Mariana y Annette (el primer amor)

Dicen que el primer amor es el que recuerdas toda tu vida y sin duda hay historias que merecen ser recordadas.

MARIANA Y ANNETTE.

Se conocieron en casa de una amiga una tarde de primavera, Mariana la había visto varias veces pero jamás cruzaron un saludo y es que Annette tenía la costumbre de mirar a todos con cierto desprecio lo que hacía imposible un acercamiento por más que le hubiese gustado hacerlo. Se sorprendió al verla allí pues ni siquiera imaginaba que tenían una amiga en común, la saludo con un beso y un simple hola pero con su mirada dijo más que mil palabras, fue profunda, intensa, casi desafiante, tanto es así que Annette bajo la vista mientras Mariana sonreía de su parcial triunfo.

Durante toda la tarde sus miradas se cruzaron con el mismo efecto, lo que ponía visiblemente nerviosa a la muchachita acostumbrada a arrasar y dominar y que ahora se veía subyugada por aquella mirada azul que la hacía ruborizar y provocaba que su corazón se acelerada.

Aquella fue la primera de muchas tardes en las cuales poco a poco se fueron conociendo y sintiéndose más cómodas y confiadas, a veces por alguna razón sus pieles se rozaban y un maremoto de sensaciones se despertaba en ambas pero no decían nada a lo sumo cruzaban una mirada ardiente y llenas de secretos mensajes.

Ambas presentían el acercamiento y lo anhelaban pero ninguna se aventuraba a dar el primer paso por temor a ser rechazada, hasta que una noche en que ambas bailaban junto a un grupo de amigas en un conocido y abarrotado club Annette le rodeó el cuello con los brazos y comenzó a bailar con ella, Mariana se estremeció de ternura y amor mientras sentía sobre ellas las miradas asombradas de algunos, despreciativas de otros y las que más de curiosidad. La tomó de la cintura y con suavidad le dijo al oído:

  • ¿Te das cuenta de que somos el centro de todas las miradas?
  • Sí- le respondió Annette ¿Y que?

Mariana rió de buena gana –tú si que tienes agallas- le dijo después de besar suavemente su mejilla.

Como es de imaginar aquella madrugada se fueron juntas y al llegar al zaguán de la casa de Annette desataron toda la pasión que las consumía a ambas. Sus labios se buscaron con ansiosa ternura, sus besos cargados de amor eran diferentes a todos los que había recibido y dado Mariana.

  • Mi chiquilla- murmuró agitada cuando al fin sus bocas se dieron un respiro -besarte es beber el licor más embriagante, una vez que comienzas no puedes detenerte.

Annette rió - ¿Chiquilla? Si solo eres unos meses mayor.

-Ja,ja, tienes razón, pero para mí siempre serás mi niña.

La mañana las encontró enredadas en besos y caricias cada vez más intensas y osadas, era hora de separarse pues las tinieblas ya no le cobijaban, así que después de un prolongado beso Mariana marchó a su casa.

Se veían a diario buscando complicidad en las sombras de la noche, besándose desafiantes en la calle o en algún rincón solitario donde Mariana aprovechaba para meter sus manos debajo de la camisa de esa mujer que tanto amaba y sentir la tibieza de su piel.

Muchas veces hablaron de ir más allá, pero eran demasiado jóvenes y sin experiencia para animarse a ir a un hotel y ser definitivamente una de la otra, hasta que un día llegó la ansiada oportunidad, los padres de Annette viajaron y ellas quedaron solas en la casa.

Ambas habían anhelado ese momento pero ahora que había llegado estaban nerviosas, así que optaron por tenderse en la cama a ver una película.

Annette se acurrucó en el pecho de su amiga mientras ella le acariciaba con ternura el cabello, ambas estaban en silencio, solo de tanto en tanto hacían algún comentario sobre la película.

Mariana le acarició suavemente la espalda, sus dedos apenas rozaban la piel y sintió como su chiquilla se estremecía de placer, se miraron y sus labios se buscaron con una ternura infinita, lentos sin prisas. Luego la ropa fue huyendo de sus cuerpos hasta quedar totalmente desnudas como tantas veces lo habían soñado.

Mariana murmuraba palabras de amor y pasión en su oído y luego su boca fue descendiendo por el cuello buscando despertar todos los deseos de Annette que ya se agitaba de placer. Descendió hasta sus senos, se quedó en ellos jugueteando un rato y luego continuó hasta llegar a su ombligo mientras sentía las manos de ella en su cabeza.

Bajó a los muslos que se estremecían presintiendo lo que venía, ya iba Mariana a ese lugar donde sabía que iba a hacerle estallar, donde su boca le haría conocer nuevas sensaciones cuando Annette tomo su cabeza con ternura y le dijo:

  • Ven aquí, bésame por favor.
  • Así lo hizo un tanto sorprendida, pero luego comprendió que lo que ella deseaba la mutua satisfacción.

Sus cuerpos se enredaron agitados, meciéndose al compás, buscando el ritmo del placer y llegó ese momento culminante donde ambas alcanzaron el punto máximo que tanto habían esperado, fue intenso, prolongado, sus cuerpos se tensaron y luego fue cediendo la tensión sustituida por el movimiento suave que anunciaba una nueva búsqueda del clímax.

La noche transcurrió entre risas, amor, ternura y pasión hasta que al fin agotadas por tanta emoción quedaron dormidas.

La mañana las encontró abrazadas, piel con piel, Mariana miró a Annette dulcemente descansaba, acarició su cabello, dibujo el contorno de su rostro suavemente con sus dedos y besando tiernamente su frente musitó:

  • Mi chiquilla, ahora, eres mi mujer.

Mientras, un rayo de sol jugueteó en sus caras anunciando un nuevo amanecer.