Margarita... un domingo por la mañana

Ya sabéis como me gusta que Margarita sea una cochina...

Era domingo. Me desperté como siempre alrededor de las nueve. Margarita dormía o eso me pareció. Me levanté de la cama y me dirigí al baño. No siempre cago por las mañanas, pero la noche anterior habíamos salido a cenar y aquella mañana necesitaba vaciar. Cogí la tablet y me senté en la taza del wc, empecé a buscar algo porno… y de pronto una sombra hizo que levantara mi cabeza:

Margarita estaba frente a mi con ese camisón transparente y cortito que sabe que me pone a cien y que la noche anterior no le saqué provecho. Ambos llegamos cansados y algo mareados, o eso me pareció a mi. Quizá solo yo llegué así.

  • ¿Que vas a hacer? Dijo

  • Caca

  • ¿Solo eso?

  • Supongo que también voy a mear

  • Esta mañana no la tienes muy grande

  • Debe ser la resaca de ayer noche

Mientras cruzábamos estas pocas palabras se había adelantado, abierto las piernas y se colocó a horcajadas sobre mis rodillas, sin llegar a sentarse. Mi cabeza quedaba casi encajada en sus tetas.

  • ¡Margarita! Tengo ganas de cagar - Exclamé

  • ¡Hazlo! Quiero verlo, quiero verte tu cara mientras lo haces

Puso una mano bajo mi barbilla y me levantó la cara.

  • ¡Vamos puja! ¡Fuerte! ¡Duro!

Dura se me estaba poniendo la polla

Me miraba a los ojos

  • Vamos estoy esperando - Dijo

Y lo hice. Empecé a apretar. No dejaba de mirarme con lujuria. Ya me estaba saliendo el zurullo. Era duro y salía con dificultad. Por fin se rompió el primer trozo y se oyó un “plop” al caer en el agua del inodoro. Noté como un liquido caliente resbalaba sobre mi, Margarita estaba meando, salía con fuerza y el líquido estallaba en mi vientre.

  • Sigue apretando, sé que no has terminado.

Supongo que mi cara manifestaba el esfuerzo, sus ojos seguían clavados en mi rostro

Terminó de mear, su mano izquierda seguía manteniéndome la cara en alto y la derecha bajó hasta mi polla:

  • ¡Caray! Se te ha puesto dura! Hubiera podido decir ¡Joder! Pero sabía que en estos momentos a veces, solo a veces, a Margarita le iban estas finuras.

Se oyó otro “plop” y supongo que mi cara se relajó. La sonrisa picarona volvió a aparecer en su rostro… Se pegó a mi, notaba sus tetas redondas y tibias en mi pecho y comenzó a lamerme el cuello al tiempo que me susurraba en la oreja:

  • Somos dos cerdos cochinos… tu el cerdo marrano y yo la cerdita. Ahora quiero que mees

  • con lo dura que tengo la polla no se si podré - contesté

  • Claro que podrás ¡Vamos mea!

Y sorprendentemente empecé a mear. Note como el meado resbalaba por su mano, luego hacia mis huevos y por fin hacia el inodoro. Empecé a relajarme. Pero no se relajó mi picha.

Con la mano izquierda rodeó mi cuello y fue arqueando su espalda hacia atrás, empezó a doblar las piernas hasta sentarse en mis rodillas y clavarse mi polla en su coño. Lo hizo de golpe, de un empujón. Luego retiró su mano derecha y me ofreció el dedo anular.

  • Ensalívame el dedo, vamos ensalívalo mucho, necesito que entre suave en mi culo, pero ni se te ocurra moverte, no lo hagas para nada.

Luego con la espalda arqueada como estaba dirigió su mano hacia sus nalgas, noté como su dedo empujaba, una vez, dos veces… Volvió a ofrecérmelo, ponle más saliva me dijo. Al hacerlo note ese gusto típico del ojete, pero me lo metí en la boca, lo hice con ganas.

Repitió la operación de introducirse el dedo, esta vez si entró, comenzó a moverlo, yo lo notaba en mi polla a través del interior de su culo, nos estábamos tensando los dos.

  • No te corras todavía, aun no - dijo

Su dedo volvió a moverse en su interior y lo sentí. Se clavó aun más la polla, sus piernas me apretaron las mías y comenzaron las contracciones, podía sentirlas a la perfección y de pronto estalló, se hicieron más rápidas, secas, se tensó y susurró:

  • ¡Correte!

Lo hice, sentí como mi polla estallaba y escupía en su interior con fuerza varias veces.

Luego nos abrazamos tal como estábamos, nos reímos de felicidad

  • Vamos a desayunar - Me dijo

  • Tendremos que ducharnos primero - contesté

  • ¿quien te ha dicho que esto haya terminado?

  • Pero llevo el culo sucio y estoy meado, he cagado y me has meado encima

  • tu nena te limpiará.

  • tu también vas meada

  • No importa.

Ella se levantó para separarse de mi y cuando mi polla estuvo fuera, su coño dejó salir los restos de mi corrida que fueron a parar sobre una de mis piernas. Luego se arrodilló a mi lado y empezó a lamer la lefa hasta hacerla desaparecer por completo.

  • Arrodíllate tú ahora. Te he dicho que te limpiaría

Me arrodillé, me miró el culo:

  • Uf! Que sucio lo llevas - Cogió un papel y noté como me lo limpiaba - No es raro ¡Con tanto pelo! Un día tendré que depilártelo. Cogió otro y volvió a repasarlo. Luego alargo el brazo hasta el cajón del mueble del baño y saco un lubricante que a veces usamos. Se embadurnó el dedo y me lo metió sin demasiado miramiento.

  • tu cochinita quiere ver si realmente has hecho toda la caca o si te queda algo. ¡Uy! ¡Si! Yo diría que todavía queda bastante, puedo tocarla con el dedo

Sacó el dedo y me dio un cachete en las nalgas - Venga vamos a tomar algo

Se me había puesto de nuevo la polla como un pino.

En la cocina me dio un delantal, nada más, que delataba mi estado de erección. Ella en cambio, se puso unas braguitas blancas de algodón ( sabe que me enloquecen ) y una batita corta de andar por casa.

  • Vamos a tomar un zumo de naranja, dos kiwis, una tostada con mermelada… y yo quizá me coma un plátano. Cuando lo dijo los dos nos reímos a gusto

Yo la miraba mientras preparaba el desayuno, veía las braguitas blancas, inmaculadas, cada vez que se agachaba un poco al moverse por la cocina. Sabía que ella se daba cuenta.

  • Se lo que quieres - soltó de golpe - pero tendrás que esperar a acabar el desayuno

Sirvió la mesa y se sentó a mi lado. Mientras comíamos volvió a cogerme la picha y empezó a pajearme, sabía como mantenerme empalmado sin provocar mi corrida. Cuando hubimos terminado de desayunar, la soltó, recogió los platos y se dirigió al cubo de la basura para tirar los restos. Al agacharse un poco para hacerlo, ella sabía que le estaba mirando las braguitas blancas, paró un momento, giró un poco la cara hacia mi, noté un pequeño rictus en su cara y un brrrsss…bloppsss…fsss…. Se había pedorreado. Sonrió y yo me di cuenta que sus braguitas blancas se habían manchado de marrón.

  • ¡Uy, se me escapó! Y sonreía al tiempo que lo decía

Terminó de echar los restos de los platos y vino hacia mi, se coló entre la mesa y yo, que quedé encajado entre sus piernas y mi cara casi pegada a las braguitas sucias, se dobló sobre la mesa:

  • ¡Limpiame! Sonó imperativo

  • No tengo papel como tenías tu en el baño

  • No lo necesitas. ¡Usa la lengua! - Fue una orden

Le bajé las braguitas con las dos manos lentamente, y sus nalgas redondas, apetitosas, apretadas, aparecieron sucias y apestosas de caca casi líquida frente a mi cara. Comencé a lamer…

  • Cuando termines por la parte de fuera no te olvides de limpiar bien la raja del culo

Ya estaba terminando cuando oí que su barriga empezó a hacer algunos ruidos

  • Creo que tengo más ¿Te importa Pedro?

No contesté. No tuve tiempo. Un torrente de mierda líquida salió disparado hacia mi cara. Me pilló totalmente desprevenido y cuando pensé que había terminado y casi me había relajado una segunda andanada, esta vez con trozos algo más sólidos, volvió a salir disparada de su culo directamente hacia mi cara.

Se rió con ganas

  • No me acordé de decírtelo cielo, esta mañana me he tomado un laxante - Dijo entre risas  de felicidad- Ven cariño vamos a follar que te lo mereces

Me tumbé en el suelo esperándola. Estaba de pie con las piernas abiertas sobre mi y me miraba…

  • Llevas la cara realmente sucia. Voy a limpiártela con un poco de pis a presión

Su meado surgió con fuerza, fue como si realmente intentara limpiarme el rostro y a pesar de ser un meado largo y potente supongo que no logró su propósito:

  • Da igual, te follaré con la cara sucia

Se sentó sobre mi polla y empezó a cabalgarme con fuerza. Yo estaba a punto de explotar   cuando se la sacó del coño y empezó a empujar con su ojete, por fin la penetré de nuevo, esta vez por el culo, su estrecha abertura la apretaba con fuerza, y noté sus contracciones, se estaba corriendo y no pude contenerme más, estallé en su interior también con fuerza. Se dobló por la cintura y acercó su cara a mi cara aun sucia:

  • Eres un cerdo marrano ¿Lo sabes? Me encanta que lo seas - Y me besó.