María, La nena del quinto piso

Era nueva en la empresa y hermosa, y tuve que pensar mucho como hacía para acercarme a ella.

María la nena del quinto piso

Hola hacía mucho que no escribía en esta categoría ya que mis historias sexuales paseaban por otros caminos. Mi amada Xara, fue quién me hizo volver y aquí estoy

Esta historia no tiene ni una semana. Yo trabajo en una oficina de una empresa muy importante de mi país, donde soy secretaria del directorio. Estoy en las reuniones, tomo nota, me ocupo de convocar a los asistentes y luego debo seguir las resoluciones de esas reuniones y presentar algunos informes sobre las resoluciones y como se ejecutan. No es un trabajo muy lindo pero tengo muchas responsabilidades y creo que lo estoy haciendo bien ya que hace tres años que remplacé a la antigua secretaria, que se fue a trabajar a otro país.

Subiendo por el elevador descubrí a una niña que parece trabajar en el quinto piso. Con la excusa de un informe que debía terminar, me fui al quinto en el que están los departamentos de Recursos Humanos, Capacitación y Prensa. Entré en varias oficinas, buscándola con la mirada, hasta que en la oficina de Prensa, estaba ella; escribiendo el texto de un comunicado de las nuevas instalaciones que íbamos a inaugurar el más próximo en la ciudad de Córdoba, Estaba sola en una sala enorme. Más bella que lo que me recordaba, pequeña, blanca, con un busto un talle mas grande que su blusa y su cola respingada, rellenaba su pantalón. Fuerte pero tierna, robusta pero no gorda, todo firme y en su lugar. Morocha y con unos ojos verdes, enormes, que la hacían una joven muy deseable.

  • Buenas tardes, ¿No está Gerardo? – Gerardo era el jefe de esa oficina.

  • No el está en una reunión fuera de la empresa.

  • Disculpame, yo soy Soledad, Secretaria del directorio. Trabajo en el décimo piso y todos me llaman Sole. – Se levantó y me dio un beso en la mejilla, olía a jazmines.

  • Yo soy María, entré a trabajar hace dos meses.

  • ¿Y que estás haciendo aquí?

  • Estudio letras estoy en tercer año y buscaban redactores, me presenté y me llamaron.

  • ¿Te gusta el trabajo?

  • Si, aunque no es muy lindo escribir textos impersonales, que casi nadie los lee...

  • ¿Qué estás escribiendo? – me acerqué a su computadora y leí el comunicado que estaba escribiendo. Era interno y realmente era impersonal, yo nunca leía esos comunicados internos. Estaba escrito correctamente, con el estilo de siempre pero era muy tedioso.

  • Tenés razón, es el tercero que escribo hoy, hice el del nuevo horario de las sucursales de Mendoza y San Juan, y el de la compra de nuevos cursos de capacitación de inglés, para personal de administración. Estoy con la cabeza que me explota. – jugó con los ojos y yo me la quería comer a besos. Le hice una caricia en la cabeza, despeinándola y le pregunté-

  • ¿Y vos como lo harías? Ella suspiró, Llenó su boca de aire y lo expiró con un soplido.

  • Ya se lo propuse a Gerardo, pero no medio ni la hora.

  • ¿Así que para él, esto que estás escribiendo está bien?

  • Así parece.

  • Tengo una idea, escribilo con tu estilo y cuando termines subímelo y lo vemos… ¿Te parece? - Le hice un gesto desde la puerta y me fui.

Estuve toda la tarde esperando que venga a verme. Cuando mis tareas finalizaron, decidí bajar yo. No sea cosa que Gerardo la hubiera interceptado o le hubiera hecho nuevos encargos que le hicieron imposible subir hasta mi oficina con los escritos de ella. Me fui al baño y me arreglé, me peiné y maquillé, Abrí un poco el escote de mi camisa, para insinuar un poco más mis tetas y tomé el ascensor. Bajé en el quinto y ya no había tanta gente como unas horas atrás cuando había ido a buscarla. Me dirigí directamente a su oficina pero solo estaban otros empleados y no ella. No supe que hacer… Si pregunto por ella, nadie iba a entender nada, iba a ser muy sospechoso que yo entrara y pregunte por una compañera nueva. Si bien nadie sabía de mis gustos sexuales, podría perjudicarla con la idea de que era amiga de alguien del directorio. Yo estuve como empleada rasa y sé de lo que hablo.

  • ¿Gerardo no está? - Pregunté como para disimular mi presencia en ese lugar a esa hora.

  • No. Él se fue al medio día a una reunión con la gente de las obras del sur y no creo que ya vuelva

  • Bueno, entonces lo veo mañana. Me despedí y me fui a casa, un poco frustrada aunque sabía que María era una presa difícil.

Al otro día espero que por la mañana aparezca, pero nada. Al mediodía tuve que ir al salón comedor para encontrarla, cosa que yo no hacía ya que casi no almorzaba o comía algo en mi escritorio.

Ella estaba sola en una mesa comiendo, entonces agarré una bandeja y me serví el plato del día y me senté a su lado.

  • ¿Se puede?

  • Si por supuesto. - Me dijo pasándose la servilleta por la boca y ofrecerme un beso.

  • ¿Está rico?

  • Se puede comer.

Esperaba que me dijera algo, que me de una excusa para su ausencia del día anterior. Pero nada, así que decidí sacar el tema.

  • Leí tus aburridos comunicados esta mañana. – Ella lo tomó como una critica y se puso a la defensiva sin darse cuenta que lo que yo quería era que me diga por qué no había subido ayer por la tarde.

  • Es que yo hice lo que me pidió mi jefe.

  • Tu jefe no tiene acceso al directorio. – Le contesté, haciendo uso y ostentación del poder que tengo. – Quiero ver el tus sugerencias para un nuevo formato para la comunicación interna.

  • Es que ayer estaba muy cansada como para poder llevar algo presentable, lo iba a hacer el fin de semana.

  • Primera regla de esta empresa es que los trabajadores no deben hacer trabajos fuera del trabajo. Lo que no se termina en horario, se termina al otro día. Es una norma que yo violo casi todos los días. Ella me miró y se hecho a reír y nos reímos las dos. María es hermosa, además es inteligente y tiene mucho humor. Después de eso, todo cambió, ella se relajó y pudo hablar conmigo como si fuéramos amigas,

y ese era mi primer objetivo, vencer las barreras, de jerarquía y de edad. Sin querer sobrepasar la escena y sabiendo que ya había cumplido con los avances previstos, nos despedimos y cada cual se fue a sus oficinas, ese día estaba contenta con mis logros y porque cada vez me gustaba más esa niña.

El jueves ni la busqué ni ella a mí, la estrategia era otra, forzar un encuentro para el fin de semana. Para eso tenía la posibilidad, de inventar una tarea y dársela, para que yo la supervise, pero no me satisfacía, estar como su jefa en un horario fuera del trabajo. Algo tenía que inventar.

A eso de las tres de la tarde y con mis nervios por el piso, ya que no se me ocurría ninguna excusa para verla fuera del trabajo, bajé hasta su oficina, para verla. Era como un premio consuelo y me iba a dar un poco de fuerzas para encararla mejor la semana entrante.

  • Hola. - Le dije y nos dimos un beso, como siempre. Estaba más linda que los días anteriores.

  • ¿Mucho trabajo?

  • No casi termino, estoy corrigiendo un capítulo de este manual de procedimientos.

  • ¡Qué bueno! – miré un poco la pantalla de su monitor, como si me interesara un poco lo que estaba haciendo. – ¿Vas a salir con tu novio?

  • No tengo novio.

  • Disculpame no sabía. Es que estás tan arreglada que pensé

  • No pasa nada, no te tenés que disculpar… Voy a aprovechar el fin de semana para hacer un trabajo que me encargó la secretaria del directorio. Me dijo de forma irónica, como si se lo estuviera diciendo a otra persona.

  • Cuidado con esa mujer; es muy jodida. – y las dos nos volvimos a reír y fue allí cuando se me ocurrió una idea genial. – ¿Querés que lo hagamos juntas? Yo te puedo ayudar para que esa bruja quede satisfecha con tu trabajo. – Ella pegó una carcajada que se oyó por todo el piso y que me hizo reír a mí también, estaba feliz de hacerla reír.

  • ¿Vos decís de venir mañana y hacerlo juntas?

  • No. – Y dejé pasar un segundo para poder ver como mi negativa le haga cambiar la cara. – Podríamos hacerlo en tu casa o en la mía.

  • En casa no. – dijo ella como si hubiera visto al diablo.

  • Bueno, venite a casa, mañana. ¿A qué hora te viene bien?

  • Decime vos, yo no tengo nada que hacer.

Así que quedamos para las cinco de la tarde. Todo había sido mejor de lo que yo me hubiera imaginado. Así que al salir de la oficina me fui a la biblioteca de la ciudad, para buscar algún libro sobre escritura de documentos, como para tener algo que ofrecerle como guía.

Ese sábado, me levanté tarde y apenas desayuné, hice las tareas del hogar y fui al supermercado a comprar algo para la tarde y una buena botella de champagne, por si tengo algo que festejar con María. No quería ilusionarme demasiado, así que me ocupé, para que la hora se me pase rápido. Unos minutos antes de las cinco me pegué un baño para estar con el pelo mojado y no tener calor.

A las cinco en punto sonó el timbre de la puerta y era ella.

  • ¡Qué puntualidad! – nos dimos un beso y la hice entrar, le hice un escaneo con mis ojos que la miraban de arriba a bajo sin poder creerlo. Tenía puesto un jeans, muy ajustado y una remerita blanca, corta, que dejaban ver su ombligo, (no usaba corpiño y se podía percibir sus pezones a través de ella.) unas botitas de cuero, con un pequeño taco aguja. Olía a jazmines.

Yo también estaba bien preparada. Una camisa apenas abrochada, cosa que al más pequeño movimiento podría verme las tetas sin necesidad de mirar, ya que se abría con facilidad y no llevaba corpiño. Una minifalda, y unas sandalias chatas que se suben al tobillo con varias vueltas.

Ella dejó unas carpetas y su bolso en el sillón.

  • Que hermoso departamento… Es tan amplio y luminoso.

  • Si la verdad es que el día que lo vi, lo señé, supe que no iba a encontrar otro igual. Fue muy loco. Lo señé con mil dólares que había ahorrado y no tenía la plata para pagarlo. La empresa me hizo un crédito. Me dieron la plata y dos semanas mas tarde estaba viviendo aquí. A penas tenía la cama, la heladera, este sillón y un par de adornos. Eso fue hace dos años.

  • ¡Qué suerte que tuviste!

Empezamos a trabajar entre café y galletitas, primero escribimos un modelo, luego, hicimos un formato y por el entusiasmo, parecía que estábamos preparando un manual de estilo y uso, para toda la empresa. Estábamos tan divertidas, comentando, intercambiando ideas, hasta chusmeamos de nuestras cosas. La estábamos pasando muy bien, como si lo hubiéramos hecho siempre. Nos entusiasmamos, tanto que no nos dimos cuenta de la hora.

  • ¿Cenamos?

  • ¡Son las diez de la noche! ¡No puede ser! - Miró su reloj pulsera. – Me voy.

  • ¿Estás segura, no te querés quedar a cenar? – Se quedó pensando, sin contestar.

  • Voy al baño. – Tardó un buen rato en volver al escritorio.

  • ¿Hasta que hora pasa el subterráneo?

  • La verdad es que no tengo idea, no lo uso.

  • Creo que ya no pasa. – Dijo como buscando una excusa para quedarse. – ¿Estás segura que querés seguir aguantándome y cenar conmigo?

  • Dale tonta, quedate, pedimos algo para comer y nos tomamos un buen vino… Llamo a un taxi y te volvés a cualquier hora.

  • Bueno. ¿Puedo usarte el teléfono para llamar a casa? – Le dije que sí y la dejé sola para que hablé tranquila.

Pedimos una buena ración de comida china, creo que podrían haber comido cuatro personas bien. Tomamos un vino tinto que yo tenía para una ocasión especial y charlamos como dos amigas que no se ven hace años. Le contesté a todas sus preguntas y ella me preguntó de todo. Y después yo hice lo mismo. Nos divertimos mucho. Fuimos hasta la cocina, y preparé café para las dos y lo tomamos allí mismo.

  • Lo que pasa es que todos los hombres, son iguales.

  • Sos muy joven y por eso lo decís, ya verás que hay algunos que son peores. – Esas respuestas, la hacían reír mucho, con esa carcajada que ya había descubierto que eran francas, espontáneas y que me asían morir de amor por ella.

  • Pero yo no entiendo ¿nadie les enseña a tratar a una mujer? ¿Cómo se la seduce, como se las acaricia, como se las lleca a la cama? – Sabía que si seguíamos hablando así, ella terminaría en mis brazos, así que subí la apuesta.

  • así como podemos decir que los hombres son todos iguales… las mujeres somos todas distintas. – Ella se quedó pensativa esperando que remate la frase con un chiste. Pero yo la miré a los ojos y llevé mi mano a su cuello y le hice una caricia fuerte. Ella torció el cuello y disfrutó de mi mano en su piel. La saqué como si fuera solo un experimento

  • ¿Ves?, a ti te gustó que te hiciera eso y hay otras minas que hubieran dicho… "No entiende nada, me toca el cuello cuando yo deseaba que me tocara las tetas." Una caricia, un beso, te la puede dar cualquiera. Pero si la da en el momento adecuado y en el lugar exacto. Esa persona puede ser tu gran amante.

  • Es verdad ¿Pero donde se encuentran esos hombres? A mí no me tocó ninguno.

  • Quizás no estás buscando lo que necesitás. A ver, cierra los ojos. – ella me obedeció y yo dejé caer mi mano por su espalda hasta donde me permitió su pantalón. Lentamente, disfrutando de su tacto. Sentí que María se estremecía. - ¿Te das cuenta? No es un tema de quién sino cómo.

Ella quedó conmocionada, no abrió los ojos y yo no sabía si devorarme a mi presa o dejarla respirar. Era una decisión muy importante ya que podía ganarla o perder todo.

  • Es lindo ¿No? Una siente que todo se puede. Y ya no importa si le gustó o no, esa película o si leyó ese libro, que para vos es imprescindible. Casi no importa si es hombre o mujer. ¿Más café?

  • Si, por favor.

Mientras yo servía las dos nos quedamos en silencio, mi corazón latía fuerte esperando el siguiente paso, y casi me atraganto cuando la escuche: A quema ropa, disparó su pregunta, una pregunta que estaba bien dirigida y contestarla de forma correcta implicaría el éxito o el fracaso.

  • ¿Tuviste, alguna vez, una relación lésbica?

Ay, perdona, soy una bruta. ¿Cómo te voy a preguntar algo así? No tenés el estilo de la mujer lesbiana. Perdoname, no fue mi intención es que

  • María… no te pongas así, a todas nos pasa, llegamos a un nivel de confianza en que sentimos que podemos decir cualquier cosa, que podemos preguntar o hacer cualquier cosa. No me molesta que me lo hayas preguntado. Era más que posible. ¿No te parece? Si yo no te hubiera acariciado, nunca me lo hubieras preguntado. Me gustó acariciarte y a vos te gustó que lo hiciera y punto… pero ese punto no siempre es tan inflexible y nuestras mentes siguen sintiendo y siguen dándole vueltas a los sentimiento.

Si, una vez estuve con una mujer. Yo tenía tu edad, más o menos. Y hasta ese momento no me atrevía a pensar que lo podría hacer. Estaba de novia y tenía bastante aceptación de los hombres. Pero esa mujer me hizo sentir más mujer.

  • ¿Cómo fue? Si no te molesta comentármelo.

  • No para nada. Ella era lesbiana y lo sabía, creo que yo misma la provoqué, pero jugando, creyendo que ser lesbiana era tan solo caminar por la calle de la mano y darse algún beso. Bueno, la cosa fue que yo quería sentir lo que era un beso de una mujer y ¿Quién mejor que ella para dármelo?

Estábamos en una fiesta, muy grande, estaba yo bastante alegre, ella estaba en un lugar apartada y sentí que me miraba, y así sin pensarlo, me acerqué a ella. Nos pusimos a hablar de boludeces, yo estaba vestida de forma bastante provocativa, eran los años ochenta. Vos sabés. Ella me miraba la boca con intensidad y yo no me sentí incómoda, todo lo contrario. Empecé a jugar con sonrisas y mi lengua en los labios.

Me invitó a salir al patio, donde no había nadie, me miró a los ojos, me tomó así. – mientras miraba y tomaba de esa forma a María. – y me besó. – como yo la besé a ella. María pasó los brazos por mi espalda, correspondiendo a mi beso con mucha ternura. Mi lengua buscó la suya y ella me la regaló. La tomé de la mano y la llevé, así, sin hablar hasta mi dormitorio. Le saqué la blusa y ella hizo lo mismo con la mía y chocamos nuestros pechos con mil besos.

Besé, lamí, mordí esas tetas enormes y bien formadas, entre sus gemidos y mis ansias.

Sus manos jugaban con mi pelo y sus piernas, temblaron cuando empecé a desabrochar su pantalón. Jugaba con sus pezones, con la boca y mis manos bajaban con dificultad, su apretado pantalón. Una tanguita violeta de laycra ocultaba una intensa mata de pelos bien recortados. La recosté para poder terminar de desvestirla y desvestirme yo.

Con la lengua, fui recorriendo sus piernas desde el dedo gordo, hasta sus tobillos, desde los tobillos, hasta las rodillas y desde allí hasta los bordes de su entrepierna. Con un gestó intuitivo, abrió las piernas ofreciéndome una vista de su concha, espectacular.

Su respiración se entrecortaba, entre quejidos y gemidos… yo jugaba con su clítoris, haciéndola emanar, más y más jugos. No tardó mucho en acabar, sentí en mi boca, como su vagina se contraía por el placer.

La dejé en paz para que descanse. La verdad es que todo fue mejor que lo que mi fantasía había imaginado.

Tendida en mi cama, sin poder reaccionar, me fui a la cocina a buscar el champagne que había comprado. Volví con las copas llena y se la ofrecí.

  • Por vos. - le dije, chocando su copa.

  • Por vos. – contestó ella y nos dimos un suave beso en los labios.

Luego bebimos y e ella se hizo cargo de mí tomando la iniciativa, con mucha jerarquía y deseo… María se quedó a dormir conmigo y se fue recién el domingo a las nueve de la noche, con mucha pena por separarnos… pero todo eso será otra historia que empieza mañana