María. Una rara historia de azotes
Azotainas en el ámbito doméstico madre-hija, hija-madre...Spanking, zapatillazos, dominación...
María envidiaba a su amiga, vecina y compañera de clase Susana, la envidiaba sólo en una cosa, en el trato que recibía su amiga por parte de su madre, cada vez que era testigo de ello sentía un cosquilleo por todo el cuerpo que la ponía cardiaca.
La madre de Susana era una mujer no muy alta, pelo largo rizado, un rostro severo y bello a la vez, dos ojazos verdes, y con una forma de andar digamos que "echá pa lante" que rearfimaba sus dos grandes y bonitos pechos que siempre apuntaban hacia arriba, además le gustaba ir siempre muy arreglada y siempre fue muy coquetona tanto con hombres como mujeres, y con ambos sexos había engañado a su apocado marido en numerosas ocasiones.
Pero lo que nos concierne a nosotros para este relato es la manera despótica con la que trataba a su única hija, los castigos físicos estaban a la orden del día, no tenía piedad, lo hacía de forma premeditada y fría, lo fogosa que era en la cama contrastaba con su frialdad a la hora de castigar a su única hija. La mayoría de las madres de aquella época pegaban a sus hijos buenas zurras por acaloramientos puntuales, trastadas típicas de chavales... Pero Rosario, que era como se llamaba la madre de Susana, mostraba su sadismo en la forma que ejecutaba el castigo.
Pongamos como ejemplo la tunda que presenció Maria cuando estaba en casa de su amiga Susana, estaban hablando de chicos, de lo odiosas que eran sus profesoras y de banalidades por el estilo cuando se oyó como se abría la puerta de casa y el típico ruido de llaves, de pronto Susana se envaró, se puso tensa, incluso diriamos que se estremeció, y no pudo evitar un ligero temblor del que su amiga se percató inmediatamente...
-Hola María guapa, como estás?.- saludó alegremente Rosario.
-Muy bien, aquí hablando con Susana.
-Ah bien, espero que tu amiga haya hecho sus tareas antes de ponerse a hablar contigo.
-Lo siento mamá, se me olvidó hacer las camas, perdóname ( a la pobre chica no le salía la voz del cuerpo).
-¿Cómo?¿Me estás diciendo que no has hecho tus tareas Susana?.dijo bastante enfadada.
Mientras hablaba con su hija se cambiaba los zapatos por unas zapatillas tipo chinela, sin talón, de color verde oliva y con una florecita blanca en el empeine, era de una felpa brillante casi aterciopelada y la suela de goma amarilla no pintaba nada bien para el culo de su pobre hija.
-Lo siento mucho de verdad mamá, lo hago todo ahora mismo...
-Ya sabes lo que tienes que hacer!!! , y esta vez prepáratae que ya me tienes harta!. El enfado iba in crescendo.
-Mamá por favor, ahora nooooooooo. Las lágrimas se le escapaban a Susana ya sin disimulo.
-¡A TU HABITACIÓN!.
Rosario señalaba a su hija con su dedo índice el camino que debía tomar, mientras, la otra mano en la cadera, y su pie derecho daba golpecitos en el suelo como impacientándose, era una pose tan autoritaria como teatral, al menos así le pareció a la expectante María, que por momentos se le secaba la boca de pura ansiedad intuyendo lo que iba a pasar en los siguientes minutos, y aún más cuando su vecina se dirigió a ella diciéndole:
-¿No sabes que tu amiga Susana es una desobediente? No me obedece, me desafía , y la tengo que castigar constantemente.
-Eh nooo, la verdad es que no sabía nada.
-Pues si hija sí, tu amiga necesita zapatilla como el comer, y ahora mismo vas a ver lo que le ocurre a esta malcriada cuando me desobedece.
-¡Mamaaaaa por favor! Aulló la pobre Susana, muerta de vergüenza de pensar que su amiga iba a presenciar todo el castigo.
-¿Te vas a tu habitación de una vez o doblo el castigo?
La pobre chica se fue a su cuarto como un cordero al matadero, arrastrando los pies mientras oía como su madre se quedaba en el salón e invitaba a su compañera y amiga a que presenciara todo el rito que conllevaba el castigo, dando todo tipo de explicaciones que nadie había pedido y que solo servían para humillar más si cabe a la pobre Susana.
Cuando María entró al cuarto vió a su amiga arrodillada junto a la cama, con el pantalón quitado , descalza, y a punto de llorar. Sin embargo su madre era todo porte y todo elegancia, llevaba un vestido estampado en colores rojizos, medias negras y como dijimos antes sólo se había cambiado sus zapatos de tacón por sus cómodas zapatillas; entró muy despacio, podriamos decir que con solemnidad, se detuvo muy cerca de su hija, casi encima, y poniéndose "en jarras" con sus manos en las caderas dijo:
-¿ Y bien?
-Castígame mamá, me he portado mal y no he hecho mis tareas, perdóname por favor
-¿Es que no vas a ecarmentar nunca?( Entonces Rosario dió una leve patadita con su pie derecho , suficiente para que saliera su zapatilla).Dámela.
Susana la cogió con mucha delicadeza con ambas manos y se la ofreció a su madre que se la arrebató con su mano derecha diciéndole:
-Te daré 50 azotes, pero la próxima serán 100, ya sabes que en esto soy inflexible ( en que no lo era, pensó su hija). Ponte en tu sitio.
Entonces Susana se levantó lastimosamente del suelo y se agarró con ambas manos a la mesa de su escritorio quedándo el cuerpo inclinado en un ángulo de 90 grados perfecto.
María estaba alucinando desde el principio, no daba crédito a lo que veían sus ojos, pero se sentía en el séptimo cielo, un calor de gusto recorría todo su cuerpo, no se hubiera ido de allí por nada del mundo, su excitación creció aún más cuando al primer zapatillazo oyó, ZAAAS ¡uno!, era increible , Rosario obligaba a su hija a que contara los zapatillazos:ZAAAS DOS , ZAAAS TRES, ZAAAS CUATRO.... Caían lentos pero seguros, la zapatilla se pegaba al trasero de la pobre Susana, la suela era dura pero lo suficientemente flexible para que se adaptara a sus tiernas nalgas, eso sí para que se doblara aquella suela debía ser impulsada con mucha fuerza , algo que sin duda hacía Rosario...
ZAAAS TRECE, ZAAAS CATORCE, ZAAAS QUINCE, a cada zapatillazo la pobre chica echaba la cabeza hacia atrás retorciendose, tenía un rictus de dolor que a su amiga le apreció un poco sobreactuado, aunque después comprobó que no lo era en absoluto.
María de forma inconsciente empezó a masturbarse, se tocaba la entrepierna y sentía algo maravilloso que no había sentido jamás. Cuando oyó a su amiga decir TREINTAYTRES, tuvo lo que se podría considerar el primer orgasmo de su vida, no sabía porqué, pero lo que estaba viendo la excitaba sobremanera.
La pobre Susana cuando llegó a 38 dijo sollozando de una forma muy lastimera, y absolutameente derrengada tanto física como psicológicamente dijo:
-Por favor mamaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!
Su madre paró y con cara de pocos amigos y poniéndose las manos en las caderas ( sin soltar la zapatilla) le dijo:
-¡¡¡¿Comooooo?¿Que me has dicho?!!!
-Lo siento mamá, ya se que no debo hablar durante el castigo, pero es que no puedo más, buaaaaaaaaa...
-Cállate imbécil, toma toma toma toma y toma...le propinó cinco fortísimos zapatillazos que hicieron aullar de puro dolor a Susana y que tuvo que hacer auténticos milagros para no perder el equilibrio...
Mientras María, con esta furiosa reacción de Rosario, tuvo su segundo orgasmo en menos de un minuto, sus ojos de adolescente no habían visto jamás nada parecido, fue entonces cuando la madre bajó las bragas de su hija hasta las rodillas, y le dijo con la voz tomada por la excitación que sin duda ella también sentía.
-Deberíamos empezar de nuevo ya lo sabes, pero para no hacer esperar a tu amiga, solo aumentaré el castigo en diez más, pero eso sí , a culo destapado;no había terminado de decrilo cuando ZAAAAAAAAAASS AYYYYYYYYYYYYYYY 39 ZASSSSSSSSSSSSSSSSSSSS AHHHHHH 40, el culo era todo un poema, tanto las nalgas como los muslos tenían muchas huellas de la silueta de la zapatilla de Rosario, el resto era rojo y en algunos sitios rojo carmesí, cuando llegaron al zapatillazo numero 50 hubo una pausa, María pensó que su maravillosa vecina iba a perdornarle los 10 azotes extra a su hija, pero sin duda no la conocía...
ZASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS AUUUUUUUUUUUUUUUUU 51, de la rota garganta de la podre Susi fueron saliendo los diez últimos números hasta completar el castigo, nadie en aquella habitación se explicaba como pudo aguantar semejante paliza, la zapatilla a culo desnudo producía un chasquido que resonaba como una grandísima palmada en toda la casa.
Después del último zapatillazo Susana cayó al suelo como un trapo, sin fuerzas ni lágrimas para llorar, su madre dejó caer la zapatilla y metió el pie suavemente, después echó la cabeza hacia atrás sacudiendose su larga cabellera, y con las manos se la terminó de arreglar, después le dijo María:
-Ya has visto lo que le pasa a tu amiga cuando me desobedece... pues aunque no te lo creas, no escarmienta, rara es la semana en la que no me tengo que quitar la zapatilla dos o tres veces...
María no supo que decir, solo oyó que Rosario esta vez dirigiéndose a su hija dijo:
-Vamos Susana, no tardes, que tenemos que hacer la cena.
No sólo le quitaba importancia a la enorme azotaina que acababa de propinar a su hija, sino que además la obligaba a ayudarla con la cena.
Continuará