Marina, infiel consentida (09)

De viaje a un Congreso en el Caribe, inicio una nueva aventura infiel con un colega de mi marido y con su ayuda.

Después de las experiencias bisexuales, anales y lésbicas con el doctorcito, el choquito arrecho y mi adorable sobrina, volví unas tres veces más a visitar el escritorio del doctorcito, no volví a ver a la novia, la que según el doctorcito, estaba cada día más puta ni al violador que, según el doctorcito, antes le había contado de nuestros encuentros y esto lo entusiasmo, la verdad es que no se si se pusieron de acuerdo, para la violación, pero después de un tiempo no volví a aparecer por ahí, a los 6 meses más o menos, cuando pase por la oficina, estaba vacía y el doctorcito había desaparecido, lógicamente no pregunté nada y me fui con mi arrechura a otro lado.

Con mi marido, óptimo como siempre sus arrechuras me ponían a mil, pero después que le conté de la violación se dedicó a insistir más en mi culito. El día de la violación intentamos hacerlo, pero me dolía tanto que no pude resistir, así es que ese día fue lo normal, pero después ya la sensación de dolor era mayor que antes y no quise más, supongo que algún daño me hizo el desgraciado. Él andaba con una dama mayor que el con pinta de media putona, pero muy linda, muy imponente, la conocí porque me la mostró en la calle, él decía que era una buena culeadora y la pasaba bien, en definitiva las infidelidades consentidas eran mutuas, con una buena ventaja, cuanto mejor se lo tiraban, venia y nuestras sesiones sexuales eran mejores, mis cuernos me adornaban bien y… me sentaban.

Mis puteríos ya duraban unos 6 años, varios amantes pero solo 3 que valieron la pena, el venezolano, el camba del jeep y el doctorcito, pues creo que al violador hay que ponerlo en la categoría de violador nomás y no en la de amante. Aunque en un correo que recibí de uno de los amables lectores que me escriben, desde una posición algo técnica explica que eso no fue violación, pero de todos modos, como título y descripción sirve y por otro lado yo no lo busqué, el desgraciado tenía toda la intención de violarme, que me haya gustado, es otra cosa.

Mi marido tenia un viaje a un congreso en otro país de este bello continente nuestro, así que dispusimos maletas y volamos a pasar en playas y congreso (lo primero más que lo segundo), nos alojamos en un hotel 5 estrellas, muy bueno y lo primero que hicimos fue pegarnos una buena culeada, como estrenos de la habitación. Ésta habitación era como toda habitación de 5 estrellas, amplia con una cama King Size un pequeño sofá de entre 2 a 3 personas, el consabido mueble escritorio, etc.

El congreso era de 5 días, temas técnicos del trabajo de mi marido que no le entiendo nada. Al segundo día pasamos a visitar la exposición de materiales y equipos del congreso, habían promociones de todo, de varios países nuestros y del otro lado del charco, en uno de los stands nos pusimos a conversar con el dueño de una industria argentina, Ariel era su nombre, Ingeniero como mi marido, un colega, muy elegante de unos 40 años y agradable, una elegancia con sencillez mientras mi marido miraba alguno de los productos me largo un par de piropos muy elegantes y sugestivos, lo cual me agradó mucho y me hizo llamarme la atención mejor del hombre (ésa es la cualidad del piropo), de contextura media, ni grueso ni delgado, se lo sentía fuerte, debe hacer ejercicios o algún deporte, el pelo lacio, con una nariz algo aguileña, abundante barba, pero muy bien rasurada y andar muy firme. Al piropo le respondí con una sonrisa, que pretendió ser, picaresca y le dije:

  • Gracias hombre, que galante que sos.

No fue más, paseamos entres todas las muestras, varios piropos, al lado o a espaldas de mi marido, especialmente de dos alemanes que me los largaron en ingles, como mi marido no le hace mucho al idioma de Shakespeare así que cuando nos retiramos tuve que traducirle, bastante farsante mi explicación, pero era agradable, no soy una modelo pero sé que soy linda y mis curvas, les atrae a los hombres. Mi marido orgullos como un pavo me plantó un beso de los buenos. Después nos fuimos al hotel, lógicamente que a pegarle otra culeadera, como en luna de miel.

En la tarde, nos fuimos a la playa muy amplia y con una regular cantidad de gente, de todo tipo, hacia un sol maravilloso y pretendía broncearme bien.

Vaya la casualidad, o el destino ahí lo encontramos al gauchito, con otro grupo de sus compatriotas, de nuestra edad casi todos, congeniamos muy bien y seguimos, como habían dos damitas de muy buen ver, mi marido se dedico a darles charla muy coqueto y como las otras le daban cuerda el siguió, con una buena costumbre, reclamada por mi y atendida por el, nada de descuidarme, su esposa soy yo, sus libertades y las mías son sin faltarnos al respeto. El caso es que Ariel me largaba algunos piropos de cuando en cuando, muy discreto y yo sonreía con mucho coquetería, manteniendo distancia y, por ultimo, que le cueste al gauchito, se lo veía muy bien, no flaco, pero con los músculos en su lugar, como ya había apreciado en la expo.

Con las amiguitas gauchas nos pusimos a broncearnos, una de ellas se quitó el corpiño y como más de la mitad de las mujeres de la playa estaban con las tetas al aire, aunque me costo hacerlo, para poder mejorar la conquista de Ariel, me paré, para que todos me viera, sin mirarlo, me quite el corpiño del bikini y me lo retiré muy lentamente, sin parecer un striptease pero buscando sensualidad y que Ariel pueda verme, volví a echarme de espaldas y pasamos como una hora, con las nuevas amigas conversando de todo, mientras los hombres caminaban por la zona, supongo que mirando otras tetas, pero a Ariel lo descubrí mirándome un par de veces y otras tantas a mi marido, con cara de lujuria de ver a su putita expuesta y de conquista.

Terminada la tarde de playa combinamos para encontrarnos, todos, para un show en el mismo hotel, música y variedades. Mientras nos preparábamos para pasar una buena noche le comente, a mi marido que tenia ganas de comérmelo al gauchito, cosa que él ya se había dado cuenta y lo dejó muy entusiasmado aunque él me comentó que las gauchitas estaban de calienta bolas, nada más y que luego vería que hacia. Una vez listos, él de blazer, remera y pantalones formales, semi elegante y muy buen mozo y yo muy sexy, con una sola prenda de vestir, el vestido blanco muy escotado, sin sostén, la tanguita diminuta y del mismo color del vestido, los zapatos y pocas joyas, solo las necesarias, pues en la guerra molestan, después de un buen piropo y una manoseada de tetas por parte de mi marido, que me dejó muy caliente salimos, ambos en preparativos para la batalla, sabiendo que nos tocaba una noche de infidelidad mutua.

El show fue bonito, la pasamos muy bien, el lugar estaba lleno, muchas mujeres muy bellas, de todo tipo, desde las elegantes y formales, hasta las putas jovencitas en busca de machos platudos. Después de varias copas, yo estaba algo mareada, por los tragos y los piropos del gaucho que se había sentado a mi lado, como de casualidad, mi marido no les dio corte a las otras damas y se quedo viendo la conquista de Ariel, muy agradable todo. Al final salimos y en la puerta dije en voz alta que estaba cansada y tenía sueño, mi marido insistía en ira a una disco y yo seguía en lo mío, hasta que quedamos que me acompañaba a la habitación y el se iba con los otros de parranda, todo ello a oídos del grupo. El mensaje a Ariel fue directo y dio en el blanco, sonso no era. Cuando llegamos a la habitación mi marido, me deseó suerte y se fue.

A los quince minutos después que me había quedado mirando tele con solo mi camisón, uno sexy, a media pierna, medio transparente, color negro, muy de puta y con tacos aguja, llamó Ariel.

"¿Estás sola?" me dijo y yo contesté afirmativamente.

"Así es", le respondí.

"¿Paso por tu habitación?", fue la segunda pregunta, y la respuesta fue igual que la anterior.

Mi corazón saltaba a mil por hora, parecía quinceañera, me arreglé un poco y en menos de un minuto sentí los golpes en la puerta, como la había dejado solo apoyada, esta cedió y el pasó directamente, yo salí a recibirlo, tan solo cerrarla se me acercó y me plantó un beso de novela, continuando con sus halagos a todo lo mío, me tomó de una mano y me hizo dar una vuelta, con un silbido de admiración, volvió a abrazarme y nos fuimos a la cama, era un maestro en la cama, medio al costado mío y medio montado comenzó besarme toda, fue retirando el camisón, con mucha calma entre besos y masajes por demás acertados en cada lugar que más me estremecía. Sus manos volaban por todo lado, mientras acariciaba mi rostro o mis tetas, con la otra mano sobaba mis piernas, mis nalgas, mi estómago, etc.

Después del juego inicial, ambos muy calientes fui ayudándolo a desnudarse, hasta que quedó solo el calzoncillo, dentro de éste su paloma bien dura luchaba por salir de la prisión, para esto soy buena lo saqué rápido, el estaba echado y no fue difícil, la paloma quedó muy cerca de mi cara así es que lo tomé y con mucha suavidad inicié una mamada buena, mientras el se giraba y buscaba mí sapito que chorreaba de tanta calentura, iniciamos un 69, yo arriba y montada sobre su cara, fue delicioso me besaba todo desde la clica al culito, de vez en cuando se detenía a morder algo, o chupar la clica, después metía la lengua en el culito y alternaba con el coñito, como mis pelos son recortaditos, sin rasurarlos, no molestan y permiten sentir todo, sus dedos comenzaron a bailar por ambos huequitos y se dedicó a chupar la clica, cuando metió un dedo en mi vagina me llegó un orgasmo suave y largo, sin detenernos seguimos chupándonos, mi calentura nos llevaba al cielo, yo chupaba el troco y la cabezota, mordisqueaba un poco y pasaba a sus bolas, luego volvía a la paloma, jugando con todo y llenándolo de saliva, con toda mi arrechura al extremo de un volcán.

Cambiamos de pose y yo pasé a montarlo, me la metí con gran placer, una paloma de regular tamaño, una buena cabeza y durísima como de adolescente, fui bajando lentamente, con mi hueco lubricado al máximo entro con facilidad y fui gozando de la penetración y después me fui moviendo en un vaivén sexual, como me gusta tanto. Con el metisaca de arriba abajo, mientras él me sobaba las tetas, me acariciaba la cintura, me tomaba de las nalgas y las abría para que entre mejor, era una delicia. Comencé a moverme rápido y me llegó el segundo orgasmo muy fuerte y profundo por lo que caí al costado desmadejada, el se incorporó y, sin esperar un descanso, me dio la vuelta y me acomodó de perrito, me metió la paloma en la vagina y se dedicó a hurgar mi culito, el segundo orgasmo fue solo una continuidad, no me entendía, no se en que momento fue que me volvió a tumbar y me puso de espaldas, abrí las piernas lo mejor que pude, cuando entró lo abracé con las piernas, el me pasó un brazo por debajo la cintura y el otro por la espalda sosteniendo un hombro, solo podía moverme a su ritmo y entramos en un bombeo al unísono, bien sincronizados, como si hayamos culeado de toda la vida, llegamos juntos al final, el descargó toda su leche dentro mío, pues de tan puta y arrecha, nos olvidamos del condón.

Descansamos un buen rato, conversamos de nuestras vidas, nuestras ciudades y después de una media hora, aunque él buscaba la segunda le pedí que se fuera pues podía regresar mi marido y deseaba descansar para su llegada y poder tener la sesión que me iba a dar. El gauchito se fue, así es que se vistió, me dio un beso de lengua, de los que sabe darlos y se fue. Para esto ya habían pasado unas 3 horas de que se fue mi marido, me eché en la cama, sin bañare y soñando con la paloma de Ariel me dormí, en eso estaba hasta que sentí un beso en la boca, desperté y era mi marido echado a mi lado.

Me besaba con mucha suavidad y me decía;

"Oles a puta recién culeada", me acerque y le di un beso,

"Así es, y… bien culeada" y entonces sentí su aroma y continué,

"Vos también oles a puta, ¿estuvo buena?".

Resulta que en la disco pilló una española, madrileña, azafata de Iberia que se enredaron rápido, como la disco estaba en el mismo hotel donde ella se alojaba, bajaron y se dieron un buen pase de sexo, pero el hombre, pensando en mi infidelidad (consentida) quería guerra conmigo y después de contarme, muy rápidamente su historia y cuando yo le contaba la mía nos pusimos a mil, le puse solo una condición, primero me la chupa bien para limpiarme bien el semen de Ariel, pues no me había lavado después del tire y solo me eché y gocé con su esperma chorreándome, había dejado todo el aroma y la sensación de ramera para que me lo sintiera, además el semen argentino ya estaba seco.

No se hizo rogar, me limpió entera, baño de cuerpo entero y terminamos como bestias, él pensando en la madrileña y yo en el gaucho, una culeadera internacional. Pero esto no acabó ahí antes de dormir me pidió verme tirando con Ariel, si era tan bueno, el tenia que verlo, no lo acepte, pero me dormí pensando en el morbo de tirar mientras me miraba mi amante principal, mi macho.

Al día siguiente dormí hasta tarde, mi marido se fue a las conferencias y nos encontramos en el comedor, almorzamos muy bien, yo vestía discretamente con pantalones anchos y blusa que tapaba todo. Al terminar de comer me repitió su propuesta, salimos a pasear por la ciudad en grupo, de Ariel ni su sombra aparecían, después me dijo que no quería verle la cara a mi marido, por vergüenza,… si el supiera todo…. Hacia el final del paseo, plazas, monumentos, puerto, etc., lo de costumbre, muy bello si, le dije a mi marido que aceptaba su propuesta:

"Mi amor, de acuerdo, acepto tu propuesta, yo de puta y vos de cornudo mirón, pero con una condición, podemos hacerlo, solo si te escondes, que Ariel ni se entere, es mejor para los tres, voy ha hacerte un show de novela, ni a la más puta del mundo la veras as’".

Él estuvo de acuerdo.

Como la historia de la madrileña con mi marido era conocida por el grupo de hombres, Ariel se enteró de esta aventura así es que en la noche, a eso de las 21:00 lo llamé y le comenté que mi marido se había ido nuevamente de parranda y que viniera, la historia le cayó justa y creíble, se supone que iba a buscar guerra por Madrid, sin embargo el plan era otro, mi marido se sentó en el balcón, en un rincón que le permitía ver la cama, con la cortina cerrada y una persiana también cerrada pero con el espacio suficiente para ver desde afuera, yo me comprometí a no apagar la luz para que no lo vea, ideal para que se pueda hacer todo.

Después de la llamada, como la noche anterior, no tardó nada en llegar esta vez la puerta estaba cerrada y salí a abrir, de inmediato nos enredamos en un beso y medio andando y medio tropezando nos fuimos a la cama, sin mediar palabra me desnudó, y yo a él también e iniciamos la sesión de sexo, un poco más desenfrenada que la noche anterior, el bestia estaba a mil y con la paloma más dura que la noche anterior, hicimos de todo, un buen 69, de perrito, lo monté de todos lados, nos revolcamos en la cama como animales, estuvimos más de una hora en el trabajo de satisfacernos yo tuve varios orgasmos, suaves y medios, de los que no consumen energía, de vez en cuando miraba a la ventana del balcón y no apreciaba nada, así que continuaba, por último me puso de espaldas, él parado en el piso al borde la cama, donde mejor podía apreciar mi cornudo mirón, me levantó las piernas a los hombros, entro con fuerza hasta el fondo, e inició una bombeada buena y coordinada con mis movimientos, el orgasmo final me fue llegando de a poco fui sintiendo el calor desde mi sapo a todo el cuerpo, cuando ya estaba lista le avisé a Ariel:

"¡¡Me voy, me voy…. Llename de tu leche!!"

Y me descargó todo, me volvió a llenar el sapo con su leche, cayó exhausto a mi lado, medio fuera de la cama, casi sin fuerza, para continuar el show me acomodé y me puse a lamerle la paloma que quedó, mezclado con mis jugos,., se la limpié completamente, quedó a media asta, media morcillona y el pobre hombre no tenía fuerzas para nada. Después me metí a la ducha, esta vez me lavé bien y salí rápido, Ariel ya estaba vestido, quería irse rápido, me dijo:

"No vaya ser que llegue tu marido y nos descubra".

Consciente el pata’ e lana de su situación, así que con un buen beso de lengua se fue.

Como mi marido no salía fui a buscarlo al balcón. Estaba sentado en la silla que habíamos dispuesto con anticipación, desnudo y con la mano en la paloma, con una paja, que dijo que fue muy suave para poder llegar a la culeada final, la escena me gustó mucho y volvió a levantarme la temperatura, mi mejor amante pajeandose por mi culeada, buen mirón, al final. Ahí mismo, en el balcón del hotel, con toda la ciudad y el mar a la vista, me arrodillé y me puse a chuparle bien, lo monte y continué con mi culée era de dos noches seguidas, terminó ahí mismo y el cosquilleo de su semen entrando en mi sapo me llevó al enésimo orgasmo de la noche, fue maravilloso, de verdad había gozado con dos hombres que saben de sexo.

El congreso terminó, mi marido ni se enteró nada de la madrileña, que había servido de buen pretexto y de Ariel es otra historia cuando fui de viaje a Argentina y estuve unos días en Córdoba, pero es otro relato.

Marina

marinalopezpaz@gmail.com