María y Luis

María tiene que tomar una decisión sobre el futuro de su relación con Luis. Cuando se encuentran todo termina explotando en una situación imprevisible.

Nota del Autor: Este relato es continuación de otros tres que pongo aquí para que quien quiera pueda leerlos antes de ponerse con este

Luis y María

https://todorelatos.com/relato/175534/

Luis y Natalia

https://todorelatos.com/relato/175581/

María y Natalia

https://todorelatos.com/relato/175757/

Espero que sea de tu agrado, estimado lector.

Aquel día se destruyeron muchos complejos que tenía Natalia y pudo comprender algo a Luis, que deseaba por un lado hacer todo aquello con ella y por otro no se atrevía por miedo a ofenderla. Se dio cuenta de que parte del problema lo había puesto ella con sus prejuicios y se prometió cambiar y tal vez ... hablar con Luis y ver en qué terminaba la cosa.

DOS DIAS DESPUES

Natalia dudaba si tocar el portero automático. Llevaba un par de días reflexionando sobre su relación con Luis y sobre lo que había pasado con María que le dijo que se lo pensase rapidito porque en el momento en que se divorciase de Luis haría su movimiento. A pesar de lo desagradable de la situación ella supo apreciar la sinceridad y no quedó muy claro cómo había quedado su relación. Antes eran amigas, después de la infidelidad enemigas declaradas y ahora ... ¿amantes? ¿amigas otra vez? ¿estaban en tregua? ¿eran adversarias por el amor de Luis?

Pero sobre todas las cosas había una pregunta que tenía que responderse a sí misma. ¿Quería ella volver con Luis? ¿Quería volver a intentarlo? Por eso estaba allí, delante de la puerta de su piso.

Conocía muy bien el lugar. Habían pasado toda su infancia y adolescencia recorriendo aquellas calles de ida a vuelta al colegio y luego saliendo juntos. Era la casa de la madre de Luis. Ella no se había mudado y ahora tenía casi sesenta años, con ganas de jubilarse. Cuando se separaron Luis estuvo un par de días en un hotel pero luego le mandó un wasap diciendo que volvía a vivir con su madre.

No podía pagar tanto tiempo un hotel y hasta encontrar un nuevo sitio para vivir volvió a su viejo barrio. Se veía obligado a coger el metro para ir a trabajar, despertar un par de horas antes de su horario normal cuando vivían juntos y tardaba otro par de horas en volver después.

Ella se sentía culpable de la situación de Luis. Era un buen gestor pero cuando comenzaron a vivir juntos, Natalia condicionó todas las decisiones económicas de la pareja. Luis siempre había preferido cobrar menos, tardar más en llegar al trabajo o perder oportunidades profesionales para poder estar más tiempo con ella y disfrutar más tiempo juntos mientras que ella no había dejado pasar ni una oportunidad para ascender.

Durante un tiempo su marido parecía su chofer debido a la cantidad de veces que le llevaba y traía de juicios, congresos o reuniones de negocios. En la firma de abogados que estaba actualmente ganaba bastante dinero y sabía que parte de su posición la había conseguido porque Luis siempre le había impulsado hacia delante. Era la famosa frase al revés: Detrás de toda gran mujer hay un gran hombre. Él había sido su apoyo incondicional durante todo aquel tiempo y no había pedido nada a cambio. Ahora se daba cuenta de que él se había perjudicado gravemente por ella.

Una rubia se acercó al portal del edificio y llamó para entrar. Hubiese seguido reflexionando en la calle sin saber qué hacer si no fuese porque había llamado al piso de Luis y le habían abierto al responder que se llamaba Natalia. Sin saber muy bien porqué entró al portal detrás de ella y subieron juntas en el ascensor. Era muy clara su profesión. Iba excesivamente maquillada, con la ropa enseñando más de lo que debía y la falda demasiado corta. Tenía los ojos azules. Incluso se le parecía un poco. Natalia no sabía dónde meterse. Llegaron al tercero y se abrieron las puertas. Era muy guapa.

  • Perdona – se atrevió a decir a la mujer antes de que llamase a la puerta de Luis.- ¿Natalia?

  • Hoy sí. - Respondió algo sorprendida la puta – Pero mañana me puedo llamar como quieras. ¿Quieres saber mis tarifas?

  • No, no. Verás – Su cerebro trataba de improvisar a toda velocidad – Si te fijas cómo voy vestida... yo... quiero darle una sorpresa a Luis

  • Ya veo – La mujer le miró de arriba abajo, con aire crítico – Pero el problema es que tengo un compromiso con el machote de este piso. Me gusta mi trabajo y tenía una voz seductora por teléfono. Hoy tengo ganas de marcha. No voy a dejarle escapar fácilmente. Si le dejo bien satisfecho me llamará otras veces, ¿sabes?

  • ¿Te importaría marcharte? Ya te digo que quiero darle una sorpresa.

  • Una sorpresa. No me lo digas, también te llamas Natalia. Bueno, tal vez tengas trescientos euros por mi tiempo. Si me los das te dejo dar todas las sorpresas que quieras. Sino me meto y me lo follo vivo, porque ten clara una cosa. Cuando me junto con un macho el que se lo folla soy yo.

¿Trescientos euros? Pero, ¿tan desesperado estaba Luis para pagar aquella burrada por unos minutos de jadeos? Su marido era un degenerado, encargando una puta que se le parecía. Además, ¿dónde estaba su madre para dejarle contratar una puta y subirla a casa?

Rebuscó en su cartera. Nunca tenía demasiado efectivo y sospechaba que aquella mujer no iba a esperar a que bajase a un cajero. Además de que Luis estaba esperando que llamasen al timbre y podía ir a mirar al pasillo. Tuvo que sacar el dinero de emergencia que llevaba en el forro del bolso pero lo juntó todo y se lo entregó a la puta.

  • Muy bien – le dijo – Encantada de conocerte. - Se metió los billetes en el escote con un gesto verdaderamente vulgar, parecía el cliché de una película. La puta se dirigió de vuelta al ascensor – Cuidadito con ese, que me ha pedido unas cosas muy raras...

  • ¿Qué cosas? - Preguntó. Pero el ascensor ya estaba bajando.

Se decidió. Iba a hablar con Luis, enterarse de verdad qué había pasado y darle tal vez una oportunidad.

Por un lado era bastante asqueroso que hubiese pedido una puta que se le pareciese pero por otro se sentía halagada. Tal vez María le había dicho la verdad cuando le dijo que Luis estaba fatal, no solo porque quisiese darle pena. De todos modos, ¿qué coño hacía María tratando de que ellos volviesen y amenazando con ligárselo al mismo tiempo? ¿De qué iba la mulata?

Llamó a la puerta, el tono del timbre le traía recuerdos. No terminaba de encontrarse, de saber qué estaba haciendo allí pero sabía que no podía dejar las cosas como estaban. En su bolso, los papeles del divorcio estaban sin firmar todavía. Tenía que tomar una decisión de una vez.

Luis abrió. Verlo muerto le habría impresionado menos. Apestaba a alcohol, su rostro estaba pálido y demacrado. Desarreglado, mal afeitado y los ojos turbios, perdidos. Le miró y le vio sin verle. No la reconoció.

  • Adelante guapa – Le dijo. Su voz rajada, rota. Decidió que no quería hablar con él desde el pasillo y entró. - Entra al salón y ponte cómoda. Ahora voy.

Todo sucedía muy rápido. Esperaría a que le ofreciese algo de beber y hablarían, pondrían las cosas en claro. Le oyó orinar en el baño, no había cerrado la puerta. Se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de una silla. Cuando volvió Luis estaba desnudo de cintura para abajo, se había quitado los pantalones y la ropa interior después de orinar.

  • Luis – dijo dándose cuenta de que tal vez había metido la pata de mala manera – Tenemos que hablar

  • ¿Qué hablar ni qué leches? ¿Porqué no te has desnudado?

  • Luis, soy Natalia – Trató de explicarse.

  • Sí, lo sé. ¿Porqué cojones no te desnudas?

  • Yo... - Tenía un brillo peligroso en los ojos. Recordó a la puta avisándole, que tuviese cuidado – Creo que va a ser mejor que me vaya.

Trató de marcharse pero al pasar a su lado, la sujetó y dominándola con una fuerza que nunca imaginó que tuviese su marido la besó. Pero no lo hizo con cariño como solía, buscando la complicidad pausada y morbosa de sus lenguas. Forzó el beso mordiéndole además con fuerza los labios, haciéndole algo de daño. Sus manos fueron directas a los botones de la camisa, abriéndola a tirones.

  • Para, Luis – Le dijo - ¡Para! - Trató de defenderse pero se llevó un empujón y algunos botones que no aguantaron saltaron repiqueteando por el suelo. Sus tetas, contenidas a duras penas en el sujetador blanco de puntilla, quedaron expuestas.

  • Joder, te voy a pagar un extra. ¡Qué bien lo haces! - Sujetándola con fuerza le bajó el sujetador sin desabrocharlo y mordió el pezón derecho. - ¡Qué dulce! - dijo como pudo con la boca llena de teta.

Por más que forcejease no conseguía sacárselo de encima.

  • Así no, Luis. ¡Nó! - Chilló cuando él estiró el pezón dándole un latigazo de dolor, mitigado rápidamente cuando amasó el mismo pecho con bastante violencia.

  • Así sí. ¿No querías que te matase a pollazos, como a María? Ahora me vas a conocer.

Eran las quejas que le dio cuando les pilló. Luis no había encargado una puta para follar, sino para desahogar su rabia. Como paró de forcejear, Luis le estrujó el otro pecho, haciéndole daño y volvió a besarla, con violencia y ansia. De repente le dio la vuelta, clavando su erección a través de la falda que aguantaba a duras penas entre los cachetes del culo. Mordió su cuello y luego antes de que se quejase succionó con los labios como si fuese un vampiro bebiendo de la yugular. Iba a dejarle un buen chupón.

  • Luis – se sorprendió gimiendo – Lo siento. Lo siento tanto.

  • Calla puta. No sientes nada – La mano libre dejó su teta y se deslizó osada camino de su coño pero ahora, en las distancias cortas, era imposible no notar la piel tirante del estómago, primera señal de su embarazo. - Joder, si es que también estás embarazada. Te has ganado un gran extra, joder. Cómo voy a disfrutar.

La situación comenzaba a ser irreversible. Se dijo que seguía siendo su marido, por muy ebrio y confuso que estuviese, que seguía siendo el hombre que había estado a su lado los últimos cinco años y que durante toda la vida antes de eso le había cuidado. Además, ella, a su pesar se estaba excitando. Iba a probar la pasión de su marido. Quiso convencerse de que estaba actuando por propia voluntad.

  • Vale – Le dijo – No me hagas daño. Yo... te dejaré hacer lo que quieras.

  • ¿Vas a dejar a la dama a un lado? ¿Te vas a olvidar de que mereces un respeto? ¿De que no te trate como una puta? ¿Vas a olvidarte de todos los límites?

Se le saltaron las lágrimas. Siempre que Luis se apasionaba con ella, que le pedía algo extraño o raro, ella le aleccionaba una y otra vez. Que si era un vicioso, que le daba asco chuparla, que el sexo anal no estaba bien... Luis terminó por no tratar de ir más allá, por perder algo de la ilusión. Se convirtió en una persona rutinaria, se adaptó a ella, como siempre hacía y por ello mismo terminó buscando alguien más. Era culpa suya.

  • Sí, Luis. Esta noche no soy tu esposa. Soy tu puta, sin límites. Soy tu solaz y tu descanso. Desfógate. Saca toda tu rabia. Úsame.

Entonces sucedió algo aterrador. Un sonido roto, cascado. Luis reía. Una risa amarga.

  • Por fin – dijo el hombre y volvió a darle la vuelta – Por fin

La puso de rodillas. Él ya estaba desnudo de cintura para abajo y sin pedir perdón ni permiso le colocó la polla en los labios. Lentamente avanzó, como probando que ella no se iba a resistir. Y no se resistió. Abrió la boca, aceptando el rabo de su marido. Luis no se detenía y fue entrando poco a poco hasta alcanzar el fondo de la boca, hasta presionar sobre el inicio de la garganta. Natalia trató de aguantar, dejándose usar, pero le vino una arcada, un reflejo.

  • Mírame – Le pidió su marido. Al mirarle le vio sonreir. Una sonrisa sincera - Aguanta por mí, cariño.

Lentamente retiró el miembro y repitió la penetración. Aumentando poco a poco la velocidad y la frecuencia de los vaivenes comenzó a follarle la boca. Cada vez más y más rápido. Ella sentía su polla endurecerse más y más . Por ella. Porque a Luis le gustaba follarse su boca. Se sentía humillada y al mismo tiempo poderosa. Tal como había dicho María. Además, a pesar de la violencia le había llamado cariño. Se esforzó en tragar rabo, por ese hombre que le estaba follando la boca. Luis siempre había tenido una buena herramienta y le llegaba hasta muy atrás. Babeaba, la baba se escurría por los lados de la boca. El se volvió más violento, más apasiondo. ¿Porqué estaba tan mojada si solo había recibido restregones, pellizcos y arañazos? No había sentido apenas cariño, salvo tal vez, aquella palabra suelta. Se sintió extraña, excitada, muy excitada.

  • ¡Jodeeerr! Qué buenoooo

Luis se hinchó todavía más dentro de su boca, su pene a punto de explotar. Le sujetó por la nuca y forzó una penetración todavía más profunda. Le sobrevino una arcada pero trató de aguantar. Por Luis. ¡Deseaba que se corriese en su boca! Y lo hizo. Una descarga tras otra. Muchísimo semen le llenó. No se dio cuenta del sabor ni de nada, no tuvo más remedio que tragar porque a pesar de lo incómoda que estaba no quería resistirse. Quería sinceramente que ese hombre notase que ella se tragaba toda su corrida. No pudo reprimir una arcada, sobre todo cuando notó que parte de la corrida comenzaba a inundarle las fosas nasales. Él se apartó por fin. Escupió parte sobre el suelo y boqueó tratando de respirar, los ojos le querían llorar. No le había soltado la cabeza y él tiró obligando a que se levantase y la miró a la cara. Por un momentó sintió que le había reconocido. ¿Ella quería que le reconociese? ¿Quería follarse a su marido sin compromiso, probar y luego ya veremos? Tal vez sí. Estaba claro que aquello no iba a terminar todavía.

  • Vamos a lavarnos, estás pringosa.

La llevó hasta el cuarto de baño. El viejo baño donde se ducharon juntos por primera vez, haciéndose el amor con torpeza, resbalando en la bañera hasta casi caerse y hacerse daño. Fue una experiencia que luego recordaba con cariño y ternura.

La ropa cayó al suelo del baño, sin importar que se ensuciase y ella se apresuró también a desnudarse, expectante. Entraron juntos, el agua arrastraba los malos sentimientos sobre sus cuerpos desnudos. Desde el primer momento Luis recorrió su cuerpo, con la mirada, con las manos, con la lengua, con su propia piel. Ella era una muñeca rota en sus brazos que le empezaron a enjabonar. ¿De dónde había salido el champú? Estaba en una nube. Aquel sí era su marido, la ternura y sus caricias suaves como mariposas que le calentaban poco a poco. Un mordisco, fuerte, en el cuello justo debajo de la oreja. Como los animales que exigen sumisión en una batalla de poder. Un chupón, fuerte también, que le envió un escalofrío recorriendo la columna vertebral, erizando más si cabe los pezones y de repente una intrusión. Dos dedos moviéndose en su interior, pinzando por dentro con suavidad y un segundo después hurgando agresivas, casi a punto de hacer daño.

  • Síii... gimió

Faltó un pelo para que se corriese allí mismo. Cuando se abandonaba a la sensación sintió una intrusión en el trasero. Un dedo de la otra mano forzaba la entrada, curioso, incisivo. No le gustaba la sensación pero recordó sus propias palabras. No pondría límites. ¿No podía probar una vez por Luis? Se lo había pedido tantas veces, de tantas maneras. No quería resistirse, quería entregarse por una vez. Una sola vez, sin límites. El jabón actuaba de lubricante y poco a poco entraba más y más.

  • Para ser una puta esto está muy cerrado.

  • Por favor, no me hagas daño.

  • Me has dicho que hiciese lo que quiera.

  • Pues haz lo que quieras, pero recuerda quién soy.

  • Bueno, pues haré lo que quiera.

Con fuerza y muy pocos miramientos entró un segundo dedo. Los dedos de su coñito desaparecieron, haciendo que su excitación bajase mucho. Empezó a molestarle.

  • Me duele

  • Menos quejas, putita.

  • Pero me duele

Un cachete fuerte en el culo, como un trallazo. El reflejo le contrajo los músculos enviando un espasmo doloroso y sin embargo se mojó más. ¿Qué hacía su cuerpo?

  • Tranquila. Relájate o será peor.

Lo intentó. Lo intentó sinceramente pero le seguía doliendo y su excitación había desaparecido casi completamente. Tenía que hacer algo. Tuvo una idea. Meneó el culo, forzando la entrada algo más.

  • Me gusta – mintió

  • ¿Te gusta?

  • Sí – volvió a mentir y meneando otra vez el culo trató de colaborar. Se hizo algo de daño pero extrañamente le dolió menos y el roce del ano con el champú le irritaba de forma dulce. ¿Qué estaba sintiendo?

  • Buena chica – Le dijo Luis que cogió la alcachofa de la ducha y dirigió el agua a su coñito. El agua al golpear con fuerza en sus labios vaginales le devolvió la excitación poco a poco. Y aquella nueva sensación en su culo no desapareció sino que se juntó. Se frotó contra los dedos de su marido con mimo. Fue ella la que comenzó a marcar el ritmo.

  • Muy bien – Le felicitó de nuevo.

Así iban a ser las cosas. Si ella colaboraba él le trataría mejor. Si se resistía sería peor. Ya no le molestaba casi el trasero. De hecho le provocaba una especie de dolor dulce que mezclado con el agua en el coño le estaba volviendo a poner a tope.

Luis colgó de nuevo la alcachofa y con dulzura se metió en su coño. Su polla se había recuperado y de qué manera. Se sentía llena, muy llena. Estaba tan hinchada que le rozaba por dentro como seda. Y llegó la violencia, duro en el culo, un tercer dedo, doliendo, rompiéndola de algún modo. Ya no le molestaba el dolor. Su trasero decía que siguiese aquello, que le daba igual. Que le gustaba y ella jadeaba y gemía. Placer y dolor se mezclaban y era maravilloso. Comenzó a llorar. Ella se había negado a aquello, durante tantos años. Y era tan bueno. Explotaba poco a poco, quería explotar con Luis. Con Luis, el amor de su vida. Sintió que ella le había despreciado, en el fondo ella le despreciaba porque él no se imponía a ella y le castigaba negándose. ¿Porqué? ¿Porqué lo había hecho?

Abandonó su coño y de golpe entró en su culo. Brutal. Hasta la empuñadura. Le dolió horrores a pesar de la dilatación, a pesar de los tres dedos, a pesar de querer entregarse. Luis estaba demasiado grande, demasiado duro. Trataba de relajarse pero no dejaba de doler.

  • ¿Te gusta?

  • Porque eres tú. Me gusta porque es tu polla.

  • Sé que te duele. Te conozco.

¿El juego había cambiado? ¿Qué quería Luis que respondiese?

  • Sí, me duele. - Confesó – Pero haz lo que quieras. Te quiero

¿Te quiero? ¿LE ACABABA DE DECIR QUE LE QUERÍA?

Luis se paró. El dolor no desapareció pero se mantuvo a la espera, agazapado.

  • Vale. Te creo.

Los dedos regresaron al coño, juguetones, volviendo a inflamarle, mezclando placer y dolor y volvió a moverse, poco a poco. Muy muy lento, rozando suave y duro a la vez. Creciendo... creciendo...

  • Estoy harta – se confesó – No puedo más con esto. Te quiero pero no sé si debemos seguir juntos.

  • ¿Has venido para eso? ¿Para hablar?

  • Te echo de menos. Me he portado mal contigo

Luis incrementó la velocidad, poco a poco. El trasero dejó de quejarse y empezó a colaborar, a decir que sí. A rendirse y pedir más.

  • Responde. ¿A qué has venido?

  • He venido a por ti. A recuperarte. No sé ni porqué. Solo sé que contigo soy mejor y comprendo que te hice daño. Tuve una parte de la culpa.

Él empezó a agitarse. No le faltaba mucho para correrse. Sus manos se deslizaron por todo su cuerpo. Su trasero se sentía genial. Su coñito se estremecía a pesar de haber sido abandonado.

  • Nena – Le dijo Luis, le cogió el rostro y le obligó a girarse para darle un beso muy lujurioso.

Comenzó a correrse. Muchísimo. Jadeaba sin respiración bajo el agua. Nunca se había sentido así. Había tomado una determinación. Tenía que volver con Luis. Tenían que hacerlo bien juntos esta vez. Tenía su hijo en el vientre y se encargaría de no repetir los errores.

  • Nena – Repitió Luis – No sé si quiero que volvamos.

Luis se corrió como un burro dentro de su culo.