Marcas de ayer 3

La vida nos pone obstáculos para que no sea aburrida. (últimos recuerdos)

La última vez que hice esto tenía un sacerdote enfrente. Y muchos golpes por todo el cuerpo, lista para salvarme del Infierno según las personas que yo consideraba parte de mi vida, mejor dicho purificada por los golpes, pero estaban muy equivocados así era yo y no podían cambiarme aunque me mataran porque aun en muerte yo sería feliz y muy probablemente a lado de una mujer.

Ahora después de unos meses me encuentro frente a ti querida Sara, dispuesta a contarte un poco más de mí para que puedas entenderme. Sara, ya sé que soy una desconocida, una maldita, un ángel del demonio, una desviada y todo lo que quieras pero quieres ayudarme. Por eso ahora me toca contarte la verdad. Enterita, ¿me comprendes? Escríbela, revuélvela, llénala de calumnias, hazle lo que tú quieras. No es más que la verdad, y verdades ya vez que siempre sobran.

La recuerdo a sus esplendorosos treinta y dos  años presentándose como Marie,  asumiendo que su nombre llegaba precedido por la frase Ladies & Gentlemen. Ay del pobre infeliz que se atreviera a llamarle María. Mi madre es dos mujeres distintas: Marie De Dubrinsky y María de la Cruz. Enemigas mortales, por su puesto.

Marie de Dubrinsky es la señora respetada por todos, la de clase, el ejemplo de madre, la de lenguaje refinado y educado, buenos modales y buenos sentimientos, la de buen gusto, conservadora y religiosa, y buena esposa.

María de la Cruz es una señora ambiciosa, con un lenguaje hiriente, prepotente, sin sentimientos y escrúpulos, interesada y capaz de hacer lo que sea para lograr sus mayores deseos.

¿En que se parecen las dos? Ambas quieren ser otras personas.

La señorita de la Cruz me tuvo a los veinte años de su vida. Fue el camino más fácil de hacerse de una buena posición económica, un apellido de respeto, y de cumplir sus sueños de una manera rápida y sin tantas explicaciones. Una vez embarazada ni disculpas pidió a sus padres y fue corriendo a hacerle un drama a su novio  Diego Dubrinsky el cual no permitiría que nada le pasase a su hijo o hija.

Diego Dubrinsky: veintidós años, departamento propio, coche deportivo, tarjetas bancarias, hijo de una buena familia, ojos grises, castaño, buen mozo y la cereza del pastel heredero del imperio Dubrinsky, que por ese tiempo había sucumbido a los encantos de una María interesada, ofrecida y muy guapa muchacha.

Desde que tengo uso de razón la palabra familia en la  casa Dubrinsky- de la Cruz no existe. Primero eran dos, luego tres, y para el momento esplendoroso de la familia eran cinco, ahora en teoría solo son tres pero en la práctica solo son dos. Estoy desterrada de la familia Dubrinsky de la Cruz porque soy una manzana podrida pero las manzanas podridas son todavía manzanas.

Trece meses después de mí nació Mauricio,  y treinta y ocho meses después de mí nació Laura, nuestras únicas diferencia marcadas era la semejanza, yo no me parecía en casi nada a mis hermanos, y lo único que tenía de mi padre era lo castaño y el color de los ojos. Tengo desde muy niña, la sensación de ser una arrimada (excepto cuando vivía con Sara). Cuando me entere que no era hija de Diego Dubrinsky, me volví escurridiza, esquiva y fue el momento que aprovecho Claudia para hacerse mi mundo.

Mis medios hermanos, me molestaban siempre, yo no gozaba de los privilegios que ellos gozaban, Marie Dubrinsky no lo permitía aunque a don Diego le decía que todo era lo mismo (Trabaja ya en los negocios familiares, lo cual le rebaba tiempo para convivir con sus hijo), era la sirvienta de “mi hermanita” Laura, la bufona de Mauricio, la recogida de don Diego, el pasaporte a la buena vida de María y el estorbo de Marie.

Íbamos al mismo colegio los tres, pero yo me iba y regresaba caminando ( lo bueno es que no estaba lejos el colegio),siempre me esforzaba por sacar una calificación aceptable ante los ojos de Marie, siempre fui tímida y con pocos amigos, quería ocasionar el mínimo de problemas, el castigo era muy feo.

Tenía creo diecisiete  años cuando un día de muchos días como los que jugábamos Laura, Mauricio y yo por aquella época (claro, Laura y Mauricio jugaban a molestarme y yo a rogarles que me dieran lo que me quitaban) , cuando pasó mi ultimátum en aquella casa, Laura corría por los pasillos con una carta de Claudia que me había robado y yo corría atrás de ella cuando Mauricio le metió el pie a Laura, logrando que esta tropezara y cayera por las escaleras, golpeándose la cabeza veintitrés veces, la caída fue mortal. Marie y Mauricio me echaban  la culpa me llamaban  asesina y don diego decía que fue un lamentable accidente.

Las cosas marchaban bien con Claudia, definitivamente yo era una tonta (estaba enamorada) no me daba cuenta que a veces olía a perfume de hombre, que me ponía pretextos cuando yo quería verla, que se burlaba de mi con sus amigas.

Realmente no era una chica mala, solo la descubrí y conocí mejor, me di cuenta que no era para mí. He crecido sin amor, no soy una chava modelo por que soy real, no soy una santa por que me gusta divertirme, como te darás cuenta soy sumisa, débil, pendeja, no tengo nada, pero quiero llegar a tener algo, quiero cambiar, Sara, estos meses a tu lado han sido muy enriquecedor, me has dado amor, y cariño, creo que estoy viviendo un sueño. Tú le das significado a la palabra familia,

Sara.- Déjame ayudarte, y ya te dije que siento un amor fraternal hacia a ti, da la vuelta al pasado, vive tu presente y construye tu futuro, la vida nos pone obstáculos para que no sea aburrida además de que cuando llega la hora de morir puedas presumirle a la huesuda que viviste tu vida al límite, que lloraste cuando debiste llorara, que reíste en el momento necesario y que te levantaste y superaste las veces que quisiste, que nada te detuvo.

Ahora ayúdame a poner la mesa que vendrá Julieta a cenar con nosotras.

Fer.- ¿Qué hay entre ustedes?

Sara.- Deseo, amor, porque sus besos son mi droga, su piel me quema, su boca me envenena, sus manos me encadenan, sus ojos me llenan y su cuerpo es mi condena, creo que me enamore. Mi corazón pide perdón por dejarla entrar y mi mente esta saturada de tantos pensamientos hacia su persona.

Fer.- Tendré que hablar bien con Julieta porque si te lastima se arrepentirá.

Ya conocía a Julieta, me llevaba bien con ella, notaba que se le iban los ojos por Sara pero debía amenazarla, porque Sara no es un juguete. Estábamos en plena cena cuando Julieta me dice:

Julieta.- Amo a Sara, quiero verla entre mis brazos y devorarla, cuidarla, amarla,  quiero una vida junta a ella, nunca la voy a olvidar y hacer sufrir, mi corazón le pertenece.

Fer.- Me alegra que seas directa, si la lástimas vas a llorar sangre, Julieta.

Sara.- ¡¡¡Feeeerrrr!!!