Marel y su novio

Una señora de 37 años separada va a ver jugar a su hijo, de 18, y ahí conoce a un muchacho de la edad de su hijo, con el que tiene un rápido encuentro en su auto; la invita a una fiesta esa noche y ahí se hacen “novios” y tienen relaciones sexuales.

MAREL Y SU “NOVIO”

Resumen

Una señora de 37 años separada va a ver jugar a su hijo, de 18, y ahí conoce a un muchacho de la edad de su hijo, con el que tiene un rápido encuentro en su auto; la invita a una fiesta esa noche y ahí se hacen “novios” y tienen relaciones sexuales.

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A los treinta y siete años  yo  me  encontraba  a  mí  misma muy  seductora, con dos hijos muy lindos, una buena posición en la empresa donde trabajaba, una casa propia y.., sin embargo, ¡no me sentía yo feliz...!. ¡Me hacía falta el sexo!.  Me había separado de mi marido hacía ya casi medio año y desde entonces…, no había yo vuelto a tener sexo con nadie.

Yo, que era tan cantadora, bromista, amiguera, me había vuelto retraída, ensimismada, enojona y lloraba por cualquier cosa: ¡me hacía falta el sexo!. A veces, viendo algún programa en la tele, viendo cómo se daban un beso, mis senos se  me ponían muy erectos, los pezones muy rígidos y me relamía yo mi boca y se  llenaba de saliva;  sentía igualmente mi sexo humectarse y dejarme empapada mi pantaleta; siempre me encontraba bastante dispuesta y deseosa...

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Un  día, a mucha insistencia de mis hijos, me  fui  a  ver  un  juego de  futbol americano: ¡jugaba mi hijo!.  Me fui con mi hija, pues ella “andaba” con uno de los entrenadores del equipo en donde jugaba mi hijo. Ambos se esforzaban porque yo saliera, por que me distrajera pues andaba "tristona", decían, sin saber que lo que me faltaba era "sexo".

Al terminar el juego, mi hija se fue a buscar a su hermano y a “su chavo” a los vestidores así que me adelanté hacia mi auto, aunque a paso muy lento.

Iba caminando, de manera despreocupada y sentía que todos los que pasaban me miraban, pero no le di importancia hasta que me alcanzó un muchacho, Daniel, y me saludó. No era uno de esos chicos “caritas”, de una belleza frágil, al contrario parecía "beatle", con sus pelos revueltos y su andar firme y decidido, pero tenía un no se que, que me atrajo. ¡Era muy joven alto y fuerte!.

Yo iba vestida con unos mallones negros y una blusa blanca, sin demasiados arreglos ni maquillaje, con el pelo totalmente recogido hacia atrás, en una “colita de caballo”.

El chico me alcanzó y me  "ligó"  en una forma muy desenvuelta y por demás quitadísima de la pena; iba yo caminando delante de él, cuando me lanzó un grito desde atrás de mí, que me llamó la atención:

= ¡Oye amiga...!, ¿no me invitas un helado...?.

Voltié a ver quien era el  autor de  ese grito y me encontré de frente con su mirada sonriente.  Era un  chavo de quizás 18 años (tenía 19, lo supe después), que de inmediato me alcanzó, se colocó a mi lado y me comenzó a acompañar.  Le dije que iba para mi auto, que no estaba lejos de ahí, y nos fuimos caminando, hasta llegar a una esquina. En ese momento me dijo:

= ¿qué‚ pasó con mi helado, me lo vas a invitar...?.

Me dio mucha risa, y le dije:

  • ¡Está bien!. ¿En donde venden helados?.

= Como a dos cuadras de aquí...

Caminé para cruzar la calle, pero él me jaló de la mano...

= ¡Es p'acá!,

me dijo.

  • ¡es que, acá está mi coche!,

le dije, y nos volvimos a reír y caminamos al auto.  Le abrí la puerta  y se subió.  Me preguntó mi nombre. Me dijo el suyo: Daniel. Me preguntó si me gustaba el "americano".  Le dije que sí y me contestó que él lo jugaba.

Nos bajamos a la paletería, compramos los helados: yo de fresa, él de chocolate, y nos subimos a comerlos al coche. Comenzamos a comernos los helados y el chico me dijo:

= ¿me lo dejas probar?.

Le dije que sí y le extendí mi helado, pero él hizo a un lado mi mano y me pegó su boca a mi boca, queriéndome dar un beso. ¡Pegó sus labios a los míos, pero yo no le contesté a ese beso, al contrario, lo rechacé!:

  • ¿qué te pasa Daniel…, estás loco…?

= ¡sí…, por besarte en tu boca…!.

  • ¡Cómo crees…!, estás loco…, yo puedo ser tu mamá…!.

= ¡Mas bien mi “mamacita”!, ¡estás bien sabrosa…!

Y volvió a tratar de besarme en la boca, pero volví a rechazarlo, aunque con menor energía que la vez anterior

  • ¡No Daniel..., no está bien..., acabamos de conocernos...!

= ¡Y  eso que...!,   ¿es  necesario  años  de  conocerse para poderse besar...?. ¡Me pasas un chingo…!, y creo que yo a ti también…,

y jalándome contra de su cuerpo, su cara, su boca, comenzó a besarme de manera  apasionada, restregando su boca contra mi boca, pues yo no quería responderle a sus besos, hasta que…, finalmente le respondí: ¡me sorprendí a mí misma de verme contestándole de la misma manera, tan apasionada a sus besos!.

De inmediato sentí sus manos comenzarme a toquetearme mis senos, principalmente el derecho y…, ¡sentía mis pezones endurecerse y mi sexo humedecerse de manera inmediata, mojando de manera instantánea mis pantaletas!

  • ¡No Daniel..., no está bien..., estamos en plena calle..., nos vayan a ver…!,

Le decía, pues no dejaba de pasar gente por la banqueta, al lado del auto, pero Daniel no entendía y comenzó a meterme su mano por debajo del elástico de mis mallones, hasta meterla también por debajo de mi pantaleta, comenzando a meterme su dedo, en mi sexo, en mi rajadita, en mi clítoris y comenzármelo a estimular:

Una vez más le pedí:

  • ¡No Daniel, por favor..., nos van a "cachar..."!.

= ¡Cállate y déjate!,

me dijo de manera autoritaria,  mientras le ponía su  seguro a la puerta de mi auto,

= ¡déjate…, estás bien mojada de tu panocha…, seguramente andas queriendo una verga…!

  • ¡No Daniel, cómo crees..., estás loco…, nos van a "cachar..."!.

Yo me resistía  nomás por  guardar apariencias;  mi cuerpo me lo estaba  pidiendo  con impaciencia:  ¡tenía ganas de fornicarme a este condenado muchacho desconocido!.

Me metió su mano por la parte de adelante de mi pantaleta; me lo pasó por debajo del elástico y comenzó de inmediato a dedearme y a acariciarme mi clítoris nuevamente, de manera “conocedora y experta”. Me acariciaba y estimulaba mi clítoris de tal forma que, no tardé en llegar a mi orgasmo:

  • ¡Daniel…, Danielito…, me voy a venir…, me vengo, muchacho, me vengooo…!,

y me vacié por completo, ¡en su mano!.

Luego de haberme sacado un orgasmo muy placentero y de haberme sentido venirme en su mano, Daniel me pidió que lo complaciera yo a él, y de manera inmediata, diciendo y haciendo, se bajó sus pantalones, su calzón y salió su pene, tremendamente parado, muy erecto y desafiador:

  • ¡Te toca que me complazcas…!,

me dijo, tomando mi mano y poniéndola sobre de su pene, muy duro y caliente.

¡Me dio miedo!, y la retiré, pero nuevamente Daniel la tomó y la puso encima de su pene, haciéndome que se lo agarrara y comenzó a moverme la mano, diciéndome cómo debía yo de hacerlo. ¡Estaba yo preocupada!, pues mis hijos no debían de tardar y la gente pasaba y…, ¡sentí que comenzaba a venirse…, en mi mano…, me la llenó de su semen, caliente!. ¡Me dio no sé qué!, ¿asco…, miedo…, repulsión…, remordimientos…?, y comenzó a agitar mi mano, a tratar de quitarme su…, “cosa”.

Daniel nada más sonreía y entonces me empiné hacia el asiento de atrás para tomar unos kleenex que siempre traigo en el coche.

Al hacerlo, Daniel se puso a acariciarme mis nalgas, pasando los dedos de su mano por mi rajadita trasera, cosa que me hizo incorporarme, molesta y:

  • ¡Daniel…!,

pero el muy condenado, desvergonzado, me jaló de la cabeza y volvió a besarme con mucha pasión y a acariciarme mis pezones, que continuaban erectos, de lo caliente que me tenía.

Cuando terminamos el beso, le dije que me tenía que ir, que me estaban esperando en la casa, que tenía que llegar para dar de comer.

Me  pidió mi teléfono y me invitó esa noche a una fiesta. Le dije que no sabía si podría pero él me anotó la dirección de la fiesta:

= ¡No faltes... va estar de pura onda!,

y en ese momento,  me volvió a dar otro besote en la boca, con una acariciada de senos y una nueva dedeada a mi sexo, por debajo de mis mallones y de mi pantaleta.

= ¡Te espero en la noche, no faltes..., te vistes muy sexy!. ¡Vete con esos

mallones: se te traslucen los chones…, te ves bien cachonda y cogible…!.

¡Ahora me di cuenta de porqué el “pegue” que tenía, que todos me volteaban a ver…!.

LA FIESTA

A la hora de la comida, mi hijo y mi hija me invitaron a que fuera a una fiesta con ellos; cada uno me invitaba a su fiesta: ¡había dos fiestas!: una del equipo donde jugaba mi hijo y otra de la escuela de la novia de mi hijo. Mi hijo quería ir con la novia y mi hija a la otra fiesta, pues ahí iba a estar el muchacho con el que andaba saliendo y además, no le "pasaba" la novia de mi hijo.

Ellos siempre me invitaban a ir, pero yo siempre me negaba. Esta vez acepté acompañar a mi hija ¡pues era la fiesta a la que me había invitado David, el chico que acababa de conocer!. ¡Era del mismo equipo que mi hijo y que el novio de mi hija!.

Esa noche decidí vestirme de manera muy juvenil, para gustarle a ese chico, a Daniel. Me puse una faldita azul marino que me daba hasta la mitad de mis muslos, amplia, con un “vuelo” bonito, plisada, acompañada por una playera blanca con cuello en V, sin mangas, que dejaba ver apenas el nacimiento de mis senos y una buena parte del canalillo. Aparte de eso, llevaba mis zapatillas, de tacón alto, blancas, al igual que mi brasier y mis pantaletas, también blancas, caladas, sin medias.

Le pedí a mi hija que no me presentara como su mamá, sino por mi nombre.

En la puerta estaban varios muchachos, a los cuales nomás saludamos y nos metimos de inmediato a la casa, pero casi al instante llegó un muchacho, “Gonzalo”, ¿su novio?, que venía con mucha prisa de algo y se la llevó, la jaló de la mano y desaparecieron al instante, sin que siquiera me presentara. Me puse a mirar para todos lados, sin conocer a nadie y…, viendo una silla desocupada, me senté en ella y ahí seguí mirando para todos lados, con la esperanza de que se apareciera David.

Como llegamos ya tarde, la fiesta estaba en su apogeo, con un gran ruido, con luces, obscuro y todos bailando y bebiendo.

Sentada en mi silla, sin conocer a nadie, continuamente me asaltaban imágenes obscenas, las que acababa de vivir con ese muchacho..., Daniel…, ¡lo estaba deseando!. ¡Había venido a esta fiesta tan sólo para encontrarme con él!. Volteaba para todos lados, tratando de encontrar a Daniel. No lo veía y, me fui a buscar alguna bebida. Fui hasta la cocina de aquella casa, en donde se desarrollaba la fiesta y, ¡ahí se encontraba Daniel!, quien sin darme tiempo de nada, me plantó un beso en la boca, a manera de saludo:

= ¡Qué bueno que veniste, señora sabrosa…!,

me dijo Daniel, y me condujo hasta unas escaleras en la parte de atrás de la casa:

= ¡me quedé con muchas ganas de “darte p’adentro” hace rato!.

Comenzamos a subir hasta que llegamos al cuarto de servicio, pero estaba cerrado y:

= ¡debe ser alguno de los compañeros, que también deben de estar echándose un  “palo”!, ¡vamos a tener que esperarnos un rato…!,

y comenzó a besarme y a fajarme con mucha pasión.

El chico buscó mi boca y me plantó un beso ¡tremendamente cachondo!, que me hizo ver estrellitas y sentir una descarga eléctrica que me recorrió de mi cerebro hasta mi clítoris, haciéndome venir en ese preciso momento.

Daniel me metió las manos por detrás y comenzó a levantarme la falda, a acariciarme las nalgas por encima de mis pantaletas, sin dejar de besarme. Yo estaba colgada de su cuello, pues el chico es mucho más alto que yo, que apenas mido 1.64 m, en lo que este muchacho debía de medir cerca de 1.90 m o más.

¡Me estaba fajando muy rico!. Él estaba recargado a la pared y tenía una pierna enmedio de las mías, estimulando mi sexo, y las manos detrás de mí, levantándome mi faldita y metiendo sus manos debajo de mi pantaleta, acariciándome mis nalgas, cuando se abrió la puerta del cuarto y…, ¡me sobresalté!, me zafé de Daniel y me quise componer la pantaleta y la falda, al mismo tiempo que me daba la vuelta y alcanzaba a mirar a la pareja que estaba saliendo: ¡Era mi hija y su “novio” (¿?), Gonzalo!.

Nuestras miradas se cruzaron; tan solo una fracción de segundos y luego de eso, Gonzalo la abrazó y se fueron escaleras abajo; en ese momento también, Daniel me jaló y nos metimos al cuarto. ¡De inmediato sentí sus manos comenzarme a levantar mi faldita!, por la parte de atrás, acariciándome mis piernas desnudas y llegar hasta el elástico de mi pantaleta y…, sin soltarme ni un solo segundo, me jaló un poco hasta la puerta de entrada, para ponerle el “seguro”.

Me abrazó nuevamente, sin que yo le pusiera ninguna oposición: ¡tenía muchas ganas de sexo!.

Me empujó contra la pared,  me pegó su cuerpo y sentí como se endurecía su pene contra  mi vientre, mientras me besaba apasionadamente en la boca.

Sentí un delicioso calorcito invadirme todo mi cuerpo; sentí la mano de Daniel subir a lo largo de todas mis piernas y llegarme hasta las redondeces de mis asentaderas.

Dócilmente levanté una pierna y la enredé alrededor de la cintura de Daniel. ¡Estaba ya totalmente venida!.

= ¡Desnúdate...!,

me dijo Daniel, retirándose un poco de mí;

= me gusta mucho que las viejas se encueren enfrente de mí

  • ¡espérate Dani, creo que te estás equivocando conmigo...!,

y movía mi cabeza en señal de desaprobación,

= ya lo sé..., veniste a decirme que tienes remordimientos de lo que pasó en tu coche, ¿no es así?, y que, sobretodo,

no querías que esto volviera a suceder nunca más, ¿no es así?.

  • Sí Dani…, no debemos hacerlo, yo soy casada, tengo hijos, ¡que son de tu edad!, ¡podrías ser mi hijo, Daniel…,

entiéndelo, por favor…, no me obligues a hacerlo…!,

sin embargo, mis dedos, todos  temblorosos, se fueron hacia mi espalda y comenzaron a bajar el cierre de mi faldita, que deslicé por debajo de  mis piernas y la  saqué por debajo  de mis pies, dejándola caer sobre el piso.

Daniel no pudo reprimir una sonrisa de triunfo en sus labios: ¡aparecí tan sólo con mis tacones altos, mis piernas desnudas, mi pantaleta blanca, calada y mi playera, cubriendo mi pecho!. Me lo quedé mirando, algo embobada: ¡su mirada me fascinaba, me controlaba, me dominaba!, estaba hipnotizada mirándolo verme y:

  • ¿Así con esto está bien?. ¿Estás contento de mirarme sin falda…, de verme las

pantaletas?.

= ¡Desnúdate por completo...!,

me dijo ese chico, un tanto iracundo, quizás por mi lentitud al quitarme la ropa, y bajando mis manos, tomé los paños de mi playera y me la saqué por encima de mi cabeza, quedando ahora solamente con mis tacones altos, mis piernas desnudas, mi pantaleta blanca, calada y mi brasier, que hacía juego con la pantaleta.

  • ¿Así  con esto está bien?. ¡Ya me viste con tan sólo mi ropa interior…!.

= ya ves señora…, qué bonita te ves así…, ¡me gusta mucho que las viejas se encueren enfrente de mí!,

Me dijo nuevamente, mientras se acercaba a mi lado para abrazarme y plantarme un delicioso beso cachondo en mi boca: ¡lo estaba deseando!.

Mientras me estaba besando, Daniel me mantenía la pierna derecha levantada, aprovechando para agarrarme mi sexo y  mis nalgas sobre mi pantaleta.

= ¡Desnúdate por completo, señora..., quítate tu brasier…!,

Cerré mis ojos y apreté mis nalguitas, una contra la otra, como pa' defenderme. Sentí los dedos ágiles del muchacho explorarme mi sexo, mojado  y escondido bajo mis pantaletas, blancas, de encaje. Comencé a gemir: ¡sus tocamientos eran precisos!, su mano envolvía toda mi vulva con unas caricias insinuosas, de una implacable precisión. Tenía la impresión de perder la cabeza.

  • Dani…, no debimos hacerlo…, yo perdí la cabeza hace rato, en el coche; no me obligues a hacerlo de nuevo, mi niño…!,

Presa de una agitación indescriptible, continué desnudándome.

En cuanto me quité mi brasier emergieron mis senos, con mis pezones erectos  y granulados:

=  ¿Ya ves cómo  tenía razón...?;  ¿te gustó lo del coche, ¿verdad?

  • ¡No, no es así...

En realidad sí tenía razón; casi nunca usaba falditas ni este juego de ropa interior tan…, sensual, que solo lo usaba cuando mis fantasmas sexuales, producidos por una excitación extrema me asaltaban y me ponía a mirarme al espejo, imaginando galanes que me aguardaban, me acariciaban y me poseían;  este jueguito lo habíamos usado  en una despedida de soltera en la casa; yo lo había guardado y hoy había decidido volver a usarlo otra vez…

= Ya ves señora…, si no hubieras venido a buscar otra cosa, te habrías venido con tu ropita normal,

no con minifalda, tacones y este jueguito de ropa interior tan cachondo que traes…

  • ¡No seas así…, no me pidas que siga…, ya me viste desnuda, ya me viste mis senos…!, ¿qué más quieres ahora…?

= ¡Quítate tus calzones…!, que quiero verte completamente desnuda, señora…!.

Continué por bajarme las pantaletas, hasta llevármelas a mis tobillos, de donde lo saqué con un movimiento  de  piernas.

= ¡qué cosa más linda de “ñora”, estás hermosísima…, me encanta tu chocho…!,

me dijo, arrodillado frente de mí y se le quedó mirando muy fijamente a mi sexo,  al cual no había más que entrevisto la ocasión anterior, en el coche.

= ¡así te quería yo mirar, señora…!.

Saboreó  la  indecencia  de  mi  chochito  peludo  y  se  puso  a escudriñar mis labios, rosados y brillantes, completamente mojados de mis venidas, de la calentura que ya tenía.

= ¡estás completamente venida, señora…, más mojada que allá en el coche…!.

¡Te la tengo que meter de inmediato, señora…!.

Me dijo esa frase y mis jugos sexuales se segregaron al por mayor, sin embargo, mi  otro  yo se negaba aún a aceptar este juego,  aunque de manera muy débil, aunque mi cuerpo ya había abdicado desde hacía ya mucho tiempo, y se estremecía en múltiples espasmos.  Un placer malsano, mezclado de la vergüenza, me inundaban.

Daniel se levantó y se abrió su bragueta. Sentía cómo me miraba, de manera viciosa, todas y cada una de las partes de la anatomía de mi cuerpo.

Se sacó su pene moreno y un tanto "chipotudo" – que yo ya le conocía – y se lo puso a acariciar mientras me contemplaba.

En cuanto se le paró totalmente, comenzó a acercárseme lentamente. Su pito, ya bien parado, se me hizo enorme, muy gordo y muy largo.

Retuve el aliento, convencida de que me lo iba a meter: ¡deseaba que me lo metiera!, y…, con la respiración entrecortada sentí como ese chorizo de carne humana comenzaba a buscarse un camino en mi rajadita, entre todos mis pelos, batidos con mis venidas. Apenas me acarició mi clítoris, ¡me sacó un gran orgasmo!.

De nuevo le pasé la pierna alrededor de su cintura, más estrechamente esta vez, y sentía como ese pene parado me recorría toda mi rajadita, desde el ano hasta el clítoris y volvía a regresar; ¡estaba muy excitada y a la vez muy asustada!, con la idea de que me fuera a meter este enorme matracón en el fondo de mi vagina.

Me encontró mi rajadita luego de varios intentos y tuvo que luchar contra mis labios vaginales pa' que se abrieran y lo dejaran entrar, pues otra de las cosas que tiene mi sexo, es que siempre se encuentra muy cerradito, pareciera que fuera yo "quinto" (primeriza), y ¡sobretodo en aquella época, que llevaba ya casi medio año sin sexo!; ¡le costó mucho trabajo meterlo!;  me empujaba con mucha fuerza hasta que por fin:

= ¡ya estuvo..., ya entró..., la tengo hasta adentro...!.

Una vez que penetró su cabeza, sentí cómo se abría paso lentamente hacia el fondo, separando las estrechas paredes de mi vagina; ¡sentí cómo se abrían!, de manera trabajosa y casi dolorosa para mí:

= ¿te gusta, señora...?

  • sí, sí...,

alcancé a decirle al tiempo de que daba una bocanada de aire y a continuación un  profundo suspiro, cuando me lo alcanzó a meter hasta adentro. Sentía su pito todo entero, ocupando cada lugar de mi vaginita; sentía como palpitaba dentro de mí..., y tuve otro nuevo orgasmo, tan fuerte que me hubiera tirado, si Dani no me estuviera abrazando.

Así como estaba, toda flácida del placer, Daniel se puso a tocarme los senos, a pellizcarme los pezones,  a apretarme  con  toda su mano,   y  luego  de   ello,   empezó  a  bombearme  con  fuerza, estrellándome repetidas veces en contra de la pared.

¡Me le colgué de su cuello!, lo entrelacé  con mis piernas de su cintura, ¡me empalé  por completo por encima de su cintura!. Daniel me mamaba mis senos con una pasión y delicia, ya casi olvidados: ¡me estaba recordando lo que era ser hembra de veras!. ¡Me bombeó con mucha furia y casi desesperación!. Me vine dos veces antes de que él acabara adentro de mí. ¡Hacía mucho tiempo que no sentía yo un placer tan brutal, tan intenso y profundo!.

Al cabo de algunos minutos un baño de esperma caliente me gratificó las entrañas y me calmó mi pasión!. Me quedé recargada en contra de la pared, con mis ojos entrecerrados, mostrándole a su contemplación mi chochito venido y la escurrida de "mocos" por encima de mis muslotes.

Daniel se ajustaba sus pantalones, se subía su cierre y no dejaba de mirarme, de manera golosa.

= ¡Estás bien sabrosa, señora…!, ¡me gustó mucho meterte mi verga…!.

¡Me gustó mucho tu jueguito de ropa…, cachondo…!. ¡Me gusta mucho cómo te vienes…, todita…, de a mares…!. ¡Estás bien sabrosa…, señora!.

Cuando por fin reaccioné, me agaché a recoger mi faldita; me la puse. Recogí mi brasier, me lo puse, me puse mi playera y finalmente recogí y me puse mi pantaleta. ¡Me fui cargada con los litros de esperma que había depositado en mí vientre!.

= ¡Vamos a tomarnos un trago…, ando que no me aguanto la sed y el calor!.

Pero antes de bajar, Daniel me escribió la dirección de su casa, me dio las señas de cómo llegar.

= ¡quiero que te vuelvas mi novia!,

me dijo, y me emocioné, echándole mis brazos a su cuello y ofreciéndole mi boca a su boca.

Me volvió a tomar de las nalgas, me acarició mis pezones y sexo. Me aclaró que vivía en un cuarto de la azotea de un edificio, y me pidió que pasara a visitarlo otro día,

= pues tengo ganas de coger con mi novia, en mi “depa”

Regresamos a la cocina, nos tomamos unos tragos y fuimos a ver cómo estaba el ambiente. Le dije que si bailábamos y me dijo que no le gustaba bailar, así que, me quedé por ahí, esperando encontrar a mi hija, que no tardó mucho en aparecerse: ¡también la había abandonado el galán!.

Nos regresamos a la casa y ya en la noche, acostada, tratando de dormirme, cuando el placer dio paso a la realidad, comencé a tener un poco de pena, de mi conducta pero…