Maria, la bella prostituta

Maria, la bella prostituta, relata el servició que esta ofrece a uno de sus clientes.

Maria, la bella prostituta

Unos grandes senos y amplias, pero no exageradas caderas, destacaban en una de las calles mas transitadas de la gran ciudad. Era una fría noche de invierno como cualquier otra. La joven de 20 años tenía unos finos rasgos faciales; piel blanca, ojos castaños, acompañados de unas pestañas bañadas en rimel y una pequeña nariz acabada en punta. Lucia una melena castaña, con un tono de rojo. Su boca de piñón, pintada de color rosa con pequeños puntos de purpurina relucientes, invitaba a besarla. Sus movimientos harmónicos y su andar coqueto hacia que los hombres se giraran para contemplarla, mientras que a su paso dejaba un rastro de un dulce perfume de rosas.

Se planto en un viejo bloque y pulso un timbre, acto seguido la puerta se abrió sin que nadie contestara. Fue hasta el ascensor que estaba justo enfrente y apretó un par de veces sobre el botón, mientras esperaba con impaciencia a que bajara. Cuando por fin se abrió, un hombre de mediana edad entro también, la saludo y informo que iba al quinto piso. Ella, ignorándolo con descaro, pulso sobre el numero nueve, y mirando de reojo observo que ese señor se había puesto detrás suyo y le estaba observando con disimulo su culo. La señorita se giro para comprobar su apariencia en el espejo del ascensor, se puso bien el pelo y miro si tenia los dientes blancos. Cuando se detuvo en la novena planta se bajo, dedicando antes un guiño de ojo al caballero que estaba tan interesado en su cuerpo.

La chica se acerco a la puerta que quedaba a la izquierda del ascensor, llamo al timbre y rápidamente esta se abrió:

-Te estaba esperando, adelante.

-Gracias guapo- susurro la chica con una falsa sonrisa.

Delante suyo había un joven de unos 30 años, no especialmente atractivo, pero tampoco podía pedir mucho en su oficio.

-Es la primera vez que contrato una "compañera"- dijo el chico en un tono nervioso

-Y espero que no sea la última, no se ven muchos como tu- Mintió Maria.

Después de las presentaciones y de colgarle el abrigo, el chico la agarró de la mano y la acompaño a un dormitorio, donde había una cama de matrimonio, un gran armario y un par de mesillas de noche. Por el aspecto de la habitación, donde los objetos femeninos destacaban por su ausencia, Maria deduzco que el chico se había separado de su pareja mucho tiempo atrás. ella dejo el bolso sobre una silla y pregunto a su cliente:

-Y pues, ¿empezamos ya?

-Claro- contesto el chico inseguro, mientras se fijaba en su escote.

Maria empezó a desnudarse, de una forma rutinaria, sin intentar ni siquiera parecer interesada. Se desabrocho sus estrechos tejanos, sintiendo su cintura aliviada, acto seguido se los saco, los doblo y los dejo sobre la silla, a diferencia del chico que lo iba tirando todo por el suelo. Se quito la blusa y siguió con su ritual de dejarla cuidadosamente para que no se arrugara. Se quedo en ropa interior, fijándose con el chico que ya se había desnudado y que se estaba acercando a ella. El tenia algún michelín, sin ser nada exagerado, lucia un pene mediano tirando a grande que se estaba poniendo erecto.

El joven le intento desabrochar el sostén, pero ella lo tubo que ayudar, las manos le temblaban, parecía que no había tenido sexo en mucho tiempo, o simplemente era causa de la gran belleza de Maria. El chico la hizo estirarse sobre la cama, cabeza abajo, y posteriormente le saco delicadamente el tanga. Se acerco esa roja y picante ropa a la nariz, inspirando aire con los ojos cerrados, como un animal en celo queriendo saber como olía su hembra. Le empezó a masajear la espalda, bajando lentamente hasta llegar a las bonitas nalgas de la chica, acariciándolas lentamente de fuera hasta dentro. Paso su índice por la rajita del culo, y cuando llego al ano apretó levemente. Maria alzo su culo quedándose en pompa, apoyándose con las rodillas y las manos sobre la cama.

El chico jugueteo con los labios vaginales de la prostituta, primero con la lengua y después con los dedos, mientras ella, muy profesionalmente, dejaba ir algún suspiro, como si realmente estuviera disfrutando. Los dedos del joven dejaron de acariciar los labios para introducirlos dentro de la cueva del placer. No estaba muy húmeda, pero si pudo notar su calor. Se paso unos minutos explorándola y masturbándola, hasta que decidió que ya era hora de dar un paso mas.

-Ponte una goma- dijo ella al ver que el pene desnudo del chico se acercaba a su vagina rasurada.

-Claro, lo siento- se disculpo el, y posteriormente saco del cajón de la mesilla una caja de preservativos aun para estrenar, y cogió uno de su interior.

Maria quito el condón, que el chico acababa de sacar del envoltorio, y lo puso en la erecta polla. El joven se dejo hacer mientras se estiraba sobre la cama i ella se ponía sobre el, de forma que el pene la penetrara. Empezó a cabalgar lentamente, sus generosos pechos se movían al compás, mientras el chico le agarraba las nalgas con demasiada fuerza, como si quisiera fusionar ambos cuerpos, mientras que con movimientos pélvicos seguía el ritmo que marcaba Maria.

-Si nena si- gritaba el joven desde abajo, disfrutando del bellísimo cuerpo de esa hembra, y subiendo su torso para besarla y acariciarle los pezones con la lengua.

Maria se sentía bastante incomoda, estaba el chico sudado y le estaba llenando de su saliva. Además sentía su culo estrujado por las manos de el, y notaba el índice del chico que se estaba haciendo lugar dentro del ano. Ella intentaba pensar que solo duraría unos minutos mas y que la recompensa económica merecía la pena.

Al cabo de un rato, el muchacho le pidió si se podía poner derecha en la punta de la cama, apoyando las manos sobre esta. Ella se bajo de sobre el chico y obedeció, se puso como el quería y cerro los ojos.

-Agáchate un poco mas- le susurro el chico desde detrás de ella.

Fue entonces cuando Maria sintió el pene del chico dentro de su ano, empujando con furia y sin ningún tipo de compasión. A Maria no le gustaba nada que invadieran su ano, aun recuerda las primeras veces y lo que llego a sufrir, ahora solo le dolía un poco al principio, pero se sentía muy incomoda. El joven siguió con las embestidas, a un ritmo frenético, como si quisiera acabar rápido, mientras apoyaba sus manos encima de la espalda de la pobre chica.

Maria sentía su agujero invadido, con cada embestida esperaba que fuese la ultima, pero ahora el joven había reducido la velocidad, para retardar el orgasmo y gozar con esa obra de arte de la naturaleza. Por suerte para Maria la fuerza de las embestidas también había disminuido, incluso se podría decir que en algunos momentos sentía gusto, pero era un placer muy tímido.

El culo de Maria se sintió aliviado, pero algo adolorido, cuando el chico quito su miembro de entre esas estrechas paredes.

-Agáchate y chúpamela- exclamo el chico, con la autoestima crecida después del momento humillante que le hizo pasar a la puta. Acto seguido se quito el condón y lo deposito en una papelera, mientras Maria se agacho, quedando su boca a la altura del falo.

Maria abrió su pequeña boca y paso la punta de la lengua sobre el húmedo glande del chico, agarrándole la piel y acompañándola atrás y adelante, mientras alguna gota de semen brotaba de su pene. La chica se puso todo el miembro dentro de la boca, fue entonces cuando el la agarro del pelo y empezó a mover la delicada cabeza de la mujer delante y atrás, eso si, sin hacerle daño. La puta sentía dentro de su boca como la caliente polla del chico estaba gozando, envuelta de su saliva y de gotas de semen que estaba liberando, mientras que su pintalabios se estaba quedando pegado en el falo del macho. El joven que estaba a punto de correrse, saco su pene de la boca de la chica y se masturbo con frenesí delante de su cara.

La prostituta estaba ya preparada para recibir su leche, cerro los ojos y justo en ese momento sintió un chorro caliente que choco contra su mejilla, otro en su nariz y los siguientes le recubrieron las tetas. El chico, que estaba jadeando, la había dejado toda pringosa y ahora le tendía la mano para ayudarla a levantarse. Le dio un pequeño beso, ensuciándose el también del semen que colgaba de la nariz de Maria. Le ofreció su ducha y ella, acepto agradecida, ya que se sentía muy sucia. Cuando el primer chorro de agua fría cayo sobre su pelo dejo ir un suspiro de alivio, su jornada había acabado y por fin podría descansar.

¿Continuará?