Marido de mi esposa y mujer de mi cuñado.
Encontré el amor con el hermano de mi mujer( encajaría en Amor Filial)
Llevábamos 10 años casados, no teníamos hijos, Lola, había tenido problemas de útero y se lo habían extirpado tiempo atrás. Aún así, éramos felices, ella se dedicaba en cuerpo y alma a su empresa, de la que era propietaria, y yo era su administrativo, gracias a ello, mi trabajo lo hacía en casa en un 99%, solo iba a la oficina una o dos veces al mes. Me dedicaba a ello un par de horas diarias y el resto del día lo dedicaba a cocinar, limpiar, poner lavadoras y hacer compra o mantenimiento de nuestra enorme casa y sus jardines.
Nuestra vida sexual era un poco diferente, hacíamos el amor con frecuencia, y en un 50% yo era el macho de la pareja y el resto de las veces era Lola la que era el varón. Me explico. En una ocasión, en un Sex Shop, habíamos comprado un dildo para jugar, y enriquecer nuestra sexualidad, y después de una buena temporada en la que lo habíamos utilizado solo con ella, se la ocurrió usarlo conmigo, no voy a mentir, yo lo estaba deseando. En mis años universitarios había tenido alguna relación homosexual, no había pasado de felaciones o masturbar a algún compañero, pero en mi fuero interno, sabía que me habría gustado ser penetrado, pero nunca se dio la ocasión y yo, por eso del que diran, tampoco lo había forzado. Con el tiempo, Lola, compró un arnés, y al menos una vez en semana, se lo ponía, y me hacía mamarlo de rodillas delante de ella, y terminaba follandome con él de una manera salvaje. Yo por prudencia, hacia que no quería y que me incomodaba, pero deseaba que me lo hiciera a diario. Aquellas experiencias, consiguieron sacar de mí, un lado femenino que siempre había estado latente. De esa manera, cuando Lola se iba a trabajar por las mañanas, yo me ponía su lencería, sus tacones, me maquillaba, y así, vestida de mujer, hacia las labores de mi casa, incluso iba a hacer la compra vestido de hombre pero con ropa interior de mujer. Ella creo que no sospechaba nada, y así con mi secreto vivíamos tan felices.
Cierto día, Lola me dijo que su hermano mayor, Rubén, iba a trabajar en nuestra ciudad al menos 6 meses, y que ella le había ofrecido que se instalará con nosotros, al sobrarnos sitio y así el de paso se ahorraba un hotel o alquilar un apartamento. No me lo estaba consultando, era un hecho consumado, simplemente me informaba que durante los siguientes meses, su hermano, un hombre inmenso, de más de 2 metros de estatura, todo musculo, y que siempre me había tratado con indiferencia, iba a convivir con nosotros. Lo primero que se me vino a la cabeza es que en ese próximo medio año, se acababa el vestirme de nena, sería imposible y arriesgado, me intenté convencer que ese tiempo pasaría pronto.
Rubén rozaba los 40 años, era casado, y desde que se vino a casa, comprobé que era el hombre más machista que había conocido. En primer lugar, puso una cara malisima al enterarse de que era yo la ama de casa, dijo que eso era el mundo al reves. Que era la mujer la que tenía que estar en el hogar, y el macho debía de salir a por él sustento. En segundo lugar, su forma de actuar, era desorganizado, no colaboraba ni en quitar las cosas de la mesa, su habitación era una leonera, yo limpiaba su aseo diariamente y recogía sus calzoncillos del suelo, él se duchaba y lo dejaba todo tirado, hoy sé, que lo hacía conscientemente por que sabía que yo lo recogía, pero en aquel momento le hubiera matado. Y en tercer lugar, la manera de tratarme, me despreciaba de continuo, y no me trataba como al marido de su hermana, sino más bien como a alguien que estaba a su entera disposición.
Rubén, ya llevaba un mes viviendo con nosotros, se iba temprano por la mañana y volvía ya entrada la noche. Le veía un poco por las noches, y los fines de semana se iba a pasarlo con su mujer e hijos. Yo poco a poco, y habiendo comprobado bien sus horarios, me fui quitando el pudor y volví a mi costumbre de travestirme para hacer la casa. Era mi momento más feliz del día, y lo gozaba como una colegiala. El día en cuestión, llevaba mi pelo suelto, tenía una bonita melena, un conjunto de braguita y sujetador negro con lazitos rosas, un picardias semitransparente, un collar de perlas de doble vuelta, y unas sandalias romanas con 10 cm de tacón. Pues hay estaba yo, limpiando precisamente el baño de mi cuñado, cuando note una carcajada detrás mío. Era Rubén.
—Jajaja. Mira lo que me acabo de encontrar, tengo asistenta y no lo sabia. Me imaginaba que eras raro, pero esto es la hostia.....
Deseaba que el suelo se abriera a mía pues y caer por el. No se me ocurría nada coherente para excusarme sobre mi aspecto. Mi cara me quemaba de lo roja que la tenia y un temblor enorme se apoderó de mi cuerpo.
— Mira Rubén, no te hagas una idea equivocada de mi.... Esto es una tontería que me ha dado por hacer hoy... No te creas que esto lo hago habitualmente....
Rubén me miraba y se sonreía, tenía una mirada sospechosa, y su cuerpazo bloqueaba la puerta del baño, me era imposible salir si él no quería.
—Esto tiene arreglo, cuñadita. Depende de lo que aprecies tu vida actual. Como yo lo veo hay dos maneras de hacerlo. La primera, llamo a mi hermana y la digo lo que me he encontrado, estoy seguro de que ella sabe que eres diferente pero esto no se lo imaginará.....
— Y la segunda? pregunté.
— No la llamo, pero claro tendrás que hacer algo por mi, y no solo hoy sino todas las veces que te lo diga y por supuesto con un aspecto parecido al que tienes ahora.
Aún sabiendo a lo que se refería, no daba crédito a lo que me proponía.
—No te entiendo, no se que puedo hacer por ti vestido así.
—Mira putilla, voy a follar tu culito ahora mismo, y a partir de ahora te volveré a follar todas las veces que quiera, vas a ser el marido de mi hermana y mi mujercita.
No tenía opción, todo estaba en mi contra, le dije que le confesaria a Lola que me travestia y el me dijo que la diría que me le había insinuado cuando me descubrió. Osea que todos los caminos me conducían al fracaso de mi matrimonio. Aún así, insistí en qué no me parecía normal. Su respuesta fue dejar caer su pantalón y su slip y dejar a la vista un pene majestuoso, grande, venoso y coronado por un capullo rojo brillante.
—Mira cuñadita, esto lo voy a enterrar en tu cuerpo, vamos a gozarlo los dos, antes te he dicho que te iba a follar, me he expresado mal, te voy a hacer el amor, que es lo que hacen los maridos con sus mujeres. Hoy no tengo mucho tiempo, osea que va a haber pocos preliminares, ya te dedicaré más tiempo otras veces, así que date la vuelta, bájate las bragas y untate esa leche hidratante que hay en la repisa. No quiero reventarte el primer dia.
Que podia hacer? Le obedeci, me di la vuelta, me quite las bragas, unte mi ano de una generosa cantidad de crema, y apoye mis manos contra la pared, abriendo mis piernas. Enseguida note su aliento en mi nuca, y como apoyaba su rabo a la entrada de mi hoyito. El arnés que mi mujer utilizaba conmigo era grande también pero para nada tenía ni la dureza ni el calor que la polla de Rubén desprendía. Poco a poco lo fue introduciendo, yo notaba como cada con cada centímetro que hundía en mi, otro tanto de mi escasa hombría se difuminaba. Era cierto, me follaba con mucha delicadeza, iba muy despacio, empujaba y paraba otro tanto, sus labios besaban mi cuello, sus manos acariciaban mis pezones, de vez en cuando me abrazaba por la cintura y aceleraba el ritmo. Yo intentaba reprimir mis gemidos, no quería que el descubriera que yo lo estaba gozando, pero sabía que era una batalla perdida, mi disfrute era superior a mi dignidad. Rompí a chillar cuando sus testículos chocaron con los míos. Tenía su virilidad enterrada completamente en mi. Me arrepentía de no haber probado nunca nada así. Era sometida, me entregaba, yo era una mujer y complacia a un macho. Rubén era un experto, me penetraba con contundència y con mimo a la vez, me llenaba y se tomaba su tiempo al sacarla para que yo empujará mi culo hacia atrás, buscándolo, deseándolo. Yo intentaba girar mi cabeza hacia atrás y le miraba con deseo.
— Esto es lo que querías? Llevo mucho deseándote cuñada, sabía que deseabas esto. En tu mirada se veía que no eras un hombre. Siempre supe que una marica se escondía en ti. Te voy a preñar....
A mi escucharle me encendía mucho más, mi orgasmo era interminable, no hacía más que correrme, muy despacio, sin pausa, y sin tocarme, incluso cuando Lola me penetraba con el arnés debía de masturbarse. Ahora era diferente, esa polla rozaba tantos nervios, que todo era eléctrico.
Rubén, empezó acelerar, sus envites me empujaban hacia adelante, sus gotas de sudor caían sobre mí espalda. Sus dedos se clavaban en mis caderas, y su momento llegó, notaba sus disparos correr por mi interior, ese líquido caliente, y que al correr por mi esfinter me hacía correrme aún más a mi.
Al soltar mis caderas, caí de rodillas, no tenía fuerza para mantenerme en pie. Mire a Rubén, y le vi resoplando y apoyando su espalda en la pared.
—Nena, nunca había echado un polvo así, eres increíble....
Le mire y le sonreí. Debía de aflorarme el remordimiento, pero al contrario me sentía feliz, plena, completa.
Me ayudo a levantarme, y me beso. Fue un beso lleno de amor, dulce, suave. Yo flotaba y tiritaba de emoción.
Hablamos poco, el se ducho mientras yo le observaba. Había venido a buscar unos documentos que había olvidado cuando me encontró. Debía de irse otra vez. Le ayude a secarse y a vestirse, igual que haría cualquier mujer. Le acompañe hasta la puerta y volvimos a besarnos.
Los siguientes meses, fueron una verdadera locura. Hacíamos el amor en cuanto teníamos ocasión, incluso arriesgamos y lo hacíamos cuando Lola estaba en casa durmiendo. Rubén me ayudaba a quitar la mesa, pues en la cocina se la chupaba. Ponía la secadora, pues Rubén venía y se rozaba conmigo, comiendo los tres juntos, Rubén, se sacaba el pene y yo se lo acariaba mientras hablábamos con mi mujer. Ni que decir tiene, que yo ya vestia lencería femenina de continuo. Solo me cambiaba cuando Lola llegaba. Mi vida sexual con ella se empobrecio también mucho. Ella me buscaba y yo la ponía excusas. Nunca me reprochó nada.
Los meses pasaron y Rubén debía de volver a su casa, su trabajo había acabado. Los dos lo pasamos mal. El no queria irse, pero su mundo y su familia estaban en otro prisma. Cuando le vi arrancar el coche, la tristeza me invadió, no sabía cómo podría vivir sin él. Me había enamorado y sabía que el sentía lo mismo.
Hablábamos a menudo por teléfono, washapps de continuo, y siempre nos decíamos lo mismo, que no se repetiría, aunque los dos estábamos seguros de que no nos podríamos resistir cuando nos juntáramos.
Una mañana en que estaba pasando el aspirador, y solo estaba con un tanga y tacones, unas manos se agarraron a mi cintura. Rubén había llegado por sorpresa y su primera visita fue a mi. Nos abrazamos, nos besamos todo nuestros cuerpos, todo eran pruebas de amor. Enseguida me arrodille y empecé a chupar aquel objeto de deseo. Me encantaba notar como crecía en mi garganta. Yo cerraba los ojos y me deleitaba con su sabor. De repente Rubén, sacó su rabo de mi boca, le mire sorprendida y vi su mirada en la puerta de casa. Lola nos miraba...