María Elena, una hermosa maestra
María Elena seduce a su joven Alumno.
Hola a todos y en especialmente a todas, mi nombre, bueno, en este momento no es tan importante, lo que realmente lo es para mí, es relatar, ya que es la forma en la que puedo expresarme realmente, y para comenzar les quiero relatar una de mis experiencias, en esta ocasión la he titulado la maestra de derecho romano.
Hace apenas 2 años que terminé mi carrera profesional, estudié Derecho en una prestigiada Universidad en la Ciudad de México con muy buenas notas, especialmente en aquellas materias donde la clase la proporcionaba alguna profesora, porqué? Bueno me describiré, soy caucásico, alto, ojos color verde, tengo complexión fuerte, me gusta asistir al gimnasio y además practico otros deportes, soy alegre y siempre disfruto de una buena charla, en la escuela me desempeñé sobresalientemente ya que siempre tuve presente que lo que estudiaba me daría de comer toda la vida.
Así conocí a la profesora María Elena, una enseñante como ninguna otra, daba la clase de Derecho Romano en el turno vespertino, es particularmente bella, aunque ya cuenta con algunos años encima, aproximadamente 46, está muy conservada.
Ella es rubia, bueno al menos es el color de su tinte, alcanza el metro setenta de estatura, tiene ojos color miel, una bella sonrisa que cubre unos hermosos y perfectos dientes aperlados, y su cuerpo, bueno, es de otro nivel, tiene un gran y fabuloso par de senos, aún muy firmes y voluptuosos, los cuales disfruta enseñando a toda la clase, en especial a sus alumnos favoritos como yo, tiene un abdomen plano que ha sido trabajado por años de asistir al gimnasio y clases de yoga, una pronunciada cadera que es el preludio de un par de nalgas redondas y bien formadas, no demasiado grandes pero si lo suficiente como para que no alcances a cubrir totalmente con una mano cualquiera de ellas y finalmente tiene unas piernas firmes, que apenas dejan entrever una delgada línea que marca la perfección de sus muslos. En resumen, es una verdadera visión, una hermosa e inteligente mujer que goza de la vida en su máximo esplendor, libre (según nos relató en una de sus clases, divorciada hacía 5 años) y llena de metas y deseos por cumplir.
Cuando la conocí, no podía sentir otra cosa más que admiración, digo, es una excelente profesionista y extremadamente hermosa, por lo cual, inmediatamente me ofrecí a llevar la lista de asistencia y reportes del salón, lo que aceptó gustosamente regalándome una gran sonrisa.
El curso se desenvolvió sin sobresaltos durante las primeras tres semanas, pero después, las cosas giraron hacia un ángulo muy distinto que me abrieron un panorama maravilloso; María Elena me invitó a un simposium sobre la materia de la clase en un reconocido hotel en las afueras de la Ciudad, me dijo que necesitaba quien la ayudase para tener todo listo para su exposición, ya que había sido invitada a dar una breve introducción sobre el tema.
Por supuesto accedí, me citó el siguiente viernes muy temprano en su casa para recogerla y llevarla a aquel lugar, "a las nueve, no se te olvide", me dijo, pero era tanta mi ansia que llegué demasiado temprano, con cuarenta y cinco minutos de anticipación, toqué la puerta y me abrió muy sorprendida la maestra, quien aún se encontraba en bata y con una toalla arremolinada sobre su cabeza.
Pasa, exclamó, llegas temprano, permíteme terminar de arreglarme e inmediatamente partimos.
Caminó sigilosamente hacía su cuarto, cerró la vieja puerta de madera que hacía juego con toda la decoración de estilo antiguo que imperaba en la casa y yo me quedé ahí, impávido y tremendamente excitado por aquella imagen que apenas acababa de contemplar.
De pronto, como un maravilloso resplandor de suerte, la vieja portona de madera tenía una cerradura muy antigua, de las de película, en las que a través de la cerradura se podía observar nítidamente la parte interior de la habitación, en la que pude observar como mi maestra, María Elena, se despojó de esa bata de baño que cubría su hermoso cuerpo al mismo tiempo que retiraba la enredada toalla que recubría su sedoso y húmedo cabello.
No pude evitar excitarme al máximo, tenía una imperiosa necesidad de entrar arrebatadamente a aquella habitación y tomar ese bello cuerpo para mí; pero aquella visión fue muy efímera, ya que en cuestión de 2 o 3 minutos, contrario a la naturaleza propia de la mujer, María Elena estaba vestida y casi lista para salir, inmediatamente después escuché la secadora de cabello y en cuestión de 5 minutos más estaba totalmente lista, pero al salir mi hermosa maestra no pudo dejar de notar el resquicio de aquella gran erección que me había provocado, y al mirarla solamente sonrió, volteó la mirada hacia su vieja puerta y me dijo: ¿listo? Andando que ya es un poco tarde.
Nos fuimos en mi auto hacia el simposium, el cual transcurrió sin anomalías o situaciones extraordinarias, o talvez si, de todas formas no habría podido notarlas ya que no podía apartar la vista de María Elena.
Lo interesante de la historia comenzó camino de regreso a casa de la profesora, me pidió detenerme en una estación de combustible, salió del vehículo y entró a una de esas pequeñas tiendas de autoservicio a comprar algunas cosas, no pude ver lo que adquirió, pero no dilató demasiado. Ya en camino sacó de la bolsa un paquete de cigarrillos, encendió uno, me lo ofreció e inmediatamente después sacó otro para ella.
Yo estaba concentrado en el camino, ya que ciertamente no me gusta manejar de noche y menos con la presión de llevar como copiloto a aquella espléndida mujer; pero de repente y sin más preámbulo, me interrogó sobre lo que había sucedido en la mañana, ¿observaste a través de mi puerta, verdad? S s si, respondí, y expulsando otra bocanada de humo prosiguió, ¿y te gustó lo que observaste, te excitó?, Yo estaba atónito, no podía creer lo que estaba sucediendo, pero no tuve más remedio que responder afirmativamente ante sus interrogantes, acto seguido asintió con la cabeza y sólo dijo: "Está bien, no te preocupes", pero mostró una apenas perceptible sonrisa que me pareció muy extraña.
Al llegar a su casa, yo me encontraba apenadísimo por la situación y sólo quería que aquel día terminara lo más pronto posible, pero repentinamente María Elena me ordenó entrar, y digo ordenar porque eso fue en realidad lo que sucedió, no me pidió que lo hiciera ni puso ningún otro tipo de pretexto, solo dijo, entra, y así lo hice.
Ya dentro, en su sala sirvió un par de copas de vino, me dio una y me dijo: "Ven sígueme", continuamos hasta la habitación y comenzó a contarme algunas cosas, que la escuela esto, que su ex marido aquello, hasta que el par de copas quedaron vacías, inmediatamente después me dijo que no sería justo que yo la haya visto desnuda y que ella a mi, no.
Yo estoy acostumbrado a las chicas francas pero no estaba preparado para algo así, no soy tímido ni mucho menos pero definitivamente me había tomado desprevenido, pero ella prosiguió, anda quítate todo, déjame ver ese cuerpo, yo más sorprendido que excitado hasta ese momento accedí, me despojé lentamente de todas las prendas que cubrían mi cuerpo, primero la chamarra y la camisa, luego los zapatos, los calcetines y por último mi bóxer, la erección no se hizo esperar y en cuestión de segundos estaba totalmente desnudo, excitado y a total merced de mi atractiva maestra.
Me impresionas, me dijo, haces mucho ejercicio cierto? Si, muchas gracias profesora, respondí, llámame hoy María Elena reviró, y después se recostó en un sillón estilo romano ( que bendita coincidencia) y me ordenó dar una vuelta para ver mi cuerpo por completo, me fui acercando, lentamente, hasta que quedé a medio metro de María Elena, con mi miembro a escasos centímetros de ella.
Observó mi pene por algunos segundos, lo tomó con una mano y con la otra sujetó suavemente mis testículos, lo acarició una y otra vez, y súbitamente lo metió en su boca, que maravillosa sensación, no era como las chicas con las que esporádicamente tenía alguna aventurilla, no, era diferente, sabía lo que hacía y lo hacía maravillosamente bien, sentía su lengua moverse dentro de su boca, realizaba movimientos suaves, lo sacaba, lamía todo de arriba abajo, metía mis testículos en su boca, dejando mi pene cubrir totalmente su rostro, vaya que esta mujer sabía como excitar a un hombre, estaba a punto de llegar cuando apretó fuertemente la cabeza de mi pene parando la eyaculación, y dijo: "Aún no, falta mucho".
Se puso de pie, se quitó el suave vestido que llevaba puesto dejando expuestos sus embriagantes senos, tan grandes, tan rígidos, igualmente se observaba una diminuta tanga, del mismo color del vestido, se dio media vuelta, no pude evitar dirigir mi mirada hacia su magnifico par de nalgas, redondas e insinuantes, María Elena se recostó en su cama, se quitó cuidadosamente esa fina tanga y pude observar aquello que me había hecho fantasear en tantas ocasiones, una hermosa pieza de arte, recubierta con un fino vello castaño, formando una pequeña almohadilla que me invitaba a saciar todos aquellos instintos de los que en ese momento era presa.
No pude evitar más y me dirigí sin titubeos hacia aquella preciosa parte, lo besé, pasé toda mi lengua por ella, comencé a escuchar gemidos de placer de María Elena, lo que me indicaba que lo estaba haciendo bien, lamía sin detenerme, metía mi lengua, la sacaba, la pasaba por toda esa hermosa vagina, al cabo de 10 minutos había conseguido que tuviera su primer orgasmo, emitió un gran grito de placer, descansó 5 minutos y me pidió que lo hiciera nuevamente, pero ahora formando un exquisito 69, nos estábamos realizando un magnífico sexo oral, ella estaba sobre mí con su hermoso trasero justo en mi rostro mientras yo continuaba lamiendo y chupando sin parar, ella hacía lo mismo, pero ahora sin manos, las estaba ocupando para sostenerse y subía y bajaba la cabeza mientras introducía en su garganta mi pene por completo.
Cuando estábamos en el clímax, María Elena muy agitada me pidió que se lo metiera, se levantó se sentó dándome la espalda, tomó mi pene con su mano izquierda y lo introdujo en su vagina, comenzó a realizar movimientos realmente excitantes, no paró hasta que obtuvo su segundo orgasmo, después me dijo: ¿ahora, cómo quieres hacérmelo? Le pedí que se pusiera en cuatro puntos a la orilla de la cama, me levanté y mi pene quedó justamente a la altura de su prominente par de nalgas, clavé la estocada con fuerza y seguí de esa forma hasta obtener el más largo y placentero orgasmo que jamás haya experimentado, fue salvaje.
Al terminar tomamos una ducha juntos, continuamos acariciando nuestros cansados cuerpos, salimos nos vestimos y me despidió con un largo beso.
Hasta la fecha nos seguimos frecuentando, ya no con la periodicidad que desearía, porque ya tiene más amigos como yo, con cada semestre nuevo que comienza, un nuevo alumno es víctima de sus encantos.
Y yo, pues sigo disfrutando al máximo nuestros encuentros y en busca de más "amigas" maduras con quienes compartir, ya que si me lo preguntan, sólo una mujer madura sabe verdaderamente de sexo .