Maricona en bragas en la mili II

Experiencias de una maricona en la mili que le gustaba exhibirse en bragas

Más tarde volvimos a encontrarnos en el barracón, pero no tocamos el tema. Ellos y yo lo llevábamos con discreción, por el momento, porque en los sucesivos días la cosa fue cambiando. Como ya se entenderá, durante el periodo de campamento en la mili, de recluta, todo se hace a la carrera y casi no hay tiempo para nada. Pero sí lo había en los momentos de ocio; para enrollarse con los colegas, comerse un bocata en la cantina, buscar formas de pasar el rato… Momentos que se aprovechaban para comentar todo tipo de chismorreos y en los que se contaban muchas de las historias sucedidas en el Campamento, sobre todo las que causaban un mayor regocijo. En mi compañía, la 14ª, y aledañas, no tardarían en saberse nuestras correrías. Afortunadamente, no llegaron a trascender más allá. Aunque solo en un principio.

Toñete, el gitano, me andaba rondando para tenerme controlado,  siguiendo con la intención de hacerme su puta. Al día siguiente de la movida del barracón prácticamente no pudimos vernos, pues se hicieron ejercicios diferentes a los habituales y estuvimos separados en grupos distintos. Con lo que no hubo manera de organizar nada de lo previsto.   Su colega sevillano, Manolo, vi que se iba distanciando de mí, evitándome, con cara de no querer meterse en líos. Pero algún tiempo después me enteré de que tenía conocidos de su barrio en la 13ª, a los que había dicho que en su barracón había un maricón que usaba bragas y que le llamaban la culona. Esto me lo contó el Toñete. También me dijo que habían flipado y querían saber quién era. La verdad es que incluso me dio morbo.

El Toñete era un gitano guapo, morenazo de pelo y piel, con cuerpo atlético, ojos grandes y una sonrisa encantadora que me desarmaba.   Muy gracioso y “echao palante”, como buen gitano. Machista y dominante. Si  me tenía a la vista me guiñaba el ojo y sonreía, sacaba un poco la lengua y se la pasaba por los labios mirándome, sin importarle nada. Le gustaba que todos supieran que tenía una maricona culona para él. Y a mi me volvía loca. Sobre todo cuando en la cantina se ponía a cantar flamenco y dar palmas zapateando, y me lanzaba besos a distancia para ponerme contenta. Sabía que me tenía enamorada hasta las trancas y se aprovechaba. Y también sabía que yo quería ser su puta. Cuando ya estaba borracho, me decía delante de todos, “Ven culona, enséñanos las bragas!”, provocando el regodeo de los presentes. Yo hacía como que no me enteraba y seguía bebiendo. Pero no podía evitar que me saliesen los colores.  Aunque a esas alturas ya era del dominio público, los comentarios del gitano, sumados a mi reacción, no eran sino la confirmación de que era verdad que usaba bragas, lo que hacía que muchos me dedicaran sonrisas burlonas acompañadas de palmadas y pellizcos en el culo para ponerme caliente. Con un… “Esa culona!!”. Y no me desagradaba.

Dos días más tarde, en la puerta del comedor, después del desayuno, se me acercó. Íbamos hacia la Compañía para formar y dirigirnos a las aulas a clases teóricas. Entonces hizo que le siguiera hasta la zona de la lavandería. En un recodo donde no nos veía nadie, me agarró el culo con la mano y me metió una buena sobada.

Ufff, ya me puso caliente, el cabrón. Me dio un pepino grande que había robado antes en la cocina y me ordenó, “En el rato del bocadillo de la instrucción te vas a los árboles del fondo, donde están las piedras grandes, como si fueras a cagar. Debajo de uno de ellos, te quitas las botas y los pantalones y te quedas solo con los calcetines, la guerrera y la gorra puesta. Te pones a cuatro patas con el culo en pompa, el pepino metido en el coño y las bragas bajadas. Y me esperas. Te voy a dar una sorpresa”.

Bueno, no me lo creía. Iba a hacer realidad mi sueño. Sería la puta de mi amo, mi dueño, mi chulo guapo gitano. Después de las aulas, fui rápidamente al barracón para que me diera tiempo a prepararme antes de la instrucción. Me puse las bragas, y en los baños de la Compañía pude limpiarme el coño con una pequeña manguera de goma que me había agenciado. Casi llegué tarde a la instrucción. Estuve hora y media desfilando, marcando el paso y ejercitando movimientos con el cetme, a la espera de que llegase el momento del bocata.

Cuando tocaron el silbato para el descanso, me dirigí hacia los árboles y desaparecí de la vista de todos en cuestión de segundos. Busqué el sitio que me pareció mejor, al lado de un árbol muy grande con ramas alrededor, situándome medio escondido y a suficiente distancia de por donde cualquiera pudiese llegar y que, de ser visto, pareciera que estaba haciendo mis necesidades. Me desvestí como habíamos quedado y  fui metiéndome el pepino, que ya había pelado antes con una navaja en el baño. Estuve un par de minutos aguantando de rodillas, ansiosa y con el culo en pompa, ofreciéndolo, y el pepino casi metido por completo. Hasta que oí unas voces. Miré, y vi que era el gitano con tres tíos detrás de él encaminándose hacia donde yo estaba. Que luego supe que eran los colegas del Manolo. Jodeeerrr, cómo me puse, ufff.

En cuanto llegaron les dijo, “Esta es mi puta, la culona”.  Y uno de ellos, “Hostias!, es verdad, si se pone bragas el maricón! Pero vaya culazo que tiene!”. “Ya os lo había dicho, pero daos prisa que hay poco tiempo”, siguió el gitano. Mientras se la ponían dura, Toñete me sacó el pepino. Empezó a sobarme el coño con la mano dando buenas frotadas y a tocármelo suavemente con el dedo ensalivado haciendo círculos. Me metía el meñique una y otra vez buscándole el clítoris a su puta, haciéndola gemir y mover el culo como una zorra. Me calentó hasta casi correrme por el chocho. Se reía y decía, “Mirar cómo se pone de cerda, la vuelve loca que le trabajen el coño” “Te vamos a dar una follada que no se te va a olvidar, culona”  “Así me gusta, que te pongas perra para los machos que te trae tu chulo” “Eres mi maricona, si nos da tiempo al final te doy una paliza en el culo como a ti te gusta, te lo pongo ardiendo y rojo como un tomate”  “Para que vean mis clientes la buena puta que tengo”.

Los tíos ya estaban resoplando de ganas, decidiendo quién iba el primero. Los tres tenían buenos rabos. Les pedí que primero me diesen de mamar. Se acercaron, y mientras se lo comía a uno los otros dos me daban con el suyo empalmado en la cara… “Toma puta! pilla rabazo maricona! Qué bien la comes! Te vamos a dar rabo todos los días!”. Se lo comí a los tres por turnos al tiempo que mi chulo seguía calentándome el coño con una maestría que me hacía gozar como nunca imaginé. Con lo que consiguió que les comiese la polla como una loca y ellos disfrutasen a lo bestia. Al poco, y sin darme cuenta, mi chulazo me metió su enorme y duro pollón de un golpe. Pegándome una follada brutal que hizo que se me saltasen las lágrimas, oyendo a los cuatro reírse con ganas de cómo se divertían.

Pasamos un buen rato así hasta que el gitano dijo que cambiasen de agujero. Ahora la follada sería él por la boca y los otros tres por el coño, uno detrás de otro. Aunque casi no me cabía en la boca, cómo me gustó comer y chupar el rabo de mi gitano viéndole relamerse de gusto mientras sentía los de los machos que me había traído. Tenían las pollas grandes y duras como las piedras los tres, igual que la de mi chulo. No había acabado uno y ya se estaba cambiando con otro para seguir follándome. Como tres o cuatro veces cada uno. Las últimas con embestidas salvajes y azotándome el culo.

Estuvieron una media hora dándome duro entre todos. Hasta que se corrieron uno tras otro en mi coño. Y el Toñete en mi boca, dando un alarido de satisfacción que muy probablemente pudo oírse más allá de la arboleda.

Pese a que lo tenía tan caliente y abierto como para que me entrase un puño, yo seguía queriendo más. Estaba del todo salida deseando que continuasen, pero no pudo ser. Había que volver. Ya se escuchaba el silbato llamando a formar.

Con las rodillas doloridas y chorreando semen por el chocho, me levanté y me subí las bragas. Angellillo, el último que me folló, me dijo, “Qué rica estás en bragas, culona” “Te vienes un día con nosotros a la hora del paseo y nos las enseñas en el pueblo, conozco sitios…”. Me acaloré toda. Le sonreí, y me agarró con las dos manos por detrás arrimándose a mi. El morreo con lengua que me dio acabó dejándome satisfecha para todo el día.

Nos arreglamos tan rápido como pudimos y tomamos el camino de vuelta hacia la Compañía a toda prisa. Los cinco estábamos encantados. Había sido como un chute de éxtasis que hizo olvidarnos de dónde estábamos durante todo ese tiempo.

Según salíamos de la arboleda Angelillo dijo, “Tenemos que repetir!”. A lo que los otros dos le secundaron con un “Siiiiii”.

Mi chulo se los llevó aparte y oí que les decía que ya hablarían, a la vez que le soltaban la pasta que habían acordado.

La culona

(continuará)