MARIBEL: LA ABUELA DEL VERANO (II/En la playa).

Aquellas veteranas tetonas y culonas, iban a conseguir terminar conmigo a base de pajas como no comenzase a follar pronto con ellas...

Aquella mañana de domingo, me levanté excitado, nervioso y completamente empalmado. La textura de mi poya se asemejaba, por su dureza al tacto, más a una piedra que a un cuerpo venoso. Desayuné un poco. Me duché y salí muy alterado camino de la playa.

Las previsiones meteorológicas no eran las mejores para aquel mi primer día de playa, después de tantos años sin haber pisado ninguna. Sin embargo, la ocasión lo merecía. El aire caliente y los más de cuarenta grados no iban a ser un impedimento para tratar de mantener un primer acercamiento con aquella deliciosa y veterana madurita.

Desconocía la hora exacta a la que las dos mujeres acudirían al pueblo vecino. Hablaron, aquella tarde en la plaza, de acudir a media mañana. Eso dejaba abierto un abanico de opciones muy amplio.

A las nueve ya tenía mi sombrilla clavada y la toalla en la arena. La playa no era muy extensa, y con lo que pude escuchar cuando preparaban su excursión dominical, estarían relativamente cerca de donde instalé mi improvisada acampada playera.

Pasaba el tiempo. Primero las diez. Luego las once. Terminaba de sacar de mi nevera la tercera cerveza, cuando las vi aparecer desde la distancia. Se aceleró mi corazón. Palpitaba nervioso. Llevaban un pareo negro, estampado en  lunares que mostraba al descubierto buena parte sus muslos. Se habían decantado por el negro también para el bañador. Empecé a empalmarme.

Las dos rebosaban curvas por toda la geografía de sus veteranos cuerpos. Lo que no me pasó con la rubia treintañera y tetona que tenía justo a mi lado, me estaba pasando con aquellas dos mujeres mayores. Eran las once y media, y la poya ya la tenía más dura que el palo de la sombrilla.

Sin darme cuenta, comencé a tocarme el nabo con la mano. "Cómo están las abuelas. Follaría con las dos a la vez". La vecina rubia y playera pareció notar algo raro en mí. Se me quedó mirando mientras me restregaba mi mano por la poya. Se pensó que era por ella. "Cerdo. Pervertido". Después de insultarme se puso la parte superior del bikini. Se levantó y se fue caminando hacia el otro extremo de la playa.

Dos cervezas más tarde, mi madura culona y tetona, se levantó de la silla dirigiéndose hasta la orilla. Parecía más bajita que m dos días antes, cuando en la plaza la vi por primera vez. "Debe estar rondando el 1.60", pensé. Poco a poco se fue adentrando en el agua. Terminó cubierta hasta los hombros. No se mojó el pelo. Sólo se refresco la cara y el cuello con las manos.

Cuando se acomodó el bañador, me tuve que tumbar de lado. Seguía empalmado viendo como se le había metido la parte trasera del bañador entre aquellas majestuosas y enormes nalgas. Conforme se iba acercando, más cachondo me ponía. Como pude y con discreción, al verla salir del agua, me saqué la poya y me hice una paja exprés para bajar aquella inflamación. Me recordó un poco a Daryl Hannah en "1, 2, 3,... Splash". Con diferencias, claro está.

Mi rubia veterana tenía tres veces más de tetas, dos veces más de muslos y al menos tres veces también más de culo que la rubia de la película. Los pezones se le marcaban como si fuesen los pitones de un Vitorino y me dio la impresión (tres semanas después confirmada), que sus areolas eran gigantes: Como si fuesen jugosas y apetitosas galletas “Maria Fontaneda".

Al sentarse en la silla, se agachó lo justo para que quedase medio descubierto uno de sus pechos. Me cubrí la entrepierna pensando que se me iba a salir la poya del bañador. Era el momento de dar a conocer mi presencia y mi interés por aquella abuelita. No podía aguantarme más. Me levanté con la poya aún medio empalmada y marcándose en mi bañador como si de una tienda de campaña de Decathlon se tratará.

"Disculpen Señoras. He visto que llevan un buen rato por aquí y en esta misma zona en la que estoy yo. Aquella sombrilla es la mía. Tengo que hacer un par de llamadas para atender un asunto urgente. ¿Pueden vigilar mis cosas un momento mientras voy al coche a hacer las llamadas?”... Sorprendí a la amiga de la abuela tetona y culona, mordisqueándose el labio mientras fijaba su mirada en mi paquete.

"Claro joven. Vaya tranquilo. Todavía estaremos un rato por aquí. Se lo agradezco señoras y disculpen el atrevimiento. Me llamo Javier. Encantadas Javier. Nosotras somos amigas. Esta es Pilar y yo me llamo Maribel", me contesto mi veterana rubia con una sonrisa cómplice y picarona.

Me pareció escuchar sus sonrisas al alejarme camino del coche. El teléfono estaba apagado y escondido en la guantera. No fui al coche para llamar. Fui a correrme con la imagen de Maribel saliendo del agua. Cerré los ojos y el chorro de semen me pringo toda la mano y salpicó el volante al salir a presión. Aquella abuela, tetona y culona iba a conseguir terminar conmigo a base de pajas como no comenzase a follar pronto con ella...