María, cuernos virtuales hechos realidad

María entabla una ciberrelación de infidelidad que desemboca en unos cuernos muy reales y altamente satisfactorios para ella

María:

Así se llama la protagonista de nuestro imaginario relato. Tenía 32 años y estaba casada con un marido… bueno, con un marido, sin más.

Trabajaba en una oficina de una cadena de agencias inmobiliarias, en una sucursal del centro de aquella pequeña capital de provincia.

Afortunadamente, se negó a abandonar su puesto de trabajo tras recibir la típica petición de su marido tras el casamiento. Siempre había tenido un carácter fuerte e independiente, y aunque procuraba condescender al máximo con él, en ese aspecto fue inflexible; aquello le permitió mantener una pequeña parcela en la que respirar aire fresco cuando su matrimonio empezó a descender hacia la rutina y la monotonía.

El aire fresco irrumpió en su vida sobre todo cuando introdujeron en la agencia la conexión a internet como herramienta de trabajo para mantener conectadas en red todas las sucursales. Desde su puesto de jefa de equipo de ventas, María disponía de acceso permanente a la red y fue cuestión de semanas que comenzara a navegar y a descubrir las posibilidades del invento: para hallar y ofertar y vender pisos… y para otras tareas

Fue una compañera de trabajo la que le habló de las páginas de contactos. María, que siempre conservaba su imagen de mujer digna y respetable, simuló escandalizarse ante la perspectiva de anunciarse en una sección de contactos como una vulgar buscona, pero a la primera ocasión que tuvo, entró y posteriormente frecuentó una de aquellas páginas de contenido erótico.

En cuestión de semanas ya había insertado un anuncio en su Web favorita bajo el pseudónimo o nick de Melibea, ya que hacía poco que había leído "La Celestina" y le divirtió el parecido papel que internet y aquella página podrían hacer para pervertir su candor y honestidad, al igual que la inmortal puta vieja hizo con aquella a la que hoy ella usurpaba el nick.

No se hicieron esperar los admiradores de Melibea en comenzar a escribirse con ella lanzándole los más variados "piropos" y ofertas de todo tipo, pero del ramillete de admiradores, Melibea fue desechando a los pervertidos, a los locos inquietantes, a los niñatos en busca de maduritas, a las lesbianas enmascaradas… y finalmente redujo el círculo hasta ceñirlo únicamente a Dyomedhe.

Este había ido ganando su confianza y amistad paso a paso pero sin perder de vista la perspectiva del carácter erótico de la página en la que se habían conocido. Poco a poco ese sentimiento de comprensión y complicidad les animó a elevar de forma natural y casi sin darse cuenta el contenido sexual de sus largas conversaciones vespertinas, ya que a esas horas la oficina estaba más tranquila para María y Dyomedhe, que también era casado, se encontraba solo en casa y libre para el juego de seducción que mantenían desde hacía semanas.

Las tardes erótico - festivas que ambos se proporcionaban eran memorables, y ya ninguno era un extraño para el otro: conocían sus desconocidos cuerpos de memoria, cada rincón, cada centímetro de piel… todos habían sido recorridos por las caricias y los besos del amante: Sabían las preferencias, perversiones, vicios, placeres ocultos… que tanto gustaban al otro, y tarde tras tarde no dudaban en follar como adolescentes posesos a través de la red.

Dyomedhe ya había intentado en un par de ocasiones conseguir algo más: algo que le permitiera un inicio de verdadero contacto con Melibea. Le había rogado que le diera un número de teléfono para poder escuchar su voz, que le revelase al menos su lugar de trabajo para verse y tomar tan sólo un café, sin más pretensiones

Pero María se mostraba inflexible en lo concerniente a ese tema. Tan sólo había accedido a enviarle un par de fotos para que su amante pudiera imaginársela mientras le hacía el amor cada tarde de lunes a viernes, y poco más. Dyomedhe sólo sabía de ella que trabajaba en la capital de su provincia y su actividad. María desconfiaba de una relación que había nacido a través de internet y pensaba que lo mejor en estos tiempos que corren tan extraños era dejarse de experimentos con desconocidos. Además tenía una reputación de respetable señora casada que mantener y no estaba dispuesta a tirarla por la borda, aunque sí a seguir poniéndole a su marido todos los ciber-cuernos que le vinieran en gana, ya que era el único remedio satisfactorio a la enorme cantidad de sexo atrasado que acumulaba en su haber… y en su hambriento coñito, que habitualmente había de ser consolado con sus expertas y delicadas manos o con el magnífico consolador que todas sus amigas decidieron regalarle en su despedida de soltera (bendita previsión la de éstas), por si acaso su marido la desatendía con el transcurrir de los años y las cervezas.

María se había convertido en una verdadera maestra en el arte de la autosatisfacción, dado que su marido era el campeón provincial de partidos ante el sofá, consumo de cerveza y recordman de eyaculación precoz. La mayoría de las veces despatarraba a María y se limitaba a follarla aprisa y corriendo y a correrse cuando ella, de temperamento caliente y sensual, apenas había comenzado a coger temperatura. Aquello la ponía de los nervios, y había de esperar a que el patán de su marido se quedara dormido pancho y ufano tras su "hazaña", para dar gusto a su coñito tumbada en el sofá o mejor aún metida hasta el cuello en su bañera llena de agua caliente y todo tipo de sales perfumadas y relajantes de las que tanto gustaba.

Era en esas sesiones en la bañera cuando María "invitaba "a un bañito al regalo de sus amigas y nunca salía defraudada del mismo. Era incansable, duro pero tierno a la vez, nunca se precipitaba, jamás la dejaba a dos velas, incansable… vamos, todo un macho, y un gran consuelo.

Últimamente había decidido bautizarlo porque le parecía justo después de varios años de "conocerse": decidió que su nombre sería "Dyomedhyto", como homenaje al amante que tanto placer virtual le proporcionaba en sus tardes de trabajo en la oficina.

Cuando le comunicó una tarde a Dyomedhe la noticia del bautizo éste creyó morir de alegría y calentura al saber que sus desvelos habían sido recompensados en esta simbólica forma, y una vez más insistió:

Por favor, Melibea. Te suplico que te compadezcas de mí… necesito al menos oír tu voz

¿Estás ahí?

Me darás tu teléfono, sólo un móvil, o llámame tú si prefieres no dármelo

No, sabes que no puede ser

Por favor

Sí, por favor, ¡cambiemos de tema!

Dyomedhe tuvo miedo de perderla o de herir su derecho a la intimidad si insistía y se rindió pero jugó sus cartas:

-está bien

  • gracias.

  • pero tendrás que darme algo a cambio

  • eres incorregible, amorcito; qué quieres ahora?

  • otra foto tuya, me encantan

  • bien ahora te mando una que me hice el otro día con la webcam del jefe aprovechando que llegué la primera a la oficina y estaba solita

  • aaaaaaaauuuuuuuuu

  • ya lo creo que aullarás, porque me la hice expresamente para hacerte un regalito: ahí va

  • Melibea, se te ve preciosa. Me encanta cómo te pintas los labios, te hace la boquita deseable, seductora. Tus mejillas no se quedan atrás: debes estar bellísima cuando se te enrojecen follando y estás a punto de correrte. Y tu mano acariciando tu orejita es un deleite para mí, tan blanca y delicada, la imagino acariciándome y casi la puedo sentir sobre mí. Pero lo mejor de esta foto es la cantidad de botones de la camisa que tienes desabrochados; qué lindas tetas se te ven, no exageraste en absoluto cuando te anunciaste con esos 110 cmts de busto, pero ese canalillo, ese encaje del sujetador… mmmmmm. Melibea, me tienes loco, daría lo que fuera por acariciar tus tetas en persona

  • De momento eso será todo lo que tengas

  • Cualquier día te doy una sorpresa

  • ¿?

  • Me conectaré desde un ciber en el centro de tu ciudad y te diré dónde estoy. Si tienes valor espero que vengas a conocerme

  • Estás loco

  • Sí… pero por conocerte

  • j aja ja

  • Sólo tomaré café ese día contigo, el de nuestra primera cita. Te lo prometo

  • J aja ja, sí lo prometes… pero con la mano sobre tu paquete en lugar de sobre la Biblia, no?

  • No me crees, pero te juro que es verdad

  • El qué: lo del ciber en mi ciudad o lo del café tan sólo?

  • Lo del café; lo del ciber quizá lo haga

  • Bueno, semental locuelo, entran clientes y te tengo que dejar: besitos con lengua y otro en la puntita de tu polla, que esta tarde me ha dejado el chochito todo húmedo… ciao!

  • Adiós, putita mía.

Desde hacía diez días, María "sufría" un anunciado cambio en su puesto de trabajo. Hacía un mes se había reunido con su jefe y este le había hecho ver que los resultados de ventas del equipo habían bajado ostensiblemente. Necesitaba ayuda de María para elevar el nivel del equipo de ventas y que se desdoblase en sus tareas; María había sido su vendedora estrella y era por eso que la había nombrado jefa de equipo, retirándola de la venta en la calle y dedicándola al trabajo de captación de pisos y de clientes por teléfono o internet.

Ahora le pedía que al menos por las tardes volviera a atender a algún cliente escogido mostrándole pisos, seguro de que con su maestría serían pocos los que escapasen y de ese modo maquillarían un poco el balance de ventas mientras conseguían enderezar el rumbo del resto del equipo. María no pudo por menos que aceptar, además de que era su jefe, aquel tipo siempre sabía cómo ordenar dando ejemplo y moral a su gente, y aparte de que la necesitaba, merecía su ayuda, porque siempre había sabido reconocer sus méritos y nunca se enfadaba con los errores de ningún empleado, tan sólo se los mostraba para evitarlos en el futuro, un mirlo blanco como jefe y una de las principales razones de que María se sintiese cómoda trabajando allí y no hubiese consentido en abandonar su trabajo tras su matrimonio.

Aquella tarde su jefe se acercó a su mesa seguido de un cliente. Era un tipo grandote, le sacaba una cuarta a su menudo jefe, debía medir alrededor de 1.90. No era guapo pero tampoco mal parecido, atractivo, aunque un poco fondón para el gusto de María: "seguro que está casado y cultivando la famosa curvita de la felicidad; una lástima". Era un hombre de aspecto fornido, buen corte de pelo, barba perfectamente rasurada. Vestía vaqueros, camisa a cuadros oscura, botas de madia caña y cazadora. Al salir a la calle acompañándole a visitar pisos comprendió el por qué de su vestimenta tan sport: el sr. Márquez, que así se llamaba su nuevo cliente había venido conduciendo una vieja motocicleta alemana desde su pueblo de residencia, a unos 90 km de la capital. Parecía un tipo curioso, quizás fuera un imitador a la europea del bohemio Dennis Hooper de "Easy Rider", si no, no se comprendía que se torturase conduciendo aquel trasto por la carretera llena de curvas desde su pueblo en la sierra hasta la ciudad. Bueno, quizás lo mejor sería dejarse de rollos y atenderle bien y cerrar la operación cuanto antes.

Sr. Márquez. El piso queda a dos kilómetros de aquí, si lo prefiere puede dejar la moto donde la ha estacionado y nos desplazamos en mi coche.

Estupendo, muchas gracias.

Montaron en el coche y en el trayecto su cliente le contó que por razones laborales debía establecer su residencia entre semana en la capital, ya que vivía con su mujer en un pueblo no tan cercano como para desplazarse a diario. Era por eso que buscaba un piso en alquiler y amueblado. Además le confesó que debido a la etapa que atravesaba su matrimonio, creía que un alejamiento transitorio no le vendría nada mal a ambos. María se sintió sorprendida por la confidencia de su cliente, pero dado el tono amable y distendido que mantenía con ella, no dudó en darle la razón y en afirmar en tono de broma que tampoco a ella le vendría mal un momentáneo cambio de aires.

Durante la tarde visitaron dos pisos, pero ninguno pareció satisfacer a su cliente, el cual además le manifestó que estaba encantado con su compañía y su servicio tan atento, pero que si no le importaba, podrían continuar viendo más pisos a primera hora de la tarde siguiente, ya que quedaba poca luz diurna y no le gustaba demasiado conducir la motocicleta de noche por la tortuosa carretera de vuelta a su pueblo: "manías de motero de pacotilla, espero que me sepa disculpar". María no sólo le disculpó sino que se mostró de acuerdo en quedar con su cliente temprano a la mañana siguiente para seguir ofertándole. Era lo menos que podía hacer por un caballero tan galante y amable, un verdadero placer hacer negocios con alguien así en estos tiempos en que tanto priman la grosería y la mala educación.

Aquella noche, sin un motivo concreto para ello, María llegó a casa con ganas de fiesta, no le importaría que su marido le echase un polvo, incluso a sabiendas de que la iba a dejar a dos velas, tenía ganas de rabo, pensó que le haría una buena mamada imaginando que era a Dyomedhe a quien le devoraba la polla hasta beberse toda su leche. Ya vería después la forma de correrse en solitario. Pero su deseo fue al traste porque el marido llegó roto de cansancio a casa y casi a las doce de la noche; estaban de balance en su empresa y había que hacer horas extra. Comió un sándwich con desgana y se tumbó en la cama sin ducharse siquiera. A los cinco minutos roncaba y dormía a pierna suelta y seguro que ni en sueños pensaba en tener sexo con María. Ésta, caliente pero comprensiva con su cansado esposo decidió que volvería a la carga al día siguiente. Por la mañana le llamó a su empresa desde la oficina:

Hola cariño, he pensado en darte una sorpresita

Sí? Dime

Hoy puedo salir una hora antes al mediodía, compraré varias cositas en la tienda de delicatessen que hay junto a la oficina y una botella de Rioja de reserva. Llegaré a casa, lo prepararé todo y esperaré a que tú llegues vestida sólo con el delantal, además, ayer no te diste cuenta, pero cuando me duché después del trabajo anoche, me depilé todo el coñito para ti, lo tengo sin un solo pelito para que te lo comas de postre mientras yo te la mamo para beberme el mío

Ya cariño, pero

Qué?

Es que he quedado con los amigos, hoy es miércoles y tengo partido, no te acordabas?

Anda, tonto, no vayas… te prometo que no te arrepentirás

No, de verdad, vamos a dejarlo para mañana, en serio

Para mañana? –María estalló- Mañana y pasado mañana y el otro te vas a ir a machacártela a pajas con tus colegas del fútbol, ¡ imbécil, que eres un imbécil !

María colgó el teléfono furiosa y a la vez contenta de estar sola en la oficina en ese momento, sin testigos de su enfado.

Aquel imbécil se iba a enterar de lo que vale un peine, y se iba a enterar esa misma noche: efectivamente María salió una hora antes del trabajo y decidió curarse el disgusto por el calentón frustrado de la única manera que podía hacerlo sin hartarse de chocolate: almorzó un bocadillo y se marchó al centro a comprar con la tarjeta de crédito del imbécil de su marido; pensaba pasarla por las cajas hasta que ardiera la banda magnética, así aprendería ese desgraciado.

En su boutique preferida adquirió un precioso conjunto de Gucci de falda y chaqueta de color negro que le hacía una figura espléndida: María era, como ella misma se definía, una mujer con curvas, pero aquel conjunto, unido al porte que ella le proporcionaba, le quedaba genial; decidido, se lo llevaba sin preguntar el precio, no sin antes escoger una estupenda camisa de seda de color crema y del mismo diseñador que iba a juego con el conjunto, así el capullo de su marido sudaría aún más pensando en ver el estadillo de movimientos de su cuenta bancaria.

Seguidamente entró en la mejor tienda de ropa interior de la ciudad y se hizo su segundo regalo: tres conjuntos de lencería y un bodhy que harían las delicias de cualquier hombre y llorar a su marido, pero por lo que iban a costarle. Fue con el tercer conjunto con el que más satisfecha quedó María. Era de encaje negro, y las copas del sujetador elevaban y recogían delicadamente sus magníficas tetas dándoles un aspecto inmejorable. Pero fueron las bragas las que la decidieron a llevarse el conjunto interior incluso puesto, ya que tanto le gustaron: era un tanguita negro con un pequeñísimo triangulito de seda que se ceñía sobre la raja de su culo y de repente se convertía en un finísimo hilo de seda que se perdía lujuriosamente entre sus poderosas nalgas. Su culo, aunque ancho y voluminoso, aún se podía permitir llevar ese tipo de prendas sin miedo al ridículo en absoluto. Se le veía un trasero maravilloso, pero fue la parte delantera del tanguita la que la decidió del todo: tenía el talle bajísimo y exigía estar depilada para que los pelos del coño no asomasen por la cinturilla de la prenda, y el encaje era tan bello y delicado a la vez que apenas servía para ocultar lo que inútilmente se escondía tras él, ya que se podía observar perfectamente cómo se pegaba a los depilados labios vaginales de su coño. Aquello le encantó, se sintió putísima con aquello puesto. Nadie podría adivinar que tras aquella fachada de mujer casada y respetable se escondía aquella zorrita que modelaba frente al espejo del probador encantada de sentir su culo abierto en dos por el hilo del tanga y su coño prácticamente desnudo entre los negros encajes que se ajustaban como un guante a sus labios vaginales. María aprovechó para ponerse el conjunto de falda y chaqueta nuevo allí mismo y salió del probador con sus dos regalos puestos y cargada de bolsas. Hizo una última parada en la perfumería para adquirir varios frascos de sales de baño y un estuche completo con perfume, gel de baño y leche hidratante de "Agua de Sevilla"; aquel perfume le encantaba, pensaba que si Carmen, la cigarrera sevillana lo usó, era completamente lógico que todos aquellos toreros, bandidos y soldados franceses se volvieran completamente locos por ella, su aroma era deliciosamente enloquecedor. Decidió que el próximo frasco de su perfume favorito lo compraría en Sevilla, así tendría la oportunidad de que se lo sirvieran a domicilio los dos elegantes empleados uniformados con traje de época que conducían un espléndido carruaje tirado por soberbios caballos con el que la marca hacía su romántico y peculiar reparto por las calles de Sevilla. Daría como dirección la terraza del bar existente frente a la plaza de toros de la Maestranza, allí esperaría su pedido libando un fresco combinado de ginebra Bombay con tónica; sentada allí podría contemplar a un lado la estatua de Carmen y sobre los tejados a la giganta de Sevilla, la Giralda, todo ello por supuesto con cargo a la tarjeta de crédito del imbécil de su marido y en un día libre pedido a su jefe para poder escaparse sola para reflexionar por qué Dios había dado un piñoncito tan delicioso y sensual como ella a un imbécil sin dientes como su marido.

María bajó de la nube de sus proyectos y aprovechó para perfumarse generosamente con su nueva compra deteniéndose particularmente en vaporizar sobre el escote y en el canalillo de sus tetas, con cuidado de no manchar la camisa. Salió hacia su trabajo satisfecha por su "vendetta" consumista, pero a paso rápido, ya que recordó haber quedado a las 16.30 con el sr. Márquez para intentar alquilarle un piso de entre los que había seleccionado durante la mañana con ánimo de satisfacer sus expectativas.

Cuando avistó la puerta de la oficina, comprobó que Márquez ya le esperaba apoyado contra su motocicleta tomando el sol indolentemente tras sus gafas ahumadas. Por su aspecto podría decirse que no le hubiera importado en absoluto que María hubiese llegado una hora tarde, con tal de que el sol de principios de primavera siguiera acariciando su cara. Hoy venía también perfectamente afeitado, vestía una cazadora de cuero negro muy elegante y apropiada para montar en moto, pantalón de lona oscuro y unas discretas botas de motorista. Al acercarse para saludarle María no pudo evitar sonreír y aspirar hondo al comprobar lo deliciosamente bien que olía su cliente aquella tarde:

Discúlpeme si le he molestado Sr. Márquez, pero no he podido evitar aspirar fuerte para apreciar el perfume que usa.

Es Le Male, de Jean Paul Gauttier, y se lo recomiendo encarecidamente si desea acertar al hacerle un regalo a su esposo o algún familiar, no dude que dará en la diana porque nos encanta.

Si le parece podemos ir caminando a visitar los pisos, porque se encuentran todos muy cerca de aquí

Me parece perfecto porque el día invita a ello, y su compañía también

Vaya, y eso?

Me voy a permitir decirle que está ud. bellísima, María. Ese conjunto, creo que de corte italiano si no me equivoco, sólo contribuye a hacer justicia a su belleza, la hace radiante. Y ud. tampoco se queda atrás en el tema del perfume, ha escogido el suyo muy acertadamente, me tiene embriagado desde que llegó

Gracias, pero me va a sonrojar si sigue

Lo siento, pero no podía dejar de decírselo, creo que es de justicia. Le digo más: si fuese el dueño de esa casa de perfume, no dude que le regalaría un frasco cada mes agradecido de haber sido elegido por una mujer como ud.

Desde luego es ud. único para elevar la autoestima de una mujer, sr. Márquez, muchas gracias.

Me encanta el nivel de atención de su empresa, siempre van así de elegantes vestidas al trabajo?

Bueno, la verdad es que la razón de mi atuendo de hoy es una larga historia

Comprendo, pero me siento afortunado al poder disfrutar del final de la larga historia, ja ja

Ambos rieron de su ocurrencia y pararon ante la primera oferta de María: un piso de dos habitaciones, completamente amueblado y en un segundo piso con estupendas vistas al parque y a la sierra, su único inconveniente es que tenía el ascensor averiado, habrían de subir a pie. Aquello no pareció incomodar en absoluto al Sr. Márquez, que cedió galantemente el paso a María en el zaguán y la siguió en la subida por las escaleras. Eso le permitió admirar sin cortapisas el magnífico trasero de María envuelto en su ajustada falda. Se veía ancho, redondeado, carnoso y bastante tonificado a simple vista, un culo portentoso y con tanga, ya que no se le marcaban las bragas bajo la ajustada falda. Llegaron al piso y entraron, María le mostraba las características más destacables de la vivienda pero su cliente deambulaba distraído tras ella sin prestarle mucha atención, lo que ella interpretó como que no le gustaba demasiado aquel piso y habría que pasar al siguiente y probar.

Disculpe, María. No recuerdo las dimensiones de la cama; es de matrimonio o sencilla?

De matrimonio, pero pasemos de nuevo al dormitorio y nos aseguraremos

Entraron de nuevo a la habitación y comprobaron que había una magnífica cama de 2 x 1.50 y vestida con un bonito edredón, que cubría el firmísimo colchón de primera calidad que podría soportar lo que le echasen. Una cama estupenda. María le explicaba todas las características a su cliente mientras este observaba el paisaje distraído tras las cortinas del balcón.

Por cierto, sr. Márquez, tengo pendiente rellenar su ficha completa, es un formalismo interno pero ayer no la cumplimenté al atenderle primero mi jefe y debo hacerlo. ¿Cuál es su segundo apellido?

Romero, Márquez Romero

Ajá… y el nombre?

Diómedes, Diómedes Márquez Romero.

María quedó helada, durante unos segundos fue incapaz de reaccionar, pero cuando se dio cuenta por la sombra de que su cliente se había girada y ahora estaba mirándola a dos pasos tras sí, pensó que habría oído mal:

Ha dicho Diógenes?

No, me hubiera encantado también llamarme como mi admirado Diógenes, cuya mayor recompensa a sus servicios fue pedir al emperador que no le tapase el sol que le calentaba, tal era su desprendimiento de las cosas materiales, pero mi nombre es Diómedes, querida María.

No podía ser, tenía que ser una casualidad, una caprichosa vuelta de la rueda del destino. Era un nombre raro pero no tenía por qué ser él… tonterías, pensó.

No me dices nada, … Melibea?

Ahora sí que María podría haberse quedado sobre un pedestal y haber pasado por una estatua de mármol sin dificultad alguna. Definitivamente era él. Su amante virtual, el hombre con el que había mantenido las sesiones de sexo más tórridas que puedan imaginarse, el hombre que conocía sus más íntimos secretos, al que había confesado sus escondidas perversiones y vicios irrealizados, estaba a su espalda.

De repente se sintió desnuda, ya que así se ponía en sus brazos virtuales todas las tardes desde hacía tiempo, y se sintió ruborizar, encarnándose sus mejillas como a él tanto le gustaba imaginarlas que se pondrían en lo más álgido de sus folladas. Además María se acababa de girar y al ver cómo Dyomedhe sonreía adivinó que este lo hacía porque había leído su pensamiento, ya que entre ellos no cabían secretos ni pensamientos ocultos. Por encima de la sorpresa, la cual no sabría calificar como agradable o desagradable, a María la asalto la eterna curiosidad femenina:

Cómo has logrado encontrarme?

Fácil pero arduo y entretenido

No te comprendo

Tenía tus fotos, sabía en qué ciudad trabajas y en qué actividad

Has recorrido todas las inmobiliarias de la ciudad buscándome? No me lo puedo creer

Nó sólo el noventa por ciento – dijo él riéndose-. Me quedaban sólo algunas por recorrer cuando hace dos días di contigo. Casi me caigo redondo al suelo de alegría… y de miedo. Así que decidí esperar y preparar la excusa perfecta para entablar algún tipo de relación contigo. Pensé que esto era lo más adecuado dentro de lo incómodo de la situación. Espero que sepas disculparme por no haber respetado tus deseos. Ahora me doy cuenta que por esto puedo echar a perder la bonita relación que manteníamos, pero también me gustaría que comprendieses que deseaba con todas mis fuerzas conocerte y que acabo de hacer realidad un sueño. Además, tal y como te prometí sólo pretendo que tomes café conmigo sin más, no pretendo que te veas coartada por mí, ni que pienses que voy a intentar hacer realidad todos nuestros amoríos virtuales, al menos sin que tú lo decidas, porque te advierto que yo ya lo estoy desde que te conocí ayer y comprobé que en persona superas todas mis expectativas, me encantas como mujer, María. Por supuesto, cuentas con la total garantía de que soy y me comportaré como un auténtico caballero, por lo que si así lo deseas, ahora mismo me marcharé si te sientes molesta o albergas el más mínimo temor respecto de mí, ya que lo último que desearía es contrariarte.

Eso es todo.

María permaneció en silencio, indecisa, se mordió el labio inferior como en sus tiempos de colegiala cuando era pillada charlando con su compañera de pupitre. Era el momento de tomar una decisión y no había tiempo para tomarla reposadamente sopesando los pros y los contras como a ella le habría gustado.

Espero que sepas perdonarme esta invasión de tu intimidad sin aviso previo, María

La verdad es que mentiría si te digo que no me encuentro incómoda ahora mismo

Lo comprendo, yo

pero también mentiría si te dijese que cada vez me estoy encontrando más contenta de que te hayas decidido a dar el paso y a hacerlo de esta forma tan… repentina.

La decisión estaba tomada y María consideró que era el momento de gestos, no de palabras, así que avanzó con una seductora sonrisa hacia Dyomedhe, tomó su cara entre sus delicadas manos y le estampó un sensual beso en los labios, que inmediatamente se abrieron para recibir la húmeda y deliciosa visita de la lengua de María. Se besaron durante un rato, hasta que María se dio por satisfecha de haber saboreado por fin la boca del amante tantas veces deseado.

María, de todas formas, no quiero que te sientas presionada por esto que he hecho hoy; en realidad y tal y como te prometí por internet, estoy dispuesto a que nuestra primera cita sea tan sólo para tomar café y conocernos, en ningún momento quiero presionarte para que hagas algo sin estar segura de ello

El apasionado beso, la emoción del inesperado encuentro, y el recalentón frustrante que le había pegado el imbécil de su marido, hicieron que María pusiera cara de auténtica diablesa y que posando el dedo índice sobre los labios de Dyomedhe y su otra mano sobre el abultado paquete de este le dijera con la mayor picardía de que fue capaz:

No es precisamente por tu actitud por lo que me he sentido presionada, sino por esto que tengo en la mano ahora y que he notado que crecía mientras nos besábamos

Aaahh, por favor María no seas mala y vamos a cualquier sitio a tomar un café porque ya no respondo de mí

Ya tomaremos café cualquier día, hoy sin pretenderlo estoy preparada para ser tuya, y deseo que hagas realidad todas y cada una de las cosas que me has contado estos meses atrás por internet.

¿Estás segura?

¿Acaso no te gusta como voy vestida… o mi perfume? Huele en mi escote, aquí está más concentrado, verás cómo te gusta

María se estaba sorprendiendo a sí misma de la voz de putita malvada que acababa de utilizar para terminar de hacer sucumbir a su amante, pero la realidad es que le estaba encantando cada vez más aquella situación y qué decir ya de la calentura que estaba sintiendo en su interior y en su coñito, que en ese momento estaba empezando a deshacerse en agua.

Si aquel hombre era capaz de cometer en su persona todo lo anticipado en aquellos meses, estaba a punto de morir de gusto… y de paso multiplicar por mil el castigo a su maridito por no haberle dado su ración de sexo aquel mediodía.

Dyomedhe la volvió a besar en los labios y fue deslizando su boca dando besos a María por todo el cuello hasta llegar al pecho y al principio del canal de sus senos donde se detuvo a aspirar el delicado perfume que estos despedían.

No recuerdo haber olido algo que me produjese semejante placer en toda mi vida, pero creo que el perfume te ha corrido un poco por el canalillo hacia abajo y habrá que masajear un poco la zona para que el perfume se esparza mejor, no crees?

Por supuesto, caballero, tome UD. todas las medidas que vea convenientes, que si es necesario yo quitaré todos los impedimentos que le estorben disfrutar merecidamente de estas tetas que además de mías son de UD.

Dyomedhe no se hizo de rogar y tomó delicada pero firmemente ambas tetas por la parte inferior y las amasó con cuidado al tiempo que aspiraba nuevamente la fragancia. Ahora fue él quien puso cara de sátiro y María le interrogó divertida mientras se sentía cada vez más salida y calenturienta con el masaje que estaba recibiendo:

¿Qué estás pensando que pones esa cara?

Bueno, pienso en que sería una pena pero también un lujo que al final de la mamada que me vas a dar en breve me corriese en medio de tus tetas, porque arruinaría tu aroma.

María entreabrió su boquita y respiró un poco más hondo porque se le estaba entrecortando un poco la respiración a causa de la calentura, pero en cuanto se rehizo respondió:

Estoy de acuerdo en que será una pena, pero por otro motivo distinto

¿Y eso?

Pues porque tengo muchas ganas, como ya te escribí en tantas ocasiones, de beberme toda tu corrida, es la recompensa que exijo después de una gran mamada, creo que lo merezco… ten en cuenta que me dolerán las rodillitas de estar agachada, y el cuello del movimiento adelante y atrás, y la mandíbula y la boca de tanto chupar, y los labios de tanto besar tu polla... Cariño, tu corrida es como el trofeo a la campeona de las chuponas, mi recompensa, no es justo que te corras en mis tetas y me la niegues, pero si tú quieres

Dyomedhe pensó que se iba a caer infartado al suelo si aquella mujer seguía hablándole así y dejándole amasar sus enormes y deliciosas tetas al mismo tiempo. Tragó saliva y respondió:

Querida, no te preocupes que la primera mamada que me des no te defraudará: te aseguró que me correré en tu boca hasta que no puedas tragar más leche, glotona mía.

Podemos hacer un trato, te la chuparé y cuando estés a punto de correrte pararé y empezaré a comerte los huevos mientras decides qué hacer: si finalmente decides correrte en mis tetas tendrás que recogerlo todo con tus dedos y dármelos a chupar como si fueran un rico helado.

Trato hecho, creo que nos llevaremos a las mil maravillas y no habrá problemas entre nosotros.

Al mismo tiempo Dyomedhe pasó de tener a María agarrada por la cintura a tocar descaradamente su soberbio culo, sopesando que aquellas nalgas con tan buen tono pero de gran tamaño iban a darle un enorme gusto esa misma tarde. María estaba bastante buena y era igual de putita en persona que por internet.

¿Qué, te gusta lo que tocas?

Por arriba inmejorable y de gran tamaño y calidad, y por detrás me estás haciendo la boca agua de pensar en lo que te voy a hacer si tú te dejas

Pues no harás nada por ahí como te siga creciendo esto que tengo en la mano, porque necesitarás al menos una plaza de garaje para meterlo sin dificultades.

No temas, ya no podría crecer más porque estallaría el pantalón, pero no sigas diciéndome maldades porque me caeré al suelo fulminado

Y eso?

Estás mandando toda mi sangre al mismo sitio y ya me duele..

María sonrió con una mueca entre traviesa y perversa y dejó que Dyomedhe le diera la vuelta mientras nuevamente devoraba su cuello y besaba su boca, e introducía la orejita de ella entre sus labios mientras le exhalaba su cálido aliento. Ella se sintió derretir.

Para y desnúdame

No, te desnudarás tú para mí; yo sólo te quitaré la ropa interior cuando lo vea necesario.

María empujó a Dyomedhe hasta sentarlo en la cama, se retiró dos pasos mientras se despojaba de la chaqueta y la depositaba sobre un sillón, abrió la cremallera de su ajustada falda dejándola caer mientras caminaba de nuevo hacia la cama para finalmente desabotonarse la camisa y quedar en ropa interior ante su amante, el cual rebosaba felicidad y lujuria por sus ojos al contemplar el espléndido conjunto de lencería que el maridito de María había pagado sin saber.

. Qué… te gusta lo que ves? Dijo María mientras comprimía un poco sus bellos pechos con ambos brazos al tiempo que superponía un muslo sobre otro para tratar de ocultar un poco la desnudez que el encaje de su tanguita no lograba disimular.

-Eres encantadora, pero déjame apreciar mejor el encaje de esas braguitas tan monas… así, así separa un poco más tus muslos, qué blancos y tersos los tienes… oh!

De verdad que no podías haber escogido mejor, te hacen un coñito bellísimo, cómo te lo marcan, se te notan los labios tan abultados, tienes el vello tan recortadito… ¡espera, … gran putita, no tienes nada de vello! Se me está haciendo la boca agua de pensar en la rica comida de coño que te voy a regalar y lo sabroso que va a estar cuando te corras en mi boca – todos estos comentarios fueron acompañados de caricias en los muslos y culo de María, la cual empezaba a notar un poco de dolor en sus pezones a causa de la erección que tenían y el roce contra el sujetador, por lo que decidió quitárselo y ponerse cómoda sin más preámbulos.

Dyomedhe quedó extasiado ante la visión de las maravillosas tetas de María: eran grandes, como dos medios melones dulces del mes de Agosto, los pezones no les iban a la zaga, y aunque se encontraban lógicamente un poco caídas dado su espectacular tamaño, ello no les restaba ni un ápice de mérito, por lo que inmediatamente se dio a masajearlas y a chupar con delectación y alternativamente los pezones de aquella bendición caída del ciber – cielo.

Aahhhh! Cómo me gusta que me chupen las tetas, me pone salida y a cien… sigue pero espera un poco a que me quite las bragas porque las estoy empapando y luego no me las voy a poder poner

De eso nada, creo que te comeré el coño y después te follaré y encularé con ellas puestas, sería una pena no disfrutarlas sobre tu cuerpo.

Pero cariño, luego no podré llevármelas puestas así empapadas y oliendo a nosotros

¿Quién dijo que te las llevarás tú? Me las pienso llevar para olerlas cada vez que necesite recordarte y así poder evocaros mediante el olfato a ti y a tu coñito.

Ooooohhhhh sí me encantará salir a la calle sin bragas y con nuestros calditos rezumando de mi, sin que nadie a mi alrededor lo sepa, eres un cabroncete encantador

Dyomedhe le atizó una palmada en el trasero que le hizo dar un gritito y al mismo tiempo la giró y agachó hacia delante para contemplar a gusto sus nalgas.

-Qué culazo tienes, así no me extraña que tu marido te de por detrás casi tanto como por delante, yo pienso hacer lo mismo pero antes te voy a devorar enterita.

La recostó boca arriba sobre la cama, se desabrochó el pantalón para liberar un poco su aprisionada polla y abriéndola de piernas, aproximó su nariz al encaje del tanga de María, aspirando con fruición el almizclado olor de su húmedo coño a través de la exigua telita. Cuidadosamente con la puntita de sus dientes fue mordisqueando y haciendo a un lado el encaje sin tocarlo con sus manos y provocando que María se retorciera ansiosa:

  • Es una delicia rozar con la boca un coñito tan suave, qué bien te lo has afeitado, no has dejado ni un solo pelito, se nota que lo hiciste pensando en que te lo comieran bien comido como yo te voy a hacer ahora, eres muy zorrita, María, lo sabes?

No seas malo, por favor! Cómetelo ya, está ahí para ti, necesito que me lo chupes o me volveré loca, mete ya tu lengua cabroncete mío… aaaaaaahhhh sí así, qué gusto, despacito, bien, ooohhh qué bien me lo haces

Pues no dejes de animarme, zorrita, porque si no pararé y te dejaré caliente y a dos velas

No, no, sigue, lo haces mejor que cuando me lo escribías, eres mejor en la realidad, cómeme el coño, ssiiiiii, me matas de gusto, cabrón, cómo me lo haces

Dyomedhe le lamía los abultados labios vaginales que a causa de la excitación se hinchaban de sangre por momentos y tomaban un tono oscuro, alternativamente lamía y titilaba su clítoris y de repente pasaba a follar el rosado y esponjoso coño de María con su lengua. Esto la hacía retorcerse de placer y la tenía en el séptimo cielo.

Quiero tu corrida en mi boca, María, puta mía, vacíate en mi boca que voy a sacarte todo tu jugo con mi lengua, vamos!

Dyomedhe aumentó la presión y la frecuencia de su lengua sobre el clítoris de ella y fue suficiente para su explosión, comenzó a contraer los abdominales y a tomarle fuertemente su cabeza para apretarla y refregarla contra su coño, al tiempo que éste se comenzó a encoger con espasmos y a soltar una copiosa corrida que Dyomedhe bebió como el mejor vino de Rioja que hubiese tenido la fortuna de catar en su vida, sin desperdiciar una gota y paladeando su sabor y la cara de zorra feliz de María.

-Aaaaayyyyyyyy, déjalo ya que me duele si sigues, hacía tiempo que no me corría tan a gusto en la boca de nadie, me has dejado rota, cariño..

María apartó a Dyomedhe de entre sus piernas, le hizo subir a la cama y se acurrucó contra su pecho ronroneando como una gatita en celo después de aparearse.

Bueno, ahora habrá que hacer algo por ti, no? Porque esta polla está para comérsela

Se incorporó de rodillas en la cama y le despojó de la ropa hasta llegar a los slips, los cuales tuvo dificultad en bajar porque estaban trabados con la verga en erección; María comenzó a acariciarla dulcemente con sus delicadas y blancas manos y la polla reaccionó aún más como si fuera a estallar

Oooooohhhh, pobrecita, mira qué gorda y morada está la cabecita, creo que necesita ser chupada hasta que descargue todo lo almacenado aquí abajo, - dijo al tiempo que besaba y metía en su boca los huevos de Dyomedhe – Cariño me encanta que tengas recortadito el pelo de tu polla; así ni estás hecho un osito ni pinchas como pasaría si te depilases, se te ve genial la polla, para comérsela… - dijo al tiempo que se metía de una engullida hasta la mitad de la tranca de Dyomedhe, que apartó un poco el pelo que tapaba la cara de María para ver cómo le devoraba glotona la polla hasta casi la raíz.

AAAaaaaaahhhh, que chupona eres, la mamas genial, sigue como te enseñé que me gusta, así, así con la lengua en el frenillo, ooooohhhhhh me partes de gusto, para, para que si no me correré, aguanta un poco y ponte encima mía que quiero terminar de beberme tu coño.

Te gusta, cariño? Pues a mi me encanta más que a ti, estoy deseando que me eches la corrida en mi garganta, cómo disfruto puteando contigo, mi amor

María se puso sobre Dyomedhe a horcajadas en el clásico 69 y ambos comenzaron a devorar la polla y el coño de su amante, pero pronto, a iniciativa de Dyomedhe, ambos comenzaron a dejar escapar de vez en cuando la lengua hacia el ojete del otro, lo cual hacía que el que la sufría se retorciera de gusto y al mismo tiempo aumentase el vigor de la mamada que daba. Pronto Dyomedhe no aguantó más y pidió a María que se pusiera a cuatro patas sobre la cama y al borde de la misma, ella pensó que iba a follársela desde atrás, pero para su placer y sorpresa Dyomedhe apartó a un lado su tanguita, que ya era un amasijo de tela empercochada de líquidos vaginales, y mientras con su mano izquierda jugueteaba con el clítoris de ella, le pidió

Ábrete el culo, que te lo voy a comer igual que antes te comí el coño, vas a retorcerte hasta no poder más.

María obedeció y sintió cómo la lengua de Dyomedhe comenzó a juguetear sobre su parduzco ojete en la caricia tantas veces prometida, era más placentera de lo que nunca hubiera podido soñar y maldijo a su marido por no habérsela dado nunca. Cada pasada de la lengua sobre su arrugado anillo era como una pequeña descarga eléctrica que le recorría todo el espinazo y la hacía retorcerse de gusto tal y como predijo Dyomedhe. Ahora le estaba introduciendo el pulgar de la mano en el coño mientras con el corazón de esa mano le frotaba cada vez más violentamente el clítoris, al tiempo que alternaba pasadas de la lengua con pequeñas introducciones de esta en el culo. La estaba matando de placer, jamás habría imaginado que permitiera a alguien meter su lengua en lo más reservado de su cuerpo y que eso le proporcionase tanto placer, estaba abandonada a los deseos de su amante y cada vez más cachonda y relajado su esfínter. Los dedos de sus pies se giraban en imposibles piruetas como si pretendiesen arañar al aire, todo ello motivado por las deliciosas incursiones de la lengua en su cada vez más dilatado culo.

  • Me vas a hacer llorar de gusto, cariño, jamás me habían comido por ahí y me estás derritiendo… aaaaahhhh sigue, mete más hondo tu lengua, fóllame el culo y el coño… sí sí aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh, yaaaaaaaa yaaaaaaaa no pares, sigue cabrón, culo… culo… me corroooooooooooooooo

María se corrió por segunda vez y no sabía a dónde atender pues sus dos agujeritos le estaban dando un enorme placer y no sabía a quien otorgar el mérito del orgasmo, aunque pensó que lo de su culo había estado genial, digno de ser recompensado. Sin mediar palabra, jadeando aún, caliente como una perra, con los ojos encendidos, tiró bocaarriba a Dyomedhe, metió su polla en la boca y comenzó a darle una mamada como si fuera la última y más importante de su vida, rebaneando con su lengua todo el capuchón de su polla, llenando de su tibia saliva todo el tronco hasta los huevos, acariciando estos con sus afiladas uñas de esa forma tan placentera y delicada que los franceses llaman patas de araña… Poco a poco su fue girando hasta ponerse entre las dos piernas del amante, momento en el cual se zambulló entre sus nalgas y al tiempo que pajeaba con la mano su polla, comenzó a devolverle el servicio anterior comiéndole el culo con idéntica gula a la demostrada momentos antes por Dyomedhe.

Este gritaba de gusto y aullaba de alegría de ver que era correspondido tan magníficamente. María tras babearle todo el culo, volvió a chuparle con fuerza la polla al tiempo que comenzó a introducirle un dedo en el agujero trasero de su amante, tal y como tantas veces le había escrito que le gustaba, aquello era el summun para él, el dedo de María corría en su lubricado ojete tan ricamente como la chupona boca devoraba su polla en rítmicos movimientos.

María cariño, me estás matando de gusto, me voy a correr, no aguanto máaaaaaaas

María dejó de chupar y estampó un beso sobre su boca, sin por ello dejar de meter y sacar el dedo de su cada vez más abierto ojete, sin que Dyomedhe protestase, más bien veía que le gustaba sobremanera.

Y bien, mariconcete, sigo follandote con mi dedo, prefieres correrte sobre mis tetas…? Soy tu obediente putita, qué prefieres?

Bébete mi leche, zorra, te la has merecido, pero no dejes escapar ni una gotita… y sigue con el culo, que me está gustando muchooooooooooo, sí, chupa despacito, despacito, hasta el fondo, así así… yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Escupió dos chorros de leche que fueron directamente a la garganta de María que aguantó la arqueada que le produjo un pollazo contra su campanilla y comenzó a beberse todo el biberón que tanto se había trabajado al tiempo que retorcía con saña el dedo introducido en el culo de Dyomedhe, que creyó imposible eyacular tanto de una vez y que efectivamente su amante hubiese sido capaz de no dejar escapar ni una gota.

María se separó de la entrepierna de Dyomedhe relamiéndose y con mirada triunfante orgullosa del premio otorgado a su extraordinaria mamada y nuevamente volvió a tenderse en la cama junto a su amante.

Me parece increíble haber hecho esto contigo, amor, hasta ayer eras tan sólo alguien imaginario y ahora eres tan real que acabo de beberme un biberón de tu misma pollita sin esperarlo..ja ja ja

A mí me parece aún más increíble que eso la fiera que eres en la cama de verdad, pensé que alardeabas mucho en internet pero que luego

Luego… qué? y tú… acaso vas a defraudarme?

No te entiendo

Te recuerdo que mi coñito aún no ha probado esa polla tan rica… -al mismo tiempo le masajeaba de arriba abajo la polla mientras volvía a poner esa expresión de zorrita que ponía loco a cualquier hombre-

Pues no se haga esperar más, te dejo que te quites las bragas y aprovecha que mira cómo se me está poniendo otra vez de dura

María se incorporó se quitó las braguitas y arrugándolas y con la mejor cara de puta que pudo las metió en el bolsillo del pantalón de Dyomedhe, lo que hizo que la polla de este terminase de ponerse como el mástil de un velero, lo que fue aprovechado por ella para ponerse a horcajadas sobre él y comenzar a restregarse la punta de la polla contra sus abultados labios vaginales:

Mmmmm cariño, qué dura y qué caliente la tienes, me dejas meter un poquito? Sí? Mmmmmmmmmm ya está dentro el hociquito, pero me duele, no te muevas, deja que te folle yo a ti, por favor… otro poquito más?

María se dejó caer lentamente pero sin pausa hasta que su culo tropezó con los huevos de él:

-Aaaaaaaaaaaahhhhhhhh así hasta el fondo, qué dentro la siento, estoy partida en dos, que gusto para mi coño, cariño, te gusta?

Comenzó a cabalgarlo cada vez más frenéticamente, al tiempo que Dyomedhe la sujetaba firmemente con una mano aprisionando cada nalga, con lo que estaban perfectamente acoplados con el ritmo de la follada. María se estaba introduciendo su polla hasta sentirla en el útero… el útero!

Ooooohhh, cariño, lo siento, no podrás correrte dentro de mi coño; no tomo precauciones y puedo quedar embarazada… no tienes un condón por ahí?

No te preocupes… no será necesario, tú sigue que yo te aviso para que pares

Bandido! Te vas a correr en mis tetas…?

La respuesta le vino dada a María con dos gestos de él: al tiempo que seguían bombeando como dos posesos, él negó sonriendo y meneando la cabeza e introdujo un dedo en el lubricado ojete del culo de María. Esta dio un respingo y lo apretó un poco, pero al notar que Dyomedhe no cedía en la presión, lo relajó y comenzó a verse doblemente penetrada, primero con un dedo y luego con dos, usando para ello Dyomedhe los flujos de su encharcado coño que chorreaban por sus piernas y ya empapaban la cama.

Pero amorcito, me va a doler… ya has castigado mucho mi culito y tu polla es más grande que la de mi maridito, no sé si me va a caber

Eso lo vamos a ver ahora mismo

Dyomedhe la volteó y la puso a cuatro patas sobre la cama y cerca del borde, poniéndose él de pie tras ella; metió una vez más sus dos dedos en el culo de ella mientras con la otra mano tocaba su clítoris. Hizo barrena durante un rato y satisfecho de la labor:

Esto ya está listo, prepárate que te voy a encular hasta que tu ojete no de más de sí..

Ten cuidado, cariño

Dyomedhe restregó la punta de la polla contra el anillo trasero varias veces, hasta que comenzó a barrenar sobre el culo de María, que dado lo dilatado y lubricado que lo tenía cedió fácilmente al principio.

Te duele, amorcito?

No, sigue, encúlame que estoy deseando tener tu polla por ahí… hasta el fondo, amor, rómpeme

Dyomedhe jugaba con la punta de su polla metida en el culo de María y se hacía de rogar antes de taladrarla completamente, cuando ella empujaba con su culo hacia atrás, él retrocedía negándole su polla, hasta que en una de las reculadas de la desesperada y caliente María, se la empujó sin previo aviso hasta el fondo del culo. Ella sintió como si la hubieran partido en dos con un hierro al rojo. El ojete le ardía y la presión de la polla era casi insoportable, la sentía en su estómago. Permanecieron durante un minuto quietos, sin hablar, sintiendo cómo la polla palpitaba en las tripas de María:

Bueno, ves cómo cabía, zorrita? Ahora viene lo más duro, te voy a culear hasta que no pueda aguantar más

No, por favor, me duele, me quema, sácala, te la chuparé, córrete en mi coño, pero sácala de ahí

Dyomedhe comenzó a bombear flojito y a tocar el coño de María, la cual se relajó nuevamente y volvió a sorprenderse a sí misma de hasta dónde era capaz de llegar esa tarde. Su culo se encontraba ya perfectamente amoldado al cetro de él y estaba siendo baqueteada ricamente por aquel toro que la embestía con un cuerno caliente y delicioso:

Aaaaaaaayyyyy cabrón, me lo estás rompiendo, lo noto, pero me gusta, me arde, siiiiiiiiiiiiii… encúlame, partemeloooooooo

Te gusta cómo te enculo, eh? Zorrita, pues voy a aguantar la corrida hasta que tengas el culo abierto de par en par: mañana no podrás ni sentarte en la oficina sin acordarte de mi polla

Siiiiiiiiiiiiii, cabrón, pártemelo para que mañana me acuerde de ti, toro mío… ssssiiiiiiiiii, más fuerte… oooooohhhhh

Ël sacaba su polla para comprobar el trabajo que estaba haciendo en el culo de María, que se veía hermosísimo: sus dos blancas y poderosas nalgas y el enrojecido ojete totalmente abierto y que ya no oponía resistencia a sus embestidas de polla.

Toma rabo, guarrita, ya apenas me roza en tu ojete de lo abierto que te lo he puesto

Siiiiiiii mi amor yo lo siento rozar y quemarme, pero soy tuya, dame tu leche en mi culo, córrete en tu agujerito, aaaaaaaahhhhhhhh, me arde, me voy a correr por el culooooooooooooo, aaaaaaaaahhhhhhhhhh siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Toma mi leche, zorra, es tuya por putita buena que has sido, ah ah ah

Dyomedhe escupió todo su semen caliente dentro del culo de María al tiempo que engarfiaba sus dedos en las nalgas de ella para ayudarse en la corrida, que le estaba obligando a relamerse de gusto. Permanecieron así, María a cuatro y él detrás abotonado a ella como perros, jadeando, hasta que la polla perdió tamaño y el culo de María la expulsó. Él le pidió que siguiera a cuatro patas para contemplar mejor su obra:

El esfínter palpitaba enrojecido y dilatado en dos centímetros, al tiempo que goteaba leche en cada espasmo en que María lo contraía. Su coño aún rezumaba jugos de las corridas que resbalaban por las piernas de ella hasta hacer brillar sus rodillas, así como encharcando la cama. El fue a su bolso de mano y sacando unos pañuelos limpió delicadamente el coño y el culo de su amante, que yacía en la misma postura con la cara enterrada en el colchón y ahíta de polla por fin.

Espero que tu marido no tenga ganas de fiesta esta noche, porque notará que tienes el coño y el culo hechos unos zorros

Descuida que ese va a estar a dieta una temporada… además, para él tengo reservado un regalo adecuado a sus méritos

Qué?

Dejaré que haga números sobre lo que le va acostar la ropa y el perfume que has disfrutado tú y para hacer las cuentas le daré el pañuelo de papel con el que he limpiado tu divina polla: se lo ha merecido por calzonazos futbolero!

Ambos rieron de buena gana sobre la cama la malvada y terrible ocurrencia vengadora de María.

Tras media hora de arrumacos y confidencias sobre la cama, hubieron de despedirse apresuradamente, puesto que era ya casi la hora de cierre de la oficina y María debía "rendir cuentas" del trabajo realizado.

Bueno… cuándo nos veremos de nuevo?

Cuando quieras y podamos; además

Sí?

Aún tendré que venir varias tardes a que me muestres más pisos con tu singular atención personalizada, no?

Eso por descontado, sr. Márquez… Diomedes Márquez.