Maricarmen (2)

Otra caliente aventura con la sabrosa Maricarmen.

MARI CARMEN II

La siguiente vez que tuvimos un placentero encuentro sexual mí rica Maricarmen, sus juguetes y yo, fue, incluso, mejor que la anterior, aquí se las describo, espero les agrade.

Otra de las veces en que fui a casa de mi nena, se puso realmente candente, no sabía lo que iba a pasar, es más ni siquiera en mis más candentes sueños eróticos se había presentado nunca.

  • Pasa amor – me dijo cariñosamente -, hoy quiero darte una sorpresa, espero que te guste – finalizó.

  • Gracia muñequita – respondí en el mismo tono -, ¿de que se trata? – incurrí lleno de curiosidad.

  • Espera y los sabrás – contestó misteriosamente al tiempo en que me hacía entrar.

Entramos a su sala y me indicó que tomara asiento, así lo hice mientras ella se retiraba rumbo a su habitación, puse mientras tanto algo de música para que la espera no se hiciera tediosa, al cabo de unos minutos regresó enfundada en una minúscula minifalda roja, zapatillas igualmente rojas, tacón de aguja, medias negras, blusa del mismo color semitransparente, no llevaba sostén, motivo por el cual pude apreciar sus pequeños pechos con los pezones erguidos como queriendo perforar la tela que los envolvía, la visión me fascinó, realmente lucía increíble, como impulsado por un resorte, me levanté, recorrí la distancia que nos separaba, la tomé entre mis brazos y le di un ardiente beso como queriendo comérmela en ese instante; ella respondió a la caricia con vehemencia, sus manos aprisionaron mi cintura y me atrajo hacia su pubis, los momentos se hicieron eternos, transportándonos a un paraíso insospechado, como esa de esperarse mi pene comenzó a reaccionar levantándose poco a poco, Mari Carmen los sintió e hizo más candente el abrazo en el que estábamos fusionados, movió su cadera deliciosamente para hacerme excitar aún más, obviamente logró su cometido puesto que me puso más y más caliente con cada movimiento que realizaba, deteniéndola, pude por fin decirle:

  • Espera cosita rica, no deseas que me venga sin darte lo que tengo para ti – comenté mientras me tocaba el notorio bulto que se adivinaba fácilmente en mi pantalón.

  • Precisamente es lo que no quiero, es más, si la curiosidad por saber cuál es la sorpresa que te preparé te corroe por dentro, siéntate y disfrútala.

Mansamente obedecí su orden, me acomodé en el sillón mientras ella cambiaba la música, las suaves notas inundaron el ambiente, al mismo tiempo comenzó a bailar sensualmente, su manos recorrían su apetecible cuerpo tocándose por encima de la ropa, la cadera inició unos movimientos cadenciosos y sensuales que me hicieron imaginar que estaba siendo poseída por un inexistente amante, girando, me mostró su redonda parte posterior que tanto me atrae, traté de alcanzarla para tocar sus ricas nalgas pero ella lo impidió con un rápido giro diciéndome:

  • Admírame pero aún no me toques – comentó mientras en su rostro se dibujó una pícara sonrisa.

Pasados uno instantes de aquella danza sensual, comenzó a despojarse de la minifalda, con una lentitud desesperante, dejándome apreciar bajo la falda un encantador liguero de piel, con la misma tonalidad que sus medias, realmente la vista correspondía a una diosa del amor dispuesta a cualquier sacrificio con tal de obtener el clímax sexual, mi paciencia, incapaz de contenerse más, me obligó a ponerme de pié para abrazarla, le dije:

  • Eres la muñeca más sensual que existe en el mundo.

A modo de respuesta me besó tiernamente para luego apartarme de su candente cuerpo, la extrañeza me invadió, no sabía cuál era el motivo de ese leve rechazo, sin poder contenerme pregunté:

  • ¿Por qué no me dejas tenerte en mis brazos, tal y como lo deseo?

Sencillamente sonrió y su respuesta llegó apenas audible:

  • Porque aún falta lo mejor, ten paciencia y descubrirás el motivo… - dijo mientras me hacía volver a mi asiento.

Aún extrañado por su actitud, volví al sillón y me dispuse a recibir la sorpresa, Mari Carmen retomó su baile y continuó dejando caer sus prendas al piso, primero la blusa, dejando al aire sus deliciosos senos, siguieron el turno las zapatillas que volaron hasta un rincón, a continuación salió despedido el liguero, dejando ver la roja tanga que, a dura penas, ocultaba su oscuro mechó de vello púbico, siguieron las medias, las cuales hizo que fuera yo el encargado de quitarlas de sus torneadas piernas, lo hice totalmente embelezado por la maravillosa visión que ante mí estaba, por último, llegó el tiempo despojarse de la tanga, la cuál contenía la sorpresa que me había cuidadosamente preparado, al irla bajando hacia sus muslos, pude apreciar, totalmente insertado en su vagina, un consolador negro, que seguramente le había hecho llegar, no a uno, a varios orgasmos mientras ejecutaba la sensual danza, cuando sus pies abandonaron la diminuta prenda, se acercó a mí diciendo:

  • Este consolador tiene casi exactamente la medida de tu verga, desde que lo compré, ayer por la tarde, no me he querido separar de él, además, como sabía que hoy vendrías, me lo puse después de mi baño matinal, ¿qué opinas?

  • Me dejas asombrado por todo – respondí francamente excitado -, debes andar tan húmeda que, si te la clavara ahora mismo, no tendría problema para metértela hasta el fondo, ¿cierto?

  • ¿Deseas comprobarlo? – dijo mientras abría las piernas formando una "V" invertida -, tócame y lo sabrás.

Retiré el juguete al mismo tiempo que ella me despojaba de mi ropa, pude comprobar que se encontraba totalmente húmeda por los jugos provenientes del interior de su exquisita vagina, al dejarme desnudo, acercó la cara y metió totalmente mi inflado garrote hasta el fondo de su garganta, los estremecimientos de placer no tardaron absolutamente nada en hacer presa de mi cuerpo, suavemente la tomé por la nuca y acompañé sus movimientos insertando mi miembro dentro de su boca, permanecí así por espacio de unos minutos, como no deseaba entregarle aún mi semen, le sugerí que invirtiéramos los lugares, para poder deleitarme con el salado sabor de su concha:

  • ¡Dame todo el placer del que eres capaz!, quiero disfrutar el día de hoy inmensamente - dijo al sentirme hurgar con mi lengua en sus entrañas.

Ante tal petición tuve que esmerarme al máximo para hacerla sentir el tan ansiado goce, no me detuve hasta que sus piernas atraparon mi cabeza, impidiéndome continuar con mis jugueteos en su vagina, el sabor proveniente de lo más profundo de su sexo, aunado al estremecimiento de su cuerpo, me indicaban que el clímax había sido alcanzado, me retiré para que recobrara el aliento y me dispuse a disfrutar de la relación:

  • ¡Que rico me vine! – dijo aún sin recobrarse completamente -, ahora es tu turno, vas a sentir tanto placer que me vas a suplicar que no me detenga hasta que te vengas, ya verás.

Tomó el lubricante y derramó un poco entre mis nalgas, luego se colocó el arnés y puso el negro juguete que estuvo en su concha todo el día, también lo untó de lubricante y me ordenó:

  • ¡Dame las nalgas, te voy a coger muy rico!

Sabiendo que me daría por detrás, me dispuse sumisamente a ser penetrado, me puse en cuatro patas sobre la alfombra y bajé mi torso para que mi trasero quedara a disposición de ella y su pene artificial, abrí mis cachetes traseros para dejarla ver mi oscuro anillo, Mari Carmen me lamió las nalgas y, con el lubricante que había puesto antes, lubricó mi abertura metiendo suavemente un dedo, esto me hizo gemir de gusto, continuó dándome dedo hasta que, por fin, anunció:

  • ¡Toma toda mi verga! - dijo mientras me clavaba por detrás el consolador -, ahora quiero que te muevas como una puta.

Obedecí a su mandato e inicié un rico mover de nalgas, no supe en que momento sentí el inmenso placer de ser penetrado en la posición de perrito, definitivamente es una de las mejores porque el pene de desliza hasta el fondo del culo o la vagina, mi cogedora me pegó varias veces haciendo temblar mis posaderas mientras disfrutaba ensanchándome el ano a su antojo, en cierto momento, bajó una de sus manos y agarró mi ardiente instrumento, lo masturbó lentamente para aumentar mis sensaciones, mi cuerpo se estremecía por completo, incapaz de soportar el inmenso goce le dije:

  • ¡Déjame clavártela ya!, estoy a punto de venirme – supliqué.

  • Te vas a acostar sin sacarte del culo la negra verga – ordenó firmemente -, luego me monto sobre ti hasta que sientas qué rico es venirse siendo penetrado por atrás.

Deseoso de llenar de leche su rica panocha, me saqué el pene artificial del ano, ella de despojó del arnés, lo quitó de ahí y me lo clavó nuevamente por mi culo, me acosté sobre el tapete y le presenté mi lanza con la punta enrojecida por el goce contenido, apuntando hacia arriba, ella simplemente la tomó en sus manos la mamó en forme deliciosa y la hizo desaparecer dentro de su vagina, de la cuál escurrían sus jugos íntimos, se dejó caer en un solo movimiento haciéndome disfrutar enormemente, cada vez que sus nalgas rebotaban en mis ingles, sentía cómo el consolador se deslizaba en mis entrañas, el trabajo para el cuál había sido diseñado el juguete era francamente delicioso, estaba recibiendo y dando la mejor cogida de toda mi vida, sus pequeños pechos quedaron presos entre mis manos, los apreté, pellizqué sus endurecidos pezones, los besé y mordí para que ella también se transportara al paraíso en el que me encontraba, la encantadora cabalgada rindió sus frutos, poniéndome tenso, exploté a borbotones dentro de la húmeda cueva que rodeaba totalmente mi reata, ella, sin haberse venido aún, se movió frenéticamente mientras las contracciones de mi pene no cesaban, unos segundos después, su cuerpo se estiró, sus manos acariciaron mi cara, luego se derrumbó jadeante sobre mi pecho mientras su lengua buscaba ansiosamente la mía, nos unimos largamente en un beso de pasión al tempo que nuestros jugos se mezclaban en nuestros sexos.

En cuanto recobré la conciencia retiré el consolador, que tanto placer me dio, de mi abertura posterior, ella sintió mis movimientos y, abriendo los ojos, me dijo:

  • El día de hoy sentiste lo mismo que yo cuando me la metes por atrás, ¿Cómo estuvo?

  • Me hiciste gozar como nunca, eres realmente magnífica – dije mientras la abrazaba.

Espero sus comentarios en mi correo.

Don Pato

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