Mariana
Padre e hija, conocen placeres prohibidos.
Mariana
Hacía tiempo que mi esposa y yo nos habíamos divorciado, luego de la separación me fui a vivir al exterior. En aquel entonces, mi hija Mariana, tenía tan solo 8 añitos.
Las diferencias que tuvimos con la madre, hizo que nos distanciáramos un poco, pero cuando pude enviarle dinero para comprarse un pc como regalo de 15, nuestro contacto recomenzó.
Chateábamos a diario y gracias a la webcam podíamos vernos y así disfrutar más las charlas.
Ya que había salvado el año con buenas notas, la invité a pasar sus vacaciones conmigo, la madre al principio no estuvo de acuerdo, pero ella no podía ser rehén de la situación así que la dejo venir.
Cuando nos encontramos en el aeropuerto, me fue difícil reconocerla, ya no era más aquella niña con trenzas color chocolate, ya era toda una mujercita, con un cuerpo espectacular, que pasaba por una modelo más de revista.
El reencuentro había sido muy emotivo, nos abrazamos y caminos hacia el coche.
Durante el trayecto a mi casa, fuimos charlando y mostrándole un poco la ciudad, yo vivía en un piso céntrico, pero me había podido comprar una casa cerca del mar en un balneario y para allí nos dirigimos ya que también yo estaba de vacaciones y quería disfrutar a pleno la estadía de mi niña.
El primer día tratamos de conversar sobre todo lo vivido en estos años de separación, mi vida en este país tan hermoso, y también sobre ella.
De noche fuimos a cenar a un restaurante muy bonito que tiene una vista al mar hermosísima y luego nos fuimos a caminar por la arena, ya que la noche invitaba a ello.
A la mañana siguiente, desayunamos y luego nos fuimos a la playa, al ver Mariana que la mayoría de las mujeres no usaban la parte de arriba del traje de baño, ella se lo quito sin ningún pudor, dejando a la vista unos pechos hermosos, redondos, como frutas jugosas.
Dicho espectáculo provocó en mi una erección difícil de disimular, así que decidí ir al agua para refrescarme.
Al rato Mariana estaba a mi lado, nadando y pidiéndome que la subiera a mis hombros y la tirara al agua, como cuando era niña. Primero me rehusé, pero tras su insistencia, accedí a su pedido.
Cada vez que sentía el calor de su entrepierna en mi nuca, me imaginaba saboreando esos jugos, acariciando ese cuerpo y a la vez rechazaba dichos pensamientos incestuosos.
Luego de un rato de jugar en el agua, nos tumbamos en la arena a tomar sol. Mariana se acostó de espalda, mostrando esos pechos, cual montañas para ser escaladas con la lengua, y yo sin poder dejar de admirarla.
Papá me pondrías bronceador en el cuerpo, ya que el sol quema mucho.
La pregunta que nunca quise oír, llegó a mis oídos.
Mariana, no seas vaga, ponetelo vos, no sé bien como es eso.
Dale papi, te untas las manos y me lo pasas por todo el cuerpo cuidando que no quede ningún centímetro sin protección.
Ok, dame el bronceador.
Mis manos acariciaban esa piel suave, tersa, deliciosa, al llegar a sus senos no pude dejar de dibujar con mis dedos sus pezones y desear besarlos, ella con sus ojos cerrados parecía disfrutar de mis caricias.
Ya esta mi amor, le dije.
Gracias papi, sos un dios, ahora pásame en la espalda, no te olvides de las nalgas que luego no podré sentarme.
Como resistirse a tanta tentación, ese culo hermoso, que parecería que dijese "cogeme papi soy todo tuyo".
Terminada la misión, mi verga parecía estallar en el short. Me quedé dormido soñando que ese cuerpo iba a ser desvirgado por mí.
Después de almorzar nos dimos una ducha y nos tiramos a descansar un rato.
Al despertar una tormenta de verano amenazaba el cielo.
Fuimos a hacer las compras para la noche, ya que no demoraría mucho tiempo en comenzar la lluvia.
Preparamos la cena juntos, charlando y riéndonos de la vida. Nos veíamos felices, parecíamos una pareja de recién casados, en vez de padre e hija.
Comimos, bebimos, lavamos los platos y nos sentamos en el sillón a mirar la televisión.
Mariana se acostó apoyando sus piernas sobre las mías. Vestía una falda muy corta y un top, no tenía sostén puesto y podía ver su micro bikini que traslucía sus labios vaginales.
Era difícil concentrarse en la película. Mis manos como si hubiesen tomado vida propia, empezaron a acariciar esas piernas firmes, suaves. Mariana parecía disfrutar de mis caricias ya que no se quejaba, al contrario me sonreía y tiraba besos.
Poco a poco fui subiendo hasta llegar al borde de su bikini, la miré y estaba dormida, despacio toque su Monte de Venus, dibuje con mis dedos sus labios vaginales y hasta me atreví a hundir un dedo en su raja.
Ella emitió un sonido mezcla de goce y queja. Esperé uno segundos y continué con mi emprendimiento, parecía estar fuera de mí, no me reconocía.
Al tocarla más siento la humedad de su sexo, me levanto despacio para no despertarla, me arrodillo a la altura de su pelvis y acerco mi nariz.
Que olor a hembra, a mujer pidiendo a gritos ser cogida. Pasé mi lengua sobre sus bragas, ese aroma a concha virgen me enloquecía.
Perdí totalmente mi rumbo y le corrí las bragas e introduje mi lengua en esa hendidura suave, jugosa, apetitosa.
Siento las manos de Mariana presionando mi cabeza y diciéndome ...papi más adentro por favor, haceme mujer.
No daba crédito a mis oídos, pensé que estaba soñando, levanto la cabeza y ella mordiéndose los labios, acariciándose los senos e invitándome a que me la cogiera.
De un tirón le arranque el bikini, abrió las piernas de par en par y mi lengua se zambulló en esa cueva húmeda, caliente, rosada. Sus gemidos me volvían loco, no podía dejar de saborearla. Como poseídos nos quitamos las ropas y nos tumbamos en el suelo.
_ Papi cogeme por favor, quiero ser tu mujer, sentir tu verga dentro de mí.
Cómo negarme a dicha petición.
Besé ese cuerpo hasta el hartazgo, recorrí cada centímetro de su piel con mis manos y mi lengua.
Luego fui metiendo mis 20 cms en el túnel del placer y la lujuria. Un grito ahogado escapó de su boca, pero sus piernas presionaban mis glúteos para que yo arremetiese con más fuerza. Pude sentir, como su himen se desvanecía tras cada embestida. Ya era mi mujer. Mi leche bañó sus entrañas.
Nos dimos un largo beso. Sin pedirle nada, comenzó a chuparme la pija como si fuese una paleta de caramelo. Que lengua más tierna, suave, dulce que tenia.
Parecía tan chiquita pero se trago todo, dejando solo mis huevos afuera que acariciaba con gran ternura.
Levanta la vista, me mira y dice...papito, haceme el culo.
Se pone en cuatro y me entrega ese trofeo. Un orto maravilloso, redondo, firme, ese agujerito que se abría alrededor de mi lengua, ella no dejaba de masturbase y pedirme más y más. Luego los dedos fueron abriéndose paso para darle entrada a mi palo.
Ayyyyyyyyyyyy se escucho en la habitación, mi grito de placer, el de ella de dolor, pero ya era tarde para arrepentirse.
Empuje hasta el fondo, solo mis huevos quedaron fuera.
Comencé un mete y saca sin parar, ahora Mariana gritaba de placer, no de dolor.
La leche la derrame en su cara, boca, pechos, bañándola entera.
Cada día y cada noche mi hija se tragaba mi néctar por todos sus agujeros.
Lamentablemente las vacaciones terminaron y ella volvió a su país.
Nueve meses después me envió por e-mail la foto de mi hijo/nieto.
Paulapoison