María y Natalia (Revisado)

María y Natalia tienen algo más que palabras cuando, pasado un tiempo, deciden hablar y poner las cosas en claro

Nota del Autor: Este relato es continuación de otros dos que pongo aquí para que quien quiera pueda leerlos antes de ponerse con este

Luis y María

https://todorelatos.com/relato/175534/

Luis y Natalia

https://todorelatos.com/relato/175581/

Espero que sea de tu agrado, estimado lector.

  • ¡Nataliaaaaa! - Chillé mientras eyaculaba con violencia, un trallazo tras otro de esperma en el caliente coñito de María

  • Alto, parad. - Pidió Natalia. Completamente subyugada por el último orgasmo María no conseguía oír nada y durante unos segundos quedó desmadejada, impidiendo con su peso que me pudiese mover. Natalia unió la acción a los hechos y la empujó hasta derrumbarla en la cama, desacoplándonos por fin. - ¡Que paréis! No me lo puedo creer.

María por fin se dio cuenta y no conseguía reaccionar. Yo, libre por fin del peso de mi amante, trataba de incorporarme y taparme al menos para recuperar algo de dignidad.

  • Pero, ¿no estabas en Roma, en el congreso de marketing del que llevas hablando un mes? - Preguntó María

  • Sí, el congreso me lo inventé hace un mes – respondió Natalia – Hace un mes que sé que estoy embarazada y hace un mes que llevo preparando unas vacaciones con Luis para celebrarlo. - Echando cuentas Natalia llevaba embarazada casi dos meses, aunque casi no se notaba.

-¿Qué? - Reaccioné por fin. La noticia me saltó a la cara de sopetón – Creía que no querías tener hijos

  • Tuve una falta y me hice un test de embarazo. Era positivo y me di cuenta de que quería el niño. ¡Y no me llames cariño! No con la puta de tu amante con el coño chorreando semen. ¡Cabrón!

Yo siempre había querido tener hijos, ha sido una de las fuentes de problemas de nuestro matrimonio. Natalia ahora sentía a nuestro hijo en el útero y no quería abortar. Vernos follar la había destrozado. Si había alguna posibilidad de que me sintiese más miserable con todo aquello Natalia lo había conseguido. Simplemente no sabía qué hacer.

  • ¡Oye! - Protestó María – Eso de puta te lo callas – Cogió las bragas que habían acabado en la mesilla y se las puso como pudo mientras buscaba el resto de la ropa con la mirada. Tanto María como Natalia tenían bastante caracter y me quedó clara que la mulata no se iba a dejar avasallar.

  • ¿Y cómo quieres que te llame? ¿Señora puta? ¿Reina puta?

Para mi sorpresa María se achantó

  • Lo siento – se atrevió a decir con la voz convertida en una parodia de su tono normal – No te lo tomes a mal. Esto ha sido una chiquillada. Por probar. Yo le he seducido. Luis te quiere a ti.

  • Por probar. Por eso te decía que la próxima vez en un hotel – Natalia me fulminó con la mirada – María, si no quieres empeorar las cosas mejor te vas

  • Sí, será mejor – concordó la mulata – Os dejo para que habléis.

A mí no me salían las palabras, como a un verdadero gilipollas. Tendría que haber dicho algo pero eran tantas cosas de golpe que seguía sin reaccionar. En unos segundos María se vistió y no se había terminado de abrochar la camisa cuando se había marchado de la habitación. Por fin salí de mi parálisis y me puse los calzoncillos.

  • Nena, yo ...

  • ¿Nena? No digas chorradas. - Natalia hizo un supremo esfuerzo para contenerse – Mierda. ¿Qué ha pasado? ¿Subisteis para hablar de algo y terminaste metiéndole la polla hasta las amígdalas?

  • Las cosas surgieron – mentí – Habíamos bebido y...

  • Siempre quisiste abrirle las piernas, ¿ya estás satisfecho?

  • No, yo...

  • Ya lo creo que sí. Menuda cara tenías cuando te corrías. Nunca has disfrutado así conmigo.

Se me rompía el corazón de ver así a Natalia

  • Nena...

  • Y yo, ¿qué? ¿Cuándo me has reventado a pollazos? Nunca me has tratado así. ¿No te gusto? ¿Qué tiene ella que no tenga yo? - Sollozó y se sentó en la cama

Traté de tocarle en el hombro. Ya me había puesto al menos los pantalones y estaba buscando la camisa.

  • No me toques. Me das asco – Natalia retrocedió un paso. Me miró y me cruzó la cara con fuerza, sobre la misma mejila que había recibido hace poco el tortazo de María. Me enganchó de mala manera haciéndome muchísimo daño – No te aguanto. Tienes una semana de vacaciones que te había pedido en el trabajo sin decir nada. Vamos a usarlas para reflexionar. Me voy a un hotel.

  • No – Respondí recuperando algo de sentido común. El infiel había sido yo, así que traté de hacer las cosas como debía ser. - Yo me voy a un hotel y tú te quedas aquí. Esta es tu casa. - Junté rápidamente la maleta que solía usar en los viajes de trabajo y poco más. Me marché como un zorro cobarde, con el rabo entre las patas. Trataba de imaginar el futuro cercano, buscar algún motivo para que Natalia me perdonase pero no encontraba nada.

UN MES DESPUÉS

Natalia leía y releía los papeles del abogado. Luis había tenido algo de coraje unos días antes y le había pedido poder ver a su hijo cuando naciese. Ella no era una hija de puta, nunca apartaría a un hombre de su hijo y le dijo que podría verle siempre que quisiese. Luis adoraba a los niños y sería un buen padre por muy hijo de puta que fuese. Ahora ya sabía que era un chico. Ir a la ecografía sola había sido un mal trago la verdad, viendo a todas aquellas parejas en la sala de espera. Ultimamente lloraba mucho. Se decía que era por el embarazo y las hormonas pero la verdad es que en el fondo sabía que le faltaba a su lado el hombre de sus sueños. Toda su vida habían sabido que eran el uno para el otro. Habían perdido juntos la virginidad. El suyo fue un amor idílico, bello, tierno. Llevaba tres meses de embarazo y comenzaba a notarse ya. Delante suyo tenía los papeles del divorcio pero no se veía capaz de firmarlos.

Alzó la vista. Aquella casa la habían comprado entre los dos, todos sus rincones eran pequeños recuerdos de su vida en pareja. El sofá donde veían películas y si eran aburridas las alegraban un poco con gemidos apasionados; la mesa del comedor donde a veces terminaban comiéndose el uno al otro; el baño donde se lavaban el uno al otro si había algo de tiempo antes del trabajo y la cama de matrimonio, donde habían concebido a su hijo. Cada vez que la miraba no podía evitar ver a María saltando, con el rostro desencajado de placer mientras se corría.

Llamaron a la puerta. Al abrir el estómago le dio un vuelco. La maldita mulata tenía la desfachatez de presentarse allí, sin avisar siquiera.

  • Luis no está y yo no puedo romperte el coño a pollazos. Lo siento.

  • Quiero hablar contigo, no con Luis

Se paró a mirarla. Ahora, algo más calmada, vio sus ojeras y su mala cara. Parecía una caricatura de sí misma. Por lo que fuese estaba jodida y se alegró sinceramente. Muy en el fondo sintió también algo de pena. Antes habían sido buenas amigas.

  • Pasa. ¿Quieres algo de cianuro?

  • Es sobre Luis

  • Espero que esté jodido

  • No puede con el pelo. Casi no come. Ha faltado al trabajo esta última semana. No me quería dejarme entrar cuando le fui a ver. Está muy mal Natalia.

  • Y tú, ¿no le consuelas?

  • No me deja y ahora yo tampoco quiero nada con él. No me quiero aprovechar.

  • ¿Aprovechar?

  • Sí Natalia, aprovechar. Mira, si no nos hubieses pillado aquello habría quedado en nada. Yo no le hubiese permitido repetirlo y él se habría sacado las ganas conmigo. Respeto demasiado a Luis para tratar de aprovecharme cuando tiene roto el corazón. Vengo a decirte algo que no te va a gustar, pero quiero ser muy franca contigo por la amistad que hemos tenido.

  • Aún va a parecer que eres la buena. Venga, suelta lo que sea.

  • Pienso quedarme a Luis. Como le dejes escapar me lo llevo sin pagar impuestos. Luis merece mucho la pena y si os divorciais pensaré que dejas el paso libre.

  • Pero qué ovarios tienes. ¿Qué vienes? ¿A recochinearte? Cuida no te arranque los pelos del coño a tirones

  • No puedes, ya sabes que lo tengo depilado.

Era cierto. Ya había visto el coño de María lo suficiente. Tardaron una hora entera de tiras y aflojas hasta que abandonó las pullas. Ellas habían sido muy buenas amigas y se tenían algo de cariño todavía. Natalia pudo comprender que María era sincera. No pensaba dejar pasar la oportunidad con Luis si llegaba el caso. Era el último aviso.

  • Lo que más me jode de todo esto – confesó Natalia – Es que contigo le vi muy diferente. Se mostraba muy apasionado. A mí siempre me ha tratado como una princesa, nunca me ha hecho sentir como a ti

  • Creo que no te trataba así porque tenía miedo de perderte – La cara de asombro de Natalia era monumental – Perdisteis juntos la virginidad, Natalia. Para él siempre has sido una princesa y sigues siéndolo. No se ve capaz de mostrarse lujurioso de verdad. Creo que ese es el verdadero motivo por el que se me echó encima.

  • Entonces no le sedujiste

  • No – reconoció María – Él dío el primer paso y yo no quise perder la oportunidad de tener aunque fuese una vez al hombre de mi vida.

  • ¿Qué?

  • Sí. Luis es el hombre de mi vida. Me parece increible que no te dieses cuenta. Cuando llegué al instituto ya estabais saliendo y todos se me echaban encima. Todos menos Luis, que te tenía a ti. No miraba a ninguna más y yo quería alguien que me tratase como Luis te trataba a ti. Erais la pareja perfecta. Resulta que lo doy por imposible, comienzo a salir con Jorge y rompeis justo después. Luego en la universidad nos separamos. Y cuando nos volvemos a encontrar lo primero que me decís es que os casais. Me he sentido toda mi vida una rechazada, mirando desde la barrera. Aquel día Luis estaba algo borracho. Me lo encontré en un bar, con unos amigos. Estaba buscando un coño. Pensé que mejor conmigo que con otra. Al menos yo le quería.

  • La culpa es mía, que no le doy lo que quiere.

  • Es de los dos, que sois gilipollas. Tú una mojigata que no sabe que a veces es bueno no tener límites y él un miedoso que no sabe que va a perder a la mujer de su vida por no confesar que el sexo con ella es frustrante. Luis quería más. Antes de llevarme a la cama se quejó de problemas de cama contigo. Se echaba la culpa de no hacerte sentir todo lo bien que merecías. Que por eso no te entregabas totalmente a él.

La conversación continuó por los mismos derroteros. María habló y habló demostrando que conocía mejor en algunas cosas a su todavía marido que ella misma. Le dijo que todos los hombres, por más que respeten a su pareja necesitan una puta en la cama y si no lo consiguen o se convierten en eunucos o les ponen los cuernos.

  • Creo que no te has corrido como debe ser ni una vez en la vida. Si lo hubieses hecho no tendrías problemas en chuparle la polla a tu hombre. Es maravilloso sentir que se le pone tiesa en tu boca, saber que es por ti y por ninguna otra por lo que te está traspasando el paladar. No tienes a un hombre de verdad en el bote hasta que no le has chupado la polla en condiciones. Cuando le miras y le ves sonreir y te sujeta la cabeza y te folla la boca, cuando se te cae la baba porque no puedes tragar más rabo y ves que se cree el dueño del mundo. En ese momento es cuando sabes que ese hombre mataría por ti

Natalia no pudo evitarlo, su mano estaba acariciando la parte interna de sus muslos. Tenía los ojos algo cerrados y en su cabeza veía a Luis completamente transportado de placer porque ella le estaba tragando el rabo hasta la empuñadura. Después de escuchar a María no conseguía comprender su anterior reparo a las mamadas. Otra mano acompañó la suya. María deslizaba la yema de los dedos sobre su piel, provocándole un ligero y placentero calambre. No supo porqué no le pidió que la retirase. Recordó que en tiempos se decía que a María le gustaba la carne y el pescado.

  • Eso mismo le hice a Luis. Le volví loco. Se corrió como un burró y tragué todo lo que pude pero la mayor parte cayó en las sábanas.

Las caricias se hicieron más osadas, tratando de deslizarse debajo de la falda y cuando trató de pararla con su mano entonces María, con cariño y delicadeza simplemente se escurrió por un lateral subiendo más y más hasta alcanzar el inicio de las bragas. Su dedo índice se apoyó a través de la tela, entre sus labios vaginales. Quieto, sin iniciar hostilidades.

  • Necesitas correrte fuerte. Saber qué se siente al desbocarse y eres algo más que mi amiga. Te he mentido antes. Cuando estabais juntos y os miraba, tenía envidia sí, pero lo que quería era estar entre los dos. Lo que de verdad quería es que me chupases el coño mientras Luis me perforaba y luego comerte entera mientras te corrías bien follada. Quería compartir vuestros orgasmos y regalaros los míos. Quería que la princesa se corriese temblando en mis manos mientras su príncipe me follaba el culo.

María inició las hostilidades, su dedo juguetón, acarició su clítoris provocandole una verdadera inundación entre las piernas. Natalia quiso quejarse pero era tarde. Cuando abrió la boca para protestar la lengua de la mulata entró como un misil, hasta las amígdalas. Se sintió ultrajada, avasallada, casi violada. Era maravilloso. Antes de que pudiese reaccionar o le entrase la cordura sintió la mano izquierda de María levantarle la camisa de estar en casa y sin pedir permiso darle un leve pellizco en el pezón para acto seguido, mitigar el ardor del gesto amasando la glándula que reaccionó excitándola todavía más.

  • Déjame que te folle. - Dijo María con los ojos turbios de lujuria – Voy a enseñarte a correrte de verdad. Solo esta tarde, mañana será otro día.

Natalia se sintió completamente subyugada y no dijo nada pero dejó de resistirse y tímidamente comenzó a acariciar a su amante, alcanzando la parte que más envidiaba de ella. El trasero respingón que quiso amasar con cariñó.

  • No – le corrigió la mulata – yo no soy una princesa. En la cama soy una puta y tienes que tratarme como a una. Te voy a comer el conejo hasta dejártelo escocido y luego me lo vas a comer hasta despellejarte la lengua.

María la tumbó y antes de darse cuenta tenía la falda en el ombligo y las bragas más allá de los pies, tiradas en el suelo. Respiraba entrecortada ya de antes pero lo mejor vino cuando una lengua juguetona se introdujo en su coñito explorando los labios vaginales. Bueno, tanto hablar de correrse a lo bestia y Luis ya le había comido el coño mejor. Sintió un osado mordisco y un estirón. El tironcillo le provocó una punzada que antes de ser dolorosa fue mitigada por un chupón que le hizo temblar. Natalia entró en un carrusel de sensaciones en el que se mezclaba un picor que no conseguía mitigar la dulzura de los chupones repentinos y la aparición repentina de un dedo insolente.

Subió, subió, subió... iba a explotar pero María dejó de manosearla. La mulata se puso de pie, se bajó el pantalón con urgencia mostrando un tanga blanco de puntillas que rápidamente acabó al lado de sus bragas. Abrió las piernas, se acercó hasta ponerle el coño en la nariz y sujetándole de la cabeza le estampó el coño en los labios.

  • Para recibir hay que dar. Si quieres correrte empieza a chupar.

Ni en la peor de sus locuras se imaginó con la cara entre las piernas de María, pero llevada por la lujuria se vio sacando tímidamente la lengua, ensalivando los labios mayores y sujetándose en las posaderas de su amiga para no caer al suelo debido a los restregones que sufría porque estaba frotándole el clítoris en la cara. Miró hacia arriba para ver a María que le sonreía.

  • Tienes que aprender, yo te voy a enseñar bien enseñadita.

Los diez siguientes minutos los pasó aprendiendo a chupar el clítoris, a meter un dedo y luego dos juntos, a agitarlos con fuerza y a buscar sin éxito un lugar especial dentro de María que supuestamente le volvía loca.

Se vio haciendo un sesenta y nueve y recibiendo tanto como daba y se corrió tanto que creía que se había meado en la cara de María.

  • Ese – le dijo su amiga cuando apenas mantenía la consciencia – era tu punto G.

Un dedo audaz entró en su culo.

-´¿Qué haces?

  • Desvirgar esto. Si fuese hombre haría algo más que meterte el dedo.

Notó un subidón muy fuerte cuando el dedo del ano fue acompañado por dos más en la vagina. Sentirse avasallada en ambos frentes le superó y sintió que tenía que vengarse así que imitó a la mulata buscando su puerta trasera, poniendo con fuerza dos dedos en cada agujero.

  • ¡Síiiiiii! - Chilló María mientras se corría como un grifo.

Aquel día se destruyeron muchos complejos que tenía Natalia y pudo comprender algo a Luis, que deseaba por un lado hacer todo aquello con ella y por otro no se atrevía por miedo a ofenderla. Se dio cuenta de que parte del problema lo había puesto ella con sus prejuicios y se prometió cambiar y tal vez ... hablar con Luis y ver en qué terminaba la cosa.