Marina, la sumisa de su secretario.
Marina, sumisa, tiene un encuentro con su amo en el despacho de su oficina.
Marina era alta y delgada, pero con formas, un culo respingón asomaba bajo su falda negra de lápiz, y dos pechos firmes se dibujaban debajo de su camisa roja, del color del fuego y de sus labios. Llevaba la melena por la mitad de la espalda, larga y ondulada. Se movía por los pasillos de la oficina con descaro a veces, pero siempre con clase, soltura y elegancia, moviendo sus caderas anchas, pero nunca demasiado, y mirando por el rabillo del ojo a sus compañeros, que muchas veces levantaban la cabeza del ordenador para observar a esa morena de grandes ojos castaños y sonrisa agradable.
Estaba soltera, y disfrutaba de ello. Marina era morbosa incluso lujuriosa, le gustaba el sexo y nunca se quedaba sin un orgasmo. Hacía todo con entusiasmo y pasión, aún más el sexo, lo disfrutaba hasta ella sola en noches frías y sin compañía. Llevaba un año en la empresa, un año que habia cambiado su vida. Su sexualidad se habia extendido a fronteras que ella ni imaginaba, experimentaba el dolor y el placer, el servilismo consensuado y sobre todo, un sexo más fuerte, violento, con pasión, con fuego, como ella y sus labios. Todo gracias a su secretario, ese hombre aparentemente tan discreto la había convertido en una sumisa, una mujer nueva, que se conocia mejor y disfrutaba más y más, siempre más.
Ese día era caluroso, sería mayo o junio, y ya se acercaba el verano.
Marina no llevaba bragas debajo de su vestido rosa claro, ceñido en el pecho y un poco evasé hacia la falda. El le había dicho que se vistiera asi, ahora mandaba su compañero y a ella le gustaba. También llevaba sus bolas chinas dentro de ella, que cada vez hacian que se mojara más a cada movimiento. Tenía ganas de verle, de que le tocara y le azotara como solo el sabía, justo en el clitoris, haciendo que temblase justo antes del orgasmo. Volvía a su despacho despues de una reunión, donde muchos ya habian posado sus ojos en sus pechos y su corto vestido y donde ella habia dado un poco de juego, con la mirada, pero nada más.
Ya estaba en su despacho, sentada y sola, con las persianas medio bajadas, en esa media oscuridad no pudo evitar apretar fuerte las piernas para sentir más pegadas las bolas chinas y poco a poco meter su mano por debajo del vestido. Tocó su clítoris y sus labios, estaban hinchados, excitados, con ansias de caricias y toqueteos. No pudo evitar parar en su clitoris y masajearlo con un dedo, muy levemente, él no había prohibido que no se tocara. De pronto, llamaron a la puerta despertandola de esos escasos minutos de placer, carraspeó y se levantó para abrir. Era el, su amo, venía a cumplir su cometido del dia, con lo que ella soñaba y esperaba durante sus horas de trabajo, mojada, sin bragas y muy caliente.
-Marina... estas preciosa con ese vestido, tengo ganas de ver lo que hay debajo. ¿Me lo enseñas?
Ella le miró con brillo en los ojos, sabía que estaba excitado y ansiaba sentir cerca su miembro grande y duro. Se quitó el vestido, quedandose solo con el sujetador en medio de su despacho. El se acercó, la besó lentamente y luego con más fuerza, mordiendo sus labios y metiendo su lengua en la boca de Marina, que jadeaba pasando sus manos por la espalda de su amante, llegando hasta su miembro, que empezaba a endurecerse. Se separó de ella y dijo con voz queda:
-Hoy te he mirado varias veces, todos te desean en la oficina, pero solo eres mía y eso me pone muchisimo. Me pone que vayas por ahi sin bragas, zorrita, me pones tú.
Empezó a recorrer su cuello con la boca, dando a veces pequeños mordiscos, hasta llegar a la altura del pecho, donde quitó el sujetador y masajeó sus tetas, apretando los pezones y retorciendolos, tirando de ellos hasta que se pusieran duros. Marina susurraba, jadeaba y se dejaba llevar en ese sexo tan poco convencional que le gustaba cada día mas.
-Arrodillate, Marinita, dale placer a tu amo, sabes como hacerlo, princesa.
Marina lo sabía hacer perfectamente, y disfrutaba oyendo gemir a su hombre. Bajó la cremallera de su pantalón, y vió que su miembro ya estaba del todo erecto, lo tocó timidamente primero, hasta que se lo metió en la boca y empezó a chupar. El le cogió la cabeza y empujo más hasta el fondo de su garganta, mientras ella continuaba chupando y succionando su miembro cada vez mas mojado por su saliva. Marina seguía mientras oía jadear a su amo y empujar su miembro, cada vez mas rapido, ella tragaba y tragaba, chupaba todo el pene en su boca. De pronto él paró. Supo que ahora le tocaba tener placer a ella, por lo que se quedo de rodillas, esperando aun mojada órdenes, frases, mensajes o gestos de su amante.
-Ponte de pie, la has chupado muy bien perrita, pero no es suficiente, hoy tu comportamiento ha sido excesivo. Tumbate encima de la mesa.
Ella se levantó, se quitó los tacones y se tumbó en la madera de su mesa de despacho, apartando papeles y su ordenador.
-Bien, muy bien, tienes un cuerpo precioso, putita mía. Abre las piernas, veo que tienes tus bolitas aquí metidas... Sabía que las llevabas, eres una pervertida Marina, vas a saber lo que es bueno en unos instantes.
Sacó de un armario cerrado una fusta negra, de cuero, con la que empezó a azotar sus pezones, ordenando que no se moviera. A Marina le dolía ya que empleaba más fuerza que otras veces, pero a la vez le gustaba, sobre todo estar tan expuesta a el, mojandose por esas bolas en su vagina. Bajó hacia el vientre por el que el solo pasó la fusta, y dió unos cuantos azotes a sus muslos, mientras besaba y mordia los pechos de su sumisa enrojecidos por los fustazos. Su pene seguía duro, y el tenia ganas de ella, de sentir su interior, pero primero queria jugar más.
Llegó con la fusta a su clítoris, donde dio pequeños azotes muy seguidos, haciendola temblar y gemir más.
-Calla, aún no puedes gritar.
Acto seguido le tapó la boca con un trozo de cinta adesiva que encontró en otro armario del despacho. Seguía dando fustazos a su clitoris mientras pellizcaba sus pezones y a veces sus muslos. Marina subada, gemia, se mojaba cada vez más. Sentía mucho placer. Estuvo un rato asi, hasta que su amo decidió que el castigo era suficiente, sabía que Marina deseaba correrse, tener un orgasmo, ya era suficiente la espera. Dejó la fusta en el suelo y masajeó su clitoris, besó sus muslos dandole a veces algunos azotes. Mientras tocaba el clitoris de Marina con mas fuerza, en circulos, le quito las bolas chinas rapidamente, haciendo que gritara su sumisa de placer, vió lo mojada que estaba, quería tener un orgasmo con ella. La acercó al borde de la mesa, quitandole la cinta adesiva y ella abrió más mas piernas, preparada para recibir la polla caliente de su amo.
El la penetró profundamente, metía y sacaba su miembro, hasta el fondo, siempre con violencia y ganas. A Marina a veces le dolia, pero luego simplemente gritaba de placer y pedía más. Ella tocaba su clitoris, ya que sabía que a el le encantaba ver como se tocaba. Siguieron, gimiendo, sudando, moviendose al compás de las embestidas y moviendo a su vez la mesa del despacho.
Llegaron los dos al orgasmo poco despues, ella con un grito y apretando las piernas en torno a él; él, sujetandola del pelo, mordiendo su oreja y vaciandose en su interior entre jadeos.