Marina
Dejé de ver a mi Tia durante algun tiempo, pero en un reencuentro las circunstancias me permiten alcanzar mi caro sueño de poseerla sexualmente y hacerla mia hasta la fecha.
Marina.
Entiendo que la experiencia de la que les voy a contar no es algo que se presente con frecuencia, pero también se que en nuestro mundo cada vez mas nos encontramos con situaciones que vemos con mas normalidad; y es que para mí, la experiencia mas electrizante en materia sexual ha consistido en una relación incestuosa, en la que una de mis Tías ha venido a protagonizar una aventura que aun ahora continua.
Soy Mexicano, vivo en el centro del país, y desde edad temprana me di cuenta de la gran atracción que en mi ejercían las mujeres mayores, sorprendiéndome aun mas por el hecho de que muchas de estas mujeres eran parientes cercanas a mi, principalmente mis tías; pronto ellas se convirtieron en el tema principal de mis fantasías sexuales; aunque con todas fantaseaba, nunca esperé que alguna de ellas pudiese ser mía en realidad, pero la vida nos depara sorpresas agradables a veces.
Todo comenzó allá por la segunda mitad de los años 80s, cuando yo contaba con 18 o 19 años; mi Tía Marina había permanecido fuera del seno familiar por mas de 6 años, pues su marido la había llevado consigo a otra entidad en el norte del país donde él había conseguido un buen empleo; a través de cartas nos habíamos enterado que ella no pasaba buenos momentos que digamos debido a la afición a la bebida y a los prostíbulos que él cada vez escondía menos; por esta razón había perdido su empleo, y ahora regresaban al terruño para tratar de recomenzar; mi tío se quedó unos días y luego se movilizó a la capital del estado para ver lo de posibilidades de empleos allí, sin embargo su ausencia se prolongó por días y semanas; para entonces yo, aunque estaba ya comprometido con una chica de mi barrio, comencé a darme cuenta de que de nueva cuenta mi Tía comenzaba a llamar otra vez mi atención; aunque mas grande, ella mantenía un enorme atractivo físico; para entonces comenzaba a rizar su cabello corto, y aunque usaba poco maquillaje, su rostro lucia siempre atractivo, adornando su sonrisa con un lunar a la Marilyn, sobre la parte izquierda de su labio superior; aunque siempre usaba ropa holgada, su andar dejaba adivinar unas piernas fuertes y bien torneadas, así como unas nalgas amplias y bien formadas; los escotes casi nunca la adornaban, pero sus grandes senos se movían delicioso cuando ella caminaba; yo me pasaba cada vez mas tiempo con mis primos, pero con la secreta intención de poder estar cerca de ella.
No obstante, ante tanta insistencia de mi parte ella empezó a darse cuenta de mi fijación hacia su persona; después de algunas ocasiones en las que me sorprendió observándola extasiado, me di cuenta de que ella ahora se mantenía mas pendiente de mi actuar, por lo que me di cuenta de que a ella ya no le era ajena mi actitud hacia su persona; al principio me dio pena, aunque me di cuenta de que ella mantenía en secreto la situación; sin embargo a mi lo que me importaba era llenarme con su presencia, por lo que a mi vez persistí en estar cerca de ella; con el paso de algunos días, la situación comenzó a cambiar un tanto; ahora ella parecía divertirse con el juego aquel en el que trataba de sorprenderme mientras la observaba, y cuando lo lograba lo celebraba con una discreta sonrisa; el día que me di cuenta de esto, mi emoción subió como espuma por las posibilidades que en mi cabeza se abrían, pues me di cuenta de que ella ahora disfrutaba de la situación sin ofenderse o sentirse incomoda; yo comencé a albergar esperanzas y a tratar de establecer una estrategia en pos de ella.
Un día me encontraba con algunos amigos en la plaza de nuestra pequeña ciudad, eran las primeras horas de la tarde y comenzaron a formarse grandes nubes que en un rato ocultaron el sol; en lo que seguíamos charlando y despidiéndonos, comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia; anticipamos el inicio de una fuerte tormenta, por lo que con rapidez cada quien se dirigió a su casa; al bajar las escalinatas hacia el malecón la vi; mi Tía Marina llevaba dos pesadas bolsas con víveres y trataba de apretar el paso para escapar de la lluvia; con gran emoción la alcancé, no sin antes deleitarme con su figura vista por detrás, luciendo una bonita falda de pliegues floreada, y una blusa sin mangas de color beige.
Con presteza me acerqué por detrás y la sorprendí tomando una de las bolsas que cargaba; ella reaccionó con alegría cuando vio la ayuda, así que con mas prisa seguimos el camino; la lluvia arreció rápidamente por lo que a unos metros ya íbamos bastante mojados; nos apresuramos a llegar a una alameda y nos guarecimos bajo los árboles; el agua que caía era mucha, así que tratamos de acomodarnos de tal forma que nos cubriéramos detrás de los troncos.
Una vez ahí tomamos algo de respiro y ella me saludó besándome en la mejilla; no dejábamos de reír ante la situación, pues no parecía que la lluvia amainara pronto, así que tratamos de tomarlo con calma; la visibilidad era cada vez menor por tanta lluvia y cuando sintió el frío por la humedad de sus ropas, ella se me acercó y se pegó a mi con toda naturalidad; yo la sentía temblar y al mismo tiempo no podía dejar de percibir la tibieza de su cuerpo tan cerca; constantemente cambiábamos de posición alrededor de aquel árbol, pero en cada ocasión ella volvía a apretujarse contra mi; yo sabia que difícilmente tendría otra oportunidad de acercarme mas, así que tras preguntarle tontamente si tenia frió, ella me respondió afirmativamente con voz entrecortada y sonriendo cansadamente, y yo tratando de aparentar calma y naturalidad le eché el brazo sobre los hombros; con delicadeza la jalé hacia mi y ella se dejó abrazar; se colocó frente a mi, dándome la espalda, por lo que por sobre mi pelvis pude sentir la firmeza de sus redondas nalgas; por su temblor o por lo que haya sido, a mi me pareció que ella frotaba su trasero contra mi pene, y la excitación comenzó a subir de tono en mi cuerpo, pero ella no se movió y me permitió abrazarla muy estrechamente.
Para ese momento las calles desiertas eran un vendaval con el agua en un alto nivel y la visibilidad era casi nula, por lo que aunque nos mojábamos constantemente, me sentí seguro y el valor comenzó a aparecer en mi; el aroma de su cabello de deleitaba, y yo aproveché que nuevamente nos movimos para escapar de las ráfagas de viento que nos arrojaban el agua, así que al llegar a la parte de atrás del árbol la volví a jalar hacia mi, solo que esta vez la hice quedar de frente a mi; con presteza me acerqué a su rostro y busqué sus labios; no se si se debió a la sorpresa, pero ella me permitió plantarle un beso en su boca; la sorpresa fue ahora mia cuando ella no solamente no intentó zafarse, sino que me dejó hacer con su boca; me di cuanta de que ella entreabría sus labios y me correspondía suavemente, brindándome incluso un leve roce de su lengua; de pronto intentó apartarse de mi, pero jalándola con toda la suavidad que me era posible la volví a poner a mi alcance; de nueva cuenta mi Tía Marina me correspondió el beso y nuestros labios se entrelazaron de forma mas abierta; esta vez introducimos nuestras lenguas alternadamente en nuestras bocas, y sentí sus dientes levemente sobre mi labio inferior, y pude disfrutar cada vez con mas descaro de sus deliciosos besos; sin embargo, de pronto ella reaccionó; aun y cuando la tormenta era un vendaval de agua y viento, con brusquedad se apartó de mi y tomando una bolsa salió de nuestra guarida caminando rápidamente bajo la feroz lluvia.
La llamé varias veces y ella no respondió, por lo que tomé la otra bolsa y de inmediato la seguí; con dificultad la alcancé y la tomé del brazo pero seguimos caminando en silencio; a mi me comían los nervios al no saber cual sería su reacción, ni entender el tamaño del problema en el que me estaba metiendo; recorrimos deprisa las pocas cuadras que nos separaban de la casa en la que se estaba quedando con otros parientes, y yo me daba cuenta de que su ropa mojada se transparentaba y permitía ver su brassiere con todo detalle, así como la erección de sus pezones por el frío; también pude ver como resaltaba su pantaleta bajo su ahora apretada falda y me sorprendió el que la misma era mucho mas breve de lo que yo imaginaba en ella; cuando llegamos casi frente a la casona, para mi sorpresa ella me jaló hacia media calle y le alcancé a escuchar -¡Ven, vamos a secarnos!-; cruzamos la calle con prisa hacia la casa de otra de mis tías, y me sorprendí por que no sabia que mi tía Marina estuviese durmiendo allí; ella sacó una llave y me la tendió, y yo procedí a abrir la puerta y a franquearle el paso.
Cuando entramos la lluvia arreció aun mas, y las corrientes de agua eran ya verdaderos torrentes por la calle; ella cerró la puerta tras de mi y arrojando su bolsa en el piso del zaguán se encaminó hacia le interior de la casa; - No hay nadie, pasa para que te seques- me dijo; yo de inmediato la seguí, ahora sopesando las enormes posibilidades de estar a solas con ella en esa casa; ella sabia que estaríamos solos y aun así, después de lo que había sucedido entre los dos momentos antes, me llevó con ella.
Supe que nadie mas iba a llegar con la calle inundada, pero al no saber de cuanto tiempo dispondría, me decidí a actuar; entré detrás de ella a su cuarto y pronto me tendió una toalla; simulé comenzar a secar mi cabello, pero cuando ella estuvo cerca de mi la envolví con la toalla y la abracé; esta vez no me fue tan fácil, o al menos así aparentó al principio, pues ella forcejeó ligeramente tratando de apartarse de mi; pero yo estaba ya frenético y con firmeza la jalé; ella escondió un poco su rostro, pero al fin pude de nuevo encontrar su boca y otra vez comenzamos con nuestra sesión de besos; rápidamente me di cuenta de la vehemencia con la que ella me correspondía, ofreciéndome su lengua, mordisqueando y chupando mis labios.
La sujeté con desesperación y ahora llevé mis manos mas allá de su cintura; con gran emoción pude palpar su delicioso trasero, sintiendo la tersura y el volumen de su fabuloso par de nalgas; durante unos segundos me deleité tocándola sobre su falda, pero sabia que el tiempo era oro; tratando de aparentar calma subí mis manos sobre su pecho y comencé a desabotonarle la blusa, mientras ella se dejaba hacer y me ayudaba; mientras yo la despojaba de su blusa, ella se zafó el botón de su sostén, y como hipnotizado pude ver como sus preciosas tetas se liberaban de aquel estorbo; su piel aun brillaba a causa de la humedad de la lluvia, así que sus pechos se veían deliciosos, amplios, redondos, tersos, coronados por unos pezones de color café oscuro rodeados de una grandes aureolas, que comenzaban a mostrarse erectos.
Con presteza me apoderé de aquellos melones, acariciándolos, frotándolos y apretujándolos entre mis manos mientras seguíamos besándonos, a lo que ella correspondía con mas pasión a cada instante; la dureza de sus pezones me indicó que era momento de pasar a comerme aquel manjar, así que sin perder tiempo comencé a besar, a lamer, a chupar las tetas a mi Tía Marina, regodeándome con toda la redondez de sus melones, pero concentrándome en sus pezones, que rápidamente alcanzaron una inaudita dureza, completamente erectos; mi Tía Marina solamente acertaba a emitir largos suspiros mientras me sujetaba por los hombros y me ofrecía alternativamente cada una de sus deliciosas tetas; el tiempo era oro, y mi desesperación por tenerla le daba mas prisa al asunto, de tal forma que con torpeza alcancé el borde inferior de su falda y la jalé hacia arriba.
Como había previsto bajo la lluvia, mi tía llevaba una pantaleta bastante breve, prenda que era de color amarillo y que dejaba al descubierto una buena porción de la piel de sus nalgas; mientras seguía con sus chichonas en mi boca, con mis manos me apoderé de su trasero y de su pelvis; sus nalgas me resultaron tersas, amplias y firmes al tacto, y mis dedos hurgaron por debajo de su pantaleta, tocándole el ojo de su culo y sus riquísimos muslos; de inmediato aproveché para acariciarla también en su pelvis, percatándome de la amplitud de sus labios vulvares, mientras ella se dejaba hacer, acariciar y explorar por mis manos.
Creo que los dos nos dimos cuenta de que debíamos proceder con mas prisa, así que con rapidez procedí a bajarle sus pantaletas; ella reaccionó manifestando mas nerviosismo, pero no hizo ningún intento por detenerme.
Con prisa deslicé su panti hasta sacársela por completo mientras ella sostenía su falda levantada; su monte de Venus apareció frente a mi, con una tupida mata de negros vellos y el aroma de su sexo llegó con rapidez a mi nariz; poniéndole una mano en su vientre la empujé suavemente y la hice caer sobre la cama, recostándola; separé un poco sus piernas y puse mi boca sobre su vulva; comencé a pasarle la lengua por toda su deliciosa raja, buscando cual era el punto en el que mas lo disfrutaba; pronto me di cuenta de que el contacto en el área sobre su clítoris le producía ligeros estremecimientos, así que fue ahí donde puse mas atención; pronto sentí sus dedos temblorosos sobre mi cabeza, jalándome con mas fuerza hacia su sexo, y sus suspiros se convirtieron primero en suaves ronroneos, y luego en cada vez mas sonoros gemidos, mientras yo metía mi lengua entre sus pliegues vulvares cada vez con mas rapidez; me percaté de su clítoris erecto un poco antes de que ella explotara en violentos espasmos de su cuerpo, mientras me clavaba sus uñas en mi cuello y profería gritos de placer, los cuales a estas alturas ya no nos importó que alguien escuchara; ella se deshizo en un larguísimo orgasmo mientras seguía gimiendo ruidosamente y empujaba su pelvis contra mi cara; poco a poco fue retomando la calma, y cuando me levanté ella tenia los ojos cerrados y aun respiraba agitadamente.
Abrió sus ojos cuando escuchó el sonido de mi cinturón desabrochándose, y no apartó su vista hasta que vio mi pene liberado de mi pantalón y mis boxers que bajé hasta mis rodillas; ella miró fijamente mi erección, y cuando me le aproximé simplemente levantó y separó sus piernas; me coloqué encima suyo y por breves momentos jugué deslizando mi pene entre los pliegues de su vulva, mientras ella me miraba expectante y fijamente a mis ojos; acomodé mi verga a la entrada de su cueva del amor y la penetré; mi Tía Marina dejó escapar un largo gemido y cerró otra vez sus ojos, mientras procedía a sujetarse con fuerza de mis hombros; mientras me sostenía sobre mis brazos comencé a bombearla lentamente; con cada arremetida ella volvía a gemir, y pronto sentí como sus caderas se mecían al compás de mi movimiento; nuestro ritmo se hizo mas rápido y ondulante, y yo me le acerqué buscando su boca; ella me correspondió con vehemencia y mientras seguíamos con nuestro vaivén de pelvis comenzamos a besarnos con mucha pasión; afuera la lluvia no paraba y yo estaba alcanzando la cima de mis mas caros sueños de las ultimas semanas, cogiendo, poseyendo, amando, haciéndole el amor a mi Tía Marina.
Luego de unos momentos ella decidió tomar el mando; - ¡Quiero montarme! -, me dijo, y con rapidez cambiamos de posición; recostado pude ver como ella se arrodillaba sobre la cama rodeándome con sus piernas mientras seguía levantando su falda, y como con su vulva buscaba mi endurecido palo; ella se ensartó sin problemas y reiniciamos con nuestro ondular de caderas; mi tía me demostró que es una experta montando, y que esa posición le favorece a su satisfacción, ya que en menos de tres minutos se fabricó otro espectacular orgasmo, volviendo a gritar profiriendo leperadas mientras yo la seguía gozando plenamente; esta vez su orgasmo duró mas que el primero, permitiéndome advertir las facultades multiorgásmicas que ella profesa.
Una vez que se hubo calmado un poco se desmontó de mi verga, admirándose un poco de que aun estuviera lista para seguir; -¡Dámela empinada! -, me ordenó, y yo de inmediato busqué la posición; ella se colocó a gatas muy cerca del borde de la cama, separando sus piernas un poco, permitiéndome apreciar en todo su esplendor la amplitud de sus deliciosas nalgas y su vulva sobresaliendo apetecible mostrando su humedad, coronada por el agujero de su apretado y sonrosado culo; durante algunos instantes observé anonadado aquel inmenso tesoro sexual mientras ella se apoyaba sobre sus codos, y luego procedí a hacer mío aquel traserote.
Tras juguetear nuevamente con mi pene entre sus nalgas, con un empujón la volví a penetrar; mis movimientos ahora se hicieron mas rápidos y violentos, y la habitación se llenó del sonido de los chasquidos que producía mi verga penetrando la humedecida vagina de mi Tía Marina, de mi pelvis chocando contra sus nalgas en cada embestida, y de sus sonoros gemidos que denotaban su placer; no tardé ahora mas de cuatro minutos en sentir como el torbellino de placer me inundaba el cerebro, y como las contracciones en mi pene enviaban andanadas de semen hacia los ovarios de mi Tía Marina; aunque no fueron orgasmos simultáneos, mi Tía se emocionó enormidades al ver como disfrutaba yo viniéndome adentro de ella, y no le importó el que en ese momento en medio de mi placer la arremetí con violencia estrujándole las nalgas; yo también me vine en un orgasmo largo e increíble, gozando de aquella mujer deliciosa, madura, sensual.
Ambos caímos sobre el colchón exhaustos, jadeantes, muy agitados, pero felices por lo que acabábamos de gozar; aun con sus ojos cerrados, su amplia y generosa sonrisa me dejaba ver que ella no experimentaba ni un dejo de culpa, y que se mostraba satisfecha; con rapidez procedimos a rehacer nuestras ropas, pues mientras yo solamente subí mis pantalones y fajé mi playera, ella con prisa se colocó una gruesa blusa seca, de color negro y sin mangas, omitiendo el brassiere; acomodó un poco su rizado cabello y se colocó unas sandalias de piel color café oscuro, sin embargo aunque su falda se veía muy arrugada por el vaivén en la cama, no se la cambió.
La lluvia parecía comenzar a amainar, y tomándonos de la mano nos encaminamos a la sala; por la ventana pudimos atisbar que la calle seguía desierta, y que enfrente, en la gran casa familiar nadie se asomaba siquiera; resultaba obvio que la tormenta estaría acarreando problemas en algunas partes de nuestro pueblo, pero aquello no podía importarnos en ese momento; llevándola al centro de la sala la abracé con calidez y mi Tía me correspondió con naturalidad; me sentía agradecido sobremanera con ella por la sesión de sexo que acabábamos de tener, y sin mediar palabra nos enfrascamos en otra tanda de deliciosos besos; de nueva cuenta comencé a acariciarla bajo sus ropas.
Comenzamos a decirnos lo mucho que habíamos disfrutado de nuestra experiencia, pero al mismo tiempo ella hizo hincapié en el punto relacionado al mantenimiento en secreto de nuestro encuentro; yo me deshice en juramentos sobre mi discreción, y ella me aseguró que nunca nadie lo sabría por su boca; ambos nos dábamos cuenta de la gravedad de nuestro secreto; -¿Te gustaría repetirlo?-, me preguntó mirándome de cerca fijamente a los ojos, y yo no pude menos que responderle con otro apasionado beso en la boca; ella pronto se dio cuenta de que yo estaba listo para tenerla de nuevo, pero la lluvia era ahora mucho menos intensa, así que el riesgo de que alguien cruzara la calle y entrara a la casa era mas alto.
Pero ella no iba a dejarme ir insatisfecho, así que me hizo sentarme en el sillón y sacar al aire mi tolete otra vez endurecido; ella se hincó sobre la alfombra y tras jugar con mi pene entre sus manos por unos instantes, con toda naturalidad se inclinó y se lo introdujo en su boca; ¡Mi Tía Marina sabia mamar con gran maestría!, y yo no tuve mas que relajarme, sintiendo como sus labios y su lengua recorrían toda la superficie de mi olorosa verga; ella me devolvía el favor, y yo me dejé hacer; cuando le pregunté si podía terminar en su boca, ella sin dejar lo que hacia movió afirmativamente su cabeza; al cabo de unos pocos segundos sentí mi placer en el punto sin retorno y mi pene comenzó a disparar semen hacia la garganta de mi Tía Marina; ella se tomó toda mi leche, pues nada cayó sobre mi pelvis de regreso, y usó únicamente una servilleta para limpiar sus labios.
Luego de enjuagarse con agua, volvimos a la sesión de besos y arrumacos, y yo no pude negarme en razón de la mamada que mi tía acababa de brindarme.
La lluvia era ahora una simple brisa, y tras despedirnos tierna y apasionadamente, me escabullí hacia mi casa.
A partir de ese día, mi Tía Marina y yo nos encontramos a diario el resto de los 15 días que aun restaban de vacaciones; normalmente yo salía en la camioneta de la familia y la levantaba en diversos lugares en las afueras de nuestra localidad; de ahí la llevaba a la campiña cercana, en donde por lo menos nos acariciábamos y besábamos interminablemente, y por supuesto, la mayoría de las veces terminamos haciéndonos el amor.
A partir de entonces nuestro amorío ha pasado por diversas etapas, haciéndose mas maduro, pero siempre que hemos tenido oportunidad hemos tenido sexo; ahora ambos vivimos en la capital de nuestra entidad, ella tiene casi 56 años y aun vive con su esposo; yo por mi parte estoy separado de mi mujer, así que mi Tía Marina y yo mantenemos esta relación amorosa hasta hoy en día; la he llevado a conocer todos los moteles de nuestra ciudad, y gracias a que nadie sospecha siquiera de nuestra relación, aun hoy día nos permitimos disfrutar de nuestro acoplamiento en materia sexual; hasta la fecha soy el único, y le creo, que la ha poseído a través del sexo anal; no sabemos hasta cuando vamos a continuar gozándonos mutuamente, pero no nos preocupa; yo he escrito nuestra historia con su consentimiento, y su nombre real si es Marina.