Marido de mi mejor amiga
Primera parte...
Tener que ver a tu gran amor prácticamente todos los días, ver cómo besa, acaricia y es cariñoso con su pareja duele. Pero que encima sea el marido de tu mejor amiga es algo que cuesta asimilar y más sabiendo que los presentaste tú.
Conocí a Luis hace 3 años trabajando juntos en una empresa de publicidad. Él era el abogado y yo una de las administrativas. Nada más verlo entrar en la cafetería en mi desayuno del primer día supe que había encontrado al hombre de mi vida. Alto, moreno con unos ojos verdes de los que te atraviesan entera con una sola mirada y unos brazos y torso musculosos que daban ganas de recorrerlos de arriba abajo. Desde ese primer desayuno que compartimos en una mesa alejada, hemos desayunado cada mañana, contándonos nuestras vida y forjando una amistad que dura hasta hoy.
A veces creía que entre los dos podría pasar algo, pero nunca se daba la oportunidad, aunque eso no me impedía fantasear con él. Hasta que en mi 28 cumpleaños conoció a Carlota. Mi mejor amiga desde los 5 años y la típica chica que gusta a todo el mundo, morenita, ojos marrones rasgados, labios carnosos y un cuerpo espectacular. Nada más cruzar las miradas supe que había perdido a Luis para siempre. Efectivamente, empezaron una tórrida relación que les llevó a los 6 meses a una boda mientras yo tenía que tragar los celos que sentía cada vez que los veía juntos.
Yo empecé también a tener relaciones, ninguna larga, todas me duraban semanas. Buscaba a alguien como Luis y en cuanto se acababa la magia de los primeros días y veía que no eran como él, los dejaba.
Ninguno de los dos dejó el trabajo, aún hoy seguimos desayunando juntos cada día mientras él me cuenta las maravillas de Carlota y yo le contaba mis relaciones esporádicas llena de celos.
Un día vino un poco más tarde a la cafetería, estresado y con la corbata a un lado.
Uff Paula, vaya día de locos - me dijo mientras se sentaba delante mía con el bollo diario y su café. - Qué ganas de terminar ya el día.
Bueno hombre piensa que ya es viernes, tienes el fin de semana entero para ti solo - dije sabiendo que Carlota se iba a un congreso hasta el miércoles - piensa en lo que vas a disfrutar de esos días de soltero.
Se echó a reír al oírme, formando unas arruguitas en sus ojos que me volvían loca - soltero?? Jajajaja eso ya no existe para mí - dijo mordiendo el bollo sin quitarme la mirada - y tú qué? Algún ligue nuevo con el que pasarte el fin de semana en la cama?
- Ojalá, pero desde Carlos no hay nadie en mi vida, así que me lo pasaré rodeada de helado, chocolate y viendo series - le dije suspirando.
Me miró con el entrecejo fruncido durante unos segundos en los que el cuerpo se me erizó entero - Sé que preferirías otra compañía que la de este abogaducho, pero por qué no vamos esta noche de fiesta como en los viejos tiempos? Así me pones al día mejor en tus conquistas - me dijo con una sonrisa que me desarmó por completo.
Ehhhh ... -titubeé presa de los nervios - Pero los dos solos? Y Carlota??
Qué pasa con ella? - me dijo cogiéndome la mano - te echo de menos Paula, eres mi mejor amiga y ya casi ni nos vemos si no es aquí o con ella. Venga anda, sólo un par de copas y te prometo que te dejo pronto en casa vale?
Está bien... - dije suspirando y apartando la mano - quedamos dónde siempre? En el Manhattan 21 a las 10,30?
Perfecto, no te me vayas a echar atrás eh?? - me dijo levantándose para irse a la oficina
No Luis, seré puntual como siempre - le dije levantándome con él y saliendo a la oficina.
Me pasé el día nerviosa, deseando que llegara la hora de irme y prepararme, pensando qué podría ponerme. Me fui a casa y me pasé la tarde arreglándome, sabiendo que no iba a pasar nada pero deseando que viera lo que se perdió dos años atrás.
Me puse un vestido rojo sin mangas caído por la espalda, con escote sugerente y pegadito a mis curvas. Me dejé el pelo suelto cayendo en cascadas por la espalda y los ojos resaltados. Unos zapatos beige de tacón alto y unas braguitas de encaje negras. Por encima me puse un abrigo beige que me tapaba el traje y salí 15 minutos antes directa al pub.
Cuando llegué lo vi apoyado en la barra mirando el móvil y con un pie apoyado en la parte baja de la barra. Vestía unos pantalones ajustados negros y una blusa roja de botones que me dieron ganas de arrancar uno a uno con los dientes. 'Para Paula, que es el marido de tu amiga' me decía a mí misma mientras caminaba a su encuentro.
- Perdona por llegar tan tarde - dije sacándome el abrigo y dejándolo en una banqueta al lado mío - ya sabes cómo están los taxis a estas horas.
Levantó la mirada y noté cómo tragaba saliva al verme, mirándome de arriba abajo - Hola Paula... No te preocupes ya acabo de llegar hace nada - se acercó a darme dos besos que me produjeron un escalofrío por todo el cuerpo - estás preciosa, seguro que después me abandonas por uno de tus ligues.
Anda anda, esta noche soy sólo tuya - le dije sin darme cuenta mientras me apoyaba en la barra a su lado - no ha cambiado nada esto eh? Parece que fue ayer cuando veníamos aquí a beber como cosacos hasta las tantas. Qué vas a tomar? A esta ronda invito yo.
Y tanto, estamos hechos unos abuelos - me dijo riéndose y acercándose más a mí para poder hablar mejor entre tanto ruido de música y gente. - bueno te dejo pagar ésta pero la próxima yo eh? Quiero un gin tonic para no perder las costumbres.
Borrachín.. - le susurré al oído mientras él se giraba y nos quedábamos a pocos centímetros de distancia. Nos miramos unos segundos de más pero en seguida nos separamos mientras yo pedía las bebidas.
Al dársela rozamos nuestros dedos provocándonos unos escalofríos que casi no se podían disimular. Nos acercamos a la pista de baile, sentándose él en una de las mesas de alrededor y yo bajando a bailar mientras sentía su mirada en mi cuerpo mientras yo me movía sugerente. Se me acercó un chico guapísimo para bailar y sin dudarlo dos veces empecé a moverme con él al ritmo de la música. Cada vez que miraba a Luis lo veía mirándome fijamente, serio, lleno de celos que ni él mismo entendía.
Nada más acabar la canción, me despedí del chico y me acerqué a él.
Abuelo, no bailas? - le dije pícara cogiendo mi copa y bebiendo.
No me apetece - me dijo muy serio - sigue bailando tú que parece que te lo estás pasando de miedo.
La mirada que me echó fue de cabreo y celos puros y duros. - Luis qué te pasa? - le dije cogiéndole una mano - desde que te sentaste no has quitado esa cara de cabreo, te molesta que baile?
- A mí molestarme?? - me dijo levantándose de golpe y apartando la mano - por mí puedes bailar hasta reventar o tirarte a ese con el que estabas bailando, total aquí el abuelo es un estorbo.
Se fue hacia el baño dando zancadas y dejándome a mí en medio sin darme tiempo a reaccionar.