Márcelin

Allí me siento en la tacita blanca y levantándome mi traje negro del uniforme del instituto al que voy, me bajo las...

Mi nombre es Marcelin, soy una chica de pelo muy largo y lo llevo tintado en un color entre el rosa y el naranja, muy llamativo, me encanta.

Tengo una flor tatuada en la mano derecha y en la izquierda todo un rosal, me encantan mis tatuajes.

Estoy volviendo del instituto a casa con unas amigas y tras despedirnos en mi puerta, ellas siguen y yo entro en casa.

El silencio es absoluto, entro al salón y allí está mi tío, sentado en el sofá, con un brazo extendido en pose muy relajada. Quien lo diría, parece que lleva ya largo rato esperándome, hasta se ha tomado una cerveza y algunos aperitivos, de lo cual únicamente queda la lata, el vaso y los restos sobre la mesita frente al sofá donde ésta sentado.

— ¡Hola tío! —digo sonriente mientras me acaricio el pelo.

Pero él no contesta, parece que me ignora a propósito pero su sonrisa le delata, así que yo también decido ignorarlo y paso directamente al baño, pues me estoy haciendo mucho pis.

Allí me siento en la tacita blanca y levantándome mi traje negro del uniforme del instituto al que voy, me bajo las medias y deslizo con ellas mi tanga negro, posando mi culito sonrosado en la fría taza.

— ¡Uf, qué frío! —me digo a mi misma en un intento de romper el absoluto silencio que reina en mi casa.

Entonces le veo, el fanfarrón permanece apoyado en la puerta y me mira con curiosidad mientras meo.

El chorrito cae con fuerza e impacta sobre el agua provocando un pequeño estruendo que rompe el silencio reinante. Él se recrea en la mirada y yo, con las piernas cerradas tengo que concentrarme para poder terminar la micción.

— ¿No piensas decirme nada? —le digo mientras corto una generosa cantidad de papel.

Pero él permanece callado, dicen que el que calla otorga, así que pienso que hoy no me hablará, sólo lo haré yo.

Me levanto de la taza y haciendo una bola con el papel seco mi sexo perfectamente depilado frente a sus ojos. Le miro y él me mira, pero no son mis ojos lo que mira. Me seco a conciencia y una vez seco, tiro la bolita a la papelera junto al inodoro.

— ¿Quieres comerme mi rajita? Sabrá un poco a pipí pero sé que eso no te importa, ¿verdad? —le digo divertida.

Es obvio que no es la primera vez que nos vemos en esta guisa, la historia de mi tío y mía es larga de contar, no tan larga como la vida misma, pero son años ya de relación clandestina.

Se vuelve al salón y me ignora, así que esas tenemos, ¿eh? —me digo mientras le sigo como una perrilla faldera—. Me excita la sola idea de ser su perrilla faldera y pensar como me siento en su regazo y me acaricia el pelo como haría con su perrita de verdad.

En el salón le veo que ya se ha bajado los pantalones y sus slips y su miembro viril cuelga en semiflexión, pues aún no tiene una erección completa el bribón. ¿Querrá que se la levante también?

Como una gatita me acerco, me pongo de rodillas e el sofá y gateo hasta el otro extremo donde él está esperando a su perrita obediente.

Le miro su morcillona, ¡qué pena! Ésta no se levanta sola, requiere de mi ayuda.

Así que abro mi sensual boca, saco mi lengüecita, como si de una perrita fuese y acercándola a mi boca la trago casi hasta el fondo y sigo chupando mientras su sabor salado se mezcla con mi saliva.

Ahora es el sonido de mis chupeteos el que rompe el silencio, su polla entra y sale de mi boca y la succión crea ecos en el salón, que rebotan en las paredes y llegan hasta nuestros oídos. Admito que su polla es larga y jugosa, me encanta.

Chupo y chupo hasta quedar saciada de su jugosidad, su sabor cambia a medida que mi boca la chupa y la limpia y cuanto más la chupo más me gusta cómo sabe, pues más sabe a mí.

Decido que ya es hora de pasar a otra cosa, por lo que sigo a cuatro patas pero ahora le ofrezco mi trasero para que me levante mi vestido gris, el uniforme del insti. Descubriendo las medias oscuras que llevo puestas y bajo ellas mis bragas blancas de líneas negras horizontales.

Él se coloca detrás de mí y tienta mi culo, mi suave culito en su mano. Me la pone justo bajo mi sexo, por encima de las bragas y mis medias y me frota ahí, donde nace mi rajita, en el perineo.

Me excito, creo que ya he mojado mis bragas, pues al presionar mi raja, esta ya rezuma calentura, pues soy una chica joven, muy joven y estoy siempre dispuesta, siempre alerta y esperando que me cubran.

Baja mis pedias y sigue palpando mis cachetes, especialmente ese trocito de carne entre el culo y el comienzo del muslo, donde la piel es más suave si cabe.

De repente un azote, ¡ay! ¡Qué placer! Le gusta martirizarme, sólo un poco, antes de follarme. Me bajo las bragas hasta las rodillas, pues ya tengo ganas de algo más que simples caricias y unos azotes, la gatita pide guerra y guerra es lo que quiere.

Mi piel es blanca, muy blanca, mi raja es larga muy larga, perfectamente dibujada y ahí mi piel es más oscura. Pero a él no le gusta mi raja, dice que soy virgen y que no estoy preparada aún para que me folle por ahí. De modo que ya sé lo que toca.

Se escupe en la mano y me lubrica el ano, parecería una guarrería, pero a mi no me importa, pues su dedo en mi ano lubricado, ya me está penetrando y tengo ganas de más, pues mi sexo está caliente a tope y esta gatita, ¿o era perrita? Ya no me acuerdo, el caso es que, quiere guerra, más guerra.

Con mi culo lubricado su verga se acerca y al principio es lo que más cuesta. Pero pronto la noto entrar y apretarme mi ojal, me quejo al principio pero la quiero dentro, pues quiero que me folle, aunque sea por mi culo, pero, ¡que me folle ya!

Me quejo, mis grititos son los que ahora rompen el silencio del salón. ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, qué pasión!

Ya la tengo dentro, y me folla sin compasión. ¡Ay, qué placer! Me encanta.

Me siento penetrada por mi ano, hasta bien adentro y su presión se transmite a través del perineo a mi raja, que bien lubricada está, hasta el punto que siento como las pequeñas gotitas, como el rocío, ya resbalan por los pliegues de mi sexo. Me encanta.

Sigue follándome sin detenerse, entra y sale de mi culo y ya no siento dolor, sólo siento algo muy especial, una dulce sensación. Me siento follada, aunque mi sexo siga virgen, follo como una guarrilla, a cuatro patas, hoy me siento una perrilla.

Gimo y doy pequeños grititos que siguen rompiendo el silencio del salón. Suenan como a quejidos pero yo disfruto, disfruto de nuestra secreta pasión.

Saco mi lengüecilla y me relamo los labios, me encanta. Ojalá me follara todos los días, ojalá me follara por mi raja algún día. Acelera y luego para, me la mete más despacio y ahora soy yo la que quiere follarlo a él, así que me muevo al compás y mi culo rebota contra su pelvis, ¡qué pasión!

El tiempo pasa, y cada vez estamos más en peligro, pues pronto llegarán mis padres del trabajo y mi tío aún la tiene metida en mi dilatado agujero. Me sigue follando y mi ano, adaptado, ya apenas ofrece resistencia. Cada vez más lubricado está y yo cada vez más lubricada estoy.

Ya se corre, siento su contracción, mi culo se tensa y yo con él. Este cabrón me llena el culo de leche y yo grito como más pasión, ¡más pasión!

Mi orgasmo me llega y eso que no me he rozado mi pipón excitado, tiemblo y me retuerzo con pasión, mientras él acelera sin compasión.

¡Qué orgasmo culero! ¡Qué placer! Si tan sólo una vez me follase por mi raja, pero él dice que no, que mientras siga virgen, ¡no!

Me río al final, estoy tan complacida que le besaría en los labios, pero hoy no, si no me habla yo no le daré esa satisfacción.

Me voy al baño de nuevo mientras él se la limpia en el salón. Allí meo de nuevo y me limpio mi sexo y mi maltratado ano. Aún lo noto palpitante y él, aún la nota palpitar dentro de mí, es como una reminiscencia de la pasión recién terminada. ¡Me encanta!

Nota del autor: Este relato está inspirado en la atríz porno del mismo nombre que podéis buscar ahí, me encanta cómo folla por el culo es treméndamente sensual... si te ha gustado este relato tal vez te gusten mis otras obras .