Marcos y familia la otra cara de la moneda IV
Camilo entra de pleno en la vida de Ana
Marcos y familia la otra cara de la moneda IV
Había sido un día intenso, por suerte Antonio y Marcos se habían retrasado y me había dado tiempo a hacer unas ensaladas, Marcos no dejaba de mirarme, su cabeza aún le daba vueltas a lo sucedido el día anterior mientras que Daniel actuaba como si no hubiera pasado nada.
-¿ Cómo te ha ido hoy?.- Intenté romper el hielo, tenía que desconectar el cerebro de Marcos.
-Bien...pero mañana no voy a ir, quiero repasar unas materias.- Yo sabía que no era más que una excusa para no ir con su padre, pero marcos era un estudiante excelente con lo cual ninguno de los dos podíamos decirle cuando estudiar y cuando no.
Eran las Díez de la noche cuando estaba recogiendo la cocina, Antonio estaba delante del televisor con su amiga la cerveza, Daniel se fue a su cuarto, mientras que mi cabeza asumía todo lo que había sucedido con Camilo oí los pasos de Marcos.
-¿Te ayudo?.- Marcos cogió el estropajo preparado para lavar los platos.
-Gracias, pero hay poco para fregar.- Dije mirándolo, lo veía como a mi hijo pequeño; ¿cómo podía haberle hecho eso?.
-No importa.- Marcos me dio un beso sobre mi hombro desnudo que si no hubiera sucedido nada se podría decir que era un beso inofensivo.
-Tenemos que hablar...lo de ayer...- No sabía cómo decírselo.
-Te quiero mama.- Dijo repitiendo el beso pero esa vez fue sobre mi cuello, detuvo su boca sobre este aspirando el aroma de mi cuerpo, su mojada mano pasó por debajo de mi camiseta.
-Marcos...no....ahora no.- Sus mano agarraba mi pecho por debajo del sujetador entreteniéndose en jugar con mi ya duro pezón.
-Me vas a decir que hoy no has...estado con Daniel.- Esquivó decir con palabras lo que pensaba.
-Hoy no....
Daniel no me dejo acabar la frase, sus labios cerraron mi boca, notaba los nervios de mi hijo, seguramente habría estado todo el día en cómo afrontar aquel momento.
-Cierra la puerta.- No podía negarle aquel momento.
A Marcos le brillaban los ojos, podía ver cómo asomaba el bulto bajo el fino pantalón del pijama, no pude más que reír para mis adentros, pobre estaba súper excitado.
-Mira vamos a esperar que tu hermano se vaya a Londres.- Mientras le hablaba había metido mi mano dentro del pantalón agarrando su dura verga, el líquido preso mina ya había hecho presencia, aprovechando su humedad comencé a deslizar su piel despacio, Marcos estaba de espaldas a la puerta con lo cual en el caso de que Antonio entrará no podría ver mis movimientos, seguramente se extrañaría pero nada más.
-¿Porqué?.- Las palabras de Marcos salían con dificultad.
-Es lo mejor créeme.- Le puse sus manos sobre mis pechos sintiendo como mis pezones luchaban por agujerear mi sujetador, por suerte la poca experiencia hizo que poco tiempo se tensará manchando mi mano con su semen.
-Después que se vaya Daniel hablamos¿de acuerdo?.- Dije mirando a mi hijo con todo el cariño que pude.
-De acuerdo.- Dijo con cierto enfado; había ganado tiempo.
Eran las tres de la madrugada y no conseguía dormir, una y otra vez me venían las imágenes de Marcos, Daniel y Camilo, me estaba metiendo en un jardín, no podía dejar de pensar buscando una solución.
Eran las nueve y media cuando me desperté, Antonio ya se había ido, me vino a la mente cuando Antonio no se iba sin darme como mínimo un beso, eso sí no acabábamos follando y Antonio tenía que correr para no llegar tarde, pero aquellos años se habían quedado atrás.
Mientras veía como el café llenaba mi taza notaba como el cansancio había invadido mi cuerpo, ya no estaba para aquellas fiestas, necesitaba descansar.
-Buenos días.- Daniel apareció en la cocina con sus apretados slips, sin pensarlo me beso en los labios mientras metía su mano por dentro de mi bata para agarrar mi desnudo pecho, no pude evitar excitarme, era más fuerte que yo, no se conformó con eso sino que su mano descendió hasta mis bragas, su lengua jugaba en mi boca con toda la libertad, su mano se coló por dentro notando mi clítoris excitado.
-Hoy me ha llamado Camilo.- Daniel hablaba mientras sus dedos jugaban con los labios de mi vagina.- Quiere verte.- Dos dedos se introdujeron provocando que mi cuerpo se tensará.
-Daniel...tu hermano...- Mis palabras salían con dificultad.
-Esta durmiendo.- Daniel se bajó los slips enseñándome su dura verga.- Toda tuya.- Su mano se puso en mi nuca y poco a poco la fue acercando a mi boca la cual se abrió de par en par.- Ves así, putita, así, sé que te gusta mama, eso es cómele la verga a tu hijo, pedazo de puta.- Daniel se volvió violento, era extraño ver sus dos versiones, un hijo encantador y por el otro lado el mayor pervertido, su mano hizo una coleta con mi pelo haciendo que mis labios tocaran su pubis, la introducía con fuerza manteniéndola durante unos segundos que para mí eran horas, mis ojos se llenaban de lagrimas y mis manos intentaban apartarme de el, pero él seguía.
-Eso es toda dentro, hoy no puedo ir contigo, pero sé que te lo vas a pasar genial.- Daniel tensó su cuerpo preludio de la descarga llenando mi cara.- Te quiero mamá.- Dijo besando mi boca con restos de su corrida.-Te pasara a buscar Maite.- Dijo guardando su brillante verga.
-Hoy estoy muy cansada Daniel, no creo que pueda, además tengo que ir a comprar al pueblo, dile a Maite que vaya ella.- Dije levantándome para lavarme en el fregadero
-¿Segura?.- Dijo poniéndose detrás de mí.- Sí quieres le digo que no lo sabes, que igual te pasas más tarde.- Sus manos se metieron por debajo de la bata, en un abrir de ojos estaba abierta de piernas mientras Daniel me enculaba, sujetaba mi cadera con una mano mientras que mi pecho era apretado por la otra, era puro vicio, me sentía una puta en sus manos, era como un encantador de serpientes; no podía negarle nada, por un lado deseaba que se fuera a Londres pero a la vez quería que no se fuera nunca.
Llevaba mi mano entre mis piernas frotando mis labios intentando soportar el dolor que sentía en mi ano, hasta que se diluyó dejando solamente placer, el ruido de los cuerpos chocando llenaban la cocina, rogué por qué Marcos siguiera durmiendo y no descubriera aquella escena; me sentí ir por mis piernas, mis rodillas se doblaron provocando que Daniel me sujetará para no caer al suelo.
A las doce de la mañana estaba metiendo las bolsas de la compra en el maletero, tuve que aparcar lejos de la puerta, es lo que pasaba al llegar tarde, al ser el único gran almacén de la zona provocaba que se llenara enseguida, había decidido no ir a casa de Camilo, aunque me sentía extraña contradiciendo a Daniel y tampoco podía negar que Camilo me atraía, era diferente, supongo que el hecho de que no fuera mi hijo me libraba de cierta culpabilidad, al salir del estacionamiento el teléfono sonó haciendo que la música se detuviera; un número desconocido apareció en la pantalla.
-¿Ana?.- Era Camilo.
-Si...
-¿Dónde estás ?
- Voy de camino a casa...¿por?.- Una sonrisa apareció en mi cara.
-¿Por dónde vas?
-Estoy llegando a casa.- Le mentí intentando luchar contra mi cuerpo.
-Entonces el Audi rojo que va delante de mí no eres tú ¿verdad?.
Me quedé helada, miré por el retrovisor viendo a Camilo saludándome con la mano, me reí de la situación, me sentía una adolescente, detuve el coche en la cuneta, lo vi bajar del coche, llevaba una camiseta y unos pantalones cortos dejándome ver nuevamente sus musculosas piernas, se iba sonriendo, un nudo se apoderó de mi garganta, sabía lo que aquello significaba; negué en mi interior; ¿Qué te está pasando Ana?, me pregunté.
-Hola.- Camilo metió su cabeza por la ventanilla para darme dos besos, su colonia inundó el interior del coche.- ¿Dónde vas?.
-A casa, ya te lo he dicho.- Vete...vete...mi mente luchaba contra mi cuerpo.
-Conozco un sitio que está muy bien, está cerca de aquí, tiene unas anchoas de miedo, sígueme.
-De verdad, no puedo...
-Venga, unas anchoas y te dejo que te vayas a casa.
Camilo no me dejo responderle cuando ya me había adelantado, volví a negar con la cabeza pero lo seguí, después de un par de giros me encontré delante de su casa, no hacía más que reírme, me había engañado y yo había caído como una cría.
-¿Estés es el sitio de las anchoas?.- Dije bajando del coche.
-Ya veras que anchoas tengo, y además es más tranquilo.
Nada más atravesar la puerta Camilo me abrazo llevando sus manos a mis nalgas, sentía su calor a través de mis finos pantalones de tela.
-No me podía aguantar.- Dijo a modo de disculpa.
-Ya lo veo.- Mis brazos seguían cruzados alrededor de su cuello.
-Más tarde vendrá Maite, espero que no te importe, Daniel me ha dicho que lo sabes.
-Si algo me dijo.- En el momento que me follaba el culo, pensé.
-Ya sabes dónde está todo, como si fuera tu casa, ahora saco unas toallas para que te puedas secar.
-Pero ¿y las anchoas?
-No te preocupes, nos damos un baño y las preparo.
Enseguida caí que no tenía bañador pero de todas formas Camilo no le importaría, así que me deje de tonterías, de sobras sabía que acabaría con él en la cama follando como una puta, así que para que ir de remilgada, si Daniel quería que fuera una zorra lo iva a saber, lo que me intrigaba era Maite, ¿sabría algo?
Camilo me abrazaba por la espalda pasando su mano sobre mis pechos a la vez que mordía suavemente mi cuello, su verga frotaba mi entrepierna intentando encontrar su lugar.
-Te deseo Ana, quédate hasta mañana.- La piel se me erizaba igual que mis duros pezones jugaban entre sus dedos, solo podía abrir la boca deseando que me penetrara, quería dejarme llevar, romper con todo, separarme de Antonio de una vez por todas.
-Follame....follame por favor.- Gire mi cuerpo a la vez que mis piernas se cruzaron en su espalda, yo misma guíe su verga enterrándola por completo.- Follame Camilo...fuerte....más fuerte.- mis uñas se clavaron en su espalda arañándolo, el ruido del chapoteo de los cuerpos lleno el vacío de nuestras palabras, dos cuerpos unidos por gemidos y a la vez en dos mundos diferentes, su boca besaba música pechos mezclando saliva con el agua de la piscina, sentí como dejaba parte de mi ser, orgasmo y orgasmo separados a penas por unos pocos gemidos, hasta sentir el calor de su semen inundando mi interior.
Otra vez estábamos en su cocina, Camilo me había dejado un albornoz blanco, me sentía rara, seguramente pertenecía a su madre, era extraño estar desnuda bajo una bata que pertenecía a la madre de mi amante, estar haciendo una ensalada en una cocina extraña, de una casa llena de fotografías de gente desconocida para mí, en un momento Camilo salió de la cocina y mientras terminaba de preparar la ensalada oí como decía que no se encontraba bien, que mejor lo dejaban para otro día.
-¿Pasa algo?.- Le pregunté cuando volvió a entrar.
-Le he dicho a Maite que mejor lo dejamos para otro día.- Camilo me abrazó besando mi cuello.- Hoy te quiero solo para mí.- En ese momento lo desee as que a nadie, no me hacía gracia que Maite me viera con el, sus manos me abrazaban besando mis labios.- Era tan diferente a Daniel y sin embargo los deseaba por igual.
Después de comer una ensalada junto a las famosas anchoas y un pescado a la plancha estábamos tirados en el césped debajo de un para sol, tenía apoyada mi cabeza sobre su pecho, ¡Dios! Hubiera querido que se detuviera el tiempo, su mano jugaba con mi pelo, mientras cerraba los ojos intentando absorber aquel momento, quería recordar cada momento, era un oasis en mi desierto, mi mano recorría su pecho como reconociendo aquel cuerpo fibroso, me detenía en sus pezones jugando con ellos, era como vivir un sueño del cual no te quieres despertar, mis manos fueron bajando asta su pubis encontrando su verga, una sonrisa apareció en mi rostro al notar como separo las piernas dejando sitio a mi mano para que pudiera jugar con su escroto, veía como la verga iba creciendo.
-Eres muy mala.- Dijo riendo.
-Ya, pero no me dirás que no te gusta.- Subí mi cabeza hasta besarlo mientras mi mano se agarraba a su verga.- Quiero que me folles otra vez.- Dije con voz lasciva, mientras me quitaba la bata quedándome desnuda, no tardó en llevar sus manos a mi cuerpo.
Camilo me hacía sentir como cuando nadas en aguas profundas con temor pero a la vez libre, quizás fuera la palabra- Libre- pero como todo en la vida la libertad tenía un precio.
Camilo agarraba mis pechos juntando mis pezones mientras que su lengua jugaba golosamente con ellos a la vez que mis caderas subían y bajaban enterrándome su miembro, no podía hacer otra cosa que abrir mi boca intentando aspirar el aire que me producía el placer.
-Dentro de dos días comienzo a trabajar.- anís habíamos quedado completamente desnudos a los pies de la piscina, su cuerpo había cogido el bronceado dejando la palidez para sus partes íntimas.- ¿Nos veremos por Madrid?.
-Quizás.-Deseaba decirle que si, pero no tenía ni idea de cómo acabaría todo aquel embrollo en el cual se había transformado mi vida.
-Podemos quedar por el centro, conozco un par de sitios tranquilos.- Camilo sabía que era casada, con lo cual debía de ir con cuidado.- O vernos en mi casa.- Alberto jugaba con mi abdomen, acercando su mano a mi pubis, aquello me mataba de placer, era la calma que precede a la tempestad, deseaba que se acercará más, que volviera a jugar con música labios aún mojados, que me obligará a cerrar con fuerza los labios, permanecía tumbada con los ojos cerrados dejando que el sol y sus manos recorrieran mi cuerpo, no quería contestar porque no deseaba engañarle.
-Dime algo.- Dijo sujetando mi pezon con sus labios.
-Ya veremos Camilo, ya veremos.
Sobre las seis de la tarde llegué a casa, Antonio no había llegado y mis hijos cada uno estaba en su habitación, el silencio de la casa me provoco tristeza, de buena gana me hubiera vuelto con Camilo.