María y Luis.

Natalia y Luis intentan retomar su relación pero terminan divorciándose, dejando libre el camino para que María haga su movimiento

Nota del Autor: Este relato es continuación de otros cuatro que pongo aquí para que quien quiera pueda leerlos antes de ponerse con este

Luis y María

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Luis y Natalia

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María y Natalia

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Espero que sea de tu agrado, estimado lector.

María y Luis (El nombre verdadero sería Natalia y Luis, pero me equivoqué al ponerlo:/)

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Comenzó a correrse. Muchísimo. Jadeaba sin respiración bajo el agua. Nunca se había sentido así. Había tomado una determinación. Tenía que volver con Luis. Tenían que hacerlo bien juntos esta vez. Tenía su hijo en el vientre y se encargaría de no repetir los errores.

  • Nena – Repitió Luis – No sé si quiero que volvamos.

Luis se corrió como un burro dentro de su culo.

Volvieron a intentarlo en serio.

Los dos meses siguientes ambos hicieron un esfuerzo por tratar de arreglar lo que quedaba de su relación. Luis se arrepintió sinceramente de haber estado con María y Natalia prometió ser más tolerante a nivel sexual, tratar de no frenar tanto a su marido y escucharle sinceramente. Los dos juraron ser completamente sinceros a todos los niveles.

Fue muy duro. Por un lado descubrieron que en la cama se entendían mucho mejor que antes. Para Natalia las nuevas prácticas sexuales fueron un soplo de aire fresco e incluso estando embarazada se aficionó a cosas que jamás hubiese imaginado que le gustarían. No sabía si era por las hormonas alteradas o porque se estaba convirtiendo en una viciosa pero descubrió que le gustaba bastante el sexo anal y que si pillaba un buen día podía encadenar varios orgasmos en una sola sesión de sexo.

Luis se vio sin frenos o con unos muy leves para sus perversiones y probaron varias posturas nuevas y prácticas que hasta aquel momento eran tabú para ellos; incluyendo la incorporación de algunos juguetes como un consolador; lo que permitía que Natalia experimentase la doble penetración, algo que la volvía loca.

Pero lo que ganaron en el plano sexual fue solo una dimensión de su relación. Natalia y Luis descubrieron que no se conocían.

Ella observaba extrañada a aquel hombre que antes le había tratado en palmitas y que ahora la miraba como si fuese una puta. No conseguía darse cuenta de que eran la misma persona. Sentía que su anterior relación había sido una pantomima y de algún modo, a pesar del sexo apasionado, sentía que él la amaba menos, que le había perdido el respeto. De vez en cuando, en los momentos en los que palmeaba su trasero marcando el ritmo de las penetraciones por ejemplo, creía que la fuerza del golpe tenía más que ver con la rabia o la aversión que con la pasión, como si quisiese castigarla por algo que ella no conseguía definir.

Él se odiaba a sí mismo. Toda su vida había querido que Natalia se le entregase de aquella forma. Ahora veía que ella había perdido los diques y no le gustaba. No quería que Natalia fuese así porque siempre la había visto como una princesa, delicada y maravillosa. Es como si hubiese encontrado una fisura en un diamante que parecía perfecto. Se odiaba por no ser capaz de aceptar a Natalia con su nueva forma de ser. Fue infiel con María por casualidad, pero lo habría sido con cualquier otra porque estaba buscando una aventura, insatisfecho de su vida sexual.

Ahora tenía la vida sexual que quería con la mujer que amaba y tampoco le gustaba. ¿Qué coño le pasaba? No se podía mirar al espejo. Además, se dio cuenta de que empezaba a tratar mal a Natalia, a pesar de todo lo que ella estaba sacrificando por él. No se le escapaba que el infiel había sido él. También había sido un calzonazos, incapaz de sincerarse con el amor de su vida y decirle que no se encontraba sexualmente satisfecho. En definitiva, si quería ser completamente sincero consigo mismo, veía que tenía una parte de culpa en todo aquello mucho mayor que Natalia y era un cobarde por no afrontar la situación.

El quinto mes de embarazo fue un calvario. El niño empezaba a notarse y Natalia comenzó a perder deseo sexual. Luis, como un niño enrabietado, no quiso entender la situación. Como la cama era el único sitio donde se llevaban bien y habían decidido no callar nada, comenzaron las discusiones. Llegó un punto en que se dieron cuenta de que no podían seguir así. Hablaron largo y tendido. Se dijeron muchas verdades que habían estado escondidas mucho tiempo. Se hablaron claro y se ofendieron gravemente y por primera vez en su vida, ambos encararon la relación que tenían como adultos. Ella dejó de comportarse como una niña mimada, de mirarle desde la distancia como si le hiciese un favor por hablarle. Él dejó de ser el príncipe azul y se quejó amargamente de los sacrificios que nadie le había pedido pero que había realizado por ella y que pensaba que no habían sido correspondidos.

Ninguno de los dos tenía toda la razón. Es así, en los claroscuros, cuando muere el amor. Pero gracias a Dios ambos mantuvieron las formas. Ella no le llamó cabrón y él no la volvió a llamar princesa porque ahora habría sido un insulto. Iban a tener un hijo en común y todavía se tenían cariño. Se divorciaron para no terminar odiándose. Se pusieron de acuerdo en la custodia, en las visitas, vendieron la casa y se repartieron los beneficios. Cambiaron de domicilio pero mantuvieron un estrecho contacto.

Natalia perdió la pista de María. No tenía tiempo de preocuparse ni ganas de pensar en ella. No hasta que de rebote volvió a entrar en su vida. Había quedado con Luis para una ecografía, cuando ya cumplía ocho meses de embarazo. Se sentía hinchada, torpe, pesada y deprimida. Su madre le acompañaba a la prueba. Luis vino acompañado de María. Ella estaba espectacular con un traje ceñido que no dejaba lugar a la imaginación, aquellas piernas largas como autopistas y el trasero firme y saliente. Parecía haberse pulido los blancos dientes que arrancaban reflejos de los fluorescentes cada vez que sonreía. Extrañamente sintió la entrepierna húmeda cuando recordó que una tarde, hace ya tiempo, aquel pibón de chocolate le había devorado el coño. No fue capaz de odiarla, ni siquiera cuando vio que se cogían de las manos. Por lo menos no se besaron delante de ella.

No llegó al noveno mes de embarazo. Quince días antes de que lo hiciese sintió un agudo dolor en el estómago. Durante toda la semana el bebé se había estado moviendo muchísimo y pensaba que se había adelantado el parto. Siempre le habían dicho que romper aguas era como sentir que te meabas pero lo único que notaba era dolor y algo de líquido que se escurría entre sus piernas. Para su sorpresa no era líquido amniótico, sino sangre.

Su madre y ella llamaron una ambulancia y fue ingresada. Estaba sufriendo un desprendimiento de la placenta. El bebé corría peligro de quedarse sin oxígeno y a ella le dolía todo. Los médicos, gracias a los cielos, fueron eficientes y prepararon un quirófano donde realizaron una cesarea de urgencia. Fue un cirujano que no había visto nunca el que trajo a su hijo a la vida en una intervención que duró cuatro horas.

Cuando despertó de la anestesia Luis estaba sentado a su lado. El bebé dormía, su pelo ralo y escaso no afeaba el bellísimo aspecto de sus mofletes rechonchos. Luis estaba horrible, mal afeitado, ojeroso y sudoroso y apenas peinado. Le habían sacado de una reunión y había salido del trabajo casi sin respirar. Tenía la corbata aflojada, la camisa arrugada, los ojos acuosos y brillantes y una estúpida sonrisa que se ensanchó al mirarle a la cara.

  • Hola, princesa – No había ningún rastro de burla en su tono.

  • Hola – Natalia miró al bebé a su lado - ¿Está bien?

  • Lo has fabricado perfecto. Como ha nacido antes de tiempo es pequeñito, dicen que tiene que comer mucho para crecer fuerte pero que no tenemos que preocuparnos. Le han hecho un montón de pruebas y están todas bien.

  • ¿Puedo cogerlo?

  • No veo porqué no.

Las dos abuelas conspiraban a un lado del cuarto cuando vieron que Luis, con infinito cuidado, cogía al recién nacido y lo ponía con reverencia en manos de su madre.

  • Desabróchame un poco – Pidió Natalia

  • Todavía no tienes leche, ¿no?

  • Leche no, pero quiero ver si produzco calostro. Es la primera leche y es importante darla al bebé. Estoy cansada de que me lo diga el ginecólogo. Tiene muchas cosas que necesita el bebé.

Con reverencia Luis desabrochó los primeros cuatro botones de la bata y le descubrió el pecho derecho

  • Ahora está dormido. ¿Mamará? - Preguntó curioso

  • Todos los hombres aprendeis a hacerlo deprisa – rió Natalia como una chiquilla. Acercó al bebé hasta poner el pezón en sus labios. Incluso dormido, trató de mamar lentamente, pero no salía nada. - Necesito que estimules el pecho – Pidió Natalia

  • ¿Estimular?

  • Estruja con cuidado, como si hicieses un masaje, cerca del pezón. Desde la glándula, como si estuvieses exprimiendo un tubo de plástico que tiene líquido dentro. Así el pecho pensará que son los labios del bebé y si hay líquido, saldrá.

Luis, con el mayor cuidado, acarició estrujando suavemente el pecho, cerca del pezón. Notaba la dureza de la glándula, que crepitaba ligeramente.

Natalia sintió un ligero escozor y un agradable tironcillo. No sentía mucho las piernas porque todavía le duraba algo la anestesia y fue una suerte porque sus genitales se hincharon un poco y comenzaron a humedecerse. Una gota apareció en la punta del pezón y el bebé goloso, la sintió. Girando un poco el cuello lamió el líquido y se amorró a la teta. Con esfuerzo comenzó a obtener algunas gotas más que comenzaban a convertirse en una fuentecilla. Ambos progenitores miraban a su hijo encandilados.

  • Es precioso – Dijo Luis

Natalia respondió con una sonrisa que estiraba las arrugas de preocupación y las ojeras. El bebé succionaba lentamente mientras los padres se sonreían como bobos.

La puerta se abrió y entró una enfermera. La madre de Natalia le había llamado al ver que despertaba. Le tomó la temperatura, la tensión y observó que se encontraba bien. Le dio una serie de consejos. Debía orinar para eliminar los restos de la anestesia y beber mucha agua. Comer algo si podía, aunque fuese poco.

Aquel día Luis y Natalia se volvieron a comportar como los primeros días de noviazgo. El en su papel de protector y ella agradeciendo la protección, dejándose querer. María llegó al final de la tarde, para recoger a Luis. Así fue como Natalia se enteró que estaban viviendo juntos.

El tiempo transcurrió despacio. Natalia tenía unos meses de baja en el trabajo para cuidar de Marcos. Cuando salió del hospital los días se convirtieron en paseos con el niño en el cochecito acompañada alternativamente de alguna de las abuelas o el padre, que sacaba tiempo de debajo de las piedras para estar todo lo que pudiese con su hijo. Luis vivía para aquellos paseos tranquilos que le apartaban del estrés del trabajo.

Pero no todo eran bueno. El bebé tenía cólicos, muchas veces de noche, robando sueño a la madre, que a veces sentía que no podía respirar sin tener un pañal en la mano o sujetando a Marcos para que eruptase.

Habían pasado tres meses desde el nacimiento de su hijo y Luis se miró al espejo del pasillo. María no tardaría en llegar del trabajo pero probablemente no le encontraría en casa porque él se iría con Natalia, para dar un último paseo. Dentro de una semana Natalia se reincorporaría al trabajo y él debía sacar tiempo para encargarse de Marcos los días que Natalia no pudiese hacerse cargo. Habían quedado en que sobre todo al principio Marcos debía estar con Natalia más tiempo para que le pudiese dar el pecho con más frecuencia pero poco a poco aquella etapa iba terminando. Habilitaron un cuarto de la casa para poner una cuna y cuidar al niño cuando le tocase.

María y Luis cumplían casi medio año desde que vivían juntos. Entre los dos había atracción, cariño, deseo y ... nada más. Luis no tenía muchos recursos y el dinero que ganaba se le escapaba casi completamente en su parte de la manutención del niño. Vivir juntos le permitía compartir el alquiler y tener algo de dinero para imprevistos sin tener que tocar ahorros. A Luis le extrañaba no haber conocido ninguno de los amantes de María de los que tanto se hablaba. Al principio pensó que ella no los traía a casa por respeto, luego nació el niño y no tuvo tiempo de pensar en apenas nada. El resultado final es que en vez de amantes eran compañeros de piso, amables y cercanos pero entre ellos no había nada, ni siquiera se habían besado en los labios desde el día de la infidelidad.

Aquella tarde Marcos había bebido dos biberones bien llenos y dormía en su cuna. Dentro de dos horas vendría Natalia a recogerle. De momento no tenía nada que hacer. Respiró profundamente, contento de tener un respiro y fue a la cocina para prepararse un café. En ello estaba cuando creyó escuchar que le llamaban. Pensaba que María no había llegado todavía pero lo había hecho y no sería la primera vez que lo hacía sin que él se diese cuenta. Llevaba tanto tiempo con la mente descentrada que a veces no se enteraba de lo que pasaba a su alrededor. Fue hacia el cuarto de María. Estaba apenas a unos metros cuando volvió a escuchar que le llamaba. La puerta estaba entornada y al llegar a ella vio a su través a María, tumbada en la cama, de espaldas a él.

  • Luis – Volvió a llamarle la mulata. Tal vez no se encontraba bien, tumbada en la cama, dándole la espalda cubierta por las sábanas.

Vacilante, entró en el cuarto, dudoso de si estaba haciendo lo correcto. Extrañado y al mismo tiempo curioso. Iba a decir algo cuando ella volvió a llamarle.

  • Luis – Le llamó con tono alarmado. Tal vez le faltaba el aire.

Preocupado se acercó hasta extender el brazo y tocarle el hombro. María, al sentirle, se sacudió como tocada por un rayo desde debajo de las sábanas. Se giró y al verle su gesto era de sorpresa. Se mostraba agitada y sofocada. Su mano derecha huyó de donde reposaba antes, en la unión de las piernas. Todo encajó. El pobre Luis quería que le tragase la tierra. Le había interrupido en plena masturbación mientras imaginaba que estaba con él.

  • Perdona. Yo ... pensaba que me habías llamado. Nunca he estado más avergonzado en toda mi vida. Lo siento.

Se giró para marcharse. No había llegado a la puerta cuando ella superó la vergüenza y le volvió a llamar.

  • No tienes porqué irte – Le dijo – No si no quieres.

Torpe, como un adolescente, se acercó. María apartó las sábanas haciéndole un hueco para que entrase. Ella apenas llevaba una camisa de dormir, los pantaloncitos tirados a un lado. Pudo ver su entrepierna ligeramente húmeda. Luis, sin entrar en la cama, se sentó en ella, tímido. María se había portado muy bien con él todo aquel tiempo, acogiéndole en su casa y dando apoyo y cariño, sacándole de la depresión y animandole sin pedir nada. Exactamente el mismo papel que un amigo pagafantas suele desempeñar con la chica que le gusta. No sentía nada de lujuria ahora mismo. Recordó todas las veces que, incluso mientras salía con Natalia, miraba a María y la deseaba. Todas las veces que, estando casado, buscaba ver algo más de piel de la mulata cuando quedaban y le hacía arder de deseo. María siempre había sido puro morbo en su pensamiento pero nunca le había mirado como mujer con sentimientos. Ahora se conocían más y había descubierto el día a día con ella. La ropa por limpiar y las discusiones sobre las tareas domésticas, el pago de las facturas conjuntas y otros detalles del día a día. Le gustaba esta mujer. Adulta, madura y mucho menos golfa de lo que aparentaba, pero no la había mirado con deseo desde que se divorció.

Ella se incorporó en la cama, abrazándole desde detrás le besó suavemente en el nacimiento del cuello. Sus manos juguetearon un momento con su barba y luego comenzaron a levantar la camisa que llevaba para estar en casa, palpando por el camino sus pectorales. Lentamente giró el rostro para encontrar el primer beso. Dulce y cariñoso, acogedor. Poco a poco le quitó el pantalón mientras él se giraba viendo a la mujer que se le ofrecía. Volvieron a besarse y antes de dejarle entrar bajo las sábanas le lamió la oreja. Su lengua jugueteaba en su oído lentamente, comenzando a encenderle.

  • No me folles cariño. Hazme el amor.

Luis captó el mensaje. María sabía perfectamente la fama que tenía. Ella había sido la primera en acostarse con un chico cuando estaban en el colegio. Era la exótica negrita depravada para el resto de la clase y todo el mundo pensaba que le gustaba el sexo duro y que no paraba ante nada. Cuando descubrieron que había estado con una chica toda aquella fama se exacerbó todavía más. Ella nunca respondió a los rumores. Como además era extrovertida y no negaba nada ganó una fama que tal vez no fuese tan merecida. María le estaba pidiendo que no la tratase según su fama, como había hecho aquella vez en la cama de su casa, que fuese delicado y cariñoso.

La cogió de la cintura, ahora estaba desnudo mientras que ella todavía llevaba la camisa de dormir blanca que contrastaba con el ébano de su piel. Acarició la seda de su piel. Ahora no estaba borracho, no como cuando se juntaron aquel aciago día. Llegó hasta su culo y lo apretó haciendo que sus cuerpos se juntasen un poco. Su miembro empezó a endurecerse cuando ella, más atrevida de lo normal, avanzó y le besó con aquellos labios carnosos, deslizando la lengua juguetona sobre los suyos, huyendo por un segundo cuando el trató de devolverle la caricia. El mensaje era claro y se dejó besar mientras María exploraba la anatomía de su rostro con su boca, alcanzando su barbilla, su nariz y sus párpados. Con un suave tirón quiso inclinarle hacia atrás, para darle un beso como en las películas, pero haciendo ella el papel de galán. No se dejó, todo tenía unos límites. Con su mano izquierda, acarició el rostro de la bella amazona y la obligó a inclinar el rostro. Ella se dejó llevar mostrando una erótica sonrisa. Una sonrisa que besó. Por fin juntaron sus lenguas. Creía que llevaba la voz cantante pero sintió que le sujetaban el miembro, comenzando a pajearle lentamente, haciendo que se estirase ya completamente.

  • Sabes a chocolate – Dijo María

  • Es que compré un poco esta tarde.

  • Ya no te queda nada, ¿no?

  • Claro que me queda. Me voy a dar un atracón ahora mismo

  • Tienes buen gusto

Se arrastraron a la cama, ella acariciando su masculinidad sin vergüenza y él casi masticando cada poro de ella. Luis palpó su trasero respingón y atrevido fue metiendo su mano entre las piernas de la mujer hasta alcanzar su vulva depilada. Allí la piel también era suave y ya estaba húmeda, resbalosa y deseosa de ser avasallada. Se deslizaron bajo las sábanas, con su masculinidad rozando el vientre de ella, sus cuerpos deslizándose traviesos, sin prisas. Ella abrió las piernas y rodeó su cintura, inmovilizándole algo y culebreando frotaba su clítoris contra el glande de su miembro, tomando el control y aumentando su deseo de modo exponencial. Él, para fastidiarla, apoyó las palmas de las manos en el colchón y como si hiciese flexiones levantó el torso y la cintura, alejando su poya del objetivo de la mulata. Ella contestó con un mohín de finjido disgusto y con esfuerzo, alzando las caderas se encajó de modo que solo faltaba un empujoncito para que Luis la penetrase.

  • Entra, cariño – Le pidió y con cuidado, lentamente, Luis bajó como si estuviese haciendo una flexión y penetró a María cuya flor se abrió deseosa y húmeda, apretada y tragona.

Finalizó el movimiento apoyándose en su peso y lento pero sin pausa su balano entró cada vez más, sintiendo una deliciosa presión hasta hacer tope. Ella le abrazó con fuerza y gimió quedamente en su oído, temblando hasta parecer que convulsionaba. ¿Se estaba corriendo? Sentía que sí. Solo de ser penetrada lentamente. La besó con cariño, profundo, tranquilo y amoroso al mismo tiempo, mientras ella se licuaba en sus brazos. Pasaron unos segundos hasta que sintió que María se aflojaba en sus brazos y se recuperaba.

  • Haz más flexiones, sino pensaré que estás bajo de forma – Pidió su amante

Repitió el proceso, por supuesto, no menos de diez veces, con ella pidiendo más rapidez, más fuerza hasta que terminó suplicando que olvidase lo que le había dicho. Que la follase bien follada. Que se dejase de tonterías y le metiese una buena cantidad de pollazos. De ese modo las groserías y la pasión sustituyeron poco a poco la delicadeza y el cariño en un crescendo que un par de minutos después hizo explotar a María de un modo más escandaloso. Empezó a embestir con fuerza. Le ardían los hombros por la tontería de las flexiones pero ni se le pasó por la cabeza bajar el ritmo. Subió sus pies hasta ponerlos en sus hombros, aumentando mucho la profundidad de la penetración. María gimió deliciosamente, haciendo que su miembro se hinchase un poco más. Un segundo después la sujetó con fuerza debajo de las axilas y con esfuerzo la levantó en vilo, manteniéndola apoyada únicamente sobre su falo. Dado lo esforzado de la postura se levantó y apoyó a María contra la pared, lo que aliviaba mucho su esfuerzo y convulsivamente empujó una y otra vez como un ariete deseando destruir la entrada de una fortaleza. María con ese trato se volvió loca, gimiendo y bufando, rastrilló su espalda clavando las uñas profundamente mientras se corría una vez más. Luis siguió percutiendo para alcanzar por fin un orgasmo avasallador que le dejó sin aliento, derramándose copiosamente en su interior. Se controló lo suficiente para llegar hasta la cama antes de derrumbarse sobre ella, los brazos y los hombros ardiendo debido al esfuerzo.

  • Soy feliz – Le dijo María - Muy feliz

  • Yo también

  • ¡Qué vergüenza! Has tenido que pillarme masturbándome para que suceda esto.

  • ¿Vergüenza? La mía cuando me he dado cuenta de lo que pasaba

  • Si lo llego a saber me masturbo antes. Ya no sabía qué hacer para seducirte. Si me paseo con menos ropa por casa me cojo una neumonía

  • Pensaba que te gustaba ir cómoda

  • Solo me ha faltado desnudarme delante tuyo.

  • Bueno, lo que sea. Al final ha sucedido. Creo que estaba demasiado liado con el bebé como para darme cuenta de mucho más.

  • ¿Lo repetiremos?

  • Claro. Cuando quieras.

  • Vale, déjame recuperar el aliento. En cinco minutos nos ponemos otra vez.

  • Pero...

  • Has dicho cuando quieras... no te vayas a echar atrás que llevamos viviendo juntos ya mucho tiempo y tenemos que recuperar el tiempo perdido.

  • Es la primera vez que una mujer tiene más deseo sexual que yo.

  • No te voy a engañar, tengo un punto de ninfómana. Más te vale empezar a tomar vitaminas porque ahora no estás casado y te voy a exprimir.

  • Muy bien. Esta vez me levantas tú a mi

Estas y otras tonterías se dijeron mientras recuperaban el aliento. Ahí fue donde comenzó la relación de Luis y María, superando todas las confusiones que habían tenido hasta aquel momento.