María y Leo. Capítulo 3: Arriesgarse o huir
María y Leo sabían que habían empezado un juego que ya no podrían frenar fácilmente. Un juego que prometía ser muy peligroso y muy divertido a la vez para los dos.¿Se seguiría dejando llevar María o pararía aquella aventura con su alumno que podía acabar con su despido como profesora?
“ARRIESGARSE O HUIR”
Después de leer por fin la nota de Leo y masturbarse con ella en el baño de profesores, María empezó a cuestionarse seriamente si seguir o no con aquel juego que ella misma había empezado. Estaba claro que aquel chico de veinte años conseguía que se olvidara de todo, pero cuando volvía a recuperar la cordura era consciente de que ese chico era su alumno. Todavía no habían tenido contacto, pero si se decidía a dar el siguiente paso, ya no habría vuelta atrás. Por supuesto que María no quería arriesgar su puesto como profesora en la universidad por echar un polvo con uno de sus alumnos, pero para ella la vida era pasión y locura. Nunca decidimos de quién nos enamoramos y tampoco podemos controlar que alguien nos haga volvernos locos y perder la voluntad por completo. Hacer caso a sus instintos era algo a lo que María solía dar mucha importancia porque para ella significaba sentirse viva. Podía buscar aquella pasión en otro hombre pero lo cierto es que el destino quiso que viera a Leo en ese probador y desde aquel momento no podía borrarlo de su cabeza. Además, la vida los volvió a unir haciendo que se convirtieran en profesora y alumno, algo que hacía mucho más difícil poder dejar de lado aquella historia. Su cabeza y su cuerpo no paraban de imaginar a Leo encima de ella haciendo que se derritiera. Se masturbaba continuamente pensando en todas las cosas que quería probar con él. Su duda era si todo aquello sólo era producto de una fantasía y su miedo, que a la hora de la verdad, la realidad fuese muy distinta. Pero la atracción por ese alumno era algo más fuerte que ella, la controlaba por completo y sentía que tenía que comprobar qué pasaba en realidad.
Leo seguía con su rutina diaria. Asistía a la universidad todos los días y algunas tardes quedaba con sus amigos de siempre, pero de fondo en su cabeza, siempre estaba su profesora de dibujo clásico. Cuando llegaba a su cuarto, no dejaba de tocarse pensando en María. En cuanto aparecía la imagen de María, su polla empezaba a ponerse dura. A pesar de su edad, tenía claro que para ella suponía mucho riesgo y sabía que sería muy difícil hacerlo realidad. Aunque también veía en su mirada que se volvía loca con él y que lo deseaba mucho. Leo sabía perfectamente cuál era su papel en aquella historia y que le tocaba esperar a que ella diera el siguiente paso.
Era un chico realmente atractivo. Su pelo, de color castaño, era bastante ondulado y muy abundante. Aunque le quedaba muy bien así desenfadado, solía recogerlo con una gorra o algún tipo de gorro de lana, dependiendo de la época del año. Sus ojos marrones verdosos acompañaban a unas cejas bien definidas y de color más oscuro que su pelo. No le gustaba llevar barba, su cara era afilada y de mandíbula ancha. Llevaba un arito en la parte superior de la oreja que le daba un toque especial. Su cuerpo era delgado pero fibroso y su estilo a la hora de vestir bastante desenfadado. Tenía un punto entre bohemio y rebelde que le hacía realmente interesante. Su mirada rebosaba seguridad y firmeza. Era un chico que tenía claro lo que quería y que hacía todo lo posible por conseguirlo.
María por su parte, era una mujer muy sensual. Lo que más destacaba de su cara, era su mirada de niña traviesa. Sus ojos eran de un azul intenso y te atravesaban al mirarte. Su pelo, de color rubio, lucía normalmente largo y ondulado. Sus labios eran muy carnosos y su cara se redondeaba en la parte de los pómulos lo que le daba un aspecto de muñeca, era realmente guapa. Su estatura era más bien baja pero su cuerpo estaba muy bien proporcionado. Sus pechos y su trasero lucían unas curvas de impresión. Su estilo vistiendo era alegre y juvenil, siempre iba muy bien conjuntada y por lo general le gustaba usar tacón. Sin duda, su mirada decía de ella que era una mujer atrevida y que se dejaba llevar por sus impulsos.
Estaba decidida a seguir adelante, así que tenía que pensar en cómo hacerle llegar un nuevo mensaje. Habían hecho el primer examen del curso y María estaba corrigiendo el de Leo. El examen le estaba pareciendo brillante, algo que hacía entender a la profesora que la asignatura en sí también motivaba mucho a Leo, lo que hizo dibujar una sonrisa en su cara. En ese momento se le ocurrió dejarle la nota apuntada en el examen, pero tendría que tener mucho cuidado por si otro alumno lo leía. Así que cuando hacía alguna corrección en el examen, dejaba una parte de su dirección anotada, esperando que Leo entendiera aquel jeroglífico. Al recoger su examen, Leo se sorprendió de la buena nota que tenía. Después se puso a revisarlo y de repente algo llamó su atención. La primera corrección que encontró en su examen finalizaba con la palabra calle. Leo se quedó extrañado y siguió revisando su examen pero curiosamente la siguiente corrección, terminaba con la palabra Almagro. Rápidamente miró en internet y pudo comprobar que la calle Almagro pertenecía a la ciudad de la Coruña y que seguramente era la dirección de su profesora. Leo empezó a sonreír al ver lo ingeniosa que era María para comunicarse con él y terminó de revisar a fondo su examen para poder completar la dirección. Al final, había una nota de María en la que felicitaba a Leo por su buen trabajo en el examen y en la que también ponía “J 19.00”. Leo tenía claro que el jueves a las siete podría tener por fin, ese encuentro tan esperado con su profesora.
Llegó el jueves y Leo estaba nervioso. Era una mujer que le gustaba mucho y que le sacaba muchos años de edad, así que no sabía cómo reaccionaría su cuerpo en aquella situación. Por la mañana fue a la universidad aunque ese día no tenía clase con María. Llegó a su casa y después de comer se tumbó un rato a descansar. Su cabeza no paraba de recrear una y otra vez escenas de sexo con su profesora. A medida que se iba acercando la hora estaba más nervioso e inseguro pero aun así tenía que acudir a aquella cita. Después de darse una buena ducha, Leo se puso a elegir la ropa. Era una tarde fría así que decidió ponerse un gorro de lana de color gris claro. El resto de su vestimenta era un jersey negro, un pantalón color ocre y unas zapatillas casual grises. No estaba muy lejos, así que a eso de las seis y cuarto salió hacia la casa de su profe.
María había elegido ese día porque no tenía ninguna clase y de paso podría limpiar un poco la casa y prepararse tranquilamente para cuando llegara Leo. Por la mañana se centró en las tareas de limpieza y en recoger la casa. María vivía sola. Era un piso bastante cuco situado por el barrio viejo del centro de La Coruña. Era un piso con terraza y grandes ventanales para aprovechar los días de luz que te regala el norte. Llevaba un año sin pareja, había sido una relación bastante duradera y ella había estado muy enamorada. Le costó mucho pasar página y ahora estaba en un momento de su vida en el que sólo le apetecía disfrutar y dejarse llevar. Después de comer se metió en la ducha y tuvo un orgasmo bastante generoso, provocado por el chorro de agua vibrando sobre su clítoris. Mientras se masturbaba no dejaba de pensar en las ganas que tenía de chupar la polla de su alumno. María imaginaba que Leo, por su edad, estaría bastante cortado así que después de darle muchas vueltas, pensó que lo mejor sería pasar a la acción en cuanto llegara. Así que para recibir a Leo decidió ponerse un camisón blanco muy transparente y pasar al ataque de inmediato. Debajo ropa interior negra de encaje. Casi siempre usaba tanga ya que le hacía un culazo increíble, estaba impresionante.
Eran las siete y media y Leo no había aparecido por lo que María pensó que se al final no vendría. Lo cierto es que llegó incluso antes de la hora pero se quedó abajo pensando si subía o no. Estaba muy nervioso, aquella situación le imponía demasiado pero se resistía a irse. Al final a las siete y media llamó al portero.
¿Sí, quién es?
Hola María soy Leo.
¡¡Hombre que alegría Leo!! Pensé que ya no venías. Te abro, sube.
Leo subió y cuando llegó, la puerta estaba ligeramente entre abierta. Se asomó y dijo, - ¿Se puede?
- Si claro, pasa y cierra la puerta Leo.
Al entrar, Leo vio a María apoyada sobre el brazo del sofá. Al verla con ese camisón blanco transparente, se quedó boqui abierto.
- Ven Leo acércate. No tengas miedo eh, no muerdo, o sí jeje.
Leo se acercó lentamente hacia su profesora sin articular palabra. María tenía claro que hasta que él se soltara y cogiera confianza, sería ella quién tendría que dirigir la situación y eso le ponía bastante cachonda. Cuando llegó a su altura Leo se paró delante de ella, la miraba de arriba a abajo con cara de deseo y pudor a la vez.
- Que guapo estás con ese gorro uff. ¿Me dejas que yo te dirija hasta que te sueltes?
Leo asintió con la cabeza.
María posó las dos manos sobre los hombros de Leo, tirando hacia abajo de ellos, hasta que lo puso de rodillas. Empezó a tocar su cara suavemente, marcando el contorno con sus dedos. Abrió las piernas lentamente y su camisón dejó al descubierto su tanga negro. María cogió la mano de Leo y empezó a pasarla suavemente por encima de su tanga. Leo notaba la palma de su mano algo humedecida por la excitación de su profesora. Su polla empezaba a empujar hacia afuera y notaba como su erección crecía rápidamente. María apartó su tanga hacia un lado, - ¿Notas el calor de mi coño, Leo? Quiero que recorras con tus dedos mis labios y veas lo mojados que están por tu culpa. Acércate más, quiero que sientas el calor en tu boca y yo quiero sentir tu aliento caliente en mi clítoris.
Leo resoplaba de lo excitado que estaba. El hecho de que ella lo guiara de esa manera, le estaba poniendo muy cachondo. Notaba como su capullo también se humedecía y mojaba su pantalón. En ese momento María le quitó el gorro a Leo, lo cogió de la cabeza y pegó su boca a sus labios. Leo empezó a succionarlos con su boca. Su lengua empezó a palpar el clítoris de su profesora el cual estaba muy hinchado. María empezó a mover su cadera en círculos mientras llenaba de flujo la boca de Leo y él empezó a meter su lengua a la vez que introducía sus dedos.
- ¡¡Joder Leo, me estás volviendo loca!! Quiero chupártela, estoy deseando. Ponte de pie.
Leo se levantó y María, al ver su boca empapada no pudo evitar besarle. Los dos enredaron sus lenguas, sintiendo la humedad del sexo de María en sus bocas. Mientras se besaban, cada vez más intensamente, Leo agarraba con fuerza el culo de su profesora. Ella por otro lado, tocaba y apretaba con fuerza su paquete, aumentando sus ganas de tenerlo en la boca. Se puso de rodillas, desabrochó el pantalón de Leo y lo bajó con fuerza. Estaba ansiosa de tener aquel rabo, con el que tantas veces había fantaseado, entre su boca. Bajó su ropa interior y mientras agarraba el culo de Leo, se metió en la boca el capullo. Lo humedeció mucho con la boca hasta que finalmente se tragó entera toda su polla. Leo se mordía el labio y emitía gemidos suaves pero que denotaban mucho placer. María pudo notar lo dura que estaba con el tacto de su garganta y al fin pudo comprobar lo rica que estaba, después de tanto tiempo soñando con aquel momento. Leo agarraba con fuerza la cabeza de su profesora para enterrar su polla lo más profundo que pudiera, algo que a María le estaba poniendo muy cachonda. María estaba tan caliente que notaba como su flujo iba bajando por sus muslos sin tener control alguno sobre su cuerpo. La intensidad y la humedad de aquella tremenda mamada iba subiendo y Leo cada vez se encogía más, tratando de contener la corrida.
Ufff María me voy a correr, joder.
Córrete en mis tetas Leo por dios, estoy deseando sentir el calor de tu semen.
Ohhhhhh joder me corro.
María sacó su boca y después de dos sacudidas, la polla de Leo explotó de placer. Su corrida, muy abundante, llenó de leche el escote de su profesora. María, muy excitada, se restregaba el semen por las tetas mientras se frotaba el clítoris para encontrar su orgasmo y no tardó en llegar. Una explosión inmensa de placer recorrió su sexo y un grito enorme salió de su garganta para poder liberar todo lo que aquel orgasmo contenía.
Los dos terminaron exhaustos en el sofá y riéndose a carcajadas por la tensión acumulada. Ahora la velada podría seguir de una forma mucho más natural ya que habían roto el hielo. Leo podría relajarse y ver si se encontraba a gusto en compañía de su profesora. Una vez más y como casi siempre en la vida, arriesgarse fue la solución para encontrar la gloria. Porque la huida, siempre deja ese sabor amargo de no haberlo intentado por lo menos una vez.