(Marco + Magdalena)+ Octavio: Continuación

Habiendo programado una cena con su mejor amigo, la pareja se las arregla para terminar participando en una situación especialmente caliente.

parte II.

Había llegado la comida encargada por Octavio. A los tres les gustaba el espagueti que vendía un local de comida italiana cerca del departamento así que no tuvieron problemas con la elección hecha.

Marco servía la pasta mientras Octavio vertía la bebida en cada vaso. Magdalena les miraba expectante. Cuando empezaron a comer parecía que todo se fuera a desarrollar igual que todas las veces que compartieron la misma mesa. Conversaron de distintas cosas hasta que Marco, mirando los fideos agregó: Este espagueti siempre me ha provocado un morbo enorme, tengo el fetiche de los pies femeninos.

Miró a Octavio, quién pareció sorprenderse.

—y tengo el fetiche de la comida. Pensar que junto ambos me calienta demasiado.

Magdalena dejó el vaso y sonrió.

—Siempre me has dicho que mis pies te provocan por ser femeninos —dijo ella— ¿Octavio tendrá el mismo fetiche? y entonces le miró como si le sedujese.

—Probemos.

Marco tomó una gran porción de pasta revueltos con salsa y le pidió a Magda que pusiera un pie sobre la mesa. Entonces puso un poco de espagueti sobre el pie y tomándolo con ambas manos se fue acercando hasta tenerlo frente a su boca. Pasó la lengua tocando la punta de sus dedos y luego sacó los fideos mientras que aprovechaba de saborear lo más que podía del pie de su esposa.

Cuando se incorporó dijo: —Nunca había probado una comida tan deliciosa —¿te gustaría Octavio probar del otro pié de Magdalena?

— Si no les molestara, dijo Octavio, me encantaría comer cualquier cosa mientras sea de esos pies tan hermosos, pero sólo si realmente no les molesta.

— No habría por qué molestarse, si te lo ofrecemos nosotros —apuntó ella—.

— Bueno, es evidente que estás loco por hacerlo, es cosa de mirar el paquete en tu pantalón, está que revienta amigo mío—. Diciendo esto Marco se paró, corrió los platos a un costado de la mesa para dejarla vacía al medio.

Tomó a su esposa por la mano y le condujo al lado de Octavio, allí la levantó y le sentó en la mesa. A nadie le importó que el vestido se levantara un poco por la posición. El sólo hecho de estar con sus piernas tan cerca de Octavio hacía que la tensión sexual creciera hasta límites muy placenteros y de mucha adrenalina.

Magdalena se sentó al centro y puso sus pies frente a su estimado amigo. Con su mano tomó un poco del espagueti y lo puso sobre sus dedos. Levantó el pie con cuidado hasta la boca de Octavio. El amigo abrió la boca y tal como Marco, comió la pasta tratando de saborear la piel de Magdalena. Mientras comía ese pie sintió el deseo irrefrenable de poner sus manos en las pantorrillas de ella. Cuando Octavio se dio cuenta que efectivamente sin quererlo, había puesto sus manos en una zona no acordada, miró rápidamente a Magdalena y a Marcos.

— No te preocupes—, dijeron ambos al mismo tiempo.

Magdalena para aprovechar la situación metió su índice en la salsa de tomates y le dio a probar a Octavio. Luego volvió a untar su dedo en la salsa pero en lugar de llevarlo a la boca de su amigo, lo esparció desde su tobillo hasta su rodilla. La lengua de Octavio entendió rápidamente le mensaje y no dudó en posarse sobre el inicio del camino.

Ella sintió la humedad que venía de la boca de su amigo al mismo tiempo que la humedad que aparecía entre sus piernas.

Mientras Marco y su esposa miraban con atención lo que haría Octavio, éste comenzó a quitar la salsa desde la pantorrilla, poco a poco dando suaves lamidos. Magdalena tenía sólo una cosa en mente ahora, pero quería seguir el juego para no verse totalmente entregada al tercero de la relación.

Cuando Octavio llegó hasta la rodilla ella ya estaba marcando con salsa desde la rodilla a su cadera.

Esta vez Octavio con una sola lamida llegó hasta el final del camino y luego volvió al principio para seguir con pequeños lamidos. Esto había levantado mucho la calentura de Magdalena e hizo que ella separara mucho más sus piernas y tomando la nuca de él, le pusiera la boca en su concha. La situación pareció un arrebato sexual pues Octavio sin dudarlo se dispuso a lamer enérgicamente el sexo de su mejor amiga. La humedad de la lengua se hizo una con la humedad de su entrepierna, la saliva de Octavio y los flujos vaginales de Magda por primera vez juntos.

Ella se acomodó lo mejor que pudo, mucho más cerca del puesto de él. Octavio por su parte agarró cada muslo con sus brazos para tener a la esposa de Marco lo más cerca posible. Los gemidos de la mujer llenaron el lugar y fueron una ola de placer para su esposo, que para no estar inactivo, meneaba su falo con su mano mientras disfrutaba de la escena que tanto había buscado ver.

Durante varios minutos se mantuvieron así, hasta que Magdalena comenzó a mover sus caderas, levemente al principio, pero cada vez en una forma más violenta. De pronto sus gemidos se volvieron casi inaudibles por el placer que sentía, con ambas manos presionó la cabeza de Octavio contra su mojado sexo.

— Mi amor, me corro.. ahora, ¡Me corro! —dijo mientras se movía con sus ojos cerrados—.