María, pero como has cambiado!

María llegó de España, pero no vino sola. Vino con su amiga Nini a vivir aventuras.

Teníamos mucha hambre esa noche calurosa de agosto. Los tres veníamos de mal humor y exhaustos después de un día de visita a un pueblucho  moribundo de casas de barro y techos de paja y zinc. María y Nini silenciosas venían en la silla de atrás escuchando distraídas la música fúnebre que pasaba la radio por la única emisora sintonizable a 95 kilómetros de nuestra ciudad de destino. Yo conducía ansioso por llegar al siguiente pueblo para comer algo y continuar. El reloj de la radio marcaba las ocho y veintitrés minutos, lo que indicaba que ya llevábamos casi dos horas de camino.

Habíamos estado en casa de unos familiares de mi amiga de infancia María, que al venir de España después de dos años de haber hecho su última visita al país, se trajo a su amiga española Nini, para que conociera una porción de América Latina. María me había pedido el favor ese viernes de que le prestara mi viejo automóvil para irnos de paseo al pueblo de sus ancestros. Yo gustoso accedí y la habíamos pasado bien. La familia de María fue muy calurosa y atenta, sin embargo el excesivo calor infernal constante nos robó todo el tiempo los ánimos, sobre todo a Nini, acostumbrada a un clima mediterráneo y no tropical y húmedo.

De repente el automóvil empezó a fallar hasta quedarse varado en la penumbra de ese sinuoso camino desolado. Vaya suerte la nuestra. Revisé inútilmente con una linterna el posible daño, pero no vislumbré nada. No es que supiera mucho de mecánica tampoco. Así que empezamos a rasgarnos las cabezas sin saber que hacer.

Gracias a Dios, un camión descascarado modelo 68 casi en ruinas venía a paso lento conducido por un señor al borde de la ancianidad que amablemente atando mi carro con una cuerda fuerte, nos arrastró un kilómetro y medio camino arriba en donde por fortuna había una estación de gasolina con algunos servicios extras de mecánica y llantería.

El mecánico nos dijo que se trataba de un problema eléctrico. Había que reponer unas bujías y otras cosas más y a esa hora era difícil hallarlas, así que tendríamos que esperarnos hasta el día siguiente por la mañana que casualmente llegaba el pedido del pequeño almacén de repuestos que allí funcionaba. Afortunadamente había un modesto restaurante aún con servicio y un pequeño motel que constaba de cinco habitaciones de las cuales cuatro estaban ocupadas por camioneros de paso. Tocó entonces quedarnos esa noche los tres en la única habitación estrecha, pero pulcra. Que afortunados fuimos. Después agradecimos sobre manera que nos ocurriera todo ese drama.

Comimos papas cocidas con carne asada y jugo natural de mango. Que alivio sentimos entonces. Subimos a la alcoba en la que solamente había dos camas sencillas con sendas sábanas blancas, una mesa de noche con una bonita lámpara-reloj encima y un pequeño closet empotrado. Había un bañito de enchapes cerámicos blancos con los tres servicios básicos, jabón y un par de toallas colgadas.

  • “Bueno Nini como solo hay dos camas,  yo dormiré sola y tu con mi amiguito”- dijo María jocosamente guiñándome el ojo, mas por molestar a su amiga que por otra cosa.

  • “Me da igual” – Respondió con seriedad la mujer europea con ese acento tan encantador y novedoso para nosotros.

  • “Era solo broma” – aclaró María sin dejar su actitud burlona que tanto la caracteriza.

  • “Esta bien! Pero en serio, prefiero dormir con tu amiguito que con tigo, eh?, pues te mueves mas que una puta cuando coge”

  • “Bueno, mejor pa´ mi. Mas cómoda duermo” – replicó María ya con seriedad.

  • “No te incomoda que durmamos juntos?” – Me pregunto con naturalidad Nini, buscando mi mirada.

  • “No, para nada, será un placer” – le respondí sonriente mientras una primera palpitación suavecita se acomodó en mi glande sudado.

Por turnos, nos tomamos un baño. Primero entró Nini, que salió fresca y renovada envuelta en una camisola clara que apenas le cubría algo de sus muslos y que por casualidad llevaba en su bolso. Se entreveían sus senos bonitos y  el calzón de algodón que llevaba puesto. Su cabello rizado castaño goteaba agua y sus preciosas piernas blancas eran bien tenidas para tratarse una mujer de treinta y cuatro años. Vaya, yo me sentí un poco extrañado al principio, pues acá las mujeres suelen ser muy recatadas con personas poco conocidas, pero Nini era tan resuelta y espontánea. Eso me encantaba. Y pensar que iba yo a dormir con semejante mujer dentro de un ratito. No creo que logre pegar un ojo así.

A los diez minutos salió María del baño para mi sorpresa aún menos vestida. Vaya si que había cambiado mi amiga, que tan recatada era cuando tenía quince años. Salió con una blusita blanca de tirantas pegada a su delgado cuerpo que dejaba su ombliguito al descubierto y su calzón interior color morado de encajes seductores totalmente ante mis ojos. Yo no podía dar crédito a lo que estaba contemplando. Mi amiga María en interiores desfilando como si nada para mí. Tantas veces cuando jovenzuelos le declaré mis amores y ella me rechazaba con el argumento barato de que éramos amigos y por eso ya no se valía ser novios. Europa si que la había cambiado. Sus tabúes habían desaparecido por lo visto. Afortunadamente.

  • “No te asustes amiguito, que nosotras no mordemos hombres, solo nos los comemos”- exclamó María con su tono burlesco que me trasportaba diez años atrás cuando ella y yo teníamos dieciséis años e íbamos juntos al colegio. Luego sonrió con hermosa naturalidad arrancándole una carcajada a la sensual Nini. Yo me uní a sus risas sorteándome entre seguirles el juego y ocultar mi ya evidente erección.

Me sentí anonadado de todas formas, pues no había vivido eso acá. Impensable que ocurriera eso con mis amigas cotidianas. Entré finalmente al baño, y el agua fresca inundó mi cuerpo aliviando mis calores. Solo hasta el último minuto me contuve con fuerza para no masturbarme a nombre de ese par de hembras que casi desnudas estaban esperándome al otro lado de la pared.

Salí del baño envuelto en la toalla del ombligo para abajo, pues abajo solo tenía puesto mi boxer amarillo que llevé de repuesto por si acaso. Afortunadamente había controlado la erección, pero seguí sintiéndome muy excitado. El reloj de pared marcaba las diez y cinco minutos. Estábamos recuperados, pero aún exhaustos.

  • “Que muestre sus encantos”  - incitó María acostada ya en su cama en pos de dormir

  • “Ah, claro, vamos mostradlos” – agregó Nini juguetonamente, fumando un cigarro, acostada y haciendo un ademán con sus preciosas cejas que enmarcaban sus grandes ojos de un café brillante e indefinible.

Dejé que mi toalla resbalara al piso y ellas soltaron silbidos y comentarios burlones. Apagué la luz y me metí a la cama con Nini. Las luces blancas de la estación de la bomba de gasolina se filtraban fugazmente por nuestra ventana abierta y el ronroneo leve del abanico de techo acentuaba una atmósfera de tremendo erotismo. Ni me imaginaba entonces lo que se vendría en minutos sucesivos.

Nini y yo conversamos en voz baja sobre las cosas vivenciadas ese día mientras ella terminaba su cigarro acostumbrado de antes de dormir. Terminó y lo apagó restregando las últimas cenizas contra el madero de la cama. Hubo un silencio espectral y luego me susurró al oído con esa preciosa voz suave la pregunta que se supone que yo, el hombre, debí hacer:

  • “¿Quieres follar?”

Tan solo la bese como toda respuesta. El aliento a cigarro me incomodó en un principio, pero el beso siguió su curso.

  • “Que rico besan acá en América, vamos a ver que tan rico haces el resto.” – me susurraba al oído dando un apretón a mi bulto bien formado bajo el boxer.

Le bese su cuello y fue el punto detonante. Su zona débil. La excitación se le subió a la cabeza porque gimió con profunda cadencia. Seguí bajando por su cuello y ella hizo un pare para despojarse de su camisola. Continué lamiendo su piel desnuda y aromatizada con el jabón del baño reciente. Llegué por fin a sus senos. Eran perfectos;.medianos y bien parados, seguramente de una blancura preciosa. Su pezón carnoso fue juguete de mi lengua por varios minutos en los que Nini no paró de susurrar cosas en voz baja. Llené mi boca con las carnes de sus tetas hasta el mismo cansancio para luego seguir mi descenso. Su abdomen era suave como de piel de bebé. Lo besé y lo besé amenazando con tomar la curva peligrosa hacia su sexo. Ella se moría de desespero, pero yo la mantuve en vilo hasta que con sus manos violentas me empujo la cabeza por el resbaladero del placer.

Mi nariz pronto estuvo pegada a su esencia. El olor salvaje de su fruta jugosa me llevó a unos placeres inauditos. El algodón de su calzón recién puesto apenas empezaba a impregnarse de esos aromas femeninos. Lo retiré con suavidad. Y al zambullirme otra vez, tuve por fin su sexo pletórico de pelos que puyaban mi rostro. Mi lengua lamió en su fruta hasta pegarse en su pepita dilatada. No pudo evitar exclamar un “hhhhhhmmmm”, algo fuerte.

Me detuve y le hablé al oído pidiéndole que fuera mas cauta, pues María podría despertarse y darse cuenta. Su respuesta me sorprendió.

  • “Vamos, hombre, si María allí donde está debe estar dándose dedo escuchándonos follar y con ganas de unirse. Ni te imaginas las veces que hemos follando en tríos  cuando vamos a fiestas allá en Barcelona, claro siempre protegiéndonos.”¬ – me dijo con voz susurrante y desesperada.

  • “No te lo creo” – le comenté con voz excitada.

  • “Ya lo vivirán con tu propia polla”

Waoo, María en España ha llegado hasta así de lejos en el sexo?. Eso si que ni lo imaginaba. Excitado y doblemente motivado seguí mi faena hurgando mi lengua en los jugos viscosos abundantes de ese chocho europeo. Estaba tan rica esa vagina. Nini, entonces  ya con descaro me hablaba en voz algo mas alta que siguiera así, comiéndome su coño, tal como ella lo llamaba.

  • “Vamos María, ven que esto está bien rico” – dijo en voz alta y convincente a su amiga compañera de piso allá en España.

  • “Te dije que nosotras comíamos hombres”- nos respondió María con esa voz fuerte y bien timbrada en tono gracioso, mientras se levantaba para unirse.

Me sentí en una fantasía, pensaba que eso debía estarlo soñando. Yo con dos mujeres en una cama que no era putas, sino una vieja y querida amiga de mis afectos y su compañera de piso.

María encendió la luz argumentando que a ella le gusta ver lo que se come. Entonces pude contemplar plenamente y con detalle a la mujer a la que le había estado haciendo el amor. Su tez era más blanca de lo que yo suponía y algunas pequitas marrones pululaban sus senos hermosos de pezones rosados y punteados. Eran lindos. Sus piernas abiertas tenían gruesos muslos y su pelaje púbico era un triangulo abultando de un castaño oscuro tan brillante como sus ojos. Ese rea coñito que yo me estaba comiendo.

Me senté al borde de la cama por orden de Nini quien se dispuso desnuda desde atrás a acariciarme. Me abrazaba frotándome el vello de mi pecho y me daba besitos cálidos y ricos en mi cuello. María, aún sin desnudarse y con actitud lujuriosa hasta entonces desconocida para mi, se arrodilló frente a mí colocando la almohada en el suelo para no maltratar sus rodillas.

Sus manos suaves acariciaban mi bulto aún sin descubrir como adobando el camino. Sus caricias me excitaban con la visión de sus pezones recogidos bien dibujados en su blusita de tirantas. Nini entonces me devoró en un beso fuerte y delicioso que completaba apretando sus pechos desnudos y suaves contra mi cuello y mi hombro. No lo podía creer.

María me bajó el boxer, que yo ayudé a quitar levantando mis nalgas del colchón exigido, mi verga salió a flote.

-“hmm, que polla tienes amiguito. Y yo que no te presté atención cuando jóvenes. De lo que me perdí. Nini, mira lo que te vas a comer”- comentó obscenamente María distrayendo a su amiga del beso apasionado que me propinaba en la boca.

  • “uyy, pero que pollota gorda, eh?, de donde sacáis semejante tolete eh?”- comentó Nini

María empezó a pajearme lentamente mar por jugar con mi pene que por darme placer. Me miraba el grosor algo exagerado que heredé de mi familia patera y hacía comentarios sobre las venas infladas. Las apachurraba y me preguntaba si acaso no me dolían.

Nini, entonces se arrodilló junto a María y también echó mano a mi sexo. Me acarició los huevos mientras María tomaba confianza pelando y cubriendo la punta de mi verga con mi prepucio. Por fin luego Nini abrió su boca de labios rosados y se metió el glande y un pedacito más sin que María parara de masturbarme. Yo estaba tocando el cielo anonadado de tanta abundancia y derroche de morbo sexual.

María, entonces se levantó. Yo contemplé lo hermosa que estaba con ese cabello brillante largo y negro que se le derramaba hasta casi tocarle las caderas. Me sonreía como diciéndome que no me sorprendiera tanto porque todo esta vivencia sexual era natural y que hace parte de la vida. Me decía con su mirada lo agradecida que estaba de no tener ya tabúes en su cabeza que la alejen de la felicidad.

Me dio la espalda y yo miraba su hermosa cabellera. Lentamente se fue bajando el calzón estrecho que dejo a medio quitar mostrando seductoramente un tercio del canal que separa sus hermosas nalgas. En rostro girado para buscar mis ojos, hacía un sensual ademán erótico manteniendo una ceja alzada en forma arqueada. Luego se echó un poco mas hacia atrás acercando casi a mi rostro mismo, ese trasero que desde hacía una década me había suscitado tantas masturbaciones.

-“Anda, termina de quitarme el calzón” – me ordenó, con voz entrecortada.

Mientras Nini me tenía al borde de eyacular chupando ávidamente mi falo, yo bajaba con lentitud ese calzoncito, como si estuviera develando ante mis ojos el misterio más guardando del mundo. Por fin desnudas esas nalgas tan bonitas, de suaves curvas y trigueña superficie. Me embelesé al extremo y solo gracias a que Nini hizo un breve descanso en su mamada, fue que pude evitar derramarme tan pronto ante semejante derroche de morbo.

Incliné un poco mi cuerpo y posé besitos regados sobre las lomas de María, que se había doblado para respingarlas más. Así, me excitaba la imagen de su culo perfecto. Mi lengua recorría el canal de esas nalgas y Nini volvía a divertirse con mi verga gruesa en su boca hambrienta.

María se giró y pude conocerle su chocho que tanto y tanto intenté adivinar en aquellos tiempos. Era recogido y bellamente afeitado. Todo lo de ella era bonito. Se dio la vuelta por el extremo de la cama quedando a mis espaldas y fuera de mi visión. Me pidió que me acostara. Quedé entonces con mis pies en el suelo y mi espalda reclinada transversalmente sobre el colchón blando con mi vista hacía arriba mirando placenteramente aspas girar y girar las aspas del ventilado. Pronto el sexo en pleno de María inundó mis ojos, mi barba, mi boca, mi cara. Se sentó sobre mí para que le comiera el coñito. Así, cumplí una fantasía de tantos años: Estar con dos mujeres a la vez, una comiéndose mi verga y yo comiéndome la chuchita de la otra.

Fue delicioso, los jugos emanaban a raudales de las blandas carnes de la raja rojiza de mi amiga María. El chocho tenía un sabor tan suave. Se sentía liso y carnoso, tal vez por el hecho de no tener ni un pelito. Me lo comí mientras su dueña solo gemía y hasta empezaba a gritar a momentos su placer infinito. Le decía a su amiga Nini que siguiera comiéndose la pollota, que a ella le fascinaba verla haciéndolo y aquella a su vez se complacía contemplar a su hombre comerse el coño afeitado de su mejor amiga.

Agotada Nini expresó con voz quejumbrosa que ya no aguantaba más.

  • “vamos, tío, fóllame el coño”

Entonces se sentó encima de mí con sus nalgas en mis muslos y de frente a María. Se sonreían entre si. Sentí una deliciosa oleada de calor intenso al hundirse todo mi pedazo de carne en esa gruta tan viscosa y caliente. Nini se ensartó con un ímpetu tal que yo desesperado por tantos placeres exacerbados empecé a meter la puntita de mi lengua por los alrededores del agujerito rico y estrecho de María. Que culo tan delicioso. María brincaba de placer cada vez que mi lengua jugueteaba en su culito.

No aguanté más y me corrí en sucesivas palpitaciones violentas dentro del coño europeo. Nini hasta sintió las oleadas peneanas dentro de su sexo encendido. Se desensartó para que su amiga María se reclinara y mi comiera el pene limpiándolo de los restos de semen y jugos vaginales. Quedé vencido de placer puro y simple. Que noche tan bella me estaba regalando Dios.

Cuando María se satisfizo de mamarme la verga exigida y de que yo le comiera su sexo y su ano me pidió en evidente ruego que me cogiera. Que deseaba mi palo en su gruta. Se desencaramó de mi cuerpo que dando boca arriba con sus muslos de par en par. Hice un esfuerzo y me levanté. Me acomodé arrodillado sobre el colchón cuya sábana estaba mas en el suelo que en su puesto. Ensarté mi verga en el coñito afeitado y María cerró los ojos en un orgasmo infinito. Rico era ver mi palo entrar y salir de ese chocho de mi juventud. Nini, hermosa, encantadora y recuperada de sus orgasmos le hizo un favor a mis ojos ayudando a quitarle a su amiga la última prenda: la blusita blanca de tirantas. Le senos parados, empinados y de mediano tamaño de María, que cuando adolescente sin querer queriendo en un momento fugaz de esos que la vida regala, había yo visto cuando ella se desvestía en su alcoba y yo accidentalmente entraba.

Ahora estaban más hermosos y provocativos que entonces. Los contemplé hermosos, con esos pezoncitos ovalados de un marrón muy clarito, casi blanco o rosado; eso nunca se sabe. Me incliné como encantado hasta que sin dejar de meter y sacar mi tolete en su sexo le besé y besé esos senos hasta darme gusto mientras Nini me daba besos deliciosos en la espalda.

Me incorporé nuevamente y me concentré en cogerme a buen ritmo a mi querida amiga. Fue entonces cuando Nini hizo algo que rebasó mi capacidad de sorpresa. Eso si que no me lo esperaba. Con parsimonia y rostro divertido se sentó encima de la cara de de María que gozaba y gozaba con la pinguera que le daba. Atónito y excitado vi como María le empezaba a comer el coño peludo a su amiga: hasta bisexual se había vuelto!.

María, que tanto recuerdo yo que una vez, groseramente le mostré una imagen porno de dos lesbianas haciendo un sesenta y nueve y ella ofendida me corrió la madre diciendo que eso le había dado asco. María la que tan negada al sexo estuvo en sus años mozos ahora se estaba comiendo una chucha como la de ella mientras tenía una verga metida en lo mas hondo de su raja. Vaya, María, pero como has cambiado!

Ese espectáculo lésbico me excitó más y más. Ver a Nini desnuda, bella y resuelta convulsionar en compulsivos orgasmos provocados por la hábil boca de mi amiga María jugando con su tupido coño me puso mas caliente de lo que imaginé. Era la cumbre del sexo con dos mujeres. Me uní a la fiesta, recliné mi cuerpo y me uní a María, sin parar de embestirla, a lamer la ya tan ultrajada e insaciable almeja peluda de Nini. Fue tremendamente placentero tener por vez primera esa experiencia. Sentía mi lengua tocarse con la de María al unísono lamiendo la geografía de ese canal de carnes rosadas hasta jugar con la misma pepita. Que delicia sentir mi lengua metida con otra en la misma parte. Nunca antes sentí tanta blandura y calor en un mismo espacio tan pequeño como un ese chocho. Por momentos nos dábamos un beso compartiendo los jugos vaginales de Nini recogidos por nuestras lenguas. Luego María se ocupaba del culito mientras yo me comía con ansias el chocho. Waoooo, ya podía morir tranquilo.

Anita y Nini experimentaron entonces un orgasmo que violentamente expresaron contorneando sus cuerpos exhaustos. Casi aullaron en ese estrecho cuarto de media noche. Me incorporé, saqué mi agotado pene, que sin embargo aún le quedaban hálitos para correrse Nini y María se colocaron acostadas boca a bajo acostadas sobre el colchón mientras yo les ponía mi verga al servicio de sus bocas. Me la mamaron doblemente. Nini la cabeza y María el tronco y las bolas o a veces intercambiaban. Que placer mirar y sentir a dos hembras vencidas y entregadas mamándote la verga al tiempo. No pude contenerme más y me estallé por segunda vez en esa noche cuando Nini tenía mi glande en su boca. Tragó parte de mi leche y el resto fue dar contra su barbilla y el rostro de María que a su vez, desprevenida, inundó su boca de blancura espesa. Luego restregué mi verga aún palpitando por esas cuatro mejillas tan lindas. María sin embargo insistió en lamerme el palo hasta no dejar ni rastros de semen.

Ni yo me lo creía. Todo había ocurrido por accidente y  tan rápido. Le día gracias a mi carro averiado, al señor del camioncito viejo que nos arrastró, al mecánico de la bomba de gasolina, a la alcoba fortín de nuestra aventura, a la noche, a la familia de María, al camino largo y sinuoso, a la vida, a María a Nini y a Dios.

Nos bañamos los tres bajo la ducha de agua fresca, abrazados en actitud solidaria en el estrecho espacio. Exhaustos y felices comentando todo con mucha apertura, madurez y respeto. El agua discurría por nuestras pieles desnudas. Nini sonreía y no paraba de hacer bromas con mi gusano fláccido. María apoyaba su cabeza en mi hombro agradecida y feliz dándome besitos de enamorada mientras Nini la enjabonaba. Nos burlábamos hasta de nuestras ventosidades.

Nini anunció entonces que se retiraba a dormir. Me dio un beso sentido y luego se agachó para posar otro en la punta de mi verga dormida y luego otro en la chuchita depilada de su amiga. María y yo quedamos disfrutando del agua un rato más. Conversamos sobre todo lo vivido y lo bien que la habíamos pasado. Yo aún no me dejaba de sentirme embelesado de mirarla desnuda frente a mi con sus senos hermosos de tez trigueña y su rostro de sonrisa perfecta y boca sensual enmarcado por la abundante cabellera mojada que caía a lado y lado de ese rostro de mis tantos recuerdos. Estábamos como enamorados con fuerzas renovadas venidas de un pasado tontamente reprimido.

  • “Solo te pido un favor. Dejemos esto como nuestro secreto de amor. No le vayas a comentar a nadie, pues si lo llega a saber mi familia, sencillamente no lo entenderían. Sus tabúes no les permite comprender las dimensiones del sexo, y menos se imaginan que su criatura es bisexual. Prométemelo amiguito mio” – Me lo dijo emocionado y con lágrimas en sus ojitos.

Le di un beso en sus labios mojados y le dije y de corazón se lo prometí.

Nos quedó fuerzas para besarnos como hubiéramos querido hacerlo diez años atrás y una energía inescrutable nos llenó de vida otra vez. Sin necesidad de decirnos nada ambos comprendimos de pronto y estampida que nos urgía hacernos el amor otra vez.

Mi sexo cobró vida levantándose con rigidez suficiente para el amor. Me senté en el inodoro blanco y María de frente hacia mí se sentó con confianza ensartando mi verga en su chuchita. Nos miramos largamente a nuestros ojos disfrutando de ese extraño sexo más espiritual que carnal. Sus senos de pezones ahora recogidos por la excitación adornaban el escenario. Nos hicimos el amor brevemente porque pronto estallamos en un unísono orgasmo en el que vimos cielo y el fuego a la vez. En el que nuestras energías juveniles venidas de tiempos idos se chocaron con tiempo de ahora. Nos reímos de goce y luego un beso profundo selló ese momento breve y mágico en un simple inodoro de un simple baño de un simple motel a orillas de un simple camino.

-“Caramba, vamos María déjalo tranquilo que de aquí al jueves que partamos a España habrá varias noches que ni se imagina lo que le espera hacer para complacer a nuestros coños cachondos” – gritó desde su cama Nini en tono bromista

Salimos tremendamente exhaustos de ese cuartito de baño cuando el reloj marcaba las doce y cuarenta cuatro minutos. Me acosté con Nini y dormí pegado a su regazo y sus senos desnudos.

A las nueve de la mañana una señora de pelo cano, bajita y de tetas enormes llamó a la puerta. El auto estaba listo para continuar nuestro viaje.