Maribel y yo, una relación especial
Aquí relato cómo determinadas acontecimientos hacen nacer una relación especial entre un Maribel y yo, una mujer, aunque no lo parece, 13 años mayor que yo.
Mi compañera de profesión, mi vecina, mi amiga, mi amante.
Maribel tiene 61 años, es compañera de profesión, catedrática de Latín y recientemente jubilada, yo también soy profesor. Es mi vecina, vivimos en el mismo bloque de viviendas desde hace aproximadamente 25 años. Es mi amiga, aunque no nos hemos relacionado mucho, sí hemos coincidido en las reuniones de comunidad, hemos compartido en 3 ocasiones los cargos de la directiva (vivimos en la misma planta y los cargos son por plantas) y los dos últimos años, antes de su jubilación, hemos sido compañeros de Instituto; por todo ello, yo diría que se había fraguado entre los dos una bonita amistad. Ahora también somos amantes.
Maribel es viuda desde hace 8 años y comparte su vida desde hace 5 con un amigo y socio de su difunto marido, Manuel, viudo igualmente, 12 años mayor que ella. Su relación es especial: durante el día suelen permanecer juntos, pero, cuando llega la noche cada uno vive en su propia casa. Como ella me confesaría después, profesa mucho afecto a Manuel, se ha tratado desde hace más de 30 años, pero sexualmente casi nunca hubo nada de nada. Manuel tuvo un infarto hace 2 años y dejaron de practicarlo definitivamente. Por otra parte, tanto los hijos de Manuel (tiene 2), como el hijo de Maribel, aunque todos residen lejos de Andalucía y en contadas ocasiones se ven con sus respectivos padres, no aprueban esta relación. Esto sólo acontece en Navidades y en agosto. Durante ese período de tiempo dejan de verse y así evitan problemas.
Maribel, es una mujer que mide 1,70; tiene buena presencia, delgada figura, 60 kgs.; practica la natación con regularidad; pelo largo muy cuidado; viste de manera informal y tiene, ahora lo puedo confirmar, un culo bastante prieto para su edad, divino, unas largas y bien torneadas piernas, junto a unas voluptuosas tetas que me tienen loco. ¡Ya quisieran algunas con 10 ó 15 años menos! Todo ello le hace que aparente 50 ó 52 años.
Yo, Juan, tengo 48 años, soy profesor como ya he dicho, Ingeniero informático, y doy clases de Informática en la Formación Profesional en un Instituto de una capital de provincia del sur de España. Recientemente he terminado una relación sentimental de 8 años con Emilia, 10 años menor que yo, también profesora. Esta relación se ha ido al traste, en gran medida, por no querer casarme con ella, después de que insistiera durante los dos últimos años en querer formalizar nuestra relación. Yo argumentaba que una relación no se sostiene en un certificado matrimonial, por el contrario sí en el amor, ella decía que no era suficiente, además, quería tener un hijo, ¡¡Ya!! Antes de que se nos pasara la edad. Yo no pienso igual, sobre todo después de haber vivido la separación de mis padres, cuando era un niño, y el divorcio bastante desagradable de uno de mis dos hermanos. Desde hace algo más de un año, cuando terminó el curso en el 2005, ya no vivimos juntos. Emilia en ese curso había pedido traslado a un Instituto de Cádiz, donde vive ahora con sus padres, al menos eso es lo que yo creo.
Así llegamos al momento de que nos ocupa, cómo empezó la relación, también especial, entre Maribel y yo.
ESTA HISTORIA ARRANCA EN LAS NAVIDADES DE 2005. En ese momento llevaba una vida solitaria, desde finales de junio, cuando se marchó Emilia. Desde entonces no me he comido una "rosca", sólo en ocasiones me la he "cascado" viendo alguna película porno, o con fotografías de mujeres desnudas bajadas por internet, o leyendo relatos como el que yo cuento aquí. He salido con compañeras de profesión, pero nada de nada. Así que en ocasiones siento unas ganas enormes de follar, pero no soy de los que se van de putas, ni de los que buscan desesperadamente cualquier cosa, prefiero mejor la autosatisfacción.
Un día, cuando ya terminaba el año, como digo en el 2005, después de deambular y curiosear por las diferentes librerías y tiendas de mi ciudad buscando algún que otro regalo para mis dos hermanos y mis sobrinos, única familia que me queda, decido regresar a casa en autobús y seguir intentándolo al día siguiente. Ya cerraban las tiendas, hacía frío, llovía débilmente y la gente se apresuraba en regresar a su hogar. Llego a la parada y veo una cola enorme, intento coger un taxi y todos marchan llenos, por otra parte la circulaciones se hacía densa por momentos, así que decido ser paciente, sé que tardaré en llegar a casa entre 40 ó 50 minutos, y dada las circunstancias 10 ó 12 menos que en taxi. Cuando logro entrar en el autobús, observo que vamos como sardinas en lata. Llevábamos unos 10 minutos cuando oigo un pequeño alboroto y oigo la voz de una mujer que increpa a un viajero, éste también dice algo, miro y veo que se trata de Maribel, ella en ese momento le llama sinvergüenza, él le contesta que está loca. Decido instintivamente intervenir. La llamo y le digo.
Maribel, ¿te pasa algo? Mirándome y cambiando su semblante al verme, me dice.
Cariño, este individuo me intenta meter mano. Me sorprende lo de cariño, pero le respondo sin pensar.
No te preocupes, cielo, ya voy para allá, e increpo a hombre gritándole, ¡Tu! ¡Ahora te vas a enterar!
He de confesar que soy una persona que a primera vista impresiono, mido 1,85, peso 95 Kg., tengo una tupida barba y una impresionante voz. Por ello sé que impresiono, lo veo en la cara de mis alumnos, sobre todo cuando estoy cabreado. Hago ademán de ir hacia ella y observo que la gente hace un esfuerzo para dejarme pasar. Cuando llego casi a su altura, el autobús llega a una parada y el "caballero" que intentaba sobrepasarse con Maribel sale del mismo empujando a todo el que se encuentra en su camino, la gente le dice de todo poniéndose de parte de Maribel. Finalmente llego a la altura de Maribel y ella me deposita un suave beso en los labios diciéndome.
Gracias, cariño. Le respondo, siguiéndole el juego.
De nada mi amor ¿Estás bien? Responde.
Sí, sí, ahora sí.
Yo, aun sorprendido y algo aturdido por la situación y aprovechando que parte de la gente se ha bajado en esa parada, la tomo por la cintura y la llevo como puedo hacia un rincón del autobús, pongo mi chaqueta sobre el pasamano y la pego al mismo. Pienso que así la protejo con mi cuerpo de futuros apretones y empujones. Como así sucede, de nuevo suben diferentes viajeros y volvemos a estar apretujados. Ella se disculpa por el trato familiar que me había dado, yo apruebo su decisión. Al poco rato me encuentro, con el traqueteo del autobús y los empujones de los que entran y salen, que soy yo ahora el que parecerá que le meto mano a Maribel. Estoy prácticamente pegado a sus pechos, mientras ella no puede hacer nada, ya que lleva los paquetes de sus compras y su abrigo en ambas manos y detrás se encuentra el pasamano. Bajo mi cabeza y le digo suavemente al oído.
Perdona, pero esto está realmente estrecho. A lo que ella me responde.
No te preocupes. Si he de soportar algún que otro achuchón prefiero el tuyo al de cualquier otro.
No sé como tomarme sus palabras, no sé si es una forma de hablar o es que realmente le gusta que yo me pegue a ella, porque eso es lo que está sucediendo, tengo sus pechos clavado en los míos y de cuando en cuando, después de un frenazo o una parada, no puedo evitar empujarla, apretarla o rozarla. Prácticamente estoy pegada a ella como un sello de correos, mi "paquete" se pega a su pubis, y en ocasiones me tengo que apoyar con mis manos en la pared del autobús para no aplastarla. También observo que, el pasamanos, a pesar de mi chaqueta, se le clava en la espalda, lo que debe producirle algún tipo de molestia, se lo noto en la cara. De nuevo me inclino como puedo y le digo casi al oído.
¿Te molesta el pasamanos? ¿Quiere que ponga mi mano detrás? Asiente con la cabeza.
Llegado ese momento, me encuentro bastante excitado, incluso sé que mi polla está como el palo de una bandera. Ya nos rozamos, ya me aprieto con el bajo vientre de Maribel, ya la empujo. Así que me armo de valor y le paso una mano por la cintura, a la altura del pasamanos, pero como veo que sigue haciendo gestos de molestias, le paso la otra.
Ahora nos encontramos, ella, con las manos ocupada por las bolsas de sus compras y su abrigo, yo, con sus pechos clavados en los míos y mis manos la tienen cogida por la cintura, a la altura del pasamanos. Si estuviéramos bailando agarrados como dos enamorados, no creo que lo estuviéramos más. Todo ello acompañado de una polla que agradece este acontecimiento por instante y que periódicamente se frota con su bajo vientre y siempre se encuentra apoyada en ella (nunca mejor dicho). Me siento de pronto ruborizado y le digo al oído
Lo siento, si te encuentras incomoda, haré lo que pueda en la próxima parada y buscaré una nueva posición. Ella se empina y me dice.
No pasa nada, está bien. Si cambiamos, pareceré un bocadillo, detrás hay uno que no nos quita ojo, de momento déjalo como está.
Ni que decir tiene que esta situación me estaba poniendo cada vez más caliente, además, seguro que ella está notando mis atributos, (que dicho sea de paso, en erección son importantes, aproximadamente 22 cms. y de un grosor de casi 12 cms. Mi, ex, Emilia, se entretuvo un día en medirlo).
Así permanecimos unos minutos que para mi fuero gloriosos, máxime con el "hambre" que manejaba. Llegamos a una parada y bajó bastante gente, así pudo abrirse algunos claros en el autobús. Le hago un ademán de cambiar de posición y ella asiente con la cabeza. Ahora yo estoy apoyado sobre el pasamanos y ella está delante, le pido las bolsas y su abrigo para que descanse un poco sus manos y ella accede. No dice nada, está mirando como pensativa hacia la calle por las ventanas del autobús, en silencio. Yo no me atrevo a comentar tampoco nada y me digo, "me parece que la has cagado, amigo Juan". Pero pronto llegamos a otra parada y suben en ella un grupo de adolescente, en número de 15 a 20 que regresan a casa después de jugar un partido de fútbol o practicar algún deporte, se nota en que todos llevan bolsas de deporte. De nuevo se encuentra el autobús lleno a rebosar. Ahora es Maribel la que se ve de pronto empujada hacia mi y es ella ahora la que se aprieta y pasa sus manos por detrás de mi cintura a la altura del pasamanos, abrazándome; yo me siento en el cielo y me digo "Juan, quizá a fin de cuentas no la has cagado". Así permanecemos unidos hasta nuestra parada. Aunque hace rato que el autobús está medio vacío, ella ha seguido pegada a mi como una lapa; tengo que decirle, a mi pesar, que hemos llegado, entonces observo que ha venido este último trayecto con los ojos cerrados. Cuando comprueba que el autobús ya viene medio vacío, me dice con cara de sorpresa.
¡Lo siento, Juan! Creía que aun estaba lleno. Yo le contesto, mirándola fijamente a los ojos.
No te preocupes, todo está bien.
Hubiera querido decirle; "¿cuándo repetimos? ¿cuándo puedo abrazarte y que me abraces como esta noche?" Y, por qué no, "¿cuándo follamos?" A esa altura tenía un calentón tremendo, tenía la polla a punto de estallar, y lo que es seguro, ella lo había notado. Incluso la ultima parte del recorrido tenía su cara pegada a mi pecho y seguramente venía oyendo los latidos de mi corazón a punto de salirme por la boca. La parada del autobús estaba a escasos 200 mts. de nuestro bloque. Nada más bajar se coloca el abrigo y me pide las bolsas, le digo que ya se las daré en casa, vivimos, como ya he dicho, en la misma planta, además, cómo justificaría el bulto de mi bragueta, aunque insistió, más lo hice yo, y accedió. El resto del camino lo hicimos en silencio, pero ya llegando nos encontramos con un matrimonio de nuestro mismo bloque y subimos todos juntos en el ascensor. Nos apeamos nosotros primero. Fue entonces cuando me dice, delante se su puerta.
Juan, por favor, ¿puedes ayudarme a guardar las cosa que he comprado? Yo le digo, en ese instante el corazón me dio un vuelco.
Por supuesto, Maribel.
Al entrar en casa noto que la calefacción está puesta y que hay una temperatura agradable, me quito la chaqueta y me quedo en mangas de camisa, ella se quita el abrigo y lo lleva a su dormitorio. Cuando regresa puedo observar, antes me había sido imposible, que llevaba un conjunto de falda y camisa blancos. La camisa estaba bastante ceñida a su cuerpo y tenía desabotonado dos o tres de sus botones que me permitió ver que bajo la misma guarda dos extraordinarias tetas, embutidas en un sujetador negro, seguro una talla menor porque se adivinaban dos maravillosos senos bien comprimidos. La falda, de punto, estaba pegada a su cuerpo y dibujaba un hermoso trasero. No se le distingue el reborde que producen las bragas en este tipo de prendas, por lo que intuyo que lleva un tanga de esos que tienen un hilo que se mete por la rajita del culo. También llevaba medias negras que hacen juego con su abundante cabellera negra y zapatos negros de tacón medio.
¡Ahora me doy cuenta lo que pesaban aquellos paquetes! Calculo que entre 15 y 20 kgs.: latas de conserva, botellas de vino, cervezas, embutidos, quesos, regalos empaquetado, etc. Me comenta mientras transportamos la compra, que casi todo es para la cena de fin de año que celebrarán aquí, en su casa, con su hijo. Parte del contenido de los paquetes los puso en estanterías de la cocina y el reto en un mueble empotrado que tiene en una habitación. Mientras colocaba los artículos se ayuda de una escalera de 4 ó 5 peldaños. Yo se los daba, de manera quieta, de uno en uno, para poder recrearme con lujuria en su culo y en sus bonitas piernas enfundada en esas medias negras que le llegan hasta lo más alto de las mismas, cómo pude comprobar en una ocasión que, para llegar al lugar que quería depositar una lata, se subió hasta el último peldaño y se empinó, al mismo tiempo que separaba una de sus piernas; en ese mismo instante hice como que cogía una lata del suelo y miré hacia arriba y pude comprobar que efectivamente tenía medias hasta lo más alto de sus piernas y que un hilo de su tanga se le metía por la raja de su maravillosos culo. No sé si se dio cuenta, pero a esta altura mi grado de calentura era tal que ni reparé en ello, ni me importaba.
Una vez que habíamos terminado, se dirigió a mi y me dijo, mirándome fijamente a los ojos y a escasos centímetros.
Juan, yo al menos, no sé tu, después de tocamiento que nos hemos dado en el autobús, me encuentro tan excitada que ahora mismo tengo unas ganas locas de follar. Así que, o me follas o te marchas ahora mismo para que pueda masturbarme tan ricamente. Seguidamente, mirándome el paquete, continuó diciendo, esa pobrecilla me parece que te lo agradecerá.
Yo no dije nada, me limité a tomarla por la cintura con ambas manos y atraerla hacia mí, al mismo tiempo que nos abrazábamos con fuerza, la besé metiendo mi lengua en su boca y atrapándosela le chupaba con avidez su saliva al tiempo que me la tragaba, ella hacia lo mismo y bebimos sin parar nuestros propios jugos. Apreté mi polla sobre su cuerpo y empujé su culo hacia mí magreándoselo una y potra vez. Así permanecimos un buen rato. Después nos desvestimos lo mas deprisa posible y pronto quedamos desnudos uno frente al otro, de nuevo nos fundimos en un abrazo intentando que ninguna parte de nuestro cuerpo dejara de estar en contacto con la del otro, como si quisiéramos meternos el uno dentro del otro.
Pasado un tiempo la cogí en brazos y me la llevé a su dormitorio, allí la besé y la admiré toda entera: sus tetas, que tenían unos pezones negros como garbanzos gigantes, su culo, blando pero muy sensual, su obligo, su estómago plano; manosee, lamí y besé su delgadas piernas de nadadora; chupe todo su peludo chocho con unos voluminosos y carnosos labios durante un buen rato; masturbé con mis labios su prominente clítoris; absorbí sus jugos vaginales y ella me lo agradeció teniendo un sonoro y largo orgasmo entre gemidos entrecortados y espasmos en todo su cuerpo. Después compartí sus jugos vaginales dedicándole un largo y profundo beso, nos metimos nuestras lenguas hasta la garganta. Con mi mano derecha volví a manipularle su coño, busqué su clítoris y comencé a frotarlo rítmicamente, no tardo en tener un nuevo orgasmo.
Me pidió que la penetrara, "quiero sentirte muy dentro de mi", me dijo. Me dirigí, por fin hacia esa gruta maravillosa, cogió mi polla con ambas manso y la puso apuntando hacia su vagina; la introdujo, primero despacio, cuando había entrado la mitad, me pidió que se la metiera hasta el fondo, la introduje de un vez, y emitió un largo suspiro. Besándome apasionadamente me abrazó mientras me atrapaba con sus piernas a la altura de mi cintura. Así permanecí un rato, mientras nos seguíamos besando apasionadamente. Si hubiese empezado a bombearla en ese instante seguro que me hubiera corrido al instante, así se lo dije al oído y ella asintió y me dijo con vos suave y cariñosa que le gustaría que ese momento no terminara nuca. Si he aprendido algo de sexo, después de años de experiencia, es saber cuándo debo y cuándo no debo esperar para eyacular, yo quería que ese instante durase el mayor tiempo posible. Si notaba que quería eyacular, me paraba y esperaba, sin dejar de besarla y abrazarla y ella me aprisionaba con sus abrazos y sus piernas. Si notaba que mi excitación disminuía, comenzaba a meter y sacar la polla rítmicamente o con fuerza; de esta forma conseguí que mi penetración durase al menos media hora. Para mi, uno de los placeres mayores de follar está precisamente en saber esperar y mantener una excitación en su punto justo, en la entresala del orgasmo, es un momento que puede durar mucho tiempo y es maravilloso. Maribel después me diría que ese momento, junto a la mamada inicial y otra posterior que le hice al día siguiente, fueron los que más le hicieron gozar. En un momento dado, me dijo que quería que me corriera ya, que quería sentir mi leche muy dentro de ella. Yo así lo hice y experimente uno de los places mayores que jamás haya tenido follando. Llené su vagina de abundante líquido que había estado esperando tanto tiempo un momento como este. Experimentó otro orgasmo prolongado, quizá viendo mi propio disfrute.
Permanecimos juntos toda la noche. A la mañana siguiente, casi amaneciendo, me desperté y vi a Maribel junto a mi, totalmente desnuda y con unas medias de color rojo, de esas que llegan a la cintura, pero dejan al descubierto el pubis, el culo y, por supuesto, el coño. Pude observar, también, que no tenía tanto bello como el día anterior. ¡Se lo había afeitado! Sólo tenía un pequeño triangulito en el pubis. Esto me excitó enormemente y en un instante ya estaba mi polla dura y firme. Se metió en la cama y comenzó a abrazarme y besarme como lo hiera la noche anterior. Se puso encima de mi y me dijo al oído, "veo que te ha gustado", lo decía mientras aprisionaba mi polla y la frotaba contra su coño. Después dijo: "ahora me toca a mi". Dicho y hecho, comenzó a besar todo mi cuerpo, con especial énfasis en mi polla. No sé cómo se las apañaba para introducirla hasta la garganta, sin que le dieran arcadas, seguía y seguía. Pasado un buen rato, le pedí que parara pues si proseguía me correría, ella dijo que no le importaba, que aun no había desayunado, yo le dije que quería prolongar ese momento y además quería comerle el coño depilado, ella se echó a reír y me ofreció su coño; lo bese, lo lamí, lo mordisquee y terminé haciéndole un trabajo fino sobre su clítoris. Lo que hizo que le produjera un orgasmo magnífico: lloró, gritó, se convulsionó, se estremeció... Cuando terminé me miró a los ojos con una mirada de gratitud y felicidad que nunca me pareció haberla visto hasta ese instante en nadie. Seguidamente pasó a ponerse encima de mi y de una vez se clavó la polla hasta el fondo, noté que golpeó el fondo de su vagina. Empezó a cabalgar sobre mi, rítmicamente, ofreciéndome una visión de sus pechos y sus negros y sobresalientes pezones que me ponían loco. En ocasiones paraba y se abrazaba a mi besándome, en otras se movía en sentido circular, en otras se sacaba la polla y se la rozaba contra su coño y su clítoris y volvía a metérsela de un solo envite. Durante todo ese juego amoroso experimento un nuevo orgasmo.
Le dije entonces que si quería que se la metiera por el culo, yo estaba deseándolo. Asintió con la cabeza y me preguntó si quería correrme en su culo que lo hiciera sin problema, en caso contrario prefería que lo hiciera con preservativo, por higiene. Yo le dije que hoy quería en su coño, pero que también, me gustaría explorar su culo. Sacó de la mesita de noche vaselina y yo tomé un preservativo de mi cartera, que llevaba desde hace meses. Primero le metí un dedo, después dos, así la fui acostumbrando para la posterior introducción de mi polla. Finalmente se la metí poco a poco, hasta qué se la metí toda ella, y poco a poco también comencé a bombearla hasta que pude realizarle penetraciones profunda sin problemas. Ella permanecía agachada y con su culo bien levantado me ofrecía su orificio ya bien dilatado, le pase mis piernas por delante de las suyas y la penetraba profundamente, sacaba casi toda la polla para seguidamente introducirla rápidamente hasta que chocaba mis huevos con sus nalgas, así una y otra vez. Cuando estaba a punto de correrme la saqué, me quité el preservativo y de nuevo la monté por delante con un mete y saca salvaje, cuando entraba con mi polla ella dilataba su vagina para que se enterrase con facilidad, cuando la sacaba apretaba la vagina para que saliese con dificultad, todo ello me producía un placer muy intenso, así hasta que me corrí como casi nunca lo había hecho. Al verme correrme con tantos espasmos y ruido, ella también se corrió. Posteriormente me comento que hasta ese momento había tenido su culo virgen.
Con los años que pasé con Emilia, mi ex, nunca logré correrme dentro de su vagina sin preservativo, decía que podía quedarse embarazada y no quería tomar la píldora, demasiadas contraindicaciones; en alguna ocasión logré echarle mi leche en su culo, pero lo consideraba sucio y lo prefería con preservativo; en la boca, tampoco quería, decía que el semen tenía un sabor raro.
Con Maribel, en tan sólo unas hora me había consentido todo (sólo me dijo que me pusiera el preservativo cuando supo que quería correrme en su coño y no en su culo, lo entiendo, por higiene); quiso que me corriera en su boca y por supuesto, me ha permitido que me corra en su coño, lo que yo más prefiero, la puede besar, abrazar y hablarle con cariño al oído. Cuando una mujer te deja que te corras en su coño dejándole tu semen en su interior, es cuando puedes decir que esa mujer se ha entregado por completo a ti.
Desde ese día, ya han pasado casi 8 meses, hemos tenido y experimentado sexo en abundancia y me he corrido muchas veces en su boca, en su culo, y por supuesto, en su coño, su maravilloso coño. Yo me quedo en su casa o ella viene a la mía. Los días se los dedica a Manuel, a mi me parece bien. Las noches, casi todas las Navidades y el mes de agosto son para nosotros. Ni Manuel ni los hijos de Maribel conocen nuestra relación, también me parece bien.