Marian: una zorra oculta (2)

Me levante y me puse frente a Marian. Cogí su pelo para levantarle la cabeza, y le metí la polla en la boca. Entonces, le hice una señal a Katy que empezó de nuevo a comerle el culo y fallársela con los dedos, con más fuerza todavía.

Marian: una zorra oculta II

Como os dije al final del relato anterior, después de follarme por el culo a Marian en el asiento trasero, salimos los dos del coche en dirección al pub que yo había elegido. Lógicamente, dado mi estado civil, el local no se encontraba dentro de aquellos en los podría reconocerme alguien ni por lo más remoto. De hecho, el garito en sí, era… digamos que marginal.

A pesar de lo que ya había ocurrido esa noche, que no era poco, yo casi no podía creerme aún que aquella belleza de mujer se hubiera rendido, humillado y sometido a todos mis deseos, y que además estuviese encantada de haber descubierto una forma nueva de disfrutar de su impresionante cuerpo.

Por mi parte, también estaba impresionado por cómo se había desarrollado en mí esta faceta de amo dominador que nunca antes se había revelado tan claramente. Parecía claro que ambos éramos principiantes en nuestros respectivos papeles, pero también estaba muy claro que íbamos a recuperar el tiempo perdido hartándonos de sexo. Yo, por lo menos.

Mientras pensaba en esto, Marian caminaba cogida de mi brazo con un ritmo tan sensual que llegue a temer que alguno de los tíos con los que nos cruzábamos se rompiera el cuello volviéndose a mirar su espectacular culo. Llevaba una mini falda tableada en un tono amarillo ajustada muy por debajo de su ombligo que se movía cadenciosamente a cada paso. Marian es de esa clase de mujeres que sabe caminar con tacones, moviendo sus caderas de una manera muy atractiva pero sin llegar a ser exagerada, y esa naturalidad resultaba aún más excitante. Su blusa negra, con las mangas transparentes, abrochada únicamente por los dos botones centrales, dejaba al descubierto tanto su vientre plano, como la parte superior de su sujetador, que apretaba sus tetas hacia el centro creando un perfecto canalillo. A pesar de que hacía menos de 10 minutos la había sodomizado con todas mis fuerzas y los dos habíamos sudado lo nuestro mientras la follaba por el culo, Marian se veía sonriente, preciosa y encantada de ir a mi lado.

A punto de llegar a la puerta del local al que nos dirigíamos, nos cruzamos con tres chicos de unos 20 años que quedaron impresionados por el tipazo de Marian. Los tres se dieron la vuelta y dos de ellos comenzaron a decir cosas en voz suficientemente alta como para que llegara a nuestros oídos:

Vaya culo, preciosa siéntate en mi cara y no te levantes –decía uno-

Cuando quieras una buena polla llámame –replicaba el segundo amigo-

Marian sin llegar a volverse me miró con una sonrisa picantona y me dijo en voz baja:

Ya tengo una buena polla…y un dueño

En ese momento me puse frente a ella que daba la espalda a los chicos y la besé en la boca mientras mi mano derecha bajaba por su culo y levantándole la falda le metía la mano entre sus nalgas hasta llegar a su coño.

Ya estás otra vez empapada, so guarra – le dije al oído

Ella solo sonrió. La cogí por el brazo y la di la vuelta quedando los dos frente a los tres admiradores de Marian, que estaban boquiabiertos con la visión del culo de Marian sin bragas.

Uno de vosotros no le ha dicho nada a mi chica, quien ha sido? –dije en un tono amenazante-

Los tres chicos se quedaron de piedra. Sencillamente no tenían en el guion que los amenazados les amenazaran. Marian se volvió hacia mí y me dijo:

Señor, creo que yo se quien ha sido

Avanzó moviendo su espectacular cuerpo hacia los tres adolescentes y cuando se enfrento cara a cara a ellos les puso la mayor cara de guarra juguetona que yo había visto en mi vida. Hizo como que estudiaba sus expresiones uno a uno, tocando sus caras y pegándose mucho para que sintieran sus tetas contra ellos. Los chicos por su parte permanecían inmóviles. La explosión de una bomba a su lado no les hubiera sacado del encantamiento al que les sometía Marian rozándose contra ellos y sonriéndoles como si cualquier cosa fuera posible esa noche. Finalmente, se puso delante del más delgaducho de los tres, con una cara de bueno que no podía con ella, y le toco la cara muy suavemente. Le pasó los dedos por los labios y bajó su mano hasta coger la del chaval que a duras penas tragaba saliva. Lentamente subió su mano y puso la mano del chico contra una de sus tetas, la amasó con energía y luego la metió debajo de su sostén. No pasaron ni cinco segundos cuando Marian sacó bruscamente la mano del chico de su teta y volviéndose con total frialdad, me dijo:

Ha sido este.

La escena era maravillosa. Los dos chicos que habían piropeado a Marian, permanecían inmóviles, y el chico al que Marian había delatado, parecía como si le hubiéramos condenado a muerte en plena calle. Contuve mi sonrisa como pude y me dirigí al condenado:

Tú, ven aquí. Y vosotros dos también, seréis los testigos.

Los chicos se acercaron mansamente y les conduje a un callejón cercano apartándonos ligeramente de la vista general de la calle. Yo llevaba a Marian cogida por el culo sin ningún miramiento y los tres muchachos caminaban hipnotizados detrás. Cuando nos hubimos apartado un poco lancé suavemente a Marian contra una de las paredes del callejón y le dije que pusiera las manos contra la pared.

Inclínate –le ordene a Marian-

Ella no solo se inclinó sino que subió un poco la cintura de su falda y sacó el culo lo justo como para que quedara a nuestra disposición. Me dirigí al chico más formalito y le dije pausadamente pero con autoridad:

Tu te crees que a una zorra con estas piernas y este culo la puedes dejar pasar por tu lado sin decirle nada? Que pasa no te gusta?

Si que me gusta –contestó tímidamente-

Pues demuéstraselo. Ponte detrás de ella y sóbale las piernas y el culo.

Marian giraba la cabeza para mirarme y disfrutar de la escena. Ver al chico acercándose tímidamente hacia ella, con el culo expuesto para lo que yo ordenase la estaba provocando un orgasmo sin que nadie la hubiera tocado aún. El chico se puso en cuclillas detrás de Marian y, sin quitar ni un instante la vista de su raja, comenzó a subir sus manos por la parte trasera de sus piernas, desde sus pantorrillas hasta su culo. Pero no parecía decidido a pasar de ahí, así que le animé:

No crees que ese coño está pidiendo a gritos que le hagan caso? Porque no lo pruebas a ver a qué sabe?

El chaval me miró encantado con la propuesta y Marian se mordía el labio inferior tratando de contener el placer que le daba la morbosa situación. El chico acercó su cara al chocho de Marian, que al notar su aliento dobló un poco más sus piernas de tal manera que su ano quedaba justo en la nariz del chaval mientras su lengua pasaba torpemente de arriba debajo de su raja. Entre tanto, sus dos amigos se habían sacado la polla y se la meneaban absortos en la escena, pensando que pronto les tocaría a ellos.

Yo les miraba a todos como desde una posición elevada, que me producía al mismo tiempo sensación de poder y una gran excitación. Pasados unos minutos, el chaval que le estaba comiendo el coño a Marian tenía su cara empapada entre los flujos de esta y su propia saliva, y mi zorra no paraba de mover su culo arriba y abajo frotándolo cada vez más fuerte contra su cara. Entonces decidí realizar un cambio y le dije:

Oye, no crees que ya ha llegado el momento de preguntarle si quiere que te la folles?

El chico sacó su cara del culo de Marian e inclinándose un poco la preguntó:

Quieres que te folle?

Marian, sin separar las manos de la pared, con la falda en la arremangada en la cintura y con el culo expuesto, giro su cabeza para mirar al chaval que esperaba su respuesta. Por supuesto, Marian quería gritar que sí, que quería que la follaran en ese mismo instante, pero se contuvo, y mirando a los ojos al chico le contestó:

Da igual lo que yo quiera, mi coño pertenece a Carlos, así que me follaras si el quiere ver como otro tío me mete su polla.

Estaba encantado con la respuesta de mi zorra, así que le dije al chico:

Venga, a ver que sabes hacer

El chaval se puso de pie y se bajó los pantalones a toda velocidad dejando a la vista una polla totalmente empalmada de dimensiones normales. Se la cogió con la derecha y la puso a la entrada del coño de Marian, luego la tomó por las caderas y empezó a follársela como si le fuera la vida en ello. Yo me acerqué a Marian, y tirándola del pelo le levanté la cabeza para comerle la boca mientras se la follaban. Mientras tanto, los otros dos se habían animado a acercarse y mientras se pajeaban le tocaban el culo a Marian y le sobaban las tetas esperando que llegara su turno.

Me separé un poco para contemplar a esa mujer preciosa en manos de tres imberbes que jamás hubieran soñado ni con acercarse a ella. Los ojos de Marian estaban encendidos y sus labios parecían más gruesos y más insinuantes. Mientras recibía las embestidas del flacucho que se la follaba desde atrás, los otros dos habían ido ganado terreno de manera que ahora ya no tenía las manos sobre la pared sino que, para sujetarse, estaba totalmente inclinada y agarrada a la cintura de uno de los otros dos amigos que esperaban su turno, de manera que con cada embestida del que tenía a su espalda, la polla del que tenía delante le rozaba los labios y la cara.

Nada le habría gustado más que comerse esa polla ante mis ojos, pero me miró pidiendo permiso y negué con la cabeza. Se que no le gustó, pero no estaba dispuesto a que pensara que la fiesta era suya, así que viendo que el de atrás estaba a punto de hacer que Marian se corriese, me di la vuelta y empecé a caminar al tiempo que decía en voz alta:

Ya está bien. Vámonos.

Sentí a mis espaldas un silencio sepulcral durante unos instantes, e inmediatamente escuché los tacones de Marian que se acercaban corriendo a mí, mientras los tres chicos se quedaban con una cara de pasmados que no se les quitaría en varios meses.

Cuando Marian llego a mi altura todavía se estaba bajando la falda, así que aproveche y la di un fuerte cachete en el culo. Lanzo un pequeño grito de dolor y se cogió a mi brazo, y le dije:

Esto es para que entiendas que tu cometido es darme placer a mi, no que lo tengas tú. Podrás darte placer mientras yo lo obtenga pero se acabará cuando yo lo diga.

Si Carlos –me contestó- no se me olvida que soy tu puta y me debo a tu placer. El mío es cumplir tus deseos.

Así las cosas llegamos al garito elegido. Desde luego era oscuro y había más hombres que mujeres, por lo que la entrada de Marian provocó un pequeño revuelo. No sé cómo explicarlo pero Marian se sentía muy segura en su sumisión. Miraba a los ojos a los hombres con los que se cruzaba e intentaban interponerse en su camino, era una reina entre ellos, y sin embargo, en todo momento me trasladó la sensación de que yo era su dueño.

Nos colocamos en la barra y pedí unas copas. Marian se sentó en una silla metálica alta, pero antes la obligué a retirar su falda para que su culo estuviera en contacto directo con el frio metal. Tampoco la deje cruzar las piernas, y además la ordené situarse de espaldas a la barra, así que los que estaban sentados en las mesas cercanas tenían el coño de Marian justo a la altura de sus ojos. Yo estaba a su lado, con la copa en una mano y la otra sobando su culo desde atrás, por debajo de su falda, llegando incluso a obligarla a levantarse un poco en la silla para meter un dedo entre sus nalgas y acariciarle el ano y el chocho.

Desde luego estábamos dando un espectáculo a todos aquellos que teníamos cerca, pero la que más fijamente miraba era una rubia de unos 30 años que estaba sentada con otras dos parejas. Los tíos estarían entre los 40 y los 50, sin embargo sus acompañantes no pasaban de los 25, guapas y elegantes.

Hacía un buen rato que la rubia había dejado de hacer caso a sus acompañantes y pasaba su mirada de los ojos de Marian a su coño y luego a mis ojos. De vez en cuando sacaba la lengua sensualmente y entornaba los ojos para mirarnos.

En esto estábamos cuando se acercó a nosotros un tipo alto, calvo, muy gordo y con una sonrisa encantadora.

Hola, estáis a gusto? –nos pregunto.

Si, muchas gracias –le respondí

Permitidme que os invite a las copas. Soy el dueño de este local. Me llamo Juan. Juan "el gordo". Así me llaman.

Marian únicamente movió su cabeza para sonreírle levemente, de hecho no se podía mover mucho porque tenía un dedo mío metido en el culo, pero yo me presente y le presente también a Marian de la forma más natural del mundo. Juan continuó la charla,

He visto el pequeño espectáculo que tu zorra y tu habéis dado en el callejón a esos tres pobres chicos. Y tengo que decirte Carlos que me encanta tu estilo.

Esto nos dejó un poco tocados, pero no estaba dispuesto a rajarme, así que le dije,

Vaya, muchas gracias Juan.

Aquí hay alguien a quien también le gustó el jueguecito del callejón, además del show que estáis dando aquí dentro desde hace un rato.

Y quien es ese alguien? –le pregunté

Permitidme que os presente.

En ese momento se volvió hacia la rubia de la mesa, que no se había perdido ni un instante de conversación, y le hizo una señal para que se acercara. La rubia se levantó y vino hacia nosotros caminando lenta y sensualmente.

Os presento a Katy, mi mujer.

Katy era un pedazo de hembra con todas las curvas que una mujer debe tener. No era muy alta pero tenía unas preciosas piernas, bien torneadas y musculosas de gimnasio. Llevaba un vestido suelto muy corto y brillante en un tono plateado, con un escote que caía casi hasta su ombligo y la espalda al aire. Por supuesto no llevaba sujetador y cuando se acercó a darme un beso pude verle sus tetas perfectamente. Todo su cuerpo tenía un tono bronceado y se notaba que buena parte de su día lo empleaba en estar guapa. En algún momento pensé cómo aquel vestido podía sujetarse sobre su cuerpo únicamente colgando únicamente de sus hombros, cuando todas las leyes de la física aseguraban que tenía que caerse de un instante a otro.

Después de saludarme muy cariñosamente, pegando su cuerpo al mío hasta el punto de sentir a través de mi camisa sus duros pezones, Katy se acercó a Marian metiéndose literalmente entre sus piernas para acercarse a darle dos besos. Marian me miró algo extrañada, por lo que deduje que mi zorrita nunca había experimentado con otra mujer, así que me acerqué a su oído y le dije,

Déjate hacer, esta rubia me interesa.

Como tu digas Carlos, -me contestó. Pero y si a cambio de que tú te folles a su mujer el gordo quiere follarme a mí?

La miré con dureza y le dije:

Como si decido que va a follarte todo el bar. Desde cuando cuestionas mis deseos?

Marian me miró fijamente y deduje que estaba luchando interiormente. Por un lado pensaba que la cosa se le iba de las manos, por otra, a estas alturas no podía renunciar al camino que había comenzado y que tanto le excitaba. Pero se añadía otro factor en este momento. Hasta ahora todo iba, más o menos, por el mismo camino de sus gustos. Pero dejarse follar por el gordo no entraba en ellos. Finalmente venció el morbo que le daba sentirse una puta en mis manos hasta el punto de obligarla a follar con alguien como Juan. Esbozó una leve sonrisa y bajo los ojos en gesto de sumisión al tiempo que se volvía hacia Katy. Tomó con su mano la mano de Katy que tenía encima de uno de sus muslos y la empujó lentamente por debajo de su falda hasta su coño al tiempo que acercaba sus labios y le ofrecía su boca.

Katy no perdió la oportunidad y morreó a Marian mientras la sobaba el coño a un palmo de las miradas de Juan y mía.

Cuando se separaron, fue Juan el que rompió el silencio:

Bueno, parece que las chicas se llevan bien. Brindo por ello.

Todos brindamos, más que nada por lo contento que parecía el gordo de habernos conocido, y acto seguido, nos dijo:

Os propongo que subáis al reservado que tenemos arriba para continuar conociéndoos. Mi mujer os llevará. Y yo subiré en un rato.

Y dicho esto, Katy nos cogió por las manos y nos condujo hacia el fondo del local, donde se encontraban unas escaleras muy estrechas que subían a la planta donde se encontraba el reservado. Marian subió primero, después Katy, y cerrando la fila, yo.

Las escaleras eran empinadas así que podía ver perfectamente el duro culo de Katy, un trocito de la tela negra del tanga que cubría su coño y como se perdía una fina tira entre los cachetes de su culo. También veía perfectamente como Katy llevaba una mano metida entre los muslos de Marian durante toda la subida, y como movía suavemente su mano para masajear la raja a mi chica.

El reservado no tenía nada que ver con el antro que habíamos dejado abajo. Estaba bien decorado en estilo oriental y con las paredes pintadas en rojo. Había una especie de cama balinesa y unos cómodos sillones, muy amplios. También, aunque no pegaba mucho, una pequeña barra con unos taburetes altos.

Katy se acercó a un pequeño interfono situado en la barra y pidió una botella de Champán y cuatro copas. Estaba claro que el gordo se nos uniría en algún momento, lo que hizo que Marian me mirara de reojo y yo la sonriera maliciosamente.

Me senté en un gran sillón de color blanco con orejeras y me dispuse a ver como se desarrollaban los acontecimientos. Marian permanecía a mi lado de pie mientras yo le tocaba el culo por debajo de su falda.

Katy cogió un taburete alto y lo puso más o menos a un metro delante de mí. Luego se sentó en mis rodillas y me besó. Yo la cogí por el pelo y la metí la lengua que ella se tragaba insaciable. Siguió besándome los labios y la cara, y cuando llego a mi oreja me dijo:

Déjame jugar con tu zorra y así tu tendrás dos zorras con las que jugar.

Se separó para mirarme a los ojos y me susurró:

Tengo tu permiso?

Por supuesto, -le conteste. Pero espero que no me decepciones.

Me sonrió y se levantó de mis rodillas dándome otro beso de agradecimiento. Se puso detrás de Marian y bajó su falda lentamente al tiempo que se ponía en cuclillas detrás de ella. Admiró durante un segundo su culo que tenía a diez centímetros de su cara y con las dos manos separó sus cachetes dejando a la vista su chocho y su ano. Se acercó y le dio un mordisco en el culo que le hizo dar un respingo a Marian. Luego se puso de pie, y desde atrás desabotonó la camisa de Marian que cayó al suelo.

Marian quedó de pie únicamente vestida con los zapatos de tacón y el sujetador. Su figura era maravillosa y Katy se la comía con los ojos. Se puso delante de Marian que permanecía sin moverse y comenzó a sobarle las tetas por encima del sujetador. Después le sacó las tetas y comenzó a chupárselas con fuerza, agarrándolas con las dos manos y dándole pequeños mordisquitos en los pezones. Marian ya había perdido toda resistencia y sus piernas comenzaban a flaquear. Se mordía el labio inferior mientras me miraba y cogía a Katy por la cabeza apretándola contras sus tetas.

Finalmente Katy le quitó el sujetador a Marian y la acercó a donde había dejado el taburete alto. Hizo que se inclinara sin doblar las rodillas de manera que Marian quedó de espaldas a mí con el vientre reposando sobre el taburete y el resto de su cuerpo colgando. Después, Katy se puso detrás de Marian en el pequeño espacio que quedaba entre ella y yo. Le separo las piernas a Marian y se quitó el vestido con un leve gesto, quedando solo con el tanga negro. Mi miró muy coqueta, y se inclinó poco a poco, sin doblar las rodillas y con las piernas abiertas sobre el culo de Marian que abría con sus dos manos al tiempo que me dejaba el suyo a un palmo de mi cara. Empezó a lamerle el culo a Marian al tiempo que la sobaba el coño con una mano.

Ya empecé a sobar el culo de Katy y a tocarle el coño por encima del tanga. Las dos gemían de placer casi al unisonó. Después comencé a quitarle lentamente el tanga a Katy para dejar a la vista un chocho empapado y un culo totalmente abierto pidiendo guerra. Le di un mordisco en el culo como ella había hecho con Marian y le metí dos dedos en el chocho al tiempo que comenzaba a hacer círculos con mi lengua en su ano. Cuanto más se excitaba Katy, más fuerte le metía los dedos a Marian y más dentro del culo le metía su lengua, de manera que Marian estaba a punto de correrse. En ese momento, le di una fuerte palmada a Katy en el culo, que la hizo parar, al tiempo que le decía:

Yo te diré cuando tiene que correrse Marian.

Me levante y me puse frente a Marian. Cogí su pelo para levantarle la cabeza, y le metí la polla en la boca. Entonces, le hice una señal a Katy que empezó de nuevo a comerle el culo y fallársela con los dedos, con más fuerza todavía.

Después de unos minutos tenía la polla a reventar con la mamada que me estaba dando Marian empujada a su vez por los intentos de Katy en follarle el culo con la lengua. Cuando estaba a punto de correrme le dije a Marian,

Ahora puedes correrte puta, pero no derrames ni una gota de mi leche

Marian empezó a correrse como una desesperada al tiempo que seguía cerrando sus labios sobre mi polla para que no se le saliese mi corrida.

Cuando terminé, saque la polla de la boca de Marian y esta tuvo que levantar la cabeza para tragarse mi leche. Pero a pesar de sus esfuerzos, tenía los labios y parte de la cara manchados por la abundante corrida que había recibido en la boca, así que le dije a Katy:

Katy, se una buena puta y límpianos, quieres?

Será un placer, Carlos –dijo con cara de guarra

Katy se agachó entre Marian y yo y comenzó a lamerme la polla hasta dejarla brillante. Luego se volvió a Marian, que aún tenía la cabeza colgando del taburete y la lamió la cara con ojos de viciosa, mientras ella misma se metía los dedos para correrse.

Katy terminó las labores de limpieza y los tres nos tumbamos en la cama balinesa. Ellas dos desnudas y con sus zapatos de tacón, y yo aún vestido, por mantener cierto rango.

En ese momento, llamarón a la puerta. Era el champan.

Justo a tiempo –grite

Pero el champán traía nuevas sorpresas.