Mari, la vaquita I (La seducción)
Una chica joven, con la autoestima por los suelos era. por decirlo de alguna manera, una presa fácil, además le apetecía una vaquita.
Mariano era su empleado más fiel, siendo como era divorciado su dedicación a la empresa era total. Creía, que era el único que sabía de su lesbianismo y de sus peculiares gustos sexuales, al igual que ella de los suyos, aunque algunos empleados algo debían de sospechar, de una mujer de 42 años de la que no se conocía pareja en su vida. Aquella mañana habían estado despachando temas y ya iba a levantarse para salir de su despacho cuando Belén, por pura cortesía, le preguntó por su hija.
La verdad es que no está nada bien, a sus diecinueve años ha dejado los estudios y no encuentra ningún trabajo. Estoy muy preocupado por ella, debería ir a un psicólogo, pero no me hace caso. Tiene la autoestima por los suelos, sin amistades, prácticamente no sale de casa, avergonzada de su físico.
Por dios ¿Tan mal está? Si pudiese le ofrecería un trabajo aquí, pero ya sabes que ahora mismo no necesitamos a nadie, Quizá más adelante, aunque no se si seria bueno trabajar en la misma empresa que su padre.
Se tomó un tiempo aparentando estar pensando en cómo poder ayudar, aunque en realidad por su mente pasaban otras ideas. Una chica joven, con la autoestima por los suelos era. por decirlo de alguna manera, una presa fácil, además le apetecía una vaquita. En El Club, el lugar donde frecuentaba, había una que la traía de cabeza pero la había tanteado y ya tenía AMO y no sentía ningún interés por las mujeres, se lo dejó claro. Aquella era una pués una buena ocasión para satisfacer su deseo y más teniendo en cuenta que llevaba un par de meses sin sumisa.
- Bueno, hay una posibilidad, pero no sé si encontrará que es un trabajo indigno para ella. Necesito una persona de confianza que cuide de mi piso y de mi. que me haga la limpieza, pero también la compra, la comida, Todo esto, ya sabes. Le pagaría bien y creo que podría ayudarla a quitarse estas tonterías de la cabeza.
Le sorprendió cuán rápido aceptó su propuesta, sabiendo lo que sabía de ella, de sus inclinaciones.
¡Oh! ¡Sí! No sabes el favor que me harías. Además tu siempre le has caído bien.
Pues no se hable más, si a ella le interesa la espero, esta misma tarde a las seis, en mi piso.
Sé qué harás de ella una mujer nueva.
La conversación se alargó hasta el punto de que Mario le confesó sus deseos más oscuros y ocultos…
Cuando le abrió la puerta y la tuvo delante evitó mirar sus pechos, mejor dicho, sus tetas, sus ubres, inmensas, desproporcionadamente grandes. Pensó en lo mal que iba peinada, su media melena rubia, descuidada, sin nada de maquillaje y en su poco criterio en vestirse; unos pantalones blancos y una blusa azul celeste de manga corta por encima, intentando tapar sus nalgas.
- Hola Mari, cuánto tiempo sin verte, Qué guapa estás.
La chica se sonrojó. seguro que hacía tiempo que no le decían algo así, si es que alguna vez alguien lo había hecho nunca. Ella sonreía para sus adentros. La hizo pasar y le invitó a conocer cada rincón de su hogar. - Bueno, ya te habrá contado tu padre lo que espero de ti, sé que no es un gran trabajo, pero te pagaré tan bien como pueda, el primer mes será de prueba y te pagaré ochocientos euros, pero si me satisfaces y seguro que lo harás. te pagaría mil doscientos, dada de alta y asegurada claro.
Tendrás que hacer la compra, te dejaré dinero para ello, y la comida, yo llego a las tres y media, puedes comer antes o conmigo y después ya podrás irte, y si algún día tengo a alguien invitado hacer y servir la cena. ¿Te parece bien?
Si. Muchas gracias, señora.
No tienes que darme las gracias, es un trabajo, seguro que pronto encontrarás algo mejor. Pero es lo único que puedo ofrecerte.
Si te parece bien te incorporarás mañana mismo, pero mañana no quiero que vengas aquí. Como seguro que tendrás que recibir visitas e ir de compras en mi nombre, quiero que mañana vayas a este salón, te arreglarán el cabello y te harán las uñas y luego te recogeré e iremos a comprar algo de ropa, para ti. Quiero que estes muy, pero que muy guapa, aun más de lo que estas. Pero ahora, siéntate en el sofá y cuéntame de ti. Te traeré algo de beber.
Sabía que tenía que hacer las cosas bien, despacio, ganarse su confianza, aun así, le costaba reprimir las ganas de saborear aquel cuerpo joven y abundante en carnes. Desde la cocina llamó a la peluquería y preparó dos copas de vino blanco, bien fresco, las llevó al salón comedor y se sentó a su lado en el sofá, le era difícil contenerse de mirar aquellas ubres.
Hoy sirvo yo - dijo sonriéndole- Ya he llamado a la peluquería, te recogeré allí a las once. Pero dime; tu padre me ha contado que sales muy poco de casa. ¿Mal de amores por algún noviete?
No. No señora, no tengo ningún novio ni algo parecido a ello.
Vaya, con lo guapa que eres, Con algún que otro chico habrás estado ¿No?
Bueno, sí. Pero a los chicos no les gustan las chicas como yo. Solo en alguna fiesta, cuando aún iba, alguno que no había podido ligar con nadie, pero luego me ignoraban.
¿Las chicas como tú? ¿Qué quieres decir?
Ya sabe a qué me refiero, las chicas gordas…
¿Gordas? Tú no estás gorda, casi no tienes barriga.
Ya. pero con estos muslos y estos pechos…
Lo que ocurre es que los chavales jóvenes son unos estúpidos que no saben nada, solo se guían por las modas, los anuncios que ven por la tele. Te aseguro que muchos hombres pagarían por estar con una joven como tú. Yo misma, si fuese un hombre, no te dejaría escapar.
Es usted muy amable, señora.
Belén no sabía que le habría contado su padre de ella, quizá la hubiese puesto en alerta sobre sus gustos y tendencias, de hecho, pensaba, esto facilitaría las cosas, en todo caso Mariano era consciente en manos de quien la había dejado.
La chica le hablaba medio avergonzada, con los ojos bajos. Poco a poco se fue abriendo; le explicó cómo se burlaban de ella, como le llamaba vaca, como se sentía de mal con su cuerpo, como no soportaba las risitas de la gente joven y las miradas de los adultos. Tenía los ojos llorosos, cuando ella acarició, cariñosamente, su mejilla.
Bueno, a mí me han llamado cosas peores, Aún que claro, depende de quién, de cuándo y de cómo. En ocasiones a una le gusta que le llamen según qué cosas.
Sí, señora, solo que a mí me lo han dicho siempre como burla.
Estúpidos… Yo nunca te lo diría así…
Lo sé, señora. Usted es distinta.
No quiso ir más lejos, no creía que fuese el momento. Dejó que la conversación languideciera y se centrara en cosas concretas: Donde le dejaría el dinero, en que tiendas del barrio comprar la comida, darle las llaves del piso, decirle que si tenía ratos libres podía mirar la tele o leer, que podía usar su ordenador sí quería.
Bueno María, mañana te recojo a las once. ¿Sabes que me gustaría? Qué te pintasen las uñas negras. ¿Lo harías por mi?
¿Negras? Sí…Bueno..sí..está bien señora - Sonrojándose una vez más.
Cuando fue a buscarla a la peluquería alabó, una vez más, su belleza, lo bien que le quedaba el peinado y sus uñas negras. Interiormente sonreía. Se dirigieron al establecimiento de una amiga suya, donde sabía que encontraría ropa adecuada para ella.
Un vestido negro de mangas cortas, con cinturón, que le dijo podria llevarlo o no según se sintiera más cómoda, un delantal para la cocina, un vestido rojo, de tirantes, para ocasiones más especiales, por ejemplo, cuando tuviera que servir una cena, este tenía un escote de pico, que, sin ser exagerado, dejaba ver algo de regatera de sus tetas y finalmente, venciendo su inicial resistencia, un vestido de punto, sin mangas ni tirantes. Ajustado, que ponia al descubierto parte de sus muslos y de seguro, marcaría su figura. Después vinieron los zapatos de medio tacón y de tacón alto, argumentando que haría que se viera más alta. Se despidieron, con un beso en la mejilla hasta el día siguiente, en que ella llegaría a la hora acostumbrada; las tres y media.
Hola Mari, que bien te queda este vestido negro. ¿Te has probado ya el rojo?
No señora, aún no.
¿Por qué no lo haces ahora, antes de comer? Ya calentarás la comida si es necesario. Puedes hacerlo en mi habitación, no sé si has visto que hay un espejo grande por la parte interior del armario.
¿Ahora señora?
Sí ¿Por qué no? Me gustaria ver como te queda.
Finalmente, Mari fue a su habitación. Belén dejó pasar el tiempo que intuyó necesario, no quería incomodarla, antes de llamar a la puerta.
¿Puedo?
Si, sí, señora.
Y allí estaba, mirándose al espejo, con aquel vestido, que evidenciaba sus enormes nalgas.
- ¡Dios! ¡Qué bien te queda!
Se situó detrás suyo, muy cerca. Ahora si que miraba sus pechos, sin ningún reparo, en la imagen que reflejaba el espejo, el cinturón ajustado marcaba su figura. Le bajó un tirante hasta la mitad de su antebrazo.
- Mírate así, los hombres se volverían locos.
Ahora es el momento, pensó, el momento de ver cómo reacciona, de comprobar las posibilidades que tengo con ella. Sin mediar palabras le besó en el hombro, mientras posaba la mano en una de sus nalgas.
- Perdona…Perdona, no he podido evitarlo. no volverá a ocurrir.
Se quedó algo turbada, pero girándose hacia ella le dijo.
- No. No importa señora, nunca me habían tratado así, ni me había dicho las cosas que usted me dice, señora. ¿De verdad le gustó?
Le puso sus dedos en la barbilla, levantando su rostro, mirando sus ojos, azul oscuro y le dio un beso, un corto y leve beso en sus labios.
- Desde que entraste en esta casa…
Vió como sus labios temblaban, sus cuerpos casi se tocaban, se acercó lentamente a su cara. Aquel ya no fue un beso corto. Su lengua buscó la de ella, estaba entregada. Había sido más fácil de lo que preveía. Marí perdió la noción del tiempo, de todo, sus cuerpos se juntaron. Belén notaba aquellas enormes ubres en sus pechos. le bajó el otro tirante.
- Desnúdate, Desnúdate para mí. No tengas vergüenza. No conmigo. Con nadie. Quiero verte en toda tu hermosura - Le decía esto mientras desabrochaba su propia blusa.
Le acariciaba los pechos, aquellos pechos inmensos. María parecía derretirse bajo sus caricias. sus pezones durísimos. pezones para ser chupados, mordisqueados.
Oh…señora…dios…
Vaquita. Mi vaquita ... Buscaré hombres para ti…Quiero ver cómo te disfrutan.
Si…si…Lo que usted deseé señora.
Las dos estaban desnudas. acariciando sus cuerpos, de pie, con la vaquita apoyándose en la pared, aun medio temblorosa.
Como deseaba esto, señora, si usted supiese…Me da vergüenza…. Pero...Pero...Esta noche... He pasado la noche pensando en usted…en lo guapa que es…
Tócate. Tócate ahora como te has tocado esta noche.
Señora…
Hazlo. Quiero ver como lo haces
Sí. Señora, haré lo que usted quiera. Señora..señora.
De esto se trata vaquita mía. De esto se trata.
Jadeaba apoyada en la pared. Sus ubres bailaban mientras frotaba su coño, peludo, sin arreglar. Le ordenó que se girara, que se apoyara en la pared, Quería ver sus nalgas, sus nalgas como pelotas hinchadas, pero sin nada de celulitis. Que ganas tenía de azotarlas, viendo cómo se movían. Se agachó para besarlas, para mordisquearlas.
- ¡Ah! Sí. ¡Sí, señora! Quiero ser su vaquita, Su amante, Su putita.
Se iba a correr. La vaquita se iba a correr. Ya no podía aguantar más. Belén quería que
asociará el dolor con el placer; palmeó con fuerza sus nalgas mientras llegaba al orgasmo. Gemía como una cerdita, casi perdiendo el equilibrio.
- Date la vuelta. Mira como estoy por tu culpa. Tendrás que complacerme ahora ¿Lo comprendes no?
Se tumbó en la cama, con las piernas abiertas, le pidió, más bien le ordenó, que lamiera su sexo. Que lo comiera, mientras sujetaba su cabeza.
- Vas a saborear todos mis jugos viciosilla.
Ya era suya, totalmente suya, pero quedaba un buen trecho para convertirla en lo que ella quería.
Será mejor que te vistas y te limpies la cara, cariño. Ve a calentar la comida que me muero de hambre.
Sí Belén.
¿Belén? ¿Como que Belén? Soy tu señora, No lo olvides.
Per…Perdone Señora…
Así es como le gustaba verla, bajando la mirada ante ella.