MARÍA: HERMANAS (3 de 3)

María se había olvidado de su papito, pero siempre que la visitaba, cada vez más ocasionalmente, no le negaba la entrada de sus dedos en su coñito y le daba morreos plenos en lujuria y saliva hasta que se corría y gemía con la lengua de su papito en la garganta.

Mantener el secreto no había sido tan difícil como habían pensado las dos hijas mayores de los Valenzuela. Carolina tenía el sueño tan pesado y se dormía tan pronto que no era problema evitarla, además, como mamá y papá le habían dicho que la hora de dormir era a las 9pm a esa hora en punto estaba lista para darle una visita a Morfeo, en cuanto a Sandra, la menor cada vez más seguido se escabullía fuera de la habitación para dormir con sus padres así que las dos chicas tenían el camino libre para pasar noches enteras comiéndose el coñito y haciéndose dedos hasta quedar cansadas y rendidas.

María se había olvidado de su papito, pero siempre que la visitaba, cada vez más ocasionalmente, no le negaba la entrada de sus dedos en su coñito y le daba morreos plenos en lujuria y saliva hasta que se corría y gemía con la lengua de su papito en la garganta. Jazmin escuchaba todo esto y se hacía un dedo bajo la sábana mientras su padre dedeaba a su hermana mayor.

—Quiero que papito me haga lo mismo —dijo Jazmin una noche mientras se daban una ducha juntas, no era extraño que compartieran el tiempo en el baño para ahorrar tiempo y agua, en esa casa todo se trataba de economizar. Se enjabonaban una a la otra con la esponja y el jabón líquido, el espacio era muy reducido por lo que sus tetas adolescentes se refregaban en la espalda de la otra—. Me mojo desde el momento en que entra, quiero que me coja rico.

—Zorra —respondió María desde su espalda, estirando las manos para abrazarla y sujetarle los senos espumosos con las dos manos—, ¿no te basta con mi lengua?

—Me encanta, pero soy tan putita como mamá, necesito una verga —respondió la otra, abriendo las piernas mientras María deslizaba una de sus manos hasta el coñito de la otra. Habían aprendido a depilarse entre ambas y a recortarse en vello, así que ahora usaban una pequeña línea de vellos castaños muy bien recortados.

Los dedos de María se perdieron entre los carnosos labios de Jaz y ésta última se sujetó de manos abiertas a la loza más cercana, gimiendo mientras su hermana le metía dos dedos y le mordía el cuello, penetrándola cada vez más rápido.

—Que dice mamá que se apur… —Caro se quedó boquiabierta en la entrada, las mejillas pálidas se le tornaron rojas y cerró la puerta del baño con la misma rapidez con la que la había abierto—. ¡Que se apuren! —completó desde el exterior.

María y Jaz se recompusieron con prisa en cuanto escucharon la puerta abrirse, se volvieron a enjabonar y a abrir el chorro del agua, por la cortina Caro no había visto nada en específico, pero las siluetas se adivinaban en una posición comprometedora y sexual, lo demás se adivinaba por los gemidos que se percibieron de la menor. Aún así, María y Jaz estaban asustadas y pensaban hablar con la tercera de las hermanas esa noche, sin embargo, Caro se “durmió” con rapidez esa noche y las evitó con tanta maestría que no pudieron ni verse a la cara.

Cuando Gerardo entró esa noche a dar el beso de las buenas noches a sus hijas, éstas lo esperaban despiertas, Jaz sentada con las piernas cruzadas como una indita en la litera de abajo, usando una braga transparente blanca que dejaba ver debajo su coño depilado y un sostén rosa con una lazo blanco al centro. María en la litera de arriba estaba bocarriba con la sábana de corazones rosas cubriendo su cintura pero el top superior era de encaje rojo. Gerardo sudó frío.

—Buenas noches, princesita —susurró para no despertar a Caro, se inclinó para besar la frente de María de forma casta y hacer lo mismo luego con la siguiente, para marcharse tan pronto como fuese posible, pero las chicas tenían otro plan y cuando su papito se inclinó para besar a la mayor éste se aferró a su cuello y lo prensó en un beso húmedo y profundo que él no pudo romper.

Abajo, Jaz se arrodilló en su litera y se colocó frente al bulto de su padre y lo frotó con las manos, sintiendo la dureza y el tamaño de su padre.

—Pero, ¿qué…?

—¡Shh! Tranquilo, papito, déjanos darte las buenas noches —dijo María, tomando la mano de Gerardo y llevándose sus dedos a la boca para chuparlos al mismo tiempo que en la litera de abajo Jaz sacaba su verga y la chupaba.

Para que Gerardo no gimiera mientras Jaz le hacía una felación en la parte de abajo, María se bajó el top y le dio a chupar sus tetitas juveniles, él con mucho gusto se las lamió y succionó tanto que el pezón se le hinchó y sonrojó, pero la mayor de las niñas estaba mojadísima y se le hizo fácil a Gerardo meterle un dedo y le cupo otro así como a la segunda de las niñas le cupo la verga de su papito en la boca.

Era como un servicio especial tener a una de las jovencitas chupándole la verga al madurito en la litera de abajo mientras que la otra le daba el coñito y las tetitas en la litera de arriba, Gerardo sólo sentía los labios carnosos de su niña alrededor de su polla, la lengua que le lamía las pelotas y la manita que le sacudía el falo al mismo tiempo, mientras que sus ojos veían las tetitas erectas, el coñito húmedo y sus dedos perdiéndose en él.

—Me voy a correr, princesitas —susurró contra los labios de María y Jaz, abajo, se afianzó de su verga y cerró los labios en torno al glande para succionar mientras su papito se corría en su boca, como una becerrita Jazmín succionaba los chorros de leche que Gerardo sacó, le limpió la verga a lenguetazos y se tragó la lechita al terminar. Se acostó y envolvió con la sábana hasta el cuello esperando a su él le dedicara atención, tenía los labios hinchados y rojos pero sonreía cuando su padre se inclinó y le besó la frente—. Buenas noches, muñequita hermosa. Gracias.

—Buenas noches, papito —respondió Jaz.

En cuanto Gerardo hubo cerrado la puerta María se mudó a la litera de abajo y se escondió bajo las sábanas con su hermana, morreándose y magreándose los culos y las tetas desnudas debajo sin saber que Caro estuvo escuchando y viendo todo el espectáculo.

Carolina estaba estupefacta. No sabía si estaba asustada por lo que su padre hacía sus hermanas o excitada por lo que su padre hacía a sus hermanas, pero cuando se tocó las bragas bajo las sábanas supo que estaba más caliente que asustada. Luego vio como las otras dos comenzaban a manosearse y besarse en una litera y de alguna manera Caro comenzó a sentirse desplazada y sola, quería llorar. Lo hizo.

—¿Caro? —Las otras dos se separaron al notar su llanto y desnudas como habían quedado llegaron a su lado, en la litera inferior y de rodillas le tocaron la frente y el cuello para ver si tenía fiebre—. ¿Caro, te duele algo? ¿Qué pasa? —preguntó la mayor.

—¡Eh! Pecueca, ¿qué tienes? Ya no te pongas así, dinos qué pasa.

—¡Déjenme! —espetó la tercera. Curiosas y confundidas, las otras dos se vieron la una a la otra.

—Pero, ¿qué mosca te picó, loca? Solo queremos ver qué te pasa —respondió María, molesta por las niñerías de la menor de las tres. Entonces Carolina explotó en verdad.

—Ustedes hacen eso con papito y entre ustedes, Sandra se la pasa con mamá y papá en las noches, ¡y a mí me dejan sola!

—¡Shh! Pero baja la voz que es tarde —reprendió Jaz. Fastidiadas, las otras dos se miraron, sin poder creer el drama de Caro—. ¿De verdad te pones así? Yo pensé que te ibas a poner toda moralista.

—Yo pensé eso de ti la primera vez y mira lo puta que saliste —comenta María, ganándose una colleja de parte de Jaz—. ¡Oye!

—Mensa.

—Ya, no es momento. Mírala cómo está llorando la tarada esta —señala a Caro que se ha hecho una bola y les da la espalda—. Hay que callarla antes de que nos regañen por su culpa.

—Vas.

—A ver, taradita, mírame y deja de llorar un segundo —dice María, obteniendo la atención de Caro—. Si te incluimos en nuestros… juegos —sugiere tras pensarlo un segundo—, ¿prometes mantener la boca cerrada?

—Yo no soy lesbiana, ¡sucias! —brama la otra, ofendida.

—Nadie lo es hasta que tiene una lengua en el coño, entonces no importa de quien es la lengua —explica Jazmín, entornando los ojos—. Relájate, mira que te va a gustar, una vez te corras no vas a querer probar otra cosa. Aunque la lechita de papito es una cosa riquísima de probar, ¡auch!

—No es el momento —reprocha María tras darle la colleja, se gira hacia Caro que se ha erguido a escucharlas, apoyada en sus codos—. ¿Qué dices? Déjanos mostrarte cómo se hace un dedo y una comida de coño, nunca te has masturbado, ¿verdad? —Caro niega—. ¿Ya ves? Es tiempo de que aprendas, a ver, recuéstate.

De inmediato María toma el mando de la situación y obliga a su hermana menor a recostarse de nuevo y le arrebata las sábanas de un tirón, dejando la pijama de pantalón y camiseta floja de Lilo&Stitch .

—¡Uh! Esto te va a gustar, santurrona —dice Jaz, colocándose a su lado y subiéndole la camiseta de golpe, dejando sus pezones al aire, de un color mucho más claro que el de las otras dos.

—O-Oigan… C-Creo que d-deberíamos ir m-más despa-pacio… —intenta decir Caro pero sus hermanas van tan a prisa que en un santiamén la tienen desnuda y las piernas abiertas, tiene el coño cubierto con un vello casi rubio y más al ras de la piel de lo que las otras dos pensaban.

—Mmm… Que rico ese coñito lampiño, hermanita, me gusta.

Los pececitos daban vuelta reflejados en la pared con su luz fantasmal, mientras las dos hermanas mayores le comían el coño y le metían un dedito a la menor, le chuparon los pezones hasta que se los dejaron rojos e hinchados, Jaz disfrutaba sujetando las piernas de su hermana para evitar que las cerraba mientras que María prácticamente obligaba a Caro a correrse en su lengua, era el juguetito de las otras dos y a partir de esa noche cada vez que ellas querían la despertaban a media noche y la desnudaban para comerle el coño, incluso le llegaron a sujetar las piernas y las manos a las bases de la litera para las dos poder concentrarse en comer de ella lo que quieran sin tener que preocuparse de que se moviera.

—Te tenemos un regalito, papito —dijeron una día en que Gerardo llegaba a darles las buenas noches y encontró a su hija Carolina abierta de piernas y amordazada en su litera mientras las otras dos, igual de desnudas, se arrodillaban a los pies de la cama para ver cómo su papito le comía el coño. Ambas se entretuvieron chupándole las tetas a su hermanita menor y haciéndola gozar rozándole la piel y besándola hasta que agitó sus piernas y se corrió en la boca de su papito.

Fueron cuestión de semanas para que Gerardo tuviera a dos niñas chupándole la verga en la litera inferior mientras le comía el coñito a una tercera en la litera superior, turnándose cada noche y rotándose para una ser la que reciba la lechita y la otra la lengua en el coño.

Fin


¡Emma aquí!

¿Qué les ha parecido éste relato? Es el fin de éste relato pero no de la historia de María y su familia, hay muchas cosas que contar.

Que la pasen rico.

Un besito húmedo y caliente donde quiera,

Emma.