MARÍA: Experiencia laboral (5 de 5)

La pequeña adolescente se reencuentra con su cliente favorito, ahora más experimentada y confiada en su puesto de trabajo disfruta cada "pedazo" de su responsabilidad.

NOTA: Recomiendo leer las partes anteriores para conocer el contexto de la historia.


Un nuevo día para la nena colegiala que sale del instituto y toma el autobús que la lleva en ruta hacia su lugar de trabajo, ésta vez sus cascos con orejitas de gatito y luces azules van a juego con un short de mezclilla rotos, tan pequeños que no logran cubrir su culo y medio tajo de carne sale por los bordes, incluso se le pueden ver el nacimiento de sus labios mayores si se mira con cuidado, ha decidido ir sin bragas para evitar que le aprieten más. Arriba, cubriendo sus tetitas pequeñas un top verde limón sin sostén, haciendo que sus pezones erectos se noten como dos botoncitos.

Con el maletín cruzado de un lado y el celular en la mano derecha, Maria sube de manera mecánica al autobús, concentrada en el vídeo que va reproduciendo, le entrega el pasaje al conductor sin siquiera verlo o escucharlo, lleva el volumen a toda máquina. Con la mano libre se hace de uno de los tubos y se queda de pie, por fortuna para ella ese día el autobús parece ir más vacío pero no falta el “ya llegó la putita de las tres” que se susurra en el fondo. Más de uno se hace una paja secreta viendo a la jovencita exhibirse en el transporte público, y si supieran lo que ella mira en su celular quedarían aún más maravillado: una película para adultos en su sitio web, donde una chiquilla, como ella, chupa dos vergas al mismo tiempo. Se prepara para el día de trabajo.

Uno de los pasajeros se levanta y hace una parada, le toca el hombro ella por fin alza sus ojos, viendo cómo le ofrecen un asiento, la nena sonríe con sus labios carnosos brillantes por un labial rosa y se sienta al lado del oficinista de siempre. Lo reconoce y le sonríe también, volviendo de inmediato su atención al vídeo.

El hombre no puede evitar la curiosidad y echa un vistazo a dos cosas: la entrepierna marcada de la jovencita y el vídeo sexual que ella mira con total normalidad. Se remueve con incomodidad y con su maletín intenta cubrirse la erección que le surge ante tremenda mujercita. Ella nota entonces su curiosidad y se baja los cascos.

—¿Qué pasa? ¿Quieres ver?

El oficinista se sonroja.

—N-No, no, pequeña, sólo tenía curiosidad. ¿No estás muy peque para ver esas cosas? Je, je —pregunta él con evidente nerviosismo. Es un hombre mayor que ella, mucho mayor, pero intimidado por la tensión sexual que ella genera. No es el único que evita mirarla directamente.

—¡Qué va! ¡Si me encanta coger! —El hombre se atraganta con su saliva mientras Maria se parte de risa, abriendo las piernas con comodidad, él puede entonces ver mejor su coñito asomarse entre el diminuto pantaloncillo—. ¡Hombre! Pero sí ahora es normal. Me van más las mujeres, si puedo serte honesta, pero uno toma lo que hay.

—¡Joder! Eres aún más increíble de cómo te miras, pequeña. ¿Tienes novio? ¿El matón ese que te mete mano es tu novio?

—¿Panda? No, sólo es un amigo —responde ella, acomodándose su melena castaña y parpadeando sendas veces con esos ojazos castaños relucientes. El oficinista está encantado y excitado, con su verga morcilloza—, ¿por qué? ¿Te gusto?

—¿A quién no? Todos aquí quisiéramos tener la oportunidad de tener tus atenciones, pequeña. —La propiedad con la que habla el oficinista hace sonrojar a Maria—. Vale, no quiero interrumpirte más en tu vídeo.

—No es problema, ¿quieres ver? —Él pasa saliva y asiente, Maria termina de girar uno de los parlantes de sus cascos para que la almohadilla quede hacia el exterior, esto permite al acompañante unir su cabeza a la de ella y escuchar por el casco. Los gemidos del vídeo y la respiración de la pequeña de inmediato envían una descarga de sangre a su torrente, ve el pecho de la pequeña, escaso de carne pero abultados y con un pezón prominente alzarse con cada suspiro, siente su olor fresco y juvenil tan cerca y no se controla, extiende una mano y la descansa en la pierna de la nena—. Me encanta ésta parte —dice ella, sin prestarle atención cuando él desliza su mano hacia la cara interna de sus muslos muy cerca de su coño—. Mira…. ¡Cómo se la traga! ¡Que rico! —Se relame los labios cuando ve a la jovencita del vídeo hacer una garganta profunda y gime suavecito cuando él comienza a pasar sus dedos despacio sobre su coñito—. Quisiera una verga así justo ahora para chuparla como una paletita. —Cada palabra es más erótica que la anterior y ahora que la tiene cerca, el oficinista puede ver que su brillo labial tiene pequeños glitters dorados que relucen aún más en contraste con la piel canela de la pequeña latina—. ¿Te gustan las mamadas?

—Me encantan —responde él, desabrochándole el botoncito de short y bajándole la minúscula bragueta para meter sus dedos dentro de ese coño rasurado—. A mi me encantaría una mamada en este momento, como la del vídeo, pero con volver a tocarte el coñito me conformo, pequeña.

—¡Oye! —dice ella, al bajar el celular y ver la mano del oficinista dentro de su pantalón, inmóvil, pero cuando él comienza a mover sus dedos sobre su clítoris se le olvida y de manera instintiva abre las piernas para que él se pierna entre esos labios carnosos—. ¡Uh! ¡Qué rico! Sigue, sigue —ruega,  echándose los cascos sobre el cuello, aplacando con esto su melena castaña, entonces ella desliza la mano bajo el maletín del ejecutivo y encuentra la tremenda erección de éste, masajeándola sobre el pantalón. A bajarle la bragueta va cuando él la detiene.

—No, no, hazme correrme en la ropa. Me imagino que te froto el culito desnudo con mi ropa puesta, me da morbo, pequeña.

—¿De verdad? ¡Qué raro, ji, ji! Como quieras, tú méteme unos deditos, ¿sí? Voy a darle play al vídeo. —Maria se acomoda los cascos y uno pegado a la cabeza del otro, con las manos ocultas bajo los maletines y gemidos suaves se pajean al son del vídeo porno que comparten, el oficinista se corre y se moja la ropa interior así como el pantalón, largando chorros de leche abundantes. Ella lo detiene, porque sabe que si se corre quedará empapada y no tendrá ropa para volver a casa—. ¿Esta es tu parada? —dice ella al reconocer el lugar habitual en donde él se baja.

—¡Ay, pequeña! Si pudiera te llevaría conmigo —suspira relamiéndose los dedos antes de darle un beso amistoso en la mejilla y bajar del autobús.

Maria llega caliente a su puesto de trabajo, un par de clientes ya están allí buscando juguetes y disfraces, Ruiz se hace cargo hasta que la ve llegar, entonces le deja a los clientes a cargo y ella los despacha. Un par de clientes más tarde la hora del “trabajo pesado” se acerca y Ruiz sigue haciendo papeleo administrativo en la oficina, no se ha dado cuenta, entonces decide interrumpir dando toques a la puerta y abriendo.

—Adelante.

—Perdona, Ruiz, pero ya casi es hora —dice con timidez, el enano despierta de su distracción, revisando su reloj de pulso.

—¡Ah!, ¡es verdad! Perdóname, se me ha ido la hora. No te preocupes, ve, instálate que yo me hago cargo, deja la puerta abierta.

—Claro, gracias.

Entonces ella va al cuartito de atrás, se encierra en la cabina número 2 donde encuentra una silla acolchada para sentarse o almohadones cómodos para arrodillarse en el suelo, una mesita con un par de botellas de agua, un baldecito vacío, pañuelos desechables, condones…

Para sentirse más cómoda se desnuda y sienta en la silla colchada, saca uno de los vibradores pequeños color fucsia que Ruiz le ha regalado, y con las orejitas de gatito desprendiendo luces mira otro vídeo mientras se masajea el clítoris con su juguete, humedeciéndose y calentándose aún más, entonces escucha la puerta abrirse pausa el vídeo de inmediato para arrodillarse en el almohadón aún con sus orejitas de gatita puestas. De su mesita toma el labial con glitter y el espejo para retocarse los labios.

—Buenas noches.

«¡Es el mismo sujeto de mi primera noche de trabajo!» Maria siente su corazón latir con prisa, también su clítoris palpita por la excitación porque hace mucho que no lo ha vuelto a ver, o sentir, tres semanas ya.

—Buenas noches —responde ella, tan animada.

—¿Me recuerdas?

—¡Claro que sí! —Con emoción en su voz—. Eres el único que me dice cosas bonitas y que saluda.

—Vale, me alegra que te acuerdes de mí. Oye, te traje algo.

—¿Qué? —pregunta ella con sus tetas paraditas y viendo con adoración el agujero en la pared de madera por donde ha de emerger la verga que tanto placer le dio su primera noche.

—Un regalo, trata de adivinar: es duro, largo y delicioso.

—Mmm… —María se ríe, su risita aguda es una lindura tanto como ella—. ¿Tu verga?

—¿Qué? ¡No! —ríe él—. Eres una traviesa, pequeña. ¿Te lo puedo poner en éste agujero?

—Claro.

María espera con ansias y cuando ve el objeto primero exclama con sorpresa y luego ríe al ver una barra de chocolate adornada con una bonita cinta roja.

—¡Gracias! —Aceptando el regalo lo deja a un lado de los condones y luego suspira, más excitada aún luego del detalle de su cliente, que se va convirtiendo en uno de sus favoritos—. Estoy lista cuando tú quieras, eh.

—¿Estás ansiosa? —pregunta él al otro lado, ella babea, pero no su boca. Enciende el vibrador y abre las piernas arrodilladas para masajearse y cerrar sus ojos—. ¿Qué es ese sonido? ¿Un vibrador? ¿Te vas a masturbar mientras me la chupas, pequeña?

—Mjum… —gime la nena.

—¡Joder! ¡Cómo me encantas, pequeña! Ven aquí, lindura.

Por fin esa verga aparece dura por el agujero y no puede creer que esa barra de carne haya entrado en su coño y duda seriamente que entre en su boca, pero no le importa, se abalanza con la mano derecha y la lengua para lamerla desde la base hasta la puntita, jugando con su ojito baboso con la punta de la lengua, sintiendo su precum amargo. Su cliente gime con ello, y Maria se regodea moviendo su pequeño vibrador de arriba abajo en su coño.

—Me encanta tu verga —dice con la boca llena, escondiendo los dientes para meterla dentro de su boca y apretarla con los dientes despacio, intentando meterla todo pero sólo entra la mitad—. Quiero tu verga en mi garganta, señor.

—¡Uff! Me dices “señor” y me dan ganas de correrme, chúpame las pelotas, pequeña, chúpamelas, así, así, sí… —suspira cuando ella con su lengüita pequeña relame las pelotas rasuradas del señor—. Eres una diablilla.

—Soy una putita, señor, quiero lechita —pide ella, ésta vez metiéndose la verga con mayor rapidez hasta tocar su garganta, haciendo un último esfuerzo de relajar los músculos y la garganta para hacerla entrar lentamente y lo consigue, sintiendo la piel del abdomen de su cliente en la punta de su naricita y sus pelotas en la barbilla.

—¡Joder! Me corro, pequeña, me corro, ¡traga! ¡traga!

A la orden y con la garganta llena de verga, Maria traga al sentir los espasmos del cliente y poco después los chorros de lefa caliente correr por su garganta como un trago de nata que pasa a su estómago, y otro trago, y otro trago… Saca la verga, escupiendo saliva pero no semen, la verga sigue escupiendo leche y sobre su carita preciosa y las orejas de gatito van a dar algunos, manchándola pero ella no deja de masturbar a su cliente hasta que lo deja seco.

—¡Pero qué maravilla! ¡Joder! ¡Eres una bomba, pequeña! Si pudiera te llevaría conmigo —dice él, antes de sacar la verga del agujero, dejándola a ella con una sensación extraña y no es calentura. Y él, cuando saca su verga se da cuenta que ella no le ha puesto condón y hay un glitter dorado en su polla.

Maria espera poco más de veinte minutos por el siguiente cliente y mientras tanto se limpia la leche y se mete un dildo pequeño y delgado con un vibrador integrado para masturbarse de manera más fácil, pero ésta vez no hay charla ni obsequio, sólo una verga que entra por el agujero, con un condón ya puesto y una media erección que ella no tarda mucho en levantar por completo y él tarda aún menos en correrse en sus tetitas.

Otro entra y ésta vez es una verga negra y larga, dura como la barra de chocolate que su cliente favorito le ha dado. Es imposible meterla hasta la garganta pero ella se esmera y la escupe, la golpea contra sus mejillas y bajo petición del cliente mete la punta de su meñique en su meato, dándole un placer inimaginable mientras le chupa las negras pelotas. Es quien le da la ración de leche más grande y ella disfruta escupiéndola sobre su cara y tetas hasta embadurnarse toda con ella como una putita, aunque nadie puede verla se exhibe y disfruta el momento.

Y otro, y otro cliente, el pequeño baldecito vacío se llena con lefa que ella vuelve a escupir y con los pañuelos empapados y condones usados. La adolescente termina con sus labios carnosos más hinchados y rojos aún, el torso brillante por tanta leche embarrada, manchas de esperma en el cabello y el coño satisfecho por las corridas que su vibrador le ha dado. Sin duda, Maria comienza a tener un buen gusto por la vida laboral.

FIN.


¡Hola, Emma aquí!

¡Otra aventura más! Puedo sentir sus erecciones mientras escribo, lo sé, y me encanta. Aún falta más para conocer de Maria y sus hermanas, no desesperen.

Mi anuncio final es éste: necesito financiar éste trabajo de escritura que con tanto morbo y cariño hago para ustedes, mis queridos lectores, quiero proponerles algo justo: una colaboración pequeña a cambio de fotitos y videos privados conmigo para que "disfruten" mejor éstos relatos.

PERO, ésto es un sondeo para ver cuántos están interesados en apoyarme, si es así, podés escribirme a mi correo: Emmareyre@outlook.com y colocar en el ASUNTO del correo "Colaboración" para darte más detalles.

Este fin de semana estaré respondiendo emails recientes así también pueden escribirme para darme sus comentarios, ya saben que intento estar pendiente de ustedes.

Un besito rico,

Emma.