MARÍA: Experiencia laboral (4 de 5)

María, una nena colegiala, comienza a ofrecer su rico coñito para el goce de sus clientes esperando ganar mucho dinero.

NOTA: Recomiendo leer las partes anteriores para conocer el contexto de la historia.


Con el corazón palpitándole con fuerza dentro de su pecho, siente los dedos del enano sujetar las correas en su tobillos, los senos aplastados contra un almohadón ancho y cómodo y en sus manos una correa para mantenerse sujeta a la  cabina y resistir los embistes de sus clientes, en cuanto el enano deja de tocarla incrementa el temor y comienza a arrepentirse. Sin embargo, aunque sólo puede ver la madera a obscuras frente a ella siente con claridad las manos del enano acariciando sus piernas y su trasero, luego acomodándole la faldita que le ha puesto, como un padre arreglando la vestimenta de su pequeña antes de darle una palmada. La pequeña faldita es de color negro con paletones delgados y una línea de lentejas plateadas en el borde que llega hasta medio culo, dejando su coño y ano virgen expuestos a sus clientes.

—Tranquila, preciosa, nada malo va a pasar, te lo aseguro. Todos los clientes usan condón además, te lo aseguro, no dejo entrar a nadie que no sea de confianza. —La voz de Ruiz es tranquilizadora, casi paternal, o lo sería de no ser por las caricias en su culo y que se lo ha follado unos minutos antes—. Relájate y disfruta que sé que te gusta ser una putita fácil, ¿escuchaste?

—Sí, Ruiz.

—¡Esa es mi Mari!

Apremiándola con otra nalgada el dueño de la tiendita se despide, sus pasos se alejan, la cortina se corre y la puerta se cierra, entonces se queda sola en la sombra de la luz led que penetra por la parte superior de la caja de madera y el agujero alrededor de su cintura. Por inercia intenta mover sus piernas pero las correas firmes le recuerdan que está inmovilizada. «¿Debería irme? Sí, debería mejor dejar esto. Voy a llamar a Ruiz» , se dice, pero no lo hace. Respira profundo y deja caer la frente en el almohadón, calmándose. Entonces es muy tarde para arrepentirse.

La puerta se escucha abrir y un par de pasos llegan hasta la cortina. Maria levanta la cabeza y agudiza sus sentidos, su coño se moja y no sabe muy bien por qué, ¿será la emoción?, ¿la incertidumbre? La cortina se corre.

—¡Wow! —dice el cliente al verla—. Buenas tardes —añade tras volver a correr la cortina y acercarse a ella mientras va masajeándose el paquete debajo del pantalón de vestir.

—¿B-Buenas tardes? —responde Maria, que no sabe si tanta formalidad es necesaria o común en esa circunstancia. Ya irá aprendiendo sobre la marcha.

—Vaya que eres una lindura. ¡Qué culazo! —dice él, y lo siguiente que Maria siente es una mano fría sobre su glúteo derecho, que masajea casi con temor, o adoración—. ¡Joder! ¡Qué coño tan apretadito! —exclama al ver el coño rosadito y rasurado de la colegiala, seguido, el pulgar cercano en el glúteo se desliza hacia sus labios mayores, enterrándolo en ellos—. ¡Uh!, estás mojadita y caliente, pequeña. ¿Tienes ganas de verga?

—S-Sí. —La honestidad sale más fácil tras esa pregunta, y es que pese a haberse corrido hace poco con su jefe, la chiquilla siente que su útero le pide una rica verga más grande y gruesa.

—¿Sí qué? —pregunta él, dándole una palmada y con más confianza colocando ambas manos en su culo promiscuo para masajearlo y separar una nalga de la otra, exponiendo su ano y su vulva brillante en jugos.

—Sí, quiero verga, señor.

—¡Uff! Y me dices “señor” y todo, eres una preciosura. Me tienes calentísimo, pequeña. —Maria escucha un poco de movimiento, no sabe qué pasa, sólo que en cualquier momento puede sentir una verga llenándole y ella no lo sabría hasta tenerla hasta el fondo, entonces el inconfundible sonido de una bragueta bajando llega hasta sus oídos—. Quiero que sientas el pedazo que vas a tener adentro, pequeña.

Entre sus nalgas una masa caliente descansa ahora, frotándose de arriba abajo y cerrando sus ojos puede imaginarla venosa y gorda, mucho más grande que la de Ruiz y más cercana al tamaño al que está acostumbrada. Se muerde los labios sin notarlo, humedeciéndose y aferrándose a las correas en sus manos alza el culo mucho más, estirando sus pies pero queda tan alta que apenas y toca con sus pulgares el suelo.

—Métemela —murmura, sintiendo cómo su cliente se pajea entre sus nalgas, apretando cada cachete con las manos para frotar su verga entre ellas—. Por favor, cógeme —gime al ver que el cliente no cumple con sus ruegos.

—Pequeña, eres una putita —ríe él, dándole dos nalgadas fuertes antes de separarse. Se escucha el condón abrirse y luego de unos segundos vuelve a tener las manos del sujeto magreándole e incluso su boca besando ese culazo y mordiéndolo, Maria cada vez está más desesperada por tener una verga dentro, él lo sabe pero en lugar de meterla de una vez la frota entre sus labios y hace presión con el glande en su clítoris—. ¿Quieres esto, pequeña?

—Sí, por favor —dice ella, intentando penetrarse a sí misma pero él se retira cada vez que ella intenta hacer las caderas hacia atrás.

—¿Quieres una verga en tu coñito de putita?

—Sí, por favor, quiero verga, por favor, señor, métamela ya.

—¿Qué tanto la quieres, pequeña? ¿Eh? —continúa él, metiendo la puntita entre sus labios gorditos y húmedos, disfrutando del deseo de la pequeña colegiala.

—La quiero hasta el fondo, que me reboten sus pelotas contra mi coñito, por favor, la quiero dentro, ¡ya!

—¡Uff! ¡Qué puta que saliste, eh! —ríe el cliente, metiendo y sacando sin penetrarla, pero solo por ello Maria siente que será una buena polla—. Le voy a escribir a unos colegas para que vengan, andan cerca, vas a tener muchos clientes y verga para ti, pequeña —explica él, y ella supone que está texteando y dándole puyones al mismo tiempo, haciéndola sufrir—. Ahora sí, ¡venga ese coño! ¡Uff! ¡Joder!

El cliente por fin entierra la mitad de su gruesa verga dentro de Maria, su coñito se estira para dejarlo entrar y vuelve a apretarlo, deslizándose fuera de nuevo comienza con la hazaña de nueva cuenta, cogiéndola rico y despacio cada vez más profundo hasta que se la entierra toda y sus huevos chocan contra el clítoris de la pequeña putita que se sacude al otro lado, sujetándose de las correas cuando su desconocido cliente la penetra con fuerza y sin detenerse, sólo para darle nalgadas o sacarle la verga y volverla a ensartar hasta el fondo con fuerza. Incluso le toma de la faldita y la coge sujetándola de allí nada más viendo cómo su culo se tambalea al chocar contra sus caderas, luego de su cintura deslizando las manos dentro del agujero y acariciando su espalda desnuda, sus dedos rozan el cabello de la morena al hacerlo, gimiendo lo putita que es y lo buena zorra.

La nena no puede parar de gemir y de pedir por más verga a pesar de que la llenan por completo y está a punto de explotar, sin siquiera saber el nombre de quien le causa tanto placer. Le gusta sentirse así, usada por alguien que sólo quiere su coño y su culo para un rato. Maria siente el orgasmo prepararse dentro de sus entrañas, lista para explotar y humedecer a su cliente, pero justo cuando comienza a alzar el pico del placer su desconocido macho se corre dentro de ella y gime dándole empollones despacio, la verga palpita contra sus paredes, el hombre se tensa y la sujeta con fuerza, evitando que se mueva mientras se corre.

—¡Joder! ¡Pero qué coño que tienes, pequeña! ¡Increíble! ¡Uff! —Con una palmada en su culo sale de ella, dejándola vacía y frustrada, ansiosa y jadeando con la lengua de fuera como una perrita en celo. Escucha el látex, movimientos suaves, poco a poco Maria recuerda dónde está y sus circunstancias, entonces se siente más frustrada y asustada que antes, pensando que se irá a casa con ganas de correrse, pero antes de que sus angustias se arraiguen su cliente le habla—. Prepárate que la noche apenas comienza, pequeña. ¡Hey, Lu! ¿Cómo estás?

—Bien, bien, hermano. ¡Uy! ¡Qué culazo!

—Lo sé, lo sé, y espera a que lo pruebes, eh.

—Es que es una preciosura, mmm… Mira esto, ¡empapadísima! —Como si ella no escuchara, los dos hombres charlan y una mano extraña, ésta vez callosa y tibia le acaricia su trasero en el que ya siente un poco de escozor por los continuos azotes de sus clientes, luego unos dedos acariciando la extensión de su raja e introduciéndose en ella—. ¡Vaya!

—Así pensé yo también. Esta putita es de las buenas, provecho.

—Gracias por llamarme, Mario. Nos vemos.

—Nos vemos, amigo.

—Ahora sí, putita, ven aquí —dice su nuevo cliente una vez se escucha la cortina correrse y la puerta volver a cerrarse. La verga envuelta en látex vuelve a invadirla pero ésta vez con mayor lentitud, menor grosor aunque siente que llega más lejos que la anterior, su cliente nuevo es menos verbal, pero hace algo que le encanta: jugar con su anito virgen, haciendo círculos en él, escupiendo saliva y dándole pequeño puyones con el dedo pulgar mientras la penetra.

María siente de nuevo esa ansiedad, el calor acumularse en su vientre y expandirse, el orgasmo nacer y crecer poco a poco como una bomba a punto de explotar alrededor de la polla que la penetra y su cliente siente cómo sus paredes se aprietan alrededor de su verga y succionan, como intentando exprimirle todo el semen obligándolo a correrse mientras ella saca un chorrito de humedad que empapa el pantalón de su desconocido follador.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Me corro! ¡Me corro! —dice él, enterrando el pulgar hasta la mitad mientras ella se arquea al otro lado de la cabina y se deja invadir hasta el fondo con ese pulgar y esa verga, añorando poder sentir la lechita en su interior—. Putita, putita, qué rico, Dios mío, qué rico. ¡Mierda! ¡Uff! ¡Me mojaste, putita!

María jadea, volviendo a apoyarse en el almohadón sin poder hablar aún, dejando sus piernas laxas al otro lado, colgando sin tocar el suelo. Su cliente habla, puede escucharlo pero las respuestas no le salen, vuelve a escuchar la puerta abrirse y cerrarse, la cortina correrse, una verga nueva jugando con su coño, dedos frotando su clítoris sensible que se alza de nuevo, se apresta al trabajo al sentir una verga caliente penetrando al interior de su coño adolescente, sus tetas se frotan contra el almohadón con cada embestida del nuevo cliente, le llenan de leche sus nalgas, otros se corren apoyando la punta de sus vergas en su anito estrecho diciéndole que le pagarían lo que ella quisiera si se deja coger por allí, incluso su espalda recibe semen caliente, le chorrea por las piernas así como sus propios flujos producto de las sesiones de sexo, algunos repitieron y otros se atrevieron a meterle la lengüita en su coño y hacerla correrse en su boca.

Cuando Ruiz llega a desatarla a la hora de cierre, Maria está sedienta y exhausta, él libera sus tobillos en silencio, solo hasta que la ayuda a salir del agujero la contempla con la falda subida hasta la cintura, despeinada y con las tetitas brillantes de sudor, el semen escurriéndole por las piernas y el culo.

—¡Wow! Eres una cosa maravillosa, has hecho más en una noche que yo en un mes, preciosa. Ve a asearte, tengo que limpiar este desastre, ¿sí?

—Sí, Ruiz —dice ella, siempre tan angelical y respetuosa, caminando hacia el baño, el enano se gira a verla pasar y su culo gordo goteando semen a cada paso. Él sabe que mañana llamará a sus clientes para el agujero número 2, a ver cuánta lechita puede tragar la putita.