Maridos de fin de semana
Majo le pide a Caro que relate la historia que ella no se anima a contar. Intercambio de maridos por un fin de semana.
Maridos de fin de semana
Majo le pide a Caro que relate la historia que ella no se anima a contar. Intercambio de maridos por un fin de semana.
¡Hola! soy Caro, profesora de historia, de nuevo lista para relatarles otra de mis experiencias. En realidad esta vez escribo a ruego. Mi amiga Majo no se anima a hacerlo porque le da no se qué. ¡Qué boluda! Me lo cuenta a mi pero no tiene coraje para hacer lo mismo con ustedes.
¿Quién es Majo? Amiga desde añares, 53 años, acuariana, casada, sin hijos, 1,60 de estatura, 50 kg de peso, delgada, tetitas que parecen peritas, colita dura y levantada. Poli, el marido, es un bombón de hombre.
Después de leer varios de mis relatos pensó que su historia podía ser interesante pero, según ella, no sabe escribir y me propuso que lo hiciera yo. Estoy persuadida de que no se anima a hacerlo porque tiene vergüenza.
Todo comenzó una tarde que vino a visitarme a casa. Yo estaba lidiando con mi servidor de internet porque la máquina se me descolgaba cada dos por tres. ¡Qué fastidio! No sé cómo salió la conversación pero creo que largó el rollo cuando le pregunté si ella chateaba.
Lo hago a diario respondió despreocupadamente.
¿Con alguien en especial?
Casi siempre con Silvia.
¿La que vive a cuatro cuadras de tu casa?
La misma.
¿Y no es más práctico que hablen por teléfono?
Es más emocionante chatear. ¡Si supieras las cosas que nos decimos!
¿Se puede saber de qué conversan?
De todo un poco.
No te creo. Debe haber algún tema en el que se detienen más.
De lo difícil que es mantenerse a nuestra edad, de nuestros maridos, del gobierno, los precios de la ropa y cosas por el estilo.
Sigo sin creerte. No discuto que pueden conversar sobre todos esos temas boludos pero algo más tiene que haber.
Bueno, a veces conversamos un poquito sobre sexo.
¿Un poquito? ¡Yo no me chupo el dedo! Si no querés contar, no cuentes.
¡Qué mala que sos! ¡Mirá lo que me decís!
No seas turra, contame que me interesa.
Se me ocurre algo mejor. Te cuento lo que chateamos, vos lo escribís y después lo publicás.
¿Por qué no lo hacés vos?
Si sabés que soy incapaz de armar una frase coherente de la misma manera que vos.
Me gusta la idea pero antes nos tomamos un refresco.
Serví dos grandes vasos de Coca-Cola, encendí un cigarrillo y me apresté a comenzar a trasladar a Word todo lo que contaría Majo. Les quiero aclarar que Silvia tiene 54 años, casada con Gustavo, sin hijos, 1,63 de estatura, 53 kg de peso, 100 de busto y un culazo para destruir sillas.
Contame todo los detalles y después le doy forma al texto.
De acuerdo. Hace como tres meses un jueves a la noche Poli y Gustavo se habían ido a jugar al fútbol con los amigos así que, aburrida de no hacer nada, nos pusimos a chatear sobre las boludeces que ya te conté..
Hasta aquí bien. ¿Qué sigue?
La apuré porque me pareció que le costaba arrancar con el tema central. Majo me miró a los ojos y se sonrojó.
Lo que pasa es que no sé por qué le comente que Poli me había hecho un comentario sobre ella. Que la otra noche cuando cenamos juntos había notado que la camisola negra que ella usaba le resaltaba el busto. La desgraciada me preguntó si mi marido había hecho algún otro comentario al respeto y le contesté que, para él, tenía unos limones espectaculares. Silvia escribió ¡JA, JA, JA, JA! ¿A tu marido le gustan mis tetas? ¡Mirá que coincidencia! Gustavo también piensa que vos tenés unos pechos arrobadores. Me sorprendió porque, como podrás ver, mis pechos parecen dos peritas fofas. Ahí mismo le contesté: ¡Me estás cargando! Pero mejor trato de reproducir el dialogo lo mejor que pueda.
Bien, muy bien. Es mejor así.
Dice Majo: ¿A Gustavo le gustan mis tetas? No te creo. Me estas enroscando la víbora.
Dice Silvia: ¡Te lo juro! Abrí cámara y vas a ver como imito los gestos que hizo.
Dice Majo: Te doy cámara.
Ahí nomás apareció la cara picarona de Silvia imitando las muecas de Gusti. ¡Hija de puta! Se estaba relamiendo mientras se le desorbitaban los ojos.
Dice Majo: Tu marido es un chancho.
Dice Silvia: Dame cámara vos así me mostrás como reacciona Poli.
Dice Majo: Hace así, también se relame y después dice que sos una carnicería completa.
Dice Silvia: ¿Te parece que tengo tanta cantidad de carne?
Dice Majo: A decir verdad, las tenés bastante abundantes.
Dice Silvia: ¡Sos un divina! Me encanta que los machitos se calienten viéndome las gomas.
Dice Majo: ¿Veo mal o estás en bombacha y corpiño?
Dice Silvia: Es que así estoy más cómoda. ¿Te molesta?
Dice Majo: Para nada. Te voy a imitar para no desentonar.
Dice Silvia: ¡Dame cámara que no me lo quiero perder por nada del mundo! Mejor sacate el corpiño.
Dice Majo: Sacátelo vos también.
Dice Silvia: Nena, tus gomitas serán chicas pero tienen buena pinta.
Dice Majo: ¡Mirá las pavadas que decís! Gusti debe estar en pedo para pensar que son lindas.
Dice Silvia: Te lo juro por Gusti que es lo que más quiero.
Dice Majo: tetas, lo que se dice tetas, son las tuyas.
Dice Silvia: Se me está ocurriendo una idea de lo más puerca. ¿Querés que te la cuente?
Dice Majo: A ver con qué te salís.
Dice Silvia: Te lo digo y me tenés que contestar sin pensarlo dos veces. ¿Si?
Dice Majo: Lo prometo.
Dice Silvia: ¿Qué te parece si este fin de semana intercambiamos maridos?
Dice Majo: ¿COMO?
Dice Silvia: Tal cual como lo leíste. (sic). ¿Entendiste? Poli viene a mi casa y Gusti a la tuya. Uno toma el lugar del otro y así se dan el gusto de probar nuestras tetas.
Dice Majo: ¡Es una locura! Después de probar las tetas van a querer fifar. ¿Quién los para?
Dice Silvia: ¿Yo dije que hay que pararlos? Si quieren fifar, fifamos.
Dice Majo: ¿Yo con tu marido y vos con el mío?
Dice Silvia: ¿En qué idioma crees que estoy escribiendo?
Dice Majo: ¡En castellano, boluda, en castellano! El tema no es el idioma sino que después estos van a querer entubarnos por todos lados.
Dice Silvia: ¿Te parece mal? ¿No te gustaría?
Dice Majo: Como gustarme, me gusta. Lo que no sé es si ellos vana agarrar viaje.
Dice Silvia: ¡Mirá si se van a perder la oportunidad de meternos los cuernos!
Dice Majo: Está bien, intentémoslo. ¿Cómo se lo decimos?
Dice Silvia: Esta noche lo sentás en la cama y explicás cual es mi idea. Vas a ver que se prende en a la primera de cambio. Gusti va a reaccionar igual. Mañana a la noche vamos a estar de fiesta.
Dice Majo: Si la cosa cuaja te quiero advertir que Poli tiene unas erecciones matutinas bastante importantes. Lo calmo haciéndole una mamadita.
Dice Silvia: Gracias por el aviso. Trataré de "calmarlo" lo mejor que pueda. No te cuento nada de Gusti para que no pierdas la magia de la sorpresa.
Dice Majo: De acuerdo. Si tengo buenas noticias te llamo al celular, lo dejo sonar cinco veces y entramos a chatear para ultimar detalles.
Dice Silvia: De acuerdo. ¡Chau, chau!
Apagué la máquina y me puse a pensar que eramos dos
reverendas reputazas calentonas. Volvió Poli, cenamos, fuimos a la cama y
balbuceando le conté la propuesta de Silvia. Tuve que repetírselo dos veces
hasta que lo entendió a la perfección. Me preguntó si Gusti estaba de acuerdo y
le contesté que todavía no sabía nada, que seguramente Silvia se lo estaría
contando es ese preciso momento. No había acabado de contestarle cuando sonó el
llamador del celular de Poli. Atendió. Era Gusti. Me quedé helada y mirándolo
intrigada por saber qué estaban diciéndose. De pronto, sonó mi celular. Atendí.
Era Silvia.
El viernes fue un día vertiginoso. Poli partió calmadito para
el trabajo después de recibir su mamadita matutina. Creo que todavía no había
llegado a la esquina cuando llamé a Silvia.
A las 18 de ese viernes memorable llegó Poli a casa, se baño,
preparó un bolsito con algo de ropa, me besó en la boca y partió. A las 21 en
punto llegó Gusti, entre ansioso y nervioso. Como se trataba de mi "esposo
temporal" lo recibí dándole un formidable y ardiente chupón que lo dejó
estupefacto. ¿Está mal? - Pregunté.
La rutina se cumplió al pie de la letra. Me senté frente a la compu, prendí un cigarrillo y esperé a que Silvia se conectara. Gusti se acercó, me besó el cuello y me acarició las piernas. ¡Bárbaro! Sobre el ángulo inferior derecho de la pantalla apareció el cartelito que indicaba que Silvia estaba conectada.
Dice Majo: ¿Cómo estás?
Dice Silvia: ¡De maravilla! ¿Y vos?
Dice Majo: Hasta ahora, todo bien. Todavía no pasó nada.
Dice Silvia: Aquí sólo unos besuqueos de precalentamiento y nada más. ¿Qué tal se porta ese hombre?
Dice Majo: Bien. Te quiero hacer una pregunta que se me quedó en el tintero. ¿Vos tenés consolador?
Dice Silvia: ¡JA, JA, JA! Tengo uno que mide como 30 cm. ¿Y vos?
Dice Majo: ¡Yegua! No me lo habías contado. Si, tengo uno que creo que debe ser bastante parecido al tuyo.
Dice Silvia: Vos tampoco me contaste nada. Lo tenías bien guardado. Gusti lo sabe usar muy bien, no te va a defraudar.
Dice Majo: Espero que si. Te voy a dejar porque Gusti se está poniendo inquieto.
Dice Silvia: Entiendo. Te aviso que Poli prometió meterme varios golazos. ¡Qué habrá querido decir?
Dice Majo: ¿Lo decís en serio? Te va reventar la concha, el culo y todos los otros agujeritos que tenés en el cuerpo.
Dice Silvia: Chiste, es un chiste. ¡Mirá si no voy a saber qué me quería decir!
Dice Majo: Bueno, basta de cháchara. Corto y hasta mañana. Suerte.
Dice Silvia: Igualmente. Corto.
Apagué la compu, me senté en el sillón junto a Gusti, me
abrazó y después empezó a pasarme la lengua por la oreja derecha. Al ratito
sentí que su mano izquierda estaba buscándome las tetas. Lo dejé hacer porque el
jueguito estaba empezando a gustarme.
La verdad es que era una chanchada total, trataba de unos
tipos con pijas monumentales trincándose minas con cajetas tanto peludas como
depiladas. Ríos de semen corriendo por todos lados. Bajé la vista y advertí que
Gusti tenía el bultito crecido. <¿Te gusta la pijota del rubio Majo?> ¡Es
enorme!
Cuando volvió me quedé absorta mirando cómo se le bamboleaban
la pija y los cataplines. Aún muertita, se veía enorme. Papito, la tenés
larguita como la del burro. <¿No te gusta?> ¡Como que no me gusta! ¡Es inmensa
hasta descansando! Seguro que si me la metés así se puede sentir lo más bien.
Creo que habremos estado más de una hora descansando tirados
boca arriba sobre la cama, mirando el techo. Gusti me miraba de reojo de tanto
en tanto. De repente, se abalanzó sobre mi cuerpo para empezar a lamerme el
sobaco del brazo derecho. ¡Me hacés cosquillas!
Dice Silvia: ¿Mucho polvazo?
Dice Majo: ¿Vos qué pensás?
Dice Silvia: Que están aprovechando el tiempo al mango. ¿Me equivoco?
Dice Majo: ¡Correcto! ¡Turra no me dijiste que éste energúmeno la tiene casi tan larga como los burros!
Dice Silvia: Vos tampoco me contaste que el bomboncito que está a mi lado la tiene gruesota, gruesota.
Dice Majo: ¿Qué pareció?
Dice Silvia: ¡Excelente! ¿Si te doy cámara se animan a ver cómo se la mamo?
Dice Majo: Si es por mi no hay problema. Gusti dice que empiecen de una vez por todas.
Silvia no respondió pero mirado la pantalla notamos que Poli le estaba colocando la pija entre las tetas y que ella hacía maravillas para alcanzarle la punta y chuparla. La turra se cansó pronto, le agarró la verga con las dos manos y se la metió en la boca para empezar una feroz mamada. <¡Bien Silvita, bien!> exclamaba Gusti. ¡Mirá como se la está exprimiendo! La muy yegua de mi amiga se estaba haciendo un festín. ¡Lastima que no había sonido! Bastaron cinco bombazos brutales para que Poli largara un formidable lechazo que terminó en la boca de la guacha. Sonriente y relamiéndose miró a la cámara para que observáramos como le caía leche por la comisura de los labios.
Dice Silvia: ¿Qué les pareció? No se imaginan el gustito que tiene.
Dice Majo: Disfrutalo porque ahora nos toca a nosotros. Te doy cámara para que vean.
Inmediatamente me arrodillé frente a Gusti, le agarré la pija y empezó la función. Mientras deglutía ese hermoso trozo de carne, la cabeza me funcionaba a mil. Teníamos que hacer algo que dejara chiquito el acto de Silvia y Poli. Coloqué mis brazos atrás dejando que Gusti usara mi boca como si fuese una concha. Bombeó muy bien los 20 cm de pija. Lentamente me fui deslizando por el piso hasta quedar con mi boca justo debajo de sus testículos. Lógicamente, Gusti al notar que me movía retiró la poronga de mi boca y empezó a pajearse. Desde abajo, le lamí los huevolines por todos lados. Cuando él estaba en lo mejor de la masturbación y a punto de terminar, me coloqué con la cara enfrentándolo, me abrí el párpado del ojo derecho y le pedí que eyaculara adentro. Si, que largara el lechazo sobre mi ojo derecho. <¡ME CORRO, ME CORRO! ¡IIAAAAUUU!> Un violento chorro de leche se estampo sobre mi ojo, después otro y otro más. Como broche de oro abrí bien la boca para recibir la pija y chuparsela. Sentí que la leche que había entrado por el ojo estaba llegando a mi boca por adentro. <¡Esta chanchada no me la imaginaba!>
Dice Silvia: ¡Hija de puta! Mirá con lo que saliste.
Dice Majo: ¿Te pareció mal?
Dice Silvia: Dice Poli que no te conocía esa capacidad para improvisar.
Dice Majo: ¿Sabés qué está haciendo Gusti?
Dice Silvia: ¡Qué se yo!
Dice Majo: Me está entubando desde atrás con el consolador.
Dice Silvia: Los felicito chicos, son muy ingeniosos.
Dice Majo: me parece que voy a cortar porque el ambiente se está calentando.
Dice Silvia: Ok. Nosotros vamos a probar lo del ojo y mañana les contamos. Disfruten.
Dice Majo: Chau, chau.
Apagué la compu y me concentré en Gusti que estaba dale que
dale metiendome el consolador en la concha. ¿Si volvemos a la camita me vas a
hacer la colita?
Abrí el cajón del ropero, saqué unas medias negras y un
portaligas y me los puse. <¡Uauuu! Te quedan formidables>. Esperá que todavía no
terminé. Fui hasta el placard, busqué una caja color marrón, la destapé, extraje
una galera negra de su interior y me la coloqué sobre la cabeza.
Era el momento de descansar. Lo último había sido realmente agotador pero fascinante. Fuimos al baño. Llenamos la bañera con agua calentita y nos dispusimos a tomar un reparador baño de espuma. Primero se introdujo él y después yo, que me coloqué entre su piernas. Así nos quedamos hasta que el agua se fue entibiando. Luego de un ligero enjuague, nos secamos para después tirarnos sobre la cama. <¿Cansada?> Un poco pero valió la pena. ¿Dormimos un poco? No abrazamos en posición cucharita y dejamos que el sueño hiciera su trabajo.
A las 10 de la mañana del sábado sentí el odioso e inoportuno
timbre del teléfono. Atendí somnolienta. Era la rompe huevos de Silvia. <¿Cómo
la pasaron?> Por qué no te dejás de joder. Dedicate a garchar con Poli y dejanos
tranquilos.
<¿Quién era?> Silvia. <¿Qué quería?> Chusmear, enterarse de
lo que hicimos. <¿A ellos cómo les fue?> Por lo que me dijo parece que Poli se
la dio bien dada por el culo. Dejando de lado las pelotudeces que pregunta
Silvia, te aviso que vamos a tener que ir a super porque la heladera está casi
vacía.
Te aseguro que me vestí lo más provocativa que pude. Nada de
corpiño, tanguita super chiquita, minifalda ultra pequeñita, remerita ajustada,
zapatos de taco alto y boina sobre la cabeza. Gusti salió del baño y se quedó
mirándome atentamente.
La verdad es que el restaurante resultó ser un bodegón de
cuarta categoría, pero era lindo y pintoresco. Ahí vi la oportunidad de
vengarme. Me pasé todo el almuerzo estirando las piernas para tocarle el bulto
con los pies. ¡Madre mía! Se notaba que Gusti estaba super excitado. Terminamos
rapidito, nos metimos en el coche y nos fuimos volando para casa. En menos de lo
que canta un gallo estábamos metidos en la cama. ¡Y me sacó toda la ropa a
mordiscones! ¡Divertidísimo! Una vez que los dos estuvimos tal como habíamos
venido al mundo, él volvió a atacarme las gomas. ¡Uiuuiuiiii! Contraataqué
empuñándole la verga con la mano derecha. ¡Tra, tra, tra, tra! Gemía de placer
mientras me mordía los pezones. ¡Logré que se le pusiera durísima! <¡Quiero
concha, quiero concha!> - Bramó como un enloquecido. Me colocó en posición de
tornillo y me la metió sin escarceos previos. Bastaron cuatro bombazos para que
un torrente de semen inundara mi vagina. <¡¡UUUIIIIAAAA!!> Como por acto reflejo
me metí los dedos en la cachu, los unté con la leche y después los chupé con
deleite. <¡No te vayas a quejar porque me estuviste calentando desde que salimos
para el super!> ¿Quién se queja? No esperaba menos de vos. <¡Como lo disfruté!>
Ponete boca abajo así te puedo hacer unos masajitos.
Sería cerca de las 19 cuando un dulce zamarreo me despertó. Era Gusti ofreciéndome un delicioso vaso de gaseosa. Se lo agradecí besándole la puntita del pene. Me acosté boca abajo y él aprovechó para masajearme las piernas. Fue sólo eso, nada más. Se levantó imprevistamente dirigiéndose a la cocina. Al rato retornó cargando una bandeja con sandwiches entre sus manos. Esa fue nuestra cena. Para que no pensara que lo estaba acosando, prendí la TV y dejé que mirara el partido de fútbol. ¡Quién lo hubiera pensado! Gusti y yo tirados en bolas sobre la cama y viendo un partido por televisión.
¿Alguna otra vez le metiste los cuernos a Silvia?
Le salió un borbotón de leche espesa, viscosa y caliente que recibí diligentemente en la boca. El siguiente paso fue tragármela mientras él me observaba sorprendido. <¿Dónde aprendiste todo esto?> Si una mujer de mi edad no se las ingenia queda siempre pagando. Hago las cosas mucho mejor que las pendejas.
Se levantó sin contestar, me hizo colocar boca abajo, ubicó
el almohadón debajo de mi panza con suavidad y sonriendo dijo:
Caro, creo que con esto tenés material suficiente como para armar un buen relato. Salvo por la ida al super, el domingo fue un calco de lo sucedido el sábado.
Lo que todavía no me contaste fue cómo le fue a Silvia con tu marido inquirí intrigada.
Poli quedó embobado con las infernales tetotas de mi amiga y ella estuvo una semana sin casi poder sentarse a causa del grosor de la pija de él.
¿Tanto le dio?
Como en la guerra. Se cansó de cogérsela por el culo y ella chocha de la vida.
¿Hubo algún otro intercambio?
Todavía no pero estamos planeando otro un poco más prolongado. Algo así como irnos de vacaciones una semana cada pareja por su lado.
¿Con intercambio?
Por supuesto, si no dónde está la gracia.
Con todos los datos que me diste armaré una buena historia.
Avisame cuando la termines. Ahora me voy porque tengo que chatear con Silvia.
Apagó el cigarrillo, terminó su Coca y partió para chatear con su amiga. Mientras esperaba la llegada de Jordi repasé mis notas y no podía creer lo que había anotado. ¿Será verdad o es el producto de una mente febril y fantasiosa? ¡Vaya una a saber!
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.