Mariana y sus gordos placeres 01

Mariana encontrará que los gordos maduros pueden dar placer

Mariana y sus gordos placeres, parte 01


Hola. Empecemos como debe ser, con mi descripción. Me llamo Mariana, actualmente tengo 30 años y les voy a contar lo que sucedió en mi juventud y era aún estudiante de secundaria en la ciudad de México, DF. Para ese entonces yo media 1.50 y pesaba 52 kg, mi piel morenita clara y pelo negro, lacio y largo hasta media espalda, ojos cafe oscuro que parecian negros a simple vista. Sin llegar a ser una escultural belleza sí tenía un cuerpo medianamente torneado por estar en el equipo de baile folklórico de mi colegio, mis pechos y gluteos bien duritos pues mis novios solo habían sido de manita sudada hasta el momento, solo pláticas y besos, uno que otro toqueteo pero sin llegar a un buen agasajo, los chavos de mi edad eran muy torpes para aprovechar a una mujer como yo.

Eso cambiaría cuando en la posada de navidad el director del colegio jugaría una parte muy importante en mi educación sexual. Los festejos decembrinos son un evento que se organiza tradicionalmente por los alumnos de todos los salones de clases e invitamos a los profesores (no teníamos de otra pues el permiso de usar la cancha de basketball escolar para el evento incluía su vigilancia, siendo menores de edad).

Él era el profesor Enrique, un hombre maduro de alrededor de 50 años de edad, quien había dedicado su vida a la docencia y hace seis meses cambió su residencia a esta ciudad para tomar el puesto de director. Físicamente no era muy agraciado, bastante moreno sin llegar a ser negro, panzon y feo con ganas, típico mexicano que ha descuidado su figura, seguramente le encataba beber cervezas con regularidad pues su estomago era redondo pero duro, ya que no colgaba bajo su cintura. Su cabello con pocas canas era casi negro aun, y su cuerpo debia ser peludo, cada vez que por calor se quitaba su corbaja y arremangaba su camiza podían verse su vellocidad en sus brazos y cuello. Su único punto a favor eran sus 1.80m de estatura, esto combinado con su cara de pocos amigos y su voz de tenor que fácilmente podía dar conferencias sin micrófono imponían respeto inmediato ante el alumnado. Él siempre vestía muy bien, trajes y camisas a la medida, zapatos muy bien lustrados.

A mi siempre me habian atraido los hombres de 30 años, muy machos, como los rancheros parranderos y jugadores de las películas del cine de oro, nunca me había fijado en alguien gordo, y mucho menos de tan avanzada edad pero su presencia en los pasillos de la escuela viendo como conservaba el orden con pocas palabras y ademanes era sumamente cautivadora, sentía como mis calzones se humedecían cada vez que cruzábamos miradas, soñaba con ser dominada por él y recibir sus órdenes en la cama.

La fiesta en cuestión se realizaría por la tarde en un día que se suspendieron labores escolares para su organización en el área techada de deportes, la cual era multipropósito ya que tenía el tamaño de 2 canchas de basketball, por lo cual se utilizaba también como auditorio de eventos.

Cuando la reunión social llevaba cerca de una hora en marcha, bajo la supervisión de las maestras de matemáticas por ser las más estrictas, para nuestra sorpresa nuestro director llegó disfrazado de Santa Claus, quería crear un ambiente más relajado y amigable para nuestro disfrute, al menos por un día. El profesor Enrique pidió que se apagará la música por unos momentos y dió un breve discurso improvisado para desearnos feliz navidad, prospero año y pedirnos que disfrutaramos de la tarde sin excedernos, al parecer a todos les gustó este cambio temporal.

Todo iba bien hasta que sin querer derramé mi refresco de cola sobre su disfraz cuando se dirigía al baño y yo me dí vuelta chocando con su inmensa humanidad, el simplemente me miró con unos ojos de furia contenida y me pidió con un tono de voz rotunda “Esperame aqui, deja que vaya al baño y después veremos tu castigo, Mariana”, yo casi me desmayo con la situación, fué un accidente y no merecía ser castigada, y mis amigas no ayudaron al darse a la fuga del lugar, le tenían miedo.

A los pocos minutos el director salió del sanitario y me pidió que lo acompañara a su oficina para discutir lo ocurrido, yo sin objetar lo seguí y todos los demás murmuraban sobre lo que me iba a pasar. Al llegar a su oficina me hizo pasar y sentarme en el sofá de dos plazas, él cerró con llave la puerta, yo estaba que me moría de pena y del miedo. Entonces el me dijo con su vozarrón:

“Mariana, mira como me dejaste, hay que tener más cuidado”.

“Perdón Sr. director”.

“¿Cómo te harás responsable de esto?, el traje es rentado y necesito entregarlo de regreso mañana”.

“Se lo lavo profesor”.

Después de un silencio incómodo, me sonrió de una forma maliciosa y comenzó a desnudarse, arrojando el disfraz encima de mi, yo me quedé perpleja de sus acciones, él se quedó solo con sus calzones, zapatos y calcetines. Ver a este mastodonte frente a mi comportarse tan rudamente me estaba calentando, una escena que seguramente le daría asco a la mayoría de las mujeres a mi me tenía al límite de la locura y no me moví ni un centímetro, su redondo estómago y pechos semi flácidos estaban completamente cubiertos por vello, sus piernas hacían juego y eran tan grandes que parecían dos troncos, adecuados para soportar lo que ahora podía calcular como 120 kgs de humanidad. Mi director parecía un gorila descuidado.

Su entrepierna dejaba ver un bulto enorme bajo sus boxers, los cuales se veían muy flojos pues estaban al nivel de su cadera, eran sostenidos sólo por sus grandes glúteos y el contorno de sus genitales, de otra forma la fuerza de gravedad ya hubiera cobrado sus últimas prendas.

“Mariana, ¿qué esperas?”.

Tome su vestimenta, me levanté y traté de abrir la puerta para irme a mi casa a lavar, pero como estaba cerrada y no podía salir él se aproximó por detrás mio y me rodeo con sus brazos, hundiendo mi espalda en su gorda figura, deje caer el disfraz y me aferré a sus brazos para tratar de retirarlo de mi cuerpo sin resultado alguno, su fuerza era mucho mayor a la mía, iba a gritar cuando tapó mi boca con su mano, colocó su cabeza en mi hombro y me dijo:

“Tranquila Marianita, yo se que me deseas, cada vez que me miras en los pasillos se nota tu lujuria, si lo sabré yo que llevo tantos años levantando pasiones, con mi aspecto son poco frecuentes pero se distinguir una mirada lasciva de una normal”.

Él tenía razón y su comentario me desarmó completamente, el notó que ya no luchaba y me libero de su abrazo, me giró y me plantó el beso más delicioso que haya experimentado hasta el momento, sus labios cubrían completamente los míos y su lengua trataba de entrar en mi boca, a lo cual yo respondí con abrazar su cuello y recibir su carnoso y ancho invasor, no podía creer lo grueso de su lengua seguramente era lo doble de la mia, asi que en la batalla yo salí perdiendo y bebía su saliva, la cual funcionaba como un afrodisiaco en mi cuerpo, el cual yo pegaba cada vez más a su cuerpo mientras sus manos acariciaban mi espalda y apretujaban mis nalgas.

Duramos varios minutos en este sensual agasajo cuando me comenzó a desvestir, arrancando los botones de mi blusa y masajeando mis pechos aun cubiertos por mi lenceria, mientras él tomaba la cintura de mi falda para buscar el zipper yo aproveché para remover las prendas de mi torso, quedando semidesnuda, él se inclinó un poco más y chupó mis senos mientras dejaba caer el resto de mi ropa, quedando completamente a su merced.

Su agitada respiración sobre mi piel era el motor para que mi cuerpo comenzará a entrar en un trance erótico que permitía lubricar mi vagina con mis propios jugos. Cuando sus caricias se acercaron a mi monte de venus pudo notar mi humedad, lo cual encendió su líbido, pude sentir como el bulto dentro de sus boxes crecía y presionaba contra mis muslos. Entonces el me soltó y me empujo sobre el sofá, quedando recostada de espaldas, arrojándose sobre mí para comerse mi cuerpo a besos, comenzando por mi cuello y descendiendo lentamente por mis pechos, abdomen, ombligo, caderas, y pubis, hasta llegar finalmente a mi vagina, yo estaba tan caliente que solo cerraba los ojos y lo dejaba hacer lo que quisiera conmigo.

Sus grandes y gordas manos mientras tanto recorrían mi figura a la par de su descenso, eran tan calientes y tan sensuales que apretujaban mis senos y mis gluteos de forma completa con un solo movimiento de sus dedos, cada uno de ellos era del tamaño del pene de mi último novio (el cual conocí por fuera cuando traté de masturbarlo en una de nuestras citas, lo dicho, los niños de mi edad no saben como tratar a una mujer).

Este gorila estaba comiéndose mi rajita con un expertise digno de un macho alfa, su enorme lengua recorría cada uno de mis pliegues y entraba algunos centímetros, mi clítoris estaba al rojo vivo, experimenté mi primer orgasmo proporcionado por otro cuerpo, nada que ver con las sesiones de masturbación que hacía en casa. Derramé mis fluidos en su boca, él simplemente los bebió hasta saciarse.

Comenzó a introducir un dedo en mi hueco cuando se detuvo y me dijo.

“Así que aun eres virgen, vaya, hace mucho que no me tocaba estrenar!”.

Se levantó y dejó caer sus boxers, mostrandome sus genitales en el proceso, estaba completamente excitado, tenía el pene erecto, apuntando ligeramente con una curva hacia arriba, media al menos 17 cm y era bastante gorda, haciendo juego con un par de pelotas de tenis que ahora colgaban libres. Él tomó la piel sobre su glande para descubrirlo y mostrarme una cabeza morada en forma de hongo, el color de su piel tras de ella era un poco descolorida hasta alcanzar el resto de su pene, el cual era casi negro y cubierto de un par de venas palpitantes.

Nuevamente se arrojó sobre mí, hundiéndome en los cojines del sofá, me besó profundamente y masajeó mis senos al mismo tiempo para hacerme perder cualquier duda de entregarme completamente, el notó la nula resistencia y separó mis piernas, colocándolas alrededor de su inmensa cintura, puso a descansar su enorme estómago sobre mi abdomen, haciéndome sentir la intensidad de su calor corporal y sus vellos rozando mi suave piel, mis pezones estaban tan erectos y duros que me dolían con el simple roce de su pecho. Pude sentir como su pene se posicionaba en la entrada de mi vagina y comenzó a hacer presión para que mis músculos lo dejaran entrar, los cuales se negaban a ceder y cuya resistencia provocaba que empujara con mayor fuerza sin lograr su cometido.

Mi director pellizco mis pezones y me dió un leve mordisco en mi nuca, lo cual me hizo reaccionar del dolor y olvidarme de lo de lo que su falo estaba haciendo, él aprovechó mi descuido al sentir que mi vagina se había relajado y hundió su pene lo más profundo que pudo en un solo envión. Grité de dolor al sentir romperse algo dentro de mí, él reaccionó cubriendo mis labios con los suyos y sumiendome en un apasionado beso que me supo a éxtasis, su pene estaba detenido a medio camino, esperando a que me volviera a relajar. Pasados unos minutos más, mientras gozaba de sus caricias y sus besos, su miembro retomó la dirección y me poseyó por completo, pude sentir sus testículos chocar contra mis glúteos y descansó un poco más, permitiendo a mi cuerpo acostumbrarse a la invasión de su ser.

Este garañon acababa de deflorarme y yo estaba perdidamente extasiada, nada me importaba ya, mi cerebro liberó a la perra que llevaba dentro de mí, le pedí que me destrozara, que me hiciera suya, que me hiciera gozar con todo el largo de su virilidad y me rebosara de esperma, a lo cual el me complació con una serie de largas y duras penetraciones, mis piernas se apretujaban cada vez más duro a su cintura, tratando de evitar que se retirara de mi y tenerlo hundido cada vez más profundo, no podía pensar en nada más que en mi propio goce.

Si no fuera porque todo el colegio se encontraba reunido en el área deportiva y con la música a todo volumen seguramente muchos se hubieran dado cuenta de lo que pasaba en la oficina del director, entre él y una de sus alumnas, nuestras carnes chocando una contra otra y nuestros gemidos de placer eran más que obvios.

Después de lo que para mi parecieron horas, perdida en el cielo de la lujuria, experimentando múltiples orgasmos en el proceso, sentí como mi gorila se estremecía y pude sentir un calorcito expandirse en lo profundo de mi estómago, el director se estaba corriendo en mi interior. Cuando dejó de moverse permaneció dentro de mi vagina por unos minutos más a la espera de que su pene retomara su tamaño original, mientras tanto me cubrió de besos nuevamente y me dijo al oído:

“Si quieres repetir tendrá que ser en mi casa”.


continuará?

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