MARÍA: Experiencia laboral (2 de 5)

María, la putita adolescente, comienza en su nuevo puesto de trabajo, pero la tentación de ganar más dinero la lleva a buscar otras propuestas. Su empleador no está dispuesto a dejarla ir tan fácilmente.

NOTA: Recomiendo ver las primeras partes para comprender el contexto.


Lo primero que María aprendió fue a cambiarse de ropa antes de salir del instituto para que al entrar en la tienda no la reconocieran, pero no había mucha diferencia en su vestimenta normal de la escolar: era una putita y se vestía como tal siempre. El trayecto en el bus tenía ciertas rutinas de magreos y toqueteos sutiles, incluso ella pensaba que muchas veces eran los mismos tipos de los días anteriores los que ya habían estudiado sus horarios para subirse al mismo autobús y manosearla.

—Ya llegó la putita de las tres. —Alguien susurró esa tarde mientras se escabullía entre la marea de gente, pero como iba con sus nuevos cascos puestos y la música en alto no pudo escuchar. Los cascos tenían unas orejitas de gatito que emitían luces, fruto de su primer pago, dos meses atrás ya, llevaba un top rosa pálido que tenía manga sólo en un lado, no llevaba sostén, como siempre, y un pequeño pantaloncito de algodón negro que le quedaba sujeto de su cinturita y un poquito flojo en su culito, a cualquier otra niña le hubiese holgado pero con el culo de mula que María tenía lo llenaba y ajustaba al punto de que su tanguita de podía adivinar cuando se meneaba. Los zapatos terminaban en punta y con una pequeña cinta se sujetaban del tobillo, allí también tenían un moñito. Era una cosita deliciosa de ver y de sentir para aquellos que tenía oportunidad de meterle mano sin ser vistos.

—Pero miren nada más a quién me encuentro, mi perrita favorita, ¿cómo estás, perrita?

—Panda —María se quitó los cascos y le dio un beso en la mejilla como saludo—, ¿cómo estás?

—Encantado de encontrarte, perrita, hace días no te veía, ¡mira qué rica que vas! —Panda la tomó de la cintura y la atrajo hacia sí metiendo su mano entre las raya de sus nalgas mientras que con la otra se asía del tubo en el techo. María se sujetó a él para evitar caer de presto—. ¿A dónde tan rica, mamacita?

—A mi trabajo, Panda —respondió ella, intentando alejarse del homie pero detrás de ella se acomodó otro de los acompañantes del Panda, impidiéndole alejarse y dejándole el camino al maleante de que le magreara el culo y le presionara su entrada anal por encima de la ropa, como intentando penetrarla, esto sin duda hizo que comenzara a mojarse.

—¡Ay! Estas mujeres —dijo hacia sus amigos—, no quieren salir de pobres. Ya te dije, mamacita, que sólo tienes que pedirlo y te saco de tu casa y te doy tu apartamento y tus cositas y lo que quieras, sólo tienes que ser mi perrita.

—Gracias, pero me gusta mi trabajo —respondió ella, comenzando a ponerse nerviosa y húmeda, intentando alejarse de la cara del homie pero éste en cambio se inclinó y atrapó sus labios besándola de improvisto y comiéndose su lengua mientras le dedeaba con más velocidad. María se intentó apartar y lo consiguió sólo unos segundos después pero el homie volvió a atacar con un beso y deslizó la mano desde su culo hasta una de sus tetitas adolescentes, el lugar de su culo fue reemplazado por otro homie que comenzó a magrearle las dos nalgas y frotarle su erección. La tela del short era tan suave y la tanguita se le perdía tan profundo que era casi como si estuvieran frotándose con ella desnuda.

—Tenemos que irnos, mamacita, pero se me acaba la paciencia, ésta es la última vez que te ofrezco ésta oportunidad, ¡eh! La próxima vez que te vea no habrá otra oferta, ¿entiendes?

—Sí, Panda, gracias —respondió ella, abrazándose a uno de los tubos para no caer cuando el maleante la soltó. El homie que estaba detrás de ella le dio una fuerte palmada que retumbó en el bus cuando él salió. Agitada y caliente, Maria intentó recobrar el aliento justo a tiempo para que alguien desocupara el asiento y le permitiera sentarse, era el oficinista de siempre.

—Estás hermosa como siempre, pequeña —le dijo al cederle al asiento y perderse entre la gente para bajar, dos paradas antes de lo usual, notó.

Al llegar a la tienda aún pensaba en el Panda y en sus homies , en esa oferta, pero sabía que no podía aceptarla, era muy peligrosa y le iba mejor de lo que esperaba con Ruiz. El enano la saludó desde la oficina cuando entró, ella dejó sus cosas en su cajón asignado debajo del mostrador, entró en la oficinita y rodeó el escritorio para inclinarse y besarlo en la mejilla, él, como siempre, le colocaba una mano en la parte posterior de las piernas y la veía desde abajo preguntándole cómo estuvo su día en la escuela, la forma en la que la miraba era como la veían todos los hombres: con deseo y lujuria.

—Muy bien, tengo los primeros exámenes en un par de semanas así que voy a estudiar cada vez que tenga chance.

—Me parece bien. Hasta ahora has hecho un muy buen trabajo, preciosa, cuando tengas esos exámenes sólo tráeme una nota diciéndome qué fechas los tienes y te dejo salir más temprano. —El enano no dejaba de jugarle las piernas—. ¿Te parece bien?

—¡¿De verdad?! ¿Harías eso por mí?

—¡Claro! Has sido una buena niña para mí, no te preocupes. —María sonrió, pero la sonrisa no le llegó hasta los ojos, esto no pasó desapercibido para Ruiz—. ¿Qué pasa, Mari?

“Mari”, era el único que la llamaba así. María suspiró y jugó con las puntas de su largo cabello castaño.

—Es que… No sé si contarte. —La relación con el dueño y administrador de la tienda había llegado hasta el punto en que ella había confesádole sus preferencias sexuales, no había tenido la imprudencia de contarle de las aventuras incestuosas en casa, pero sí de sus juegos con las niñas de las escuela, sus profesores y gente otra, él a su vez le había retribuido con consejos desde su vasta experiencia y escuchándola—. ¿Prometes no decirle a nadie?

—Te lo prometo —respondió él, apartando la silla del escritorio para invitarla a sentarse en él, María lo hizo abriendo sus piernitas y el pantaloncillo se marcó entre sus ricos labios vaginales. El enano se estaba recreando la pupila en esa rica figura adolescente de nuevo—. Dime.

—Hay un tipo que conozco desde hace mucho tiempo, es uno de los homies , me lo encuentro mucho desde que vengo a trabajar aquí y me ha propuesto algo… —María le contó lo que el Panda le había dicho desde hace meses, en los ojos azules del enano se veía el asombro y el temor—. ¿Qué crees que debo hacer?

—No lo hagas —dijo de inmediato, echándose hacia atrás en la silla, ella hizo lo mismo apoyándose de manos en la madera del escritorio, esto hizo que pareciera que ofrecía sus tesoros a quien tuviera al frente—. Es muy peligroso, preciosa, si necesitas dinero es mejor conseguirlo de otras maneras.

—Pero es que trabajar a tiempo completo no puedo —replicó ella, apartándose un mechó de cabello castaño del rostro, el enano, hipnotizado por la figura de la chica se apoyó de codos en las piernas de María y las manos en sus caderas para “consolarla”—. Tengo que esperar a que me gradúe para poder trabajar contigo todo el día, Ruiz.

—Bueno, pero es que hay…

—¿Hay qué? —preguntó María al verlo detenerse de presto pero el enano seguía acariciando sus caderas con sus pulgares.

—Hay otras formas de ganar dinero en éste tiempo, pero… No pensé en decirte porque no creí que serías el tipo de chica que hace eso, además de que estás peque.

—¿De qué hablas? ¿Tienes otro negocio? —preguntó ella, más interesada, deslizándose hacia el frente, esto hizo que se marcara más el coño y lo acercara a Ruiz que pudo oler con claridad la excitación que la jovencita emanaba de su sexo por los tocamientos del maleante.

—Algo así, pero no opero desde hace meses, me quedé sin… trabajadora cuando Katan renunció. Pero mis clientes me escriben constantemente preguntándose cuando voy a volver a abrir, hay mucho dinero de por medio si es lo que quieres, preciosa —los pulgares del enano se fueron acercando al pubis de la adolescente a medida que hablaba hasta el punto en que María sentía su sexo palpitar y tenía ese rostro tan cerca de su coño que no dejaba de pensar en dos cosas: dinero y sexo—. ¿Quieres saber de qué se trata?

—Ajá.

—Tienes que prometer que tú tampoco le dirás a nadie, ¡eh!

—Lo prometo —respondió ella, asintiendo y dejando que el enano jugara con sus pulgares sobre su sexo, mirándola a los ojos con sus irises azules e hipnóticas mientras hablaba.

—¿Has escuchado de los “gloryhole” ? —María cerró los ojos suspiró sintiendo los dedos regordetes de Ruiz deslizarse entre sus labios carnosos y por encima de la ropa.

—N-Nouu… —gimió como repuesta.

—Te explico entonces, preciosa —continuó él, metiendo sus dedos debajo del delgado pantaloncillo y sintiendo la humedad de las bragas de la adolescente—. Un “ gloryhole” es una persona que se deja ser usada como algo para follar y descargarse la leche, ya sea su boquita carnosa, su culito apretado o su coñito caliente —dijo él, introduciendo sus dedos debajo de las bragas y sintiendo sus carnes calientes y empapadas, encontrando su clítoris duro y erecto lo presionó en círculos y la hizo gemir, echando la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados—. Las personas pagan para el servicio y si es una mamada, el cliente pone su rica verga en un agujero —al decirlo, entierra su dedo anular en la entrada de su vagina poco a poco, penetrándola y gozándose de verla con la cabeza echada atrás mientras él habla y la folla con los dedos—, la “ gloryhole ” hace su mamada sin que la vean y recibe la lechita donde el cliente quiera y pague por ello. Si es una follada te ponemos en una caja y dejamos tu coñito al aire para que el cliente te folle sin verte y te use como la putita que eres, Mari, así —dice metiéndole dos dedos de una vez y haciendo un gancho al final, con la mano contraria aparta la tela y le estruja el clítoris viendo como los jugos de la niña mojan la ropa y la superficie de  madera de su escritorio—. Así se usa a una perrita.

María se retuerce recostándose en el escritorio, terminando de abrir las piernas para el enano y sacudiéndolas al correrse para él, gimiendo como una perrita en celo mientras los ojos azules de Ruiz se regodean con la vista de una adolescente viniéndose en su escritorio. Cuando ella recobra el sentido Ruiz saca sus dedos de ella y los relame con gusto, María se incorpora de nueva cuenta, sonriendo.

—Está bien, acepto.