa al muy jodido y a mi se me mojaban las bragas cuando sentía la piel de aquel cipote deslizarse arriba y abajo, entrándome ganas de todo, de darle una buena mamada; no sé si se daría cuenta de algo, pero era una gozada ver aquello. Y como has preguntado por ello, pienso que igual te has imaginado en alguna ocasión alguna acción sexual con él ¿Es así? Me parece que he acertado, pues te conozco bien y por la pregunta y el tono de la misma, no creo andar muy lejos. Desde luego yo no dejo de pensar en el polvo que algún día voy a echar con tu hijo.
De hermana a hermana, y como me conoces muy bien, te hablaré sin tapujos. Yo no se la he visto después, pero adivino que le ha crecido, pues cuando anda por casa en bóxer, se le nota un hermoso bulto, y en más de una ocasión me han entrado ganas de echarle mano, y en estos últimos tiempos, como ha bajado la actividad con mi marido, estoy deseando llegue el fin de semana para cuando viene a casa abrazarlo, besarlo y desde luego notar su paquete en mi entrepierna o entre mis nalgas si me abraza por detrás, e intento prolongar la unión el máximo de tiempo posible. Tienes razón y si que me he masturbado pensando en él y he soñado que me echaba algún polvo, de campeonato, de esos que me han hecho correrme bestialmente en la cama, incluso mi marido se ha dado cuenta de mis intensos orgasmos. Y no me he arrepentido de ello. De todas formas es mi hijo y no me parece decente hacerlo con él. Tu tal vez puedas convencerme para ello.
Bueno hermanita, creo que tú necesitas pocas razones para convencerte; creo que lo estás deseando y nada más necesitas un empujoncito y yo te digo que el tren solamente pasa una vez por nuestro lado. Recuerda que siendo yo una jovencita me follé a papá varias veces, y tú lo veías bien, y si no lo hiciste fue por estar ya con novio. Decídete a cabalgar a ese garañón que tienes por hijo o aguántate las ganas y confórmate con los dedos o con algún aparatito; pero el tiempo no perdona y hay que disfrutar lo máximo que se pueda de nuestro cuerpo. Si empleas bien tus armas de mujer, seguro que cae pronto entre tus brazos, mejor dicho entre tus piernas. Bueno, ya estás bien de cháchara. Tengo que dejarte que no estoy sola y se está impacientando mi compañero de cama.
Guadalupe, ¿sabes que te digo? Que me has convencido casi sin argumentos, tal vez por estar yo deseando el tirarme a mi hijo Carlos y por darme el gustazo de adelantarme a ti, que de jovencitas eras tú la que lo hacías. Voy a empezar el asedio inmediatamente que lo vea y entraré a saco. Pensé que estabas sola y tú marido trabajando, pero ya que está ahí y se habrá enterado de todo, dale un beso muy fuerte de mi parte.
Adiós Marina, voy a colgar. No te equivoques, y no me preguntes nada. Somos hermanas y en otra ocasión te contaré lo que hay, pero te digo que no es mi marido el que está conmigo, sino su padre. Cuando Javier se marcha por las mañanas, mi suegro se pasa a mi cama y me hace gozar salvajemente a pesar de sus 60 años. Es un experto en la ciencia amatoria y en hacer disfrutar a una dama calentorra como yo. Mi esposo está al tanto, pues él fue quien propició estas relaciones y la primera vez que lo hicimos estaba delante. Uff...estoy a punto de tener un orgasmo y no puedo seguir. Adiós.
Oí el clic del teléfono al ser colgado e instintivamente dejé de tocarme la entrepierna, que durante la conversación había estado sobando y que había hecho que mi miembro viril estuviese a punto de reventar. Salí como una bala hacia el WC de la empresa donde trabajo y al poquísimo tiempo de empezar a meneármela, salió de mi verga una gran cantidad de un espeso esperma. Mi pene había crecido bastante de 8 años acá y aunque no lo había medido pienso que sobrepasa los 20 cms ya que en cierta ocasión, recientemente, había hecho por curiosidad una superposición con el ancho de un folio y sobresalía algo la cabeza del sonrosado glande, y sobre todo yo creo que es bastante gruesa, pues a veces la he introducido en el canuto de los rollos de papel higiénico y anda ras con ras y casi no llego a abarcar su circunferencia con una mano, nunca la he medido pero pudiera ser alrededor de 12 cms de diámetro. Regresé a mi despacho y sentándome en la silla empecé a pensar en todo lo que había escuchado, volviendo a excitarme tal como avanzaba en los recuerdos. Me hizo rememorar punto por punto lo que había sucedido en otros tiempos y recordé mi operación de fimosis a los 14 años, las deliciosas curas de mi tía, los "empalmes" que me originaban sus caricias, la alegría de ver por su escote el hermoso pecho de una mujer de 30 ó 31 años; los sueños eróticos que tenía con ella por entonces y alguno que otro que ahora se me presentaba en mi cabeza; me recordaba mí tía a la única novia que he tenido, por sus grandes tetas, por su color de pelo, y más.. La muy zorra (mi novia) no consintió en que me la cepillara y sólo me permitía algún que otro toqueteo y en hacerme aluna paja; me dejó por un viejo rico hará cosa de dos años. Era la hora de marchar para casa. Lo sucedido me hacía replantearme mi situación, por lo que llamé a casa de Marina (siempre llamaba así a mi madre) para decirle que adelantaba mi visita a casa al viernes a la hora de comer, aunque llegaría un poco tarde, ya que había más una hora de viaje desde mi casa a la de ellos; saltó el contestador automático, ¡malditos chismes!
Ya en mi domicilio seguí pensando en lo que me había ocurrido y rememoré que últimamente en más de una ocasión no era con mi tía con quien soñaba, que era Marina la protagonista de mis sueños; que la miraba hacía varios años no como a mi madre sino como a una madura de muy buen ver, aunque no me había dado cuenta de ello; que era una mujer con la que me gustaría acostarme y hacerla gozar intensamente; la veía como a una hembra lujuriosa con unos melones bien puestos, y también me vino a la mente que durante los últimos fines de semana, cuando iba a verlos, sus besos y caricias eran más frecuentes, que sus abrazos se prolongaban en el tiempo y que a mi no me resultaban indiferentes, pues sentía que mi aparato dejaba de estar en reposo y se erguía dentro de mis pantalones y que , tonto de mí, me apartaba de ella cuando esto sucedía. Sentí dentro de mi la sensación de que aquello estaba predestinado y que ambos íbamos a ser muy felices, aunque también pensé en que había que eludir a Juan, mi padre, pero ese asunto ya se resolvería de un modo u otro cuando llegase el caso. Pensé que sabiendo lo que sabía, no debía demorarme si quería meterme en la cama con Marina y debía "atacar" pronto, y que además, no era tan sólo el poseerla físicamente, sino que estaba enamorado de Marina hasta los huesos. Mi nabo estaba nuevamente en su máximo esplendor, así que bajándome el bóxer que tenía puesto, me la saqué dispuesto a hacerme otra "gayola", pero en ese momento sonó el teléfono y el visor pude ver marcado el número de mis padres, por lo que tomándolo mantuve la siguiente conversación:
Dime, ¿Dónde estabais? Os he llamado a mediodía y no lo ha cogido nadie.
Carlos, hijo mío, soy Marina; no lo he oído sonar, tal vez estaría en la ducha en ese momento, pero en cuanto he visto que tenía una llamada tuya, he llamado ¿Qué querías, cariño mío? ¿Cómo está mi niño?
Solamente quería decirte que esta semana iré el viernes pero no me esperéis para comer, llegaré tarde; ya sabes lo que se tarda de una a otra casa. Como a papá no le agrada mucho el cine, te invito luego a ver una buena película de estreno, de esas románticas que tanto te gustan. Ponte muy guapa, aunque no sé si será posible más de lo que eres. Luego si quieres damos una vuelta por alguna cafetería o nos metemos en alguna discoteca, ya que te gusta bailar y no lo haces a menudo. ¡Ah! Y de niño nada, que estoy bien cerca de los 23.
¡Uyyy!. El hombretón de la casa, como se ha puesto. Está bien, no volveré a decirte lo de mi niño, pero atente a las consecuencias. A partir de ahora te trataré como a un hombre, como a un macho. De todas formas gracias por el piropo; tu idea me parece genial pero yo creo que es mejor que alquiles una buena peli y la vemos en casa tu y yo solos. Tu padre se marcha unos quince días a Toronto, en Canadá el viernes por la tarde; le acompañaremos al Aeropuerto y cuando regresemos no creo que tengamos muchas ganas de salir; podemos ir el sábado o el domingo al estreno ¿Que te parece? Y como dices que ya eres todo un hombre hecho y derecho, te dejo que la película sea de esas subiditas de tono, vamos que sea porno, ¿Qué tal el plan tío bueno?
Marina, no sé si estará bien lo de la peli porno, el que la veamos juntos. Tú eres una hembra que está jamón y yo no soy de piedra, y tal vez te diga o haga alguna tontería que no te guste cuando la estemos viendo. Pero bueno, creo que has acertado en la elección de la diversión para este fin de semana y me arriesgaré. Como premio te voy a regalar algo que yo creo te ha de gustar.
Carlos, ya somos mayorcitos ambos, y si algo decimos que al otro no le agrada, pues se comenta y ya está y si pasa algo morboso entre nosotros no seremos los primeros a los que les ha sucedido. Creo que es preferible decir las cosas cara a cara a andar mirándonos de reojo sin saber que sería mejor, si callar o hacer lo que se desea. Hay que saber leer entre líneas.
Oye Marina, tengo que colgar, pues llaman a la puerta y seguro son los compañeros con los que juego al fútbol todos los martes. Adiós preciosa; un besazo muy, muy fuerte. Te lo daré personalmente el viernes, si me dejas de los de tornillo, en los morros y veremos como reaccionamos. Yo creo que esto puede ser el principio de una nueva relación entre tu y yo distinta a la de madre e hijo, mas bien una relación. Adiós maciza.
Colgué precipitadamente el teléfono, no por estar llamando nadie, ya que este martes precisamente no teníamos partido de fútbol, sino por causa de mi "empalme", que no me permitía estar a gusto. Debía desahogarme, pero ¿y si la cosa funcionaba el fin de semana?; deseaba que mis sueños se cumplieran, parecía que Marina estaba en la misma onda que yo, que iba a hacer caso a su hermana Guadalupe y pienso que había muchas probabilidades de llegar a buen término y como tenía muchas ganas debía procurar tener llenos mis testículos de leche para mi mamá, así que me metí en la ducha y con agua fría se me bajó la "inflamación". Pensé pedir, a partir del lunes, 5 días de vacaciones, para estar con Marina toda esa toda la semana, saliera bien o mal lo que deseaba conseguir, y también en comprar en una de esas tiendas de lencería de lujo un conjunto que fuera muy sensual, para regalárselo, y que ella me obsequiara con una exhibición de su fantástico cuerpo sólo cubierto por tenues tejidos, y que dejaran entrever, lo que yo imaginaba como sus exuberantes formas.
Pasé los días pensando en ella; con terribles excitaciones que calmaba a base de duchas de agua fría; conseguí el permiso solicitado, ya que no había mucho trabajo, y visité varias tiendas de lencería fina y algunos Sex Shops de la Capital, sin acercarme a casa de mis padres, buscando algo que fuese muy sexy, muy excitante y muy erótico, adquiriendo en uno de ello un conjunto que, solo de verlo puesto en el maniquí, me hizo tener una erección. Compré, no alquilé, una película pornográfica pero con algo de argumento, no sólo de sexo explícito, que a mi en concreto me ponen más que las otras. Y por fin llegó el viernes, fui en transporte urbano a mi destino, donde llegué sobre las 6 de la tarde. Mi padre, Juan, estaba preparando la maleta y Marina estaba en el WC; cuando salió, vistiendo una bata corta que le llegaba a medio muslo, se echó en mis brazos con una alegría desbordante, acercando sus labios a mi mejilla derecha, donde se posó con fuerza, resbalando suavemente por mi piel hasta la comisura de mis labios, sin llegar a ellos; su pecho se aplastó sobre mi torso y pude sentir sus enhiestos senos como si me taladrasen; sus piernas se aproximaron tanto a las mías que las sentía palpitar. No pude evitar que mi pene reaccionase, y mi dureza se incrustó entre ambas extremidades y sé, positivamente, que ella lo notó; no dijo nada, alejó su boca de mi cara, se sonrió mirándome a los ojos y en vez de retirarse, volvió a acercar su boca y posó sus carnosos labios entreabiertos en míos, al mismo tiempo que aumentó la presión sobre todo mi cuerpo y su pelvis inició un suavísimo y ligero movimiento circular, no cesando en el mismo hasta que sintió que mi padre la reclamaba desde el dormitorio matrimonial para que le ayudase, sin darme tiempo a corresponder a ese sensual e incitante beso. Su conversación telefónica y su ardoroso recibimiento me hicieron creer que ella estaba dispuesta a seguir los consejos de mi tía Guada, así que se lo iba a poner fácil y a colaborar en todo lo posible para no defraudarla. Acompañamos a mi padre Juan hasta el Aeropuerto donde permanecimos más de 3 horas, como es preceptivo en los embarques transoceánicos. Allí pude observar detenidamente la figura de mi madre, que vestía una blusa gris muy amplia y una falda de color parecido que le llegaba por bajo de las rodillas, calzando unos zapatos bajos tipo mocasín. No me impedía esa vestimenta adivinar el cuerpo que debajo existía y que tanto yo estaba anhelando ver desnudo y tener entre mis brazos y piernas. Regresamos en el coche del cabeza de familia, manteniendo una insulsa conversación que no conducía a nada, hablando banalidades y pareciendo que ambos teníamos temor a mencionar lo acaecido horas antes entre nosotros. No dejé de contemplar de reojo la montaña que formaban sus pechos bajo la holgada blusa, y como a ella, al montar, se le había subido la falda un buen trozo por encima de las rodillas, éstas quedaban a mi vista observando que estaba arrimada la izquierda a la palanca de las velocidades, y cuando iba a cambiar siempre el dorso de mi mano derecha tocaba "carne" produciéndome escalofríos y en un momento determinado su mano izquierda tomó mi diestra apretándomela, sin decir nada, pero mirándome y esbozando una sonrisa que no sabría definir, sin soltarla ya hasta el final del recorrido. Serían cerca de la 1 de la madrugada cuando arribamos al domicilio familiar; enseguida Marina se dirigió a la cocina para hacer la cena, y yo me ofrecí para ayudarla: En la cocina y salvo algunos roces furtivos, provocados por mi y consentidos por ella, y alguno también realizado por la mujer que admiraba, no ocurrió nada, como tampoco en el transcurso de la ingesta de las viandas, donde no hubo consumo de bebidas alcohólicas por ser madre e hijo abstemios. Manifestó que tenía mucho calor, que se iba a duchar para estar fresquita y después se cambiaría de ropa y veríamos después la tele o la pelí que yo había llevado, en tanto en cuanto yo recogí lo utilizado en la cena y en la cocina lo fregué, sentándome en el sofá del salón hasta tanto regresase la mujer que me había engendrado y que ahora era la musa de mis sueños, a la que quería y deseaba poseer carnalmente, la que me había hecho pasar una semana terrible de abstinencia masturbatoria. Desde el dormitorio conyugal oí la voz de Marina que me preguntaba por mi vestimenta y si no me iba a poner algo más cómodo para estar en el salón, para ver la televisión; marché a la habitación que siempre ocupaba para desprenderme de mis prendas y pasando a vestir una camiseta tipo baloncestista y un bóxer amplio, lo que no impedía que bajo la tela se dibujase nítidamente el relieve de mi rabo así como cualquier movimiento del mismo. No llevaría 10 minutos sentado cuando apareció ella que vestía un camisón semi-transparente, de color pistacho claro, que dejaba claramente a mi vista su ropa íntima, compuesta por unas braguitas obscuras, tal vez azules, y un sujetador de encajes a tono con la prenda inferior, haciendo resaltar ambas prendas el, para mí, bien formado cuerpo de mujer que lentamente se acercaba hacía el sofá, y demostraba sin ningún género de dudas que sus carnes eran prietas, que formaban una figura juvenil, impropia de su edad. No era necesaria una exhibición de ese cuerpo tan fantástico para que mi libido volviese a dispararse, haciéndose evidente bajo mi pantalón, y, entonces, sucedió lo que jamás pensé podría ocurrirme: tuve pánico escénico. No fui capaz de recibirla como se merecía y yo deseaba, solo pude balbucear palabras sin sentido, frases inconexas, notando al mismo tiempo un azoramiento propio de un adolescente acompañado de un ligero vahído, y le dije, muy a pesar mío, que me había entrado un fortísimo dolor de cabeza queriendo irme a acostar. Noté en su rostro una súbita transformación, desapareciendo de sus labios la sensual sonrisa que traía convirtiéndose en un gesto triste, aunque no de enfado. Me hizo tomar un analgésico y me acompañó hasta mi habitación, despidiéndose con un lacónico pero prometedor "mañana será otro día, podremos disfrutar si tú así lo quieres y te daré todo lo que me pidas; estoy dispuesta a ello y deseándolo", al mismo tiempo que posaba sus perfilados labios sobre los míos, ejerciendo una ligera presión que me dejó en un estado entre feliz y cabreado, esto último por no haber sabido dominar el miedo escénico. Al día siguiente, sábado, me levanté mas bien tarde, quizás temiendo el encuentro con Marina; ella estaba realizando las tareas del hogar, vestida como el viernes por la tarde cuando llegué a casa, es decir con una bata de andar por casa de color indefinido, pero esta vez tenía el cinturón un poco flojo, lo que hacía que el escote fuese más amplio y sensual al enseñar nítidamente su canalillo y se le notaba perfectamente que no llevaba sujetador. Dominando mis temores a lo que podría suceder estaba ya dispuesto a "pasar a la ofensiva" cuando me dijo que desayunase rápido pues quería que la acompañase a un Centro Comercial, alejado de casa, donde comeríamos, y que nos venía muy bien pues el autobús tenía parada en la puerta de casa y en el Centro, y mientras ella se acicalaría. Me terminé el desayuno y me vestí de calle, esperando en el salón, donde pronto se presentó ataviada con una blusa malva muy ceñida a su busto, pareciendo que en cualquier momento iban a saltar los botones, de los que ya tenía dos desabrochados, y se le marcaban perfectamente sus pezones que por su forma hacían imaginar que serían grandes y abultados; vestía una falda de tela que no sé como se llama el tejido , de color verde claro, que le llegaría a medio muslo y de amplio vuelo (dentro de lo que puede ser considerado amplio), calzando unas sandalias de altísimos tacones. Estaba como para tirársela allí mismo, y cuando iba a comentar la impresión que me había causado su vestimenta, ella me dijo:
Dime cariño mío. ¿Que te parece como me he arreglado para ir contigo? Igual parezco una furcia con ganas de hombre. Tal vez sea demasiado juvenil la ropa o la encuentres provocativa; si es así me lo dices y me pongo otra cosa. Yo creo que estoy fetén para la edad que tengo y que no voy a desmerecer yendo a tu lado.
No, no, Marina. De furcia, nada de nada. Estás como para mojar pan. Pareces lo que eres, una mujer bandera, de las que hacen a los hombres creer que merece la pena vivir aunque sea por la alegría de ver un monumento semejante. Creo que no podías haber elegido mejor otro vestuario y estaré orgullosísimo de ir a tu lado, y no me importa que los demás crean que soy tu gigoló. Yo no se lo que daría para que no fueses quien eres, que fueses solo Marina, un pibón al que cualquier varón querría hacer un favor, o que tu nos lo hicieses. Permíteme que sin perderte el respeto te diga "tía buena", preciosa, cuerpo, me tienes loco, estás para comerte enterita.
Gracias mi amor. Me halagas con esos requiebros. Estás haciendo que me ponga colorada. No te veas obligado a piropearme por el amor de hijo. Tu si que eres un yogurcito. Me tienes encandilada. Parece que lo que decías de que ya no eras un niño es verdad; se aprecia en tu entrepierna, pero me da la impresión que eso está colocado estratégicamente para que se note más de lo que en realidad es. Si eso que se adivina es por mí, me produce satisfacción comprobar que todavía puedo levantar pasiones. Venga vámonos ya, que es tarde.
Marina, no te he dicho esas cosas por ser tu hijo, sino que me han salido de mi cuerpo como hombre que soy, al que has impresionado con tu vestimenta y tan escultural figura y en cuanto a lo del "paquete", no es artificial, como tampoco lo son esas tetas que se dibujan bajo tu blusa, y que parece quieren salir al exterior para que sean bien sobadas y chupeteadas, cosa que haría con mucho gusto si tu me dejases. Si no te crees que este bulto no es natural te lo puedo enseñar. Al fin y al cabo no creo que te extrañe el verlo, ya que lo has hecho muchas veces.
Carlos precioso mío, gracias por decirme que esos calificativos han salido de tu boca, de la boca de un hombretón y no de las de mi hijo; me han hecho sentirme feliz y supercontenta de que me admires, y en cuanto a tu "paquete" ya se que te lo he visto muchas veces, y me gustaba hacerlo, pero eras un niño y pienso que como otras partes de tu cuerpo esa también habrá crecido. Debe ser maravilloso el contemplar algo grande y más si se puede tocar un poquito. Ya me lo dejarás ver cuando regresemos, después de la cena, que la verdad es que me pica la curiosidad, bueno . Y no solo la curiosidad me pica, sino también otras cosas. Me parece, si no estoy equivocada, que la noche de hoy va a convertirse en una noche gloriosa. Eres lo suficientemente inteligente para saber por donde voy; y pienso que a ti no te desagrada la idea ¿verdad?
Yo creo que se por donde van los tiros. Me voy a lanzar a la piscina y debo decirte Marina que desde hace varios años me gustas una barbaridad, no sólo como madre sino también como hembra y todo ello lo pondremos en claro esta noche. Por si la cosa es como creo que es, debo decirte que tengo de permiso toda la semana que viene para poder estar juntos y disfrutar de la vida. Y ¿para que quieres ir al Centro Comercial, precisamente hoy?
Carlos, cariño, me alegra enormemente oírte hablar así. Pues mira, hablando claro, he hecho limpieza de mi lencería anticuada y quería comprar unos sujetadores modernos, de esos que hacen resaltar el busto y hacen que los tíos se vuelvan a mirarte, cosa que me entusiasma y sólo me queda uno de color azul, que sabes cual es, ya que anoche lo tenía puesto y como el camisón se transparenta, noté tu mirada clavada en mi pecho, y se te puso la cosa algo elevada, cosa que me agradó sobremanera.
No me explico la razón de querer comprar esa prenda inútil, por lo menos para ti. Tú no necesitas de esos artilugios para que tu pecho se mantenga firme y provocador. Ahora no llevas puesto el sostén, se te marcan los pezones claramente y a mi me parece que así resalta más, resulta a la vista más excitante y además pienso que el roce directo de los pezones os debe poner un poquito cachondas; discúlpame si mis palabras te parecen ofensivas o groseras, pero estoy tan impresionado por tu belleza que no puedo razonar y me sale lo primero que como hombre me viene al pensamiento.
Carlos hijo mío, los sujetadores y las faldas largas lo utilizo solamente cuando salgo a la calle con tu padre, ya que a él no le gusta que los hombres me miren el pecho y las piernas, aunque sabe que a mi eso me encanta, porque entre otras cosas me excita ver cara de los tíos, y es verdad que los pezones se me ponen tiesos cuando me roza la tela y no digamos nada si son unas manos las que me acarician. Me has dicho hace un momento que te ibas a tirar a la piscina y yo no voy a ser menos y seré la primera en dar el primer paso en esta cuestión, y pedirte que si no es de tu agrado lo que te pregunte, no te enfades conmigo ni pienses que soy una cualquiera; lo hago porque de ayer a hoy me ha parecido ver en tu conducta detalles que me hacen creer que deseas lo mismo que yo, así que... allá va: ¿Me has mirado alguna vez más como mujer que como madre? ¿Has soñado que realizabas conmigo algún acto sexual? ¿Deseas tomarme entre tus brazos y olvidándote de todo, desnudarme y acostarte conmigo para practicar el sexo? No me tengas en ascuas y dime que no me he engañado en mis apreciaciones, que no son ilusiones mías ya que he notado que tu miembro viril se pone a cien cuando me miras o sientes mi contacto, y especialmente hoy.
No pude contestar a las preguntas formuladas. Me acerqué aún más a ella, y tomándola por la cintura hice que mis labios se incrustaran en los suyos, que al momento se abrieron para recibir la primera caricia de "su hombre" al mismo tiempo que su lengua se enroscaba en la mía, dando lugar a un profundo encuentro bucal que hizo sentirme en la gloria, no permaneciendo ella inactiva colocando sus brazos entrelazados tras mi cabeza, prolongando el intercambio salival más de lo que yo pensaba que podría aguantar. Separando nuestros labios caímos sobre el sofá, donde retomamos con gran ímpetu el contacto buco-labial, sin articular palabra alguna y emitiendo ella suaves gemidos que denotaban el grado de satisfacción que sentía. Mi mano izquierda se desprendió de su cintura y fue dirigida instintivamente hacia su preciosa camisa malva, intentando atropelladamente desabrochar los pocos botones que quedaban dentro de los ojales, consiguiéndolo rápidamente y quedando al descubierto sus glándulas mamarias, que en principio no veía por estar mis ojos a la altura de sus mejillas manteniendo mis labios ocupados saboreando el néctar de los suyos, pero que en un intervalo de nuestro besuqueo pude admirar la magnitud de los mismas, así como su turgencia; pude comprobar con mi mano la tersura de sus senos y la rugosidad de las areolas de los sonrosados pezones, que estaban erguidos y que inmediatamente atrapé con mi boca, alternando los lametones y mordisquitos de uno a otro y succionándolos como si quisiese extraer de ellos un caudal de leche que alimentase mi irrefrenable deseo sexual. Como es lógico mi polla estaba a reventar y empecé a notar la presencia de líquido preseminal, sobre todo cuando la mano derecha de Marina, introduciéndose por la pretina, cuya cremallera había bajado, me la cogió y empezó a darle suaves masajes de arriba abajo y viceversa. Creyendo que no podría aguantar sin descargar le dije que parase y me dejase un momento, y aunque en principio se negó, cuando le dije que en mi habitación tenía el regalo prometido, que lo fuese a buscar y que yo la esperaría en su dormitorio, abandonó la hermosa tarea que estaba desempeñando dirigiéndose hacia mi cuarto desprendiéndose en el camino de su blusa, dejando su lindo torso al aire, sin que sus senos diesen muestras de flaccidez y dejando expuestas sus envaradas tetas a mi vista, mientras me lanzaba besos con la palma de su mano. Mis pasos se encaminaron hacia el dormitorio de mis padres, pasando antes por el baño, donde con un riego rápido de agua fría casi me bajó la inflamación y despojándome en el trayecto de mi vestimenta, quedando puesto el calzoncillo, tenía unas ganas locas de hacer el amor con mi madre en el lecho donde fui concebido y en el que en varias ocasiones había escuchado como disfrutaba de las acometidas de mi padre y que me habían hecho masturbarme a su salud. Quedé sobre la amplia cama boca arriba, mostrando el medio abultamiento de mi picha de la que había sido dotado por la naturaleza bajo mi slip, en espera de la aparición de la Diosa que me iba a dar placer.
Poco tardó en aparecer mi Afrodita particular y única, cubriendo su cuerpo con el regalo que le había comprado, una negligé de color negro, muy transparente, muy hot, que dejaba ver sus partes pudendas cubiertas con una minúscula braguita del mismo color, y sin nada que tapara sus erectos pechos, adoptando una pose erótica, toda ella sensualidad y dirigiéndose hacia mi me dijo que le había maravillado el regalo que le había traído, que no se puso la parte superior por ser un poco pequeñas las copas, y que se lo pondría exclusivamente para su amante. No pude evitar un escalofrío de placer al ver su semi-desnudez; la lujuria se apoderó de mi y de nuevo mi verga se envalentonó, formando una tienda de campaña bajo la tela que la cubría. Ella subió lentamente sobre mi cuerpo quedando emparejados sus labios con los míos, reconociéndose nuestras lenguas; después de un largo tiempo de intercambio de besos y caricias, mis manos se ocuparon de arrancar literalmente la negligé que llevaba y desgarrando también su braguita, pudiendo entonces mis ojos admirar la espesa mata de pelo castaño que cubría su vulva. De siempre me han gustado ver en las fotos y videos que he visualizado por internet las mujeres sin rasurar su coño, y sin pensarlo dos veces, con decisión, dirigí mi mano hacia la gloriosa espesura, después de haber frotado sus labios mayores con todo mimo no exento de deseo introduje con suavidad pero con firmeza, dos dedos en su raja, que estaba super lubricada por sus propios jugos. Al mismo tiempo Marina hurgaba bajo mi slip intentando que mi verga asomase por la cintura del mismo, y al no conseguirlo, se separó de mi boca, y con ambas manos bajó la prenda y la sacó por los pies, quedando liberado el falo que escondía. Cuando mi querida madre vio lo que su hijo tenía entre las piernas, no pudo por menos que exclamar, con un lenguaje inusual en su boca ¡¡ Dios, dios, menudo pollón tiene mi niño; no he visto otro igual, razón tenía Guada cuando decía que era más grande que la de su marido!! No puedo permitir que esto sea de otra mujer más que mío, me lo he de comer entero, seguro que me voy a correr de gusto en cuanto ese cipote entre dentro de mi chocho. Y sin darme tiempo a hacer nada, su boca engulló a duras penas, pero con glotonería el pedazo de morcilla que su hijo tenía erguido en todo su esplendor. Le costó que entrase en su totalidad, pero era tal el afán y las ganas que tenía que lo consiguió, haciéndome partícipe de una inmensa, inconmensurable, apoteósica y divina mamada, sintiendo la suavidad de su lengua y las delicias de sus lametones en el glande, en tanto yo la ayudaba sujetando su cabeza con mis manos y acompañándola en el vaivén. Notando por mis espasmos que me iba a correr inexorablemente, dejó de chupármela y ejerció con sus dedos una fuerte presión en la base de mis testículos, cortando así la expulsión de mi semen. No dejó que me recuperase, se notaba que estaba muy falta de sexo, y se montó a horcajadas sobre mí, sus boca volvió a tomar la mía, yo le amasaba los melones que estaban casi apoyados en mi pecho; ella fue descendiendo su pelvis muy lentamente hasta que sus labios vaginales sintieron el contacto con mi pene, dejándose caer entonces bruscamente dando lugar a ser introducida con gran fuerza y que le debió doler pero de su boca no salió ni un ay, notándose nada más la total penetración hasta el fondo, haciendo contacto la base de mi aparato y los labios de su almeja. Inició rápidamente un movimiento de arriba a abajo que parecía que me iba a desgarrar, por la estrechez de su vagina y la presión que sus músculos ejercían sobre mi rabo. Jadeaba como una perra en celo, sus manos colocadas sobre mis hombros hacían sobre ellos una fuerza que casi me hacían daño, sus espectaculares tetas bailaban sobre mi torso desnudo. Noté que su cuerpo aceleraba las embestidas y supuse que estaba a punto de llegar al orgasmo, por lo que también mentalmente hice acopia de energía positiva y coincidí con ella en la culminación de nuestro primer polvo, eyaculando toda la leche acumulada durante la semana en el interior de mi linda madre, que cayó desmadejada sobre mi cuerpo. No se había pronunciado ni una sola palabra durante la ejecución de este maravilloso acto sexual, habiéndose oído nada más que el jadeo de una mujer sedienta de polla, sus gemidos entrecortados, el roce de nuestros cuerpos, y el grito final de ambos cuando llegamos al unísono al clímax.
Poco a poco nos fuimos recuperando de la espectacular follada, aunque mi miembro no bajaba totalmente. Marina arqueó la espalda, con sus manos apoyadas en el colchón, y dibujando una maravillosa sonrisa me dijo:
- Hacía muchos años que no gozaba tanto y con tanta intensidad de un buen polvo. Me has hecho tener una corrida de campeonato; jamás podría haber imaginado que podría alcanzar un orgasmo tan fuerte; me parecía que tu pollaza me destrozaba mi interior, pero al mismo tiempo el goce que me producía era indescriptible. Digan lo que digan los expertos, no tengo duda alguna de que SÍ tiene importancia el tamaño de lo que por tu chocho te metas, para mí muchísima, y lo que está dentro aún, es de considerables dimensiones. Tu pájaro no parece que tenga muchas ganas de volver a su estado natural, pero tendremos que darle un descanso o por lo menos a mis entrañas que están agotadas. Anda mamonazo, déjame salir de ti que voy a limpiarme un poco en el baño, y tenemos que comer algo, aunque sea un tentempié, porque después te quiero follar otra vez, dejándote sin una gota de leche, que por cierto has descargado a borbotones golpeando mis paredes internas. Ya noto por tu cara y por lo demás que querrías continuar, yo también lo quiero pero piensa que tenemos mucho tiempo por delante para que gocemos el uno del otro. Vamos cariño mío, deja a la puta de tu madre ir al baño a asearse un poco y después a preparar algo en la cocina.
Dicho esto, flexionando sus piernas con las rodillas en el colchón, intentó deshacer la unión que entre ambos existía, pero tomándola por sus nalgas no la dejé izarse iniciando un nuevo movimiento de ascenso y descenso de su cuerpo, observando como sus melones se bamboleaban a pesar de su turgencia, con un movimiento delicioso y sensual. Consiguió no sin esfuerzo, zafarse de mí, antes de que yo me corriese nuevamente y en el instante en que esto sucedía pudimos comprobar los dos que de su coño salían sus efluvios mezclados con mi esperma, siendo tal cantidad que chorrearon por la parte interna de sus muslos cayendo parte de ellos sobre mis genitales y sobre las impolutas sábanas del lecho conyugal. Le rogué que no se fuese, que no necesitábamos comer nada, que estaba deseoso de volver a metérsela con su chumino impregnado de los líquidos dimanantes de nuestro primer encuentro sexual. Desde ayer me sorprendía el lenguaje que mi madre usaba conmigo en todo lo referente al sexo, la verdad es que me complacía que ella se expresase con unos términos tan vulgares que rayaban la obscenidad, aunque me di cuenta que era normal en esos trances ya que yo también los había empleado instintivamente, y que a ambos nos excitaba oírlo. Pudo al fin dirigirse desnuda al baño, donde la seguí también en pelota picada con mi rabo en estado de media erección, colaborando activamente en la limpieza de sus partes y de las mías, y al tiempo que nos besábamos ardientemente nuestras manos no cesaban de explorar todos y cada uno de los recovecos del otro, produciéndonos sensaciones placenteras, acompañadas por risas y sonrisas y algunas frases más bien fuertes que menos: Me produjo un delicioso deleite cuando sus labios atraparon nuevamente mi pija haciendo con unas suaves succiones y movimientos que se enderezara hasta llegar a estar como un mástil y alternaba la chupada con el uso de sus manos para la realización de una mini-paja, y digo esto por no consentir ella que me vaciase, diciendo que me tenía que reservar para luego. Del baño pasamos a la cocina donde continuamos con nuestros juegos mientras preparábamos algo para comer, me situaba a sus espaldas mientras cocinaba y con la punta del glande circundaba su chochete, que no cesaba en su ardor uterino, introduciendo en ocasiones la puntita de mi bálano, lo que hacía que se estremeciese toda ella y a pesar de su fuerza de voluntad para no copular de nuevo, echaba hacia atrás su culo para que se la metiese, pero ahora era yo quien se contenía y no la dejaba, al mismo tiempo que mis manos estrujaban sus pechos con intensidad, pero con dulzura, tiernamente, notando la erección de sus pezones. A pesar de la calentura que teníamos, conseguimos terminar la comida, dirigiéndonos al salón por así quererlo ella, ya que por mi parte nos iríamos al dormitorio directamente, pero mi madre era mujer muy inteligente y sabía lo que sucedería si retrasaba el follisqueo, por lo que en el salón nos limitamos a muchas caricias, muchos roces, muchas palabras soeces que parece nos excitaban grandemente, muchos besos, y muchas simulaciones de coito pero sin llegar a consumar y siempre atenta ella a mi estado para parar cuando notaba el menor atisbo de que me podía derramar. Serían aproximadamente las 19,00 horas y cuando estábamos tan ricamente ocupados en nuestro goce, el teléfono sonó, siendo una llamada de mi padre desde Canadá; estuvieron charlando y mientras intenté una penetración, pero a pesar de estar conversando con una mano no me lo permitió; le dijo a mi padre que estábamos divinamente, que la televisión que veíamos era un rollo y que por eso nos entreteníamos con otras cosas, que ya le contaría que le tenía preparada una sorpresa para cuando viniese, que creía ella que le gustaría y que me pasaba el teléfono para que me saludase, pero poco rato que las llamadas eran muy caras; así lo hizo y mientras dialogué con mi padre, ella, Marina, mi madre, empezó a chupármela con glotonería pero como si fuese una experta, y cuando iba a colgar por estar a punto de vaciarme en su boca, se retiró y al igual que la vez anterior, con una mano apretó fuertemente mis huevos no permitiendo que mi esperma asomase al exterior, permaneciendo dentro de mis pelotas, y con la otra tomó el auricular y se despidió de su marido diciéndole: " hasta que vuelvas cornudo mío, te quiero hoy más que ayer, tu hijo y yo estamos desnudos en el salón, y ya te contaré todo" Me dijo que si me parecía bien nos iríamos a la cama, pero que le asegurase que no tendríamos relaciones completas hasta que no llevásemos un rato largo, puesto que ella no era partidaria del polvo rápido, del aquí te cojo y aquí te mato, que prefería unos largos prolegómenos que nos dejasen listos para las acciones amatorias, a no ser que yo la viese solamente como una hembra para follar; que a mi no me contemplaba así, ya que me quería, no solo como hijo, que eso era innegable, sino como hombre, que sin darse cuenta se había enamorado de mi y que desde hacía pocas horas había pasado de ser un amor platónico a convertirse además en un amor pasional que le hacía desearme totalmente, que me consideraba como su semental y más al ver la herramienta que calzaba.
Mientras la tenía entre mis brazos, le dije que sus palabras me hacían comprender que el amor que nos unía era además de filial un amor de hembra a macho y viceversa, que la veía como mi queridísima amante siendo mi anhelo hacerla todo lo feliz posible; que su cuerpo de hembra caliente me había cautivado haciendo aflorar en mi sentimientos hasta entonces desconocidos, que en pocas palabras: podía hacer de mi y conmigo lo que se le antojase, que era su esclavo, que su olor me embriagaba , que me follase cuantas veces quisiese y que mi amor por ella sería eterno. Además le dije lo que me gustaba oírla decir esas guarrerías cuando estábamos disfrutando, que me ponía aun si cabe más caliente y que creía que a ella le agradaba que se las dijese yo también, que si no era así que me perdonase pero que salían de dentro de mi. Nos dirigimos a su dormitorio, y sobre las manchadas sábanas reiniciamos nuestras caricias amorosas, nuestros excitantes besos por todas las partes de nuestros cuerpos, haciéndonos gemir de goce, no consintiendo mi madre que la penetrase por el culo ni que mis labios se comiesen su clítoris aunque tuvo varios orgasmos con mis mastubaciones manuales, diciéndome que aunque me amaba profundamente y me deseaba bestialmente, esas acciones las dejaría para otro día. Si que puedo decir que la noche fue abundante en escarceos amorosos, en antológicas mamadas de polla y que ambos, Marina y yo, nos corrimos varias veces al unísono, quedando extenuados a media noche. Puedo manifestar que los días que tuve de permiso fueron apoteósicos en cuanto a sexo, que cada día quiero más a Marina.