María, la alumna que me sedujo (IV)

Juntos debemos superar la traumática experiencia de la fiesta (ver relatos anteriores).

María no me escribió durante los siguientes dos días, y tampoco contestaba a mis llamadas. Supuse que me culpaba de lo sucedido, de no haber plantado cara a aquellos indeseables, pero ya he dicho que yo no soy ningún valiente y mucho menos con una navaja en las pelotas. Al fin, al tercer día, María contestó mis whatsapps y nos vimos. Pasé a recogerla con el coche y me pidió que fuésemos a mi casa, para hablar con tranquilidad. Pese a que hacía calor, iba bastante tapada. Pantalones anchos y una sudadera; era evidente que la experiencia de noches atrás la había dejado marcada.

Ya en casa intenté abrazarla, pero la noté fría y distante, pese a que me permitió hacerlo. Cuando, poco después, quise besarla, me rechazó esta vez abiertamente.

-No puedes pretender que nada ha pasado, que seguimos como siempre...

-María, ¿qué me reprochas exactamente?

-¡Todo! -se enfureció-, ¡te lo reprocho todo! Empezando por esos bikinis tanga que yo llevaba a la piscina solo por ti, porque a ti te ponía cachondo exhibirme como un trofeo.

-María, estás siendo muy injusta. Tú llevabas ese tipo de bikinis a la playa e incluso subías fotos con ellos a las redes sociales.

-Una cosa es la playa y otra la piscina. En la playa hay muchas mujeres que hacen topless, y en la piscina está mal visto. Una piscina municipal es un entorno más familiar y tú lo sabes, un lugar en que te ves las caras con las personas que viven en tu mismo barrio, y nadie se pasea en tanga ante sus conocidos, y menos si tiene un culo como el mío.

-Vaya, pues nunca lo había razonado así. Es cierto que eras la única que vestía así en la piscina, y es verdad que con un culo como el tuyo eso llama demasiado la atención... te concedo que sea casi una provocación, pero yo nunca pensé...

-A ver... yo reconozco que si me vestía así era también por gusto -parecía más serena-, es decir, a mi también me excita gustar a los hombres. Reconozo que... en fin, supongo que soy lo que se dice una calientapollas...

-No hables así, María...

-No, déjame terminar. Supongo que soy una calientapollas, pero realmente siento que vestía así por agradarte, igual que te la chupaba arrodillada o que te he dejado alguna vez penetrarme analmente. Y cuando vi que no te jugabas el pellejo por mí, me sentí como una mierda. Todavía me siento así.

-¡Pero tenía una navaja en... en los huevos!

-Lo sé, y sé que quedar castrado de por vida es algo gravísimo. Pero aquellos tíos pudieron violarme, me manosearon... llegué a tener que ofrecerles el culo... ¡yo sí lo hice por ti! -rompió a llorar. Nos abrazamos ahora sí largo rato.

-María -tomé yo la palabra, minutos después-, debemos pedir ayuda profesional. Tenemos que superar esto, no podemos permitir que esos indeseables nos destrocen la vida.

-Yo no pienso ir a ningún psicólogo, psiquiatra ni nada por el estilo, si es lo que insinúas.

-No digo tú, digo los dos. Yo me siento una mierda. Me siento poco hombre desde esa noche... en cierto modo, y casi no soy ni capaz de verbalizarlo...

-Adelante -me animó.

-En cierto modo es como si realmente me hubiesen castrado. A veces pienso que esto ha sido peor.

-Me ocurre lo mismo... El que me hayan amenazado con darme por culo si me vuelvo a vestir con uno de mis bikinis... es casi peor el miedo a vestirme atractiva de nuevo que lo que hubiesen podido hacerme.

-Te diré una cosa, María, lo superaremos -insistí-. Lo superaremos juntos. Sin psicólogos si tu quieres, pero debemos enfrentarlo. Tienes 19 años, no vas a vestirte como no te gusta de por vida por culpa de unos delincuentes callejeros. ¿Tú los habías visto alguna vez?

-No, aquella tarde en la piscina fue la primera vez.

-No creo que sean de aquí. ¿Y en todo caso qué van a hacer, violarte y cortarme los huevos a plena luz del día si nos ven en la piscina? Seamos racionales, quisieron darnos un susto, un escarmiento si quieres. A ti por calient... por vestir así y a mí por ser el feo afortunado que goza de tu cuerpo. Pero ya viste que el que mandaba les dijo que nada de violarte, que acabarían en la cárcel. Unos delincuentes peligrosos de verdad actúan, no se andan con tanto miramiento y menos ante un cuerpo como el tuyo semi desnudo.

-Puede que tengas razón, evidentemente no los veremos más, y aunque los viésemos no podrían hacernos nada en público y siempre podríamos llamar a la policía... pero, uf, pero no me atrevo a vestir de otro modo por ahora.

-María, no tiene que ser ahora. Pero una cosa es no ponerse hoy un tanga y otra quedarte traumatizada de por vida.

-Pero es que siento que si no vuelvo a ser la que era pronto, no lo seré jamás. Y por otra parte me muero de miedo. Llevo dos noches sin pegar ojo por las pesadillas.

-Esta noche dormirás aquí. Tranquila, no habrá sexo. Dormirás aquí, así que avisa a tus padres de que has quedado con una amiga o lo que sea.

-De acuerdo. -Me sonrió, parecía que hacía años que no lo hacía, y después nos dimos un breve beso.

-María -continué, después de que escribiese a sus padres-, yo sé que no estoy a tu altura como hombre...

-¡No digas tonterías!

-Es la verdad. Mírame. No soy guapo, no tengo gran cuerpo... y tú eres una diosa, y la chica más guapa de la facultad.

-¡Pero tú eres muy culto! Yo en las clases temblaba solo con verte. Y eres alto, y hablas bien. Me gustas tú, me gusta tu polla...

-María, me siento muy culpable. Tienes razón, me encantaba exhibirte con aquellos bikinis...

-Shhh, calla. A mí me gusta calentar pollas desde los 13 años. Esa es la realidad.

-Pero yo te incité y...

-Que no seas tonto, ya está. Vamos a superar esto y, con tu ayuda, volveré a vestirme como una zorra, incluso para ir a la piscina -rio-. Ahora lo veo muy lejos, pero sé que me ayudarás a recuperar mi vida.

Nos besamos. Nos besamos largo rato. Yo no me atrevía a ir más allá, por miedo a incomodarla. Fue ella quien me puso la mano en el paquete, y me acarició la polla por encima del pantalón. Entonces me atreví a tocarle las tetas, y me apartó.

-Yo... lo siento, María, no quería...

-No es eso, es que no me siento cómoda así, hecha un adefesio. Quiero ponerme guapa para ti. ¿Tengo algo de ropa en tu armario?

-Creo que sí -dije, confuso.

María se fue al cuarto y volvió con uno de sus famosos bikinis tanga. El primero que yo le había conocido. Se giro sobre sí misma, estaba espectacular.

-Mira, resulta que había uno de estos. Creo que es un comienzo... el ponerme uno aunque sea en casa, para ti, para poder superarlo.

-No tienes por qué hacerlo...

-Ya lo sé, pero quiero hacerlo.

Se dio media vuelta y, meneando sus caderas de un lado a otro, desfiló por la habitación ofreciéndome la maravillosa vista de su culo en aquel bikini tanga que, injusto sería no decirlo, era realmente de guarra.

-¿Te gusta?

-Me vuelve loco.

-¿Estoy sexy?

-Estás increíble.

Nos besamos de nuevo, se giró y me puso sus glúteos sobre mi polla, que previamente había sacado ella misma del pantalón. Empezó a balancear su culo arriba y abajo sobre mi miembro, pajeándome lentamente con su culo en aquel bikini tanga de diosa calientapollas.

-Dime cerdadas.

-¿Cómo?

-Estoy cachonda, joder, dime cerdadas, trátame como una guarra cualquiera.

-María...

-¡Hazlo, por favor!

Me daba mucha vergüenza, pero en el fondo aquello también me ponía muy cachondo, y me desinhibí.

-Venga, menea el culo, zorra.

-Eso es... -María se tocaba el coño.

-¡Vamos, tanto calentar pollas!

-¡Sí, joder, soy una calientapollas de mierda!

-¡Te deberían encular por vestir así, puta niña pija! -yo mismo no me creía lo que salía de mi boca, pero ella se excitaba más y más.

-Sí, joder, eso es lo que soy. ¡Vamos, dame mi merecido! ¡Oblígame a entregar el culo!

No pudiendo contenerme más, le aparté el tanga con violencia.

-¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres que te den por culo, verdad? Por eso te pones esta ropa de cerda, pues... ¡toma!

-Ahhhhhh... mmmmmmm...

-¡Toma por culo, joder!

-¡Ooohhh... joderrr!

Me la follé por el culo como y cuanto quise, hasta que al final, cuando no aguantaba más, la saqué y se arrodilló para recibir la lefada en su cara.

Sus ojazos verdes de gata me miraban mientras esperaba, con la boquita abierta, mi corrida. Después de tragársela toda, me limpió la polla con la boca y me dijo:

-Ha sido increíble... Creo que soy una auténtica zorra.

Si queréis que continúe cometad y votad, por favor. Tengo muchas dudas de si debo seguir esta saga. Gracias por leerme.