Marga y Elena. Diálogos de dos niñatas - III

Diálogo bobo de dos niñatas pitongas un día que están estudiando juntas en la habitación de una de ellas

III

La madre de Marga los martes se queda a dormir en casa de su novio. Marga le ha pedido permiso para invitar a Elena a dormir con ella, así no se quedará sola y podrán aprovechar para preparar los dos exámenes que tienen para el miércoles. Aún no llevan diez minutos enfrascadas en el repaso de sus apuntes que Elena rompe el silencio.

¡Vaya mierda! ¡No puedo más! Estoy harta... y además no entiendo nada.

Está chupado. Lo que te pasa es que no estás concentrada. Si quieres te lo explico porque yo todo esto ya lo pillé bastante bien el año pasado.

No me expliques nada. Es verdad que no consigo concentrarme.

Pues hagamos un descanso. Podemos merendar algo.

La que pasa es que llevo dos días que no me hago ninguna paja y ahora estoy cachonda que no veas.

Pues vale, te haces una paja. Ya sé que eres tan pajolera que si no te corres por la mañana, por la tarde y por la noche no puedes hacer nada. Teníamos de haber empezado por ahí. El ordenador está libre, ¿qué quieres que te busque?

Mientras hace esta pregunta ya ha puesto la pantalla de “xvídeos” en el ordenador que tienen sobre la mesa y pasea el cursor sobre las distintas sugerencias que han aparecido.

No. Esa no. Esa tampoco... Todas las que hay aquí son una mierda. Déjame el ratón.

No. Ya te busco yo algo bueno.

Apunta “teenagers”

t-e-e-n-a-g-e-r-s. A ver. ¿Ésta? ¿O ésta otra? Sí... Ésta parece que está tan cachonda como tú... y además tiene dos tíos para ella sola con unos pollones inmensos.

¡Joder! Pero esas tías no saben hacer otra cosa que mamar pollones. ¿A ti te pone eso? Esas pollas están bien, son majas, pero para que te las metan, no para darles todo el gusto a ellos y tú quedarte con que casi que ni te tocan una teta.

Que sí que le toca una teta, mira.

Nada. Pongamos otra. Déjame el ratón. Suéltalo, tía. Déjame a mi.

No. Mira esa otra... Esa parece la Vanesa. Muy mosquita muerta pero una mamona de mucho cuidado. Seguro que la Vanesa es una mamona.

¡Que va! La Vanesa no se come una rosca. Seguro que todavía no se ha morreado nunca con un tío. No parece una mosquita muerta, lo es.

Pues esa mosquita muerta de ahí ya está preparándose para que le dé por el culo.

Esa sí. Esa no es la Vanesa. Esa es una polaca que le encanta que le den por culo, y además le encanta que la graben mientras le dan y lo vea todo el mundo del planeta entero.

Y a tí ¿no te gustaría que te grabaran haciéndote tus pajas para que lo pudiera ver cualquier salido de Madagascar? –dice Marga después de haber estado viendo las dos juntas toda la escena, que ha durado unos ocho minutos.

No, ni por un millón de euros. Solo pensar que lo pueda ver mi padre me da un soponcio.

Mira, mira que guarrinina que es esta otra polaca. Y el tío que le han buscado es un bonbón.

Con un tío así yo me dejo hacer cualquier cosa.

Y que te graben.

No, que me graben no, tía. Que ya te digo que luego seguro que lo ve mi padre.

Mientras ven como se lo monta una pareja de jovencitos, en una escena larga y bien realizada, siguen charlando.

¿Y porqué dices “si lo ve mi padre”? Tu madre no se hace pajas por internet, como la mía –pregunta Marga.

Sí, mi madre también. Pero es que mi padre parece que esté abonado. No para. Se pasa toda la noche dale que te pego. Es peor que mi hermano pequeño. ¡Mira, mira! ¿Has visto los huevazos que tiene? Echa para atrás, que los quiero volver a ver. A mi hermano, cuando le pillo, o sea cada tarde cuando hace ver que está estudiando, se pone rojo como un tomate, cambia la pantalla por una de matemáticas y me envía a la mierda. Cada día igual.

¿Y a tus padres no los pillas?

Como a mi hermano no. Pero tampoco disimulan mucho, no creas. El sábado, después de comer, estaban los dos en el ordenador de su habitación con la puerta entreabierta. Y luego la cerraron y mi madre nos dio una serenata de chillidos y gemidos que no te cuento. Mis hermanos se tronchaban. Pero normalmente el porno lo miran cada uno por su cuenta, y yo diría que un poco a escondidas. Sobre todo mi madre, que yo me sé muy bien que mira bastante porno cuando está sola en casa.

Pon esa de ahí. No. La otra. ¡Esa! Esa está buena. Este tío me recuerda el del tren, el que besaste tan apretada.

Tú también le besaste. Tú fuiste la primera. Mira, ésta lo está besando mejor que nosotras.

Y además está en pelotas.

Nosotras también estuvimos en pelotas.

Pero no estábamos en pelotas a la hora de la despedida.

Pero seguro que él se acordaba de cuando estabas desnuda, y cuando lo abrazabas tan fuerte debía estar fantaseando que aún seguías desnuda.

Sí, yo lo abracé muy fuerte y le di un par de besos morrocotudos en las mejillas, cerquita de la boca, claro. Pero tú, Elena, te pegaste a él como una lapa y parecía que no lo ibas a soltar nunca.

Más o menos como tú. Un par de besos en la cara y un buen abrazo.

¡Y tan buen abrazo! Bien apretado para que comprobara bien lo chulas que son tus tetas.

El mismo abrazo que le puedo dar a mi padre o a mi madre. O a mi tío Eugenio. No tengo yo la culpa de tener tetas. A ver si no voy a poder abrazar a la gente porque tengo tetas. A ti también te abrazo con fuerza muchas veces.

Sí, sí... Si a tu tío Eugenio le das unos achuchones como el que le diste al tío del tren seguro que lo empalmas. Pobre tío.

Ji, ji, ji...

¿De qué te ries ahora?

Ji, ji... De que sí. De que nunca me falla. Al tío Eugenio cada vez que lo saludo, “¡hola, tito!” , y le doy un buen abrazo y un par de besos, se empalma. A veces solo se le nota un poquitín en la bragueta, pero otras veces ha de girarse para que no lo vea, o para poder ponerse bien la picha... O se pone las manos en los bolsillos y hace ver que el bulto de la picha es solo el de los nudillos de las manos. Y yo, claro, me parto de risa. Y él me pregunta que de qué me rio. Y yo tengo de inventarme cualquier excusa tonta. Y se la traga ¿tú te imaginas? Ji, ji, ji...

Pues el tío del tren no se empalmó en absoluto.

No, no se empalmó. Yo también me fijé bien. Y eso que le clavé las tetas tan fuerte como pude... Pues no se empalmó nada de nada.

Venga, calla. Voy a buscar algo mejor... ¿Tú crees que vendrá al parque este domingo?

Seguro que viene. Seguro que es un pederasta que le gustan las menores y no se va a perder una oportunidad tan magnífica. ¡Mira! Esta imbécil ahora pone una cara como si la estuvieran torturando. ¿Busco otra?. A mi me gusta cuando ponen cara de que se lo están pasando bomba, no cuando lo pasan fatal. No sé como hay gente que le gusta pasarlo fatal follando.

Yo tampoco lo entiendo.

Pues yo creo que a mi madre sí que le gustan los vídeos y los relatos con tíos capullos que maltratan a las mujeres.

¿Porqué lo dices? ¿Crees que su novio es un pervertido al que le va el rollo del sado-maso y todo eso?

No, no lo digo por el Manolo. Ese es muy majo. Lo digo por las noveluchas que lee, siempre con machos dominantes y mujeres sumisas. Las que son más guarras se las he leído todas.

Pero yo no soy tu mamá. A mi que me lo hagan pasar mal no me gusta nada. Venga, busca algo... no sé... Busca en “bus”.

–“

b-u-s”. Pues las que salen en “bus” precisamente siempre ponen cara de estarlo pasando fatal.

No, mira. Esa, esa. Esa se nota que le gusta que este tío le esté rozando el culo con los nudillos de la mano. ¿Ves? ¿Ves, ves?... Ya le está magreando el culo y ella hace ver como que no quiere, pero se le ve en la cara que está encantada que le magreen el culo. Y ahora son dos los que se lo magrean, uno en cada cacha. Mira que cara que pone... seguro que ya está empapadísima. Ahora se va a correr. ¿Qué haces? ¡No lo pares, burra!

Espera. Vamos a volverlo a poner desde el principio. Pero primero sácate las bragas, porque habíamos quedado que ibas a hacerte una paja.

No. Contigo aquí pegada a mi lado me da corte.

Pues hay muchos vídeos con una chica haciéndose pajas y que no se corta por estar con una amiga.

¡Ah! ¿Tú también te la vas a hacer? ¿Nos vamos a hacer una paja las dos a la vez?

No, no. Yo no. Eras tú la que querías hacerte una paja. Pero yo miro como lo haces. Quiero ver como te haces las pajas tú. Igual aprendo alguna cosa nueva. Igual mañana me hago una paja copiando tu manera de hacerte las pajas.

No. Si tú me estás mirando no me voy a venir. Ya te digo que me da corte. Además, las que salen juntas haciéndose pajas son lesbianas. Y nosotras no somos lesbianas.

¡Uy, no! Yo a las lesbianas no las soporto.

Yo tampoco las soporto... Pero ¿sabes qué?

¿Qué? –pregunta Marga, que ha vuelto a dar el play y está mirando otra vez a la chica que le magrean el culo en el autobús.

Que podemos hacer un rato como si fuéramos lesbianas. Hasta que nos hayamos corrido un par de veces y así luego podemos seguir estudiando.

No sé, no sé...

Venga... Margui... Podemos probar... Y deja ya a ésta que le están tocando el culo.

No, mira, ahora ya también le están tocando el chocho.

A mi esa tía no me pone en absoluto. Busca en los masajes.

¡Hostia, sí! En los masajes siempre salen tías con cara de que se lo están pasando de puta madre.

–“

m-a-s-s-a-g-e-s”. ¿Qué prefieres, una tía a un tío, un tío a una tía, dos tíos...?

No, burra. Uno que se lo hagan a una tía. Y con varios tíos y tías dando el masaje. Así pienso que me lo están haciendo a mi. ¿Ves? ¡Ése, ése!... ¡Joder, y qué pollón que tiene el masajista!... Y las dos ayudantas que tiene... seguro que son lesbis. ¡Hala! ¡Mira como se preparan los tres para magrearla!

Es un vídeo bastante largo. Están viendo los primeros minutos hasta que Marga clica el pause y dice:

Oye ¿porqué no lo hacemos nosotras?

...

Sí, tía. Yo no tengo un pollón como ese tío. Pero sé dar masajes. Le doy masajes a veces a mi madre.

¿Para que se escurra?

No, burra. Para que se relaje. Pero cuando éramos pequeñas, yo y mi prima si que nos dábamos masajes y nos tocábamos los coñitos. Pero entonces todavía no nos corríamos. Èramos pequeñas y todavía no teníamos orgasmos de verdad. Jugábamos a que éramos mayores y que estábamos en un salón de masajes para mayores.

Pero ahora no me vas a tocar el coño. Esto es de lesbianas.

Pero hemos quedado que vamos a hacer ver que somos lesbianas. Ya verás... Primero hemos de preparar una camilla de masajes.

Suelta el ratón del ordenador y se levanta muy decidida.

Venga, ayúdame.

Empieza a sacar los volúmenes de una enciclopedia de tropecientos volúmenes que nunca han sido utilizados y los apila de seis en seis en el suelo, junto a la cama. Con la ayuda de Elena, que no sabe exactamente lo que están haciendo, levantan la cama y ponen cada pata sobre una de las pilas de libros para que quede bastante más alta en medio de la habitación. Luego, saca el cobertor de un tirón echándoselo al cuello y se dirije hacia la puerta.

Muy bien, señorita Mendoza. Ya puede usted ir desnudándose y me espera echada en la camilla. Yo voy a acabar de preparar las cosas y enseguida estoy con usted.

Pasados tres o cuatro minutos regresa con un capazo lleno de frascos que ha ido a buscar al baño, y con dos toallas blancas, una de ellas grande y la otra inmensa. Para gran sorpresa de Elena, va vestida de enfermera, con cofia de la Cruz Roja y una superminifalda de mucho vuelo.

¿De donde has sacado esto?

Es de mi madre. Del carnaval del año pasado.

¿Iba disfrazada así?

Iban así todas las de su peña en el desfile. Pero ellas iban con bragas, claro. Y tú ¿por qué no te has echado todavía?

Elena está sentada a un lado de la cama y no tiene más que levantar un poco la faldita de Marga para ver que no lleva nada debajo.

¡Hostia, tía! ¡Estás con el chumino al aire!

Y el culo también –dice Marga girándose y respingando el trasero para lucirlo bien–. Venga, échate. Pero primero pondremos la toalla grande para que no se vaya a manchar el colchón. La toalla y las sábanas, luego las pondremos en la lavadora

¿Me pongo boca arriba o boca abajo?

Ponte como quieras. Igual te voy a embadurnar de crema por todas partes.

Pues me pongo boca arriba. Así veo mejor lo que piensas hacer, porque mucho no me fío.

Pues para empezar te voy a untar tanta crema que no te imaginas –y mientras dice esto ya ha empezado a extenderle por los pechos un abundante chorro de crema de coco.

No se empieza por las tetas –dice Elena–. Se empieza por los brazos y las piernas.

Se empieza por la espalda. Pero como tú te has puesto boca arriba yo empiezo por las tetas y así te pongo cachonda desde un primer momento –replica Marga, sobándoselas con fruición.

Y tú, –pregunta Elena, mientras la otra sigue concentrada masajeándole las dos tetas a la vez, con ambas manos– en tu papel de masajista lesbi ¿también te pones cachonda?

En este momento se oye un ruido de llaves en la cerradura de la puerta de la calle.

Cariño ¿estáis ahí?

Elena da un salto y se lanza sobre sus ropas, que se pone a toda velocidad. Marga, por su parte, se saca el disfraz y lo tira bajo la cama junto con la toalla. Sin vestirse, se sienta junto a Elena en la mesa de estudio.

¡Hola, mami! –contesta Marga mientras se sienta y abre un libro.

De la puerta de entrada hasta la de la habitación solo hay unos pasos, pero afortunadamente parece que la madre de Marga no los hace directamente. Como la oyen hablar por el teléfono móvil, se vuelven a levantar y, en un momento, Marga se viste y recomponen la cama. El capazo de las cremas lo esconden debajo junto con las toallas, y los libros de la enciclopedia los desparraman por encima antes de volverse a sentar en la mesa. Están muy quietecitas cuando la mamá de Marga aparece en la puerta.

Hola, bonitas, ¿cómo va eso? ¡Uy!, ¿qué es este follón que tenéis sobre la cama?

Hemos estado consultando algunas cosas en la enciclopedia. En nuestros apuntes no entendemos nada. ¿Cómo es que estás aquí? ¿No te quedabas a dormir en casa de Manolo?

La madre de Manolo se ha puesto enferma. Él se ha tenido de ir corriendo al hospital.

¡Oh, pobre mujer! Yo la conozco de verla comprando en el mercado. Es muy mayor. ¿Se va a morir?

No. Manolo me acaba de llamar desde el hospital y dice que podemos estar todos tranquilos. Que ha tenido una infección de no sé qué me ha dicho, pero que está fuera de peligro. Que mañana podrá volver para casa. Y vosotras... ¿habéis estudiado mucho? ¿habéis cenado?

No, mami. No hemos cenado.

Pues seguid estudiando y yo os prepararé la cena.

Oh, mami. Eres un sol. Si nos preparas la cena podremos acabar con lo que estamos, y así luego nos vemos las tres alguna película en la televisión.