Margarita y Amalia

Margarita ha decidido introducir a su amiga Amalia en los juegos escatológicos con Pedro

  • Hola cariño ¿dónde andas?

Era viernes por la tarde. Y acababa de llegar a casa. Margarita terminaba más temprano y consecuentemente llegaba antes. Solía esperarme viendo la tele o leyendo algo, pero ese día fue diferente.

  • ¡Aquí, en la cocina!

Cuando entré en la cocina la vi desde atrás frente a los fogones, la vi con solo unas braguitas blancas de algodón y cuando se giró para darme un beso de bienvenida vi que llevaba un delantal cortito y nada más. Estaba deliciosa… para comer.

  • He invitado a cenar a Amalia
  • ¿La compañera de la oficina? Pregunté
  • La misma ¿Te gusta el plan?
  • Mucho - dije al tiempo que sonreía y le tocaba el culo con una mano, aunque no era capaz de imaginar como se desarrollaría la noche.

Amalia ya había estado en casa varias veces, a cenar no. Cuando venía estaba un rato, tomaba café y luego se iban a pasear Margarita y ella. Un poco más joven, debía andar sobre los treinta, año más, año menos. Morena, más abundante de carnes que mi mujer, aunque se le adivinaban prietas, entraba dentro de la categoría de rellenitas atractivas, unos ojos de un negro profundo y una boca ancha con unos dientes preciosos remataban un bonito cuerpo, con unas tetas considerables, un culo grande, hermoso, prometedor y una cintura estrecha que unía ambas partes. Era más alta que Margarita, supongo que unas piernas largas y potentes contribuían a ello. Y por último ese pelo oscuro, brillante, no demasiado largo, que llevaba enmarcando su bonito rostro y que llevaba a imaginar como debía tener el del potorro, ponía la guinda al pastel…Nunca mejor dicho como veréis.

  • ¿Que hay para cenar? Dije .
  • Bacalao con esta salsa que tanto te gusta - ¡Quita esa mano del culo, espera un poco
  • Unas patatas fritas, ya sabes que las patatas me salen muy bien y de postre yogur
  • ¿Sólo?
  • Eso se verá. Contestó al tiempo que me dedicaba una de sus maliciosas sonrisas
  • ¿Y eso de esperarme medio desnuda con el delantal sólo?
  • No es verdad, llevo las braguitas blancas.

Y al tiempo que lo decía soltó una pequeña y adorable ventosidad como si fuera un anuncio de algo. Todo lo que provenía de su culo era adorable.

  • Voy a vestirme. Estate al tanto por si llega Amalia.

Pronto llamaron a la puerta, Margarita, mi mujer todavía se estaba arreglando. Fui a abrir y efectivamente era Amalia. No pude evitar mirarla con ganas de cabeza a los pies. Aquella noche llevaba un vestido largo, negro, con una abertura por delante que le llegaba hasta el coño y que a poco que adelantara una pierna mostraba cuan espléndidas las tenía, entallado en la cintura, remarcando sus curvas, un escote más que generoso anunciando que no llevaba sujetador y que se sostenía con dos tiritas sobre los hombros.

-Pasa por favor y siéntate. Margarita termina de arreglarse.

Al pasar la vi por detrás. El vestido se ajustaba y hacía inevitable pensar en su culo. Sus piernas se apoyaban sobre unos zapatos de tacón alto contribuyendo a hacer más poderoso el conjunto.

Cuando se sentó frente a mi y cruzó las piernas, no pude evitar que la mirada se dirigiera a la entrepierna, no me dio tiempo a ver si llevaba bragas, pero hubiera jurado que no. Estuvimos hablando de banalidades mientras esperábamos a Margarita y debió darse cuenta de como la miraba pero reaccionó de la forma que menos esperaba: cruzó y descruzó las piernas obligándome a que fijara aun más mi mirada en su entrepierna. De nuevo me quedé con las ganas de saber si llevaba bragas.

Por fin entró Margarita en el comedor. Se había vestido con unos leggins negros ajustadísimos que se le metían en la raja del culo y un top también negro con escote del tipo “palabra de honor”. Se coló entre Amalia y yo, cuando se agachó para saludarla con el beso de rigor su culo estaba a la altura de mi cara y soltó un sonoro pedo.

  • ¡Margarita! Exclamé
  • Cariño, se que a ti no te importa y a Amalia seguro que tampoco ¿Verdad Amalia?
  • ¡Oh claro que no Margarita! Ya sabes que son mi debilidad, yo a veces también me tiro alguno y peores que este, porque este hule un poco pero los míos apestan ¿Crees que a Pedro le molestará si se me escapa alguno esta noche?

Supongo que mi cara delató la sorpresa que acababa de llevarme viendo como prometía la velada.

  • No creo Amalia. A Pedro, cuando voy caliente de veras le encantan ¿Tu vas caliente?
  • Mucho, desmadrada, lo calificaría. Me follaría hasta un mojón de mierda que estuviera duro.

Aquel corto dialogo fue el anuncio de lo que me esperaba aquella noche. Lo que más me llamó la atención fue la forma en que parecía que yo quedaba al margen. Que estaba allí para dejarlas hacer y participaría solo cuando me lo permitieran… Una idea que no me desagradaba.

La cena transcurrió sin más incidentes, es verdad que ellas dos bebieron muchos líquidos, agua y también cava.

  • ¿Tomamos café? Sugerí

  • ¿Los preparas cariño?

  • Enseguida - Y desaparecí hacia la cocina

Cuando regresé con los cafés Amalia estaba en cuclillas sobre la mesa, apoyando su culo sobre los pies calzados con los zapatos y sus tacones todavía me parecieron más altos que antes, con el vestido retirado. Su coño se me ofrecía del todo. Era un coño peludo, negro y que parecía que el vello se extendiera hacia el ojete. Las ingles sin embargo estaban arregladas igual que las piernas que aparecían totalmente limpias y lisas.

Supongo que puse cara de tonto

  • No pongas esa cara - Dijo Margarita - Amalia esta noche quiere enseñarnos lo que es un café aromatizado. Ponle una taza debajo del coño
  • No se si me saldrá - apuntó - Amalia

Coloqué la taza debajo de su almeja. Me miraba fijamente, como diciéndome, si te portas bien dejaré que me folles. Su cara se contrajo levemente soltó un gas siseante … fffss..sssfff… unas gotitas de pis se deslizaron, solo unas gotitas, hasta el ojete recién aromatizado por el pedo, que era realmente apestoso, y luego fueron a parar al café.

  • Un café preparado con todo el cuidado por parte de Amalia para Pedro - Dijo

Y yo, como es natural, disfruté del café.

Amalia seguía en cuclillas, yo frente a ella imaginándome lo bueno que sería abrirme camino por aquella mata de pelo cuando Margarita que había estado retirando la mesa me dijo:

  • Súbete a la mesa y túmbate de espaldas con tu cara bajo su culo

Aquella frase me sorprendió, no la esperaba y tampoco su tono autoritario.

Cuando me di cuenta ya estaba en posición bajo el culo de Amalia. Margarita me desabrochó el pantalón y estaba bajándomelo cuando oí:

  • Tengo unas enormes ganas de mear ¿Tu no Margarita?
  • También, pero trataré de aguantar un poco más. Ya sabes que me gusta estar a reventar. Si quieres puedes mearte sobre Pedro, a él le gusta
  • ¿Puedo?

Un sí, casi inaudible, salió de mi boca. Mis pantalones ya estaban por debajo de mi culo y mi polla aparecía empinada, gorda y tiesa, apuntando hacia Amalia.

  • Soltaré solo un chorrito

Y efectivamente recibí un chorro de meado caliente que fue a parar sobre mi pecho. Mientras, Margarita se entretenía haciéndome una paja.

  • ¿Quieres que se corra? esta a punto, lo conozco bien.
  • Oh no, todavía no, déjale disfrutar un poco - contestó Amalia

Margarita seguía con la paja y yo andaba centrado en el ojete de Amalia. Los pelos del coño seguían hasta el agujero del culo, como indicando un camino, luego lo rodeaban y parecía que su ojete estuviera rodeado por una corona. De pronto una ventosidad pastosa, caliente, larga, fuerte y sonora estalló en mi cara. Mi mujer empezó a reírse con ganas.

  • ¡No me lo mates antes de que me folle! - dijo
  • Yo también quiero follarmelo. Y él querrá follarnos a las dos ¡Uf es que no podía más! Mientras mi mujer había parado con la paja
  • Chúpale un poco la polla Amalia y yo me siento encima de su cara

Vi como Amalia se quitaba el vestido, tiró de él con los brazos hacia arriba y como estaba de espaldas me quedé con las ganas de verle las tetas. Se doblaba hacia adelante, adelantaba también un poco las rodillas y luego sentí su boca en mi polla. Se la introducía en la boca, la movía un poco adelante y hacia atrás, paraba, le daba vueltas con la lengua, se entretenía lamiendo el agujerito de mear, luego se deslizaba a lo largo hasta llegar a los huevos, los mordía un poco, los chupeteaba… y de pronto me di cuenta que tenía a Margarita sobre mi cara, en cuclillas como estaba antes Amalia, con su culo pegado a mi cara pero con una diferencia, no se había quitado aun los leggins.

  • ¡No se te ocurra correrte! La autoridad de Margarita había quedado patente

Pero no pude más solté una corrida fenomenal, la leche salía con fuerza y a borbotones yendo a parar a la boca y la cara de Amalia.

Oí que decía:

  • Margarita, este cabrón se ha corrido ¿Que piensas hacer?
  • Voy a mearme encima de él

Y lo hizo. Note como los leggins se iban mojando, la humedad los traspasaba y caía su pis sobre mi cara. Fue una meada larga, inacabable .

  • Ahora viene lo mejor. Volví a oír su voz

Paró de mear y empezó a bajarse los leggins. Encajó mi cara entre sus nalgas, casi me ahogaba, para respirar tenía que abrir la boca… mientras Amalia le decía: este hijo puta está empalmando de nuevo. Tu culo le gusta

  • No se si lo que viene ahora va a gustarle jajajajaja . Pese a tenerla encima la voz de Margarita me sonaba lejana. Empecé a sentir un gusto entre amargo y acido y un olor fuerte me envolvió. Algo húmedo salía de su culo, luego algo más pastoso, cerré la boca y ella restregó su culo sucio de mierda por mi cara. Entretanto Amalia dijo:
  • Yo también quiero hacerlo
  • Si lo haces, seguro que vuelve a correrse

Estaba empalmado a más no poder. Mi huevos estaban inflados

  • Venga cambiate por mi, Margarita, antes de que se corra de nuevo
  • Es que no he terminado - Replicó mi mujer
  • ¡Termina luego! Anda no seas mala. Deja algo para mi
  • ¿De veras de apetece Amalia?
  • ¡Mucho!
  • Pues tendrás un postre abundante. Voy muy cargada - Contestó de nuevo mi pareja.

Mi mujer bajó de la mesa, sin prisas, se quitó los leggins y buscó mis huevos con los dientes, los mordisqueaba con ganas y yo tenía la polla a punto de estallar de nuevo. Volvía a tener el culo de Amalia sobre mi cara. Esta vez, al contrario que Margarita, no encajo mi rostro entre sus nalgas sino que se levantó casi un palmo de mi cara. Podía ver aquel hermoso ojete que se me ofrecía. Empezó a mear, sin fuerza, haciendo que el líquido resbalara del coño hasta el culo y luego sobre mi cara, era una meada larga sin fin, de pronto abrió un poco el ojete y un pedo húmedo estalló salpicando mi rostro de mierda clara, era puro líquido. La oí como decía:

  • No te preocupes. Mis cagadas siempre empiezan así. Pronto vendrá un mojón gordo y duro.

Soltó otro pedo húmedo, asqueroso, apestoso, esta vez ya no era tan líquido.

Margarita seguía mordiendo con ganas mis huevos y yo me preguntaba cuánto tardaría en correrme de nuevo.

Vi como se abría el ojete de Amalia sobre mi cara. Asomó una peladilla de mierda que fue a parar sobre mi nariz, luego el ojete siguió ensanchándose …

  • Ya viene lo mejor Pedro

El agujero de su culo se ensanchó hasta lo increíble y apareció un mojón redondo, enorme, que se iba deslizando hacia mi boca y que cuando hizo contacto pude notar lo duro que era. Siguió un pedo y volvió la mierda, esta vez algo más pastosa que me llenó la cara por completo. Luego bajó el culo, se apoyó con él sobre mí y empezó a restregarlo.

¡Lame! - Dijo

Y yo lamí, lamí, lamí… al tiempo que volvía a escupir leche como creo que no lo había hecho nunca.

Mi Margarita le dijo:

  • Ven, Amalia, te lo has ganado. Baja de la mesa y túmbate en el suelo

Podía verlas. Amalia tumbada en el suelo, Margarita de pie a horcajadas sobre ella, comenzó a mear su coño, vi como se mojaba aquel pelo tan negro, abundante y apetitoso.

  • ¡Baja Pedro! Quiero que comas el coño de Amalia recién meado

Me faltó tiempo para cumplir la orden tal tiempo que lamía aquel coño delicioso le metí un dedo en el culo. Notaba como Amalia se enervaba cada vez más.

Mi mujer retrocedió un poco, y aun de pie, empezó a soltar un chorro de mierda pastosa sobre la cara de Amalia acompañada de algún pedo que salpicaba por todas partes su cuerpo. Noté como Amalia se corría, se tensaba, levantaba la cintura y su culo se contraía rítmicamente sobre mi dedo en su interior.

Mientras, Margarita, se había acuclillado sobre el rostro de nuestra invitada y esta vez fue ella quien ordenó:

  • ¡Lame el ojete perra!

Lavanté un poco la cabeza la vi como nuestra amiga iba retirando los restos de mierda con la lengua, la paseaba por la corona de pelos que rodeaban el agujero y luego se entretenía de nuevo en el ojete, Mi mujer se estaba haciendo un dedo, duro, salvaje, anunciando la necesidad de correrse.

  • Ahora quiero que me la metas por el culo puto cabrón - refiriéndose a mi

Se puso a cuatro patas y esperó. Pero mi polla con las dos corridas anteriores en tan poco tiempo no respondió.

  • Eres un mierda - Me dijo - Espero que otro día sepas controlarte mejor. Mete el dedo.

Ella siguió machacando su coño y mi dedo entró en su culo lubrificado por la mierda. Lo movía de forma rítmica sacándolo y metiéndolo cuando también note que tenía una corrida salvaje. Larga. Satisfactoria.

  • ¡ Pronto, sácalo! Volvió a ordenar

Y otro pedo volvió a salpicarme de mierda el pecho.

  • Eso es por no se ser capaz de empalmar como un hombre. Tendremos que enseñarte.

A partir de aquel día las esporádicas cochinadas de Margarita se convirtieron en las frecuentes marranadas de Margarita y Amalia sobre mi.

Lo cual me alegró mucho… Pese a que luego me tocaba siempre limpiar a mí.