María Parte 1

Tras un verano de sequía, una oportuna fiesta da comienzo a esta saga.

El verano se agotaba junto con mis esperanzas de encontrar una pareja. En junio, anhelaba una amiga, una compañera de vida que me entendiera. En julio, una novia, una mujer a la cual dar calor en las tormentas. En agosto, me valía cualquier zorra con ganas de juegos. A mediados de septiembre, lo único que quería era un agujero que penetrar.

Salía a la calle todos los días con la esperanza de alguna prostituta barata o alguna chica más pedo que otra cosa. No surtían efecto mis plegarias a los dioses de la lujuria. Hasta que, el día anterior a mi vuelta al curro, Paco, un compañero, nos hizo una pequeña fiesta de bienvenida. Paco es el típico tío que se hace el proxeneta y luego no se come una rosca, o eso pensábamos todos. Llegamos a una fiesta con poca luz y mucha carne fresca.

La vi en el momento en el que entré. Sus pechos querían salir de la camisa, y me entró la solidaridad. La falda dejaba entrever unas nalgas redondas que reclamaban ser separadas. Ella entera era pura excitación. Su sutil forma de bailar recordaba al sexo en todo momento, y la forma que tenía de beber me hizo pensar en la primera mamada que me habían hecho. Controlé a mi miembro con la firme promesa de llevármela al huerto.

Me presenté, intentando parecer seguro, dispuesto a una seducción sutil pero efectiva. La mujer, llamada María, en cambio, no se quería andar con rodeos. A los dos minutos de conversación comenzó a acariciar mi entrepierna. Empecé a sentir rubor, tenía unas ganas locas de cascármela allí mismo, entre sus tetas, cuyos pezones erectos se hacían notar. Sus ojos no dejaban de insinuar las más sucias acciones.

Condujo mis manos hasta su culo en pompa, y me ordenó acariciarlo. “Tú lo que mereces es que te azoten”. Se rió y empezó a restregarse de forma obscena, sentía docenas de ojos clavados en nuestro erotismo. La uní a mí con un beso y la conduje al baño. Se sentó, insinuante, sobre la tapa del váter, y con un movimiento se quitó las bragas. Las cogí al vuelo, sintiendo su humedad y sonreí de forma perversa. Abrió las piernas mientras se subía la falda y dejó a la vista un depilado y lindo coño.

Hundí mi lengua en su intimidad, hasta topar con su clítoris. Empezó a gemir, y decidí que ya era hora de dejarse de tonterías. Metí mi pene en su boca y la obligué a chupar. Sus ansias se revelaron en su rapidez, y su práctica se veía reflejada en su manejo de la lengua. Sin manos me provocó la primera corrida, que tragó con gusto. Pero no me iba a quedar ahí. Arranqué su camisa, haciendo saltar los botones y me miró con enfado. Poco le duró, pues empezó a agitar sus tetas alrededor de mi polla, que aún rezumaba semen. Se puso como una fiera, sus tetas se restregaban sobre mi polla poniéndome a cien y haciendo reales mis fantasías nada más entrar. Di mil veces gracias a Paco.

“Ahora me toca a mí disfrutar, ¿no?”. Su voz, sexy donde las haya, me sacó de mi ensoñación. Tenía claro que quería hacer salvajadas con ella. La quité de la tapa y me puse yo en su lugar. Sentía la humedad que había dejado su coño chorreante. Se sentó sobre mí y comenzó a botar. La obligué a darse la vuelta para disfrutar del bote de sus pechos. Subía y bajaba a una velocidad asombrosa, mientras pedía más y más. Poco a poco empezó a tocarse el clítoris, mientras yo notaba cómo se mojaba su coño. Cuando estaba llegando al orgasmo, se desmontó de mi polla y me puso el coño en la cara. “¿Eyaculadora?” Pensé emocionado. Efectivamente. Ni un segundo después mi cara chorreaba su líquido, mientras el placer se apoderaba de su voz, en un susurro que se convirtió en un grito. Lamí su raja, mientras ella seguía gritando. Esa mujer necesitaba ser dominada en aquel preciso instante. La bajé de mis rodillas, y con voz seria le ordené “compláceme”. Sonrió de forma perversa, dándose cuenta de que para mí una corrida, después de tres meses de sequía, no era en absoluto suficiente. Esta vez más lentamente, comenzó a subir y bajar sus manos, al tiempo que me chupaba los huevos. Cuando me sentí al borde de la corrrida, la levanté, empotrándola contra la puerta y dejando mi marca dentro. Cuando terminé, saqué mi polla de su satisfecho coñito, que rezumaba semen. Se vistió lo mejor que pudo y me prometió un segundo asalto. Hoy he recibido un mensaje. 2nd Round.