Marcas de ayer
Yo no sé muy bien qué pensar de ti, entre otras cosas porque desde que te conozco lo que menos me dejas es pensar.
Tocar fondo es también una forma de rebotar. Aligerarse. Enterarse que en el fondo del agujero también soplan de pronto aires nuevos.
Esas eran las palabras que yo me daba cuando estaba acostada en mi tibia cama y recordaba mi vida hasta ahora vivida. Si van a despreciarte porque eres de lo peor, de una vez que se enteren que no tienes arreglo, pensaba hasta quedarme dormida.
Serían las ocho con quince minutos de la mañana cuando pisé la calle de aquella ciudad, donde trataría de continuar con mi vida, aunque intentando darle otro giro. Camine hasta buscar un hotel, en el centro, la ciudad me parecía muy bonita, y las personas que pasaban a mi alrededor y que observaba parecían que aplicaban el lema "cada quien con su vida" y eso me daba tranquilidad.
¿Cual fue mi error? Enamorarme y decir lo que pienso aunque creo que mi pecado era lo segundo, ya que lo primero es un sentimiento bonito y placentero a mi parecer. En fin era momento de cerrar con candado esa etapa de mi vida, aunque me costara muy caro, ya que por las noches recordaba aquellas frases que la gente decía en cuanto me veía, "-esa niñita no es como sus hermanas" "esta maldita" "una prostituta vale más que ella"
Fueron pasando los días y como encontré un trabajo estable, tome la decisión de buscar un departamento o casa, vivir en un hotel no me agradaba mucho, empecé a buscar en el periódico por si había algo y así estuve por varias días hasta que encontré un aviso donde se rentaban departamentos, estos estaban cerca de mi trabajo.
Cuando fui a ver los departamentos, mientras caminaba vi un letrero de una casa que estaba en renta y me gusto mucho así que llame y me quede con la casa, la cual contaba con dos cuartos y sus respectivos baños, sala- comedor y cocina, además tenia un patio trasero chico muy bonito, lo único malo es que una parte de la pared del patio estaba derribada y prácticamente podías ver claramente así la otra casa.
Así paso el tiempo, hasta que un condenado y hermoso día (todos los días son hermosos) saliendo de mi trabajo y por no estar dentro de la gracia de ningún santo o Dios que me encuentro con la... ¿como llamarla? Responsable de mi desgracia para unos, para otros con la innombrable y como yo solía llamarla mi dolor de cabeza.
Dolor de cabeza.- pero que pequeño es el mundo, mira que encontrarte en esta ciudad.
Yo.- Hola, te vez bien, hasta luego Claudia
Claudia.- ¿a donde crees que vas Fernanda?
Fernanda.- a a a ver a a mi pa-re-ja
Claudia.- No mientas, invéntate una escusa mejor ¿no?
Fernanda.- ¿que quieres? ¿No estas conforme con haberme usado y haberte burlado de mí?
Claudia.- ¿en tan mal conceptos me tienes Fernanda?
Fernanda.- Yo no sé muy bien qué pensar de ti, entre otras cosas porque desde que te conozco lo que menos me dejas es pensar.
Claudia.- Eres una malnacida, espero nunca seas feliz, me das asco
Fernanda.- Gracias, hasta luego Claudia, que te valla muy bien.
Me di la media vuelta y deje a una Claudia perpleja, la verdad ya no me dolían sus palabras lo que me dolía era que mi mente me jugara sucio recordándome las cosas que ella me hizo vivir, mejor voy a comprarme un helado. (No me gusta el alcohol). Lo único que pensaba es porque me suceden esas chingaderas a mí. Y de repente caminando escucho a una señora decirle a un joven lo siguiente: “Los pendejos negocian discutiendo, quienes realmente quieren lo que quieren se callan el hocico y ponen manos a la obra.”
¿Qué quiero yo? Demonios, ¿qué más puedo pensar o querer en estos momentos? Si soy una patética la cual busca ahogar sus penas con helado y la cual quiere demostrarle al mundo que no esta muerta intentando hacer una nueva vida, al fin de cuenta no se puede perder lo que ya nadie sabe dónde quedó.
¿Esa frase de esa señora será una señal? Ya no quiero seguir pensando y viviendo, al fin de cuentas la muerte es un golpe contundente que acaba con todos los problemas del desgraciado muerto aunque el panteón y la cárcel están más que repletos de infelices que no le hicieron caso a una señal.