María, mi querida perra XIII

La BBW María continúa en la granja... Sigo sin estar decidido a continuar publicando este relato, pero me ha convencido un lector de publicar un capítulo más... Ya sabéis, depende de valoraciones y comentarios que se continúe la saga o no...

Capítulo duodécimo

Esa noche, puntualmente, Luis se encontraba ante el ordenador, dispuesto a disfrutar con el espectáculo de las vejaciones a las que sometían a su mujer. Después de pagar por el acceso a la página de pago, hizo click en el icono de acceso y accedió a la web…

En primer plano se veía una gruesa barra de acero que parecía firmemente clavada en el suelo del establo. A media altura y a cada lado de la misma se veían como dos láminas metálicas en forma de círculo.

Enseguida se pudo ver cómo un hombre hacía entrar a María en el establo. La traía desnuda, a cuatro patas y tirando de una cadena sujeta a una correa en torno a su cuello. Otro hombre la seguía, azuzándola con una picana eléctrica cuando le parecía que la gorda madura se rezagaba demasiado y el cuerpo de María brincaba de agonía cada vez que le aplicaba el castigo, ya fuera en las plantas de los pies, en los muslos, en las nalgas, o directamente en la zona entre sus piernas… Se notaba que aquel hombre disfrutaba aplicándole aquel castigo…

Vio cómo acercaban a María al poste y la obligaban a arrodillarse muy cerca de él, colocándoselo pegado al cuerpo, justo en medio de sus voluminosas tetas. Entonces uno de los hombres procedió a esposarla con las manos a la espalda, luego, con una correa le ató los tobillos juntos, muy apretados, con otra correa le ató los antebrazos a la espalda, apretando mucho, de forma que la obligaba a permanecer en una postura muy incómoda y dolorosa que, además, al forzarle los hombros hacia atrás, empujaba sus pechos hacia delante.

Finalmente, con unos herrajes, sujetó al poste, a la altura de la boca de la inmovilizada gorda, lo que parecía una gran mordaza de caucho en forma de pene, obligando a la aterrada María a introducírselo en la boca, acercando su cabeza al poste, antes de, con una nueva correa, rodear su cabeza, sujetándosela también firmemente al poste.

Cuando parecía que había terminado su tarea, sacó otra correa más larga con la que rodeó sus gruesos muslos a la par que el propio poste, sujetándoselos muy fuerte en torno al mismo, y finalmente sacó una última correa, aún más larga que las anteriores, y con ella rodeó el voluminoso abdomen de la aterrada mujer, sujetándoselo tan ajustado que el poste se clavaba literalmente en la enorme barriga de María, quedando su cuerpo de forma que le resultara imposible separarse del poste.

Entonces el hombre abrió las láminas metálicas ancladas al poste, las cuales quedaban estratégicamente situadas a la altura de los pechos de la mujer y, con rudeza, se los colocó en la base de ambos pechos, primero uno y después otro, apretando tanto que no tardaron en hincharse como dos globos mientras ella, aún a pesar de la mordaza en su boca, aullaba del dolor que le producían.

Entonces hicieron entrar a una chica rubia, también desnuda y con un collar para perros en torno a su cuello y la obligaron a arrodillarse frente a las tetas infladas de la madura gorda y comenzar a mamarle los pezones hasta que, muy al pesar de María, consiguió que se le pusieran duros y tiesos, momento en el cual entraron lo que parecía una bomba de succión de la que salían un par de tubos de plástico que terminaban en unas especies de compartimentos de cristal.

Luis comprendió al instante de qué se trataba. ¡Era una máquina de ordeño para ganado!.

Anonadado, observó cómo dos de los hombres acercaban los compartimentos a los pechos de su mujer, asegurándose de que los grandes pezones quedaran centrados en su interior, mientras que un tercer hombre, a una señal de ellos, conectaba la máquina, que hizo el vacío en las cápsulas que cubrían los pechos de María, haciendo innecesario que siguieran sujetándolos, antes de comenzar a succionarle brutalmente los pezones, ordeñándola literalmente y provocando tal dolor en la pobre mujer que, en vano, luchaba desesperadamente para liberarse, reflejando en sus ojos el pavor que sentía.

Para completar la tortura, otro hombre se colocó a la espalda de María y, desenrollando un látigo, comenzó a azotarla desde detrás, desde la parte superior de la espalda hasta la parte inferior de los muslos, pasando por sus gordas nalgas, donde demoró los golpes, dejando una marca roja en la piel de la mujer cada vez que el látigo caía sobre ella, aunque Luis se percató de que evitaba rasgarle la piel y hacerle sangre.

Aquella tortura continuó sin descanso durante una media hora, hasta que cesaron los amortiguados gritos de la pobre mujer, y uno de aquellos hombres se acercó para comprobar que había perdido el conocimiento.

Entonces pararon la máquina y le retiraron las succionadores, dejando ver un primerísimo plano de los pechos de María, que se veían completamente hinchados y amoratados.

Entonces un hombre retiró la mordaza de su boca y, colocando un frasquito de líquido junto a su nariz, hizo que recuperara el conocimiento, haciendo una señal a sus compañeros de que el tormento de la mujer podía continuar.

Otro tipo se acercó a ella y procedió a colocarle un gran número de pinzas en los pechos, empezando por los sensibles pezones y continuando por toda la superficie de sus pechos, provocando que María gritara desaforadamente ante el dolor que le provocaban en sus torturadas tetas. Cuando hubo concluido, dos hombres que portaban sendos látigos se colocaron frente a ella y comenzó otra sesión de latigazos, alternándose uno y otro, en una especie de competición a ver cuál de los dos era capaz de hacer saltar más pinzas con sus latigazos sobre las tetas de María, siendo obvio que el “premio gordo” eran las pinzas de sus pezones.

Finalmente, cuando ya no quedaban más pinzas y se proclamó el ganador, los pechos de María estaban en un estado lamentable, como unos globos amoratados cubiertos de marcas de los latigazos recibidos

Entonces soltaron las correas que la sujetaban al poste, así como las de sus tobillos, dejando sólo las que aún sujetaban firmemente sus brazos a la espalda, de forma que, al hacer bajar la láminas metálicas en torno a sus pechos a lo largo del poste, la obligaron a irse colocando casi a cuatro patas, con las tetas firmemente sujetas al poste y el culo en pompa.

Entonces uno de los hombres se colocó detrás de ella y se sacó la polla. Era bastante grande y ya la tenía dura, así que se arrodilló entre las piernas de la indefensa María y se la clavó profundamente de una estocada, agarrándola por las caderas y comenzando a follársela sin piedad. Cada embestida de la polla de aquel hombre hacía que todo el cuerpo de María oscilara hacía delante y atrás, lo que le debía de provocar un intensísimo dolor en sus tetas, sujetas aún al poste por las láminas metálicas y arrancándole gritos de auténtico dolor que no parecieron importar a aquel hombre, que siguió follándosela con brutalidad hasta que se la sacó y se corrió sobre su espalda y sus nalgas…

Entonces, otro de los hombres tomó su lugar y la imagen se repitió, siendo follada salvajemente hasta que aquel tipo también se corrió sobre su espalda…, y entonces otro ocupó su sitio, y mientras se oían los desgarradores gritos de dolor de la pobre María, la cámara realizó un plano general que mostró a casi una docena de hombres esperando su turno para poder follársela… ¡Y vaya si lo hicieron, y tanto su coño como su culo recibieron las “atenciones” de una ingente cantidad de pollas, una tras otra, una tras otra…!

Cuando acabaron con ella, María casi no se encontraba consciente, el dolor de sus pechos le resultaba insufrible, las marcas del látigo en su espalda, nalgas y muslos, el sentir su coño y su culo en carne viva después de las brutales penetraciones a las que la habían sometido y tenía las nalgas y la espalda llenas de semen reseco.

Antes de concluir la emisión, el cámara se recreó grabando unos primeros planos de sus maltrechos pechos y de su cara, que reflejaba a las claras el tormento que había sentido durante aquella larga sesión de tortura, finalizando con un primer plano de su coño y de su culo, grotescamente abiertos…

Entonces la imagen se fundió en negro y Luis se dio cuenta de que se había sacado la polla y se estaba pajeando frenéticamente, sumamente excitado al contemplar cómo habían torturado a María…

Sólo un par de días después, Luis recibió otro correo electrónico desde la web de la granja advirtiendo a sus usuarios de que esa misma noche podrían visualizar otra sesión de adiestramiento de la vaca María…

ESTA NOCHE, A LAS 23:00 HORAS SESIÓN DE APAREAMIENTO.

¡¡NO SE LO PIERDAN!!

¿TENDREMOS TERNERITOS?