María (II)
Continuación del relato anterior. Agradezco sus comentarios y críticas.
Saco el cinturón del pantalón produciendo un leve zumbido que María acompaña inhalando aire más profundamente. Me recreo en sus formas mientras bajo mis pantalones y mi ropa interior, en su piel morena, en sus rizos sobre la nuca, en cómo abre un poco más las piernas. Me quito la camiseta sin prisa mientras ella se impacienta.
- ¿Vienes?
- Shhhhhhh, ¿acaso tienes prisa?
- Necesito sentirte cerca.
Me adelanto un par de pasos hasta que mis muslos rozan los suyos, mis pies junto a sus pies, mi cintura unida a su trasero y me inclino para que su espalda sienta mi pecho. Acaricio sus hombros y llevo mis manos hasta las suyas, entrelazando los dedos con ellas. Un pequeño bufido y el movimiento sacando un poco más el culo me confirman que está muy excitada.
- ¿Ves? No he tardado tanto.
- Demasiado, estoy ardiendo.
Cruzamos las miradas en el espejo, la suya es chispeante, sus ojos marrones me observan con una combinación de deseo, impaciencia y curiosidad. Mis ojos le transmiten tranquilidad, paciencia y antes de apartar la vista de ella, pasión.
Quiero que sienta lo que me provoca y coloco mi polla sobre su culo, de forma que mis huevos y parte del tronco lo rocen. Me muevo despacio sobre ella y acerco mis dientes a su oreja derecha.
- Esto es lo que provocas en mí. Me has puesto muy duro sin necesidad de tocarme.
Estira la cabeza hacia atrás y vuelve a dejar escapar un bufido suave y largo.
- Si cabrón, me encanta ponerte a cien.
Me aparto de ella un poco y dejo sobre su espalda un poco de líquido pre seminal. Se lo extiendo con la mano con suavidad por toda la parte baja de la espalda. Bajo los dedos hasta llegar a su esfínter y ella se mueve sorprendida. Un azote con mi mano izquierda sobre su cachete la vuelve a sorprender.
- Shhhhhh, no te muevas ni un milímetro.
Recorro su esfínter haciendo pequeños círculos, sin presionar, solamente quiero que sienta que puedo hacer lo que me apetezca con su cuerpo. Ahora es un pequeño gemido el que se escapa de su garganta. Su culo, no desentona del resto del cuerpo, pequeño pero perfecto. Dos nalgas morenas, sin marcas de bikini apenas, duras y suaves. No me resisto a soltarle un azote a cada una de ellas. Los recibe con gusto, ambas con la respiración un poco más ronca, señal de que le gusta recibirlos. Lo sé y por eso te doy dos más. Su mirada en el espejo está cambiando, ahora es más salvaje. Otros dos azotes comienzan a teñir de rojo el culo. Esta vez el gemido es más pronunciado. Vuelvo a azotar sus nalgas e inmediatamente las acaricio con las uñas, disfrutando de los surcos blancos que desaparecen casi al pasar mis dedos.
- No quiero que se te ocurra separar las manos del cristal.
- Uhmmmmmmmmm.
- Ni un milímetro.
Veo cómo cierra los puños y no las separa. Me sonrío y ella se da cuenta. También sonríe cómplice. Dudo si le produce más placer recibir los azotes o saber que disfruto proporcionándoselos.
Deslizo mi mano izquierda entre las dos nalgas y busco su coño, me pongo casi en paralelo a ella porque quiero que se fije en cómo tengo la polla, mirando al cielo, dura y con el glande humedecido por las gotas del líquido pre seminal. Al sentir mis manos, aprieta involuntariamente los muslos y escucha que digo una sola palabra, abre. Abarco con mi mano todo su sexo y la aprieto sin moverla, casi levantándola en peso. La punta de mis dedos alcanza su pubis, recién depilado y mi muñeca descansa sobre su perineo. Siento un calor muy fuerte en la palma de la mano, así como una humedad viscosa. No solamente sus pezones, pequeños pero protuberantes y extremadamente duros, confirman su excitación; su coño habla por sí mismo.
Quiero explorar sus límites con mi mano y deslizo mi dedo corazón entre sus labios dibujando toda la extensión de su sexo, desde el perineo hasta el capuchón del clítoris. Lo hago despacio, aprovechando toda la humedad que va manando. Ella se pone de puntillas presa de la excitación y vuelve a apoyar los talones cuando masajeo con la yema del dedo la entrada a la vagina. Bufa con más fuerza, ya no como una persona sino casi como un animal. Elevo un poco mi dedo, no quiero que termine aún, llegando al perineo. Me llevo una parte de la humedad y la extiendo en esa zona, masajeándola en círculos, rozando en ocasiones el esfínter, en ocasiones la vagina pero centrándome en medio y presionando ligeramente.
- Fóllame cabrón, hazlo de una puta vez. ¡Fóllame!
Se está desatando y eso me gusta. Sigue con las manos apoyadas en el cristal, con una huella de humedad bastante grande alrededor de sus puños. Su respiración se agita por momentos y, si no la conociera, no me habría extrañado que hubiera saltado a clavarse mi polla.
Mi dedo ahora viaja en busca de su clítoris, oculto bajo una pequeña pieza de piel. Está endurecido, deseando que le haga una visita como al resto de su sexo. Le doy un par de golpecitos con la punta del dedo y me dedico a masajearlo, como en otras zonas, en círculos. Sin demasiada velocidad pero de forma constante. Ahora es un ronroneo lo que sale de su garganta que provoca que mi polla de un respingo y ella la mire bajo sus brazos mientras se relame. Noto en la mano cómo abre y cierra su coño buscando una penetración que todo su cuerpo desea. Apoyo mi pulgar en la entrada de su coño y lo deslizo al interior despacio provocando en María un gemido largo y sensual. Mis dos dedos se mueven sobre su sexo, uno acariciando el clítoris y otro dentro de su coño. Veo cómo se le eriza la piel de la parte baja de la espalda y comienzo a acariciar la punta de mi polla muy despacio para que ella lo vea. Una gota de saliva se desprende de sus labios y cae al suelo, vuelvo a sonreírme.
- ¿Quieres correrte ya?
- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, necesito hacerlo de una puta vez.
Me contesta parando en cada una de las sílabas. Comienzo a frotar su botoncito con más ímpetu, a introducir mi pulgar lo más profundo posible y María comienza a jadear. Su orgasmo se acerca, lo estoy sintiendo. Tensa sus muslos, se pone de nuevo de puntillas, suda y comienza a emitir un bufido gutural mientras aprieta mis manos con sus muslos. Se corre estallando entre varios gemidos cortos y profundos. Le tiemblan las piernas y apoya las palmas de las manos en el espejo. Continúo con mi movimiento de dedos, disminuyendo la velocidad progresivamente mientras ella toma bocanadas de aire. Mi glande está brillante e hinchado pero aún no es el momento de que me corra.
Saco despacio la mano de su coño y me la acerco a la boca. Disfruto de su sabor, delicioso, suave y lo comparto con ella rozándole los labios. Abre la boca para aceptar mi dedo pulgar al mismo tiempo que inspira con fuerza por la nariz. Lo atrapa con los labios succionándolo con ansia, jugando en el interior de la boca con la lengua sobre él. Intentando rebañar el más mínimo resquicio de su flujo en mi dedo.
Tomo su nuca con la mano derecha y me acerco a su boca, besando los labios mientras mantengo mi pulgar dentro de ella. Los lamo recorriéndolos y ella trata de sacar la lengua para rozarnos pero no quiero sacar el dedo de su boca. La miro a los ojos y le digo que se acerque a mí. Sin tardar apenas un segundo, me abraza con fuerza y hecho su cabeza hacia atrás para comerle la boca sin un ápice de delicadeza. Un beso salvaje, pasional y carnal. Un baile de salivas, lenguas, labios y flujo. Aprieto su culo contra mí para que sienta en su abdomen mi polla húmeda y dura. Hago mucha fuerza con mi mano izquierda, llegando María a ponerse de puntillas y gemir por el apretón.
De un salto, se encarama sobre mí y me acaricia la cabeza mientras continuamos besándonos. Pongo mi brazo izquierdo bajo su culo y el derecho abarcándole la espalda. Me gusta cómo fuerza sus piernas para no dejarme escapar. La cama está a metro y medio del espejo y en dos pasos la deposito en ella, sin soltar sus piernas sobre mí, como si fuera un koala.
Tomo sus tobillos y los separo de mi espalda. Esto aún no ha acabado, es solamente el principio de todo lo que quiero que disfrutes.
- Date la vuelta.
- No, me toca a mí. Déjame tu polla, la quiero.
- Date la vuelta.
Con un pequeño gruñido se pone a cuatro patas, apoyando las rodillas en el borde de la cama. Extiende los brazos sobre su cabeza sin necesidad de que se lo indique. Me gusta esa actitud, es la que esperaba y la que quiero ver. Pongo mis manos en sus nalgas y las abro, sintiendo una bocanada de sexo que parte de su coño. Acerco la punta de mi nariz a la parte inferior, a medio camino entre el clítoris y su vagina. Aspiro profundamente mientras la deslizo subiendo despacio, recorriendo el camino encharcado que me lleva de nuevo a su coño. Me encanta ese aroma a hembra caliente, a salvaje, a sexo. Juego con la nariz en la puerta de su vagina pero solamente es una excusa para sacar mi lengua y lamer pausadamente todo lo que ha recorrido mi nariz.
- ¡¡¡¡Cabrón, cabrón, cabrón!!!!
Vuelvo a sonreír. Busco su coño con la lengua y la introduzco lo máximo posible en él. Vuelve a bufar al sentir la punta de mi nariz rozar su esfínter. Sabe qué es lo que deseo en este momento. Sabe que no me puede negar nada y que no desea negarme nada. Apoya su cabeza en el colchón y la gira hacia la derecha, tratando de mirarme. Lleva cada una de sus manos a una nalga y las abre para mí. No hay invitación más plástica que esa.
Dejo caer saliva sobre su esfínter y veo cómo comienza a moverlo, tratando de abrirlo y cerrarlo. Sé que, aunque no es virgen, no está acostumbrada así que voy a ser delicado con ella, con ese culo que me ofrece como presente. Muerdo con suavidad su perineo, marcándolo con los dientes, sin apretar, encaminándome al esfínter que me espera. Aprieto sus muslos con ambas manos mientras recorro los pliegues de su esfínter con la punta de la lengua, de forma muy suave, dejando gran cantidad de saliva sobre él. Un gemido intenso se le escapa acompañado de un bufido por mi parte. Lamo su ano durante unos minutos, pasando tanto la punta como el resto de la lengua por él. Es hora de que mi pulgar comience a trabajar y lo coloco sobre el esfínter. Hago un poco de presión con la cual María colabora relajándolo. Mi primera falange entra bien y la mantengo dentro. Otro bufido de María. Cubro con más saliva la zona e introduzco la segunda falange, despacio pero sin pausa. Noto la presión de su culo sobre mi dedo pero ni la más mínima queja, más bien placer es lo que se desprende de su respiración. Aprieto su nalga izquierda con mi mano derecha y comienzo a sacar el dedo muy despacio, justo hasta el borde, para después volverlo a introducir dentro. Lo mantengo recto y lo curvo cuando está en su interior.
Su coño vuelve a rezumar humedad y mis dedos corazón e índice están preparados para el siguiente movimiento. Los pongo a ambos en la entrada de su coño y los voy introduciendo, despacio, muy despacio.
- ¡¡¡¡Eres un hijo de puta cabrón!!!! ¡¡Me estás matando!!
Vuelvo a sonreír mientras consigo que tres de mis dedos estén en su interior. Ahora toca el movimiento final que es unirlos dentro de su cuerpo. Masajeo la pared interior de su coño y de su culo con las tres yemas, haciendo círculos. Sin parar de mover los dedos. Me encanta esa combinación de sufrimiento/placer que sé que siente en estos momentos. Sufrimiento porque no es mi polla la que está dentro de su cuerpo y placer porque…
- Dios, ¡¡me corro!!
No salieron más palabras de su boca, volvió a tensarse y sus muslos volvieron a vibrar. Sentí sus espasmos en su coño y en su culo, simultáneos. Saqué los dedos de su cuerpo mientras ella otra vez se encontraba boqueando para coger aire. Esta vez se dejó caer de costado sobre la cama, encogiendo las piernas, apretando los puños con furia. Me fijé en su mirada, había cambiado completamente.
La que antes era María, ahora era una fiera deseosa de sexo y lujuria, había salido a la luz su lado de zorra. No hicieron falta más palabras, estaba todo dicho y volví a sonreír.